Marduk: para el totalitarismo un delincuente común, para la emancipación del proletariado un preso político
Por Luis Ignacio Hernández Iriberri.
(marxista y comunista de
firmes convicciones, padre de Marduk)
Creer en la justicia, sí. Incluso aún
en este país llamado “México”; el
problema es que ésta no ha de ser divina (o si acaso, a más de ella, ha de ser
esencialmente humana), ha de ser una justicia propia a una sociedad, no de un “buen sistema jurídico”, sino de sólidos
valores morales; ha de ser una justicia en la que se crea, por sus hechos, y no
ciegamente por los principios abstractos de la “democracia burguesa”. Si lo primero justo ha de ser, en
concreto, en los hechos, una sociedad democrática –así sea burguesa– con proyección
a futuro, entonces, lo primero es respetar a su juventud, creer en ella,
formarla en los más altos valores morales. Creer en la justicia, sí. A
pesar de toda la inmundicia que es ya esto llamado “México”, por qué no; pero ello ha de ser cuando socialmente dicha
justicia exista; irracionalmente, no se pida al revés.
Cuando una política de
Estado que por intolerante (la “Cero
Tolerancia”), se hace por ello mismo totalitaria,
es porque se ha dejado de creer en la democracia –aún burguesa– y en la juventud,
y toda ésta pasa a ser delincuencia común en potencia. Pero cuando por
una política de Estado se atenta contra toda dignidad humana, aquel víctima de
tal política, se convierte, necesariamente, en un perseguido o preso no sólo de
conciencia, sino en un perseguido o preso
político; es decir, en un perseguido o preso por razones políticas,
por ahora, encubiertas por el Estado en un contexto de “delincuencia común”. Pero, más aún, como apunta Jesús Robles
Maloff en su Blog, sinembargo.mx:
“Algo que poco se ha señalado de Marduk
es que desde hace años es monero. Un monero muy bueno. Cómo todos crítico y
mordaz. En
su blog podemos ver su compromiso. Critica a los medios
convencionales, al discurso vacío de Peña Nieto y la represión policiaca con la
fuerza de sus dibujos. ¿Sabían los policías del compromiso político de Marduk?
Yo no tengo duda. Esta semana he conocido en carne propia lo que los gobiernos
saben de ti en vía de intervenciones ilegales. Mientras Marduk no salga de su
injusta prisión, para mí es un preso político. Un joven perseguido por sus
ideas políticas”. Y, a más, agreguemos a ello: ¿Acaso Marduk es
víctima de una represión indirecta a su padre –el que esto redacta–, que ha
estado asesorando al magisterio del Comité Nacional Democrático del SNTE en la
fundamentación, con rigurosos argumentos científicos, a su propuesta de “Programa Alternativo Nacional de Educación
y Cultura”, contrapuesto a la “Alianza
para la Calidad Educativa”?
Un joven inocente es
detenido, culpado inmoralmente por no más que por “imputación directa” sin necesidad de prueba
alguna adicional (contra lo que no hay, en términos absolutos, nada que se
pueda hacer); si “confiesa”
(tal como en los juicios de la Santa Inquisición, aún siendo inocente),
recibirá “beneficios de ley” con la reducción de su pena, de modo que alcance
la liberación inmediata; pero si se
niega (por lo cual el antiguo “hereje”
es hoy “el negado”),
en el más aberrante de los eufemismos, tendrá que demostrar su no-culpabilidad,
o, es decir, tendrá que demostrar su inocencia, pues de la parte acusadora
basta su dicho por “imputación directa”,
sin necesidad de prueba alguna más. En esas circunstancias, ¿se puede
creer en la justicia en abstracto, cuando todo se finca precisamente en lo
contrario dado por los hechos?
Qué se está haciendo a
futuro de esos jóvenes “confesos”:
no más que inconsciente resentimiento, desconfianza, incredulidad absoluta, lógico
y merecido desprecio no sólo a las instituciones, sino a una sociedad misma
indiferente a la destrucción de la condición humana de éstos. Pero he
aquí que, a su vez, qué se está haciendo a futuro, de esos jóvenes “negados”: pues no más que lo
mismo, pero con una cierta diferencia; la formación de una consciencia social y
política revolucionaria en potencia; razón por lo que son, pues, desde ahora,
no sólo presos de conciencia, sino una forma real de la condición del preso político, que adquiere
necesariamente la conciencia de rescatar la dignidad de la condición humana de
la sociedad misma.
Así, destruyendo la vida
social, cava este sistema totalitario su propia tumba. Ya sólo es
cuestión de tiempo, todo lo demás, el empleo, la producción, la educación, un
proyecto de individuo y de sociedad a futuro, está ya aniquilado. Más de
dos meses de injusta prisión, tanto en la “prisión
de adentro” (el “México”
tal cual reproducido con toda su crudeza en el reclusorio), como en la “prisión de afuera” (el “México” indigno de vivirse al interior
de los muros de sus “fronteras”), nos
ha esclarecido ideológica y moralmente. Toda pamplinería de patrañas
jurídicas están agotadas, de modo que lo que persiste, no es más que represión
política cuya respuesta es, y no puede ser, sino: ¡Este régimen fascista debe
ser derrocado!
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