Por Heriberto Paredes Coronel (Texto y fotografías)
25 Abril 2013
Mientras
la expectativa consumía el resto de la tarde, aproximadamente unos doscientos
jóvenes se mantenían en la explanada del edificio de Rectoría en Ciudad
Universitaria. La curiosidad los animaba a acercarse al otro grupo de jóvenes
que mantiene hasta ahora una toma pacífica de este edificio medular, pero
también estaban esperando que “algo”
pasara, que los rumores sobre la entrega de las instalaciones se confirmara o
se desmintiera. Una rala lluvia humedecía el piso y algunas de los impermeables
que aparecían de pronto, al mismo tiempo una asamblea se desarrollaba en el
auditorio Che Guevara.
Los ánimos estaban muy tensos, algunos gritaban
contra los medios de comunicación presentes (alrededor de quince televisoras de
distintos orígenes, medios impresos y radiofónicos se integraban a la
congregación), tal vez sin considerar que medios independientes también
estábamos ahí para hacer nuestro trabajo; otros grupos amenizaban las
discusiones con argumentaciones diversas pero siempre bajo un punto en común: “entendemos las demandas, pero no
compartimos mucho las formas”. De pronto alguien cruzaba un contundente “ellos estuvieron muchos meses agotando
todas las vías de expresión y manifestación, nadie los escuchó, nadie de los
que ahora se quejan se paró a escucharlos y a conocer la problemática que
padecen, ahora estamos aquí debatiendo sobre el asunto. Lo lograron, los
estamos escuchando”. Estas discusiones y debates duraron algunas horas,
nadie se fue y más gente empezó a llenar la explanada.
“¿Dónde están
las autoridades? Ellas deberían de estar aquí, intentando dialogar, así como
nosotros, nomás es cosa de llegar y preguntarles a ellos qué es lo que pasa” dice desilusionada una joven estudiante de la
Facultad de Derecho.
Me acerco a la barricada que delimita la toma del
edificio y uno de los chicos “paristas”
me pregunta que se me ofrece, otros más de los estudiantes que están cerca se
aproximan y entre todos hacemos un pequeño círculo en dónde el parista nos
explica lo que bien se ha dicho ya, no se puede seguir estudiando con tantas
agresiones de grupos porrriles (grupos de choque) y con las reformas que
quieren hacer a los CCH’s (Colegios de Ciencias y Humanidades). “Pero sí está bien que aprendamos inglés,
hay que aprovechar lo que nos da el Estado, aunque sea esto”. atraviesa un
joven que estudia química y que afirma: el inglés les sirve para sus libros. “Pero no todos estudian lo mismo, lo que
decimos es que necesitamos tener la capacidad de decidir, si inglés o náhuatl,
si una materia u otra, no simplemente cortar de tajo la mitad de cursos”.
Otro de los “paristas” se acerca y
jala al primero, no se ve muy buena actitud y al final dice que si queremos
saber más leamos la propaganda que nos han dado.
A quienes estamos ahí no nos gusta la respuesta y
uno, el estudiante de química, le pide a los “paristas” que lo dejen entrar para corroborar que no han
destrozado nada, que sólo es un vidrio y que no tienen que restaurar todo una
vez entregadas las instalaciones. Recibe como respuesta que no se puede pasar y
que ellos simplemente están cuidando el mobiliario lo más que pueden. La lluvia
termina de mojar las sillas tapizadas que sirven de barricada, el estudiante de
química se fija en ellas y baja la cabeza algo molesto. ¿Son o no importantes
estos detalles? ¿Por encima de las demandas a resolver? Parece que ciertos
sectores de la comunidad universitaria aún se confunden entre lo obtuso y lo
concreto, siguen sin ver que el país se está derrumbando, que si aún se
mantiene en pie es por la dignidad y voluntad de quienes luchan día a día para
que las cosas cambien.
Al mismo tiempo pero en otro lugar, los maestros
opositores a la reforma educativa continúan con las jornadas de protesta,
acaban de quemar las sedes de los partidos políticos en Guerrero. Nada más
sublime que ver en llamas la imagen de Enrique Peña Nieto.
Ante la expectativa un “parista” toma el megáfono y comienza a hablar sobre las razones,
históricas e inmediatas que los llevan a este acto de presión. Es interesante
cómo muchos de los asistentes en la explanada, preguntan constantemente
detalles y razones pero cuando alguien decide hablar para todos, muchos se van
y no lo escuchan, se limitan a preguntar a los reporteros si ya sabemos algo de
la asamblea y si van a desalojar o no.
Comienza a oscurecer y un contingente numeroso se
dirige hacia Rectoría, vienen con la consigna firme y clara de rechazar la
represión y exigir el diálogo. La asamblea ha terminado y como resultado de
horas de discusión se anuncia que se instalará un campamento de apoyo a los “paristas” y se presionará con acciones
la resolución pacífica del conflicto. La sombra de la represión se mantiene
latente y ante ello la situación sí es consenso: se impedirá la entrada de los
cuerpos policiacos a las instalaciones universitarias Ni el rector José Narro
podrá imponer esa actitud violenta ante un conflicto que debería resolverse con
mesas de discusión y de trabajo.
Estudiar en este país resulta una faena
interminable, resulta heroico, no importa si uno nace en una comunidad en
Guerrero o si nace en algún barrio de la capital del país, en algún punto habrá
un abuso, una injusticia, un padecimiento, desde un programa pedagógico nefasto
hasta la implementación de cuotas ridículas. Sólo un sector de la población se
salva de este calvario constante… no hace falta mencionar lo obvio. Los
estudiantes tienen derecho a estudiar dignamente y si se lo exigen a las
autoridades concernientes es porque es su papel, es lo mínimo que pueden hacer
en un contexto de caos que se agudiza día con día. Pienso en el testimonio que
leí ayer sobre la vida de un estudiante de CCH:
Lo que vimos es algo de aire fresco, la prueba de
que las cosas tienen que resolverse sin el uso de la fuerza pública y bajo los
mecanismos que el diálogo permite. Siempre y cuando las autoridades universitarias
volteen y se interesen un poco…
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