DESPOJO, DOMINACIÓN Y RESISTENCIAS (crecimiento exponencial de conflictos socioambientales en México)
Mina Lorena Navarro
Fuente: SubVersiones, 25-08-2013
En los últimos años ha sido notable el
crecimiento exponencial de conflictos socioambientales en todo el territorio de
México por la continuidad, profundización, intensificación y expansión de
proyectos encaminados al control, extracción, explotación y mercantilización de
bienes comunes naturales. Este es un análisis en profundidad de este proceso y
de las resistencias al mismo.
Lo que
está ocurriendo es un énfasis en las actividades primarias de la economía, que
va de la mano del desarrollo de numerosos proyectos de infraestructura
carretera, portuaria y enclaves turísticos. A esto debemos sumar, el impulso de
un nuevo sistema agroalimentario, en manos de grandes transnacionales, a costa
de la exclusión masiva de los pequeños productores rurales. En suma, se trata
de actualizadas y renovadas estrategias de despojo de los bienes comunes
naturales.
El
carácter de las políticas extractivistas de nuevo cuño está anclado al proyecto
histórico colonial que ha marcado a América Latina desde hace más de 500 años.
No obstante, ahora hablamos de una reconfiguración en las formas de acumulación
del capital y de explotación de la naturaleza, que podemos identificar de la
siguiente manera:
1) la vertiginosa aproximación
hacia el umbral de agotamiento de bienes naturales no renovables, tales como el
petróleo, el gas, y los minerales tradicionales;
2) el salto cualitativo en el
desarrollo de las técnicas de exploración y explotación –más agresivas y
peligrosas para el medio ambiente–, que está permitiendo el descubrimiento y
extracción de hidrocarburos no convencionales y minerales raros, disputados
mundialmente por su formidable valor estratégico en los planos económico y
geopolítico;
3) la progresiva transformación
de los bienes naturales renovables básicos –tales como el agua dulce, la
fertilidad del suelo, los bosques y selvas, etc.–, en bienes naturales
potencialmente no renovables y cada vez más escasos, dado que se han
constituido en los nuevos objetos privilegiados del (neo)extractivismo o en sus
insumos fundamentales (Acosta, 2001); y, por último
4) la conversión de los bienes
naturales –tanto renovables como no renovables– en commodities, esto es, un
tipo de activos financieros que conforman una esfera de inversión y
especulación extraordinaria por el elevado y rápido nivel de lucro que
movilizan “mercados futuros”, en
tanto responsables directos del aumento ficticio de los precios de los
alimentos y de las materias primas registrado en el mercado internacional.
Esta
reconfiguración ha sido impulsada por las políticas del capital privado y con
la participación de los gobiernos en sus diferentes ámbitos y niveles, a través
de estrategias jurídicas, de cooptación, disciplinamiento y división de las
comunidades, represión, criminalización, militarización y hasta
contrainsurgencia, para garantizar a cualquier costo la apertura de nuevos
espacios de explotación y mercantilización. Es de resaltar el aumento de
asesinatos de activistas ligados a la defensa de la tierra y el territorio en
los últimos cinco años, como es el lamentable caso de Noé Vázquez del Colectivo
Defensa Verde Naturaleza para Siempre contra la Presa el Naranjal en Veracruz,
quien fue brutalmente asesinado hace algunos días –el 2 de agosto para ser
precisos-, en el marco del X Encuentro del Movimiento de Afectados por las
Presas y en Defensa de los Ríos (MAPDER) en Amatlán de los Reyes, Veracruz.
En
suma, las estrategias de dominación del Estado y capital operan sobre la base
de cuatro aspectos que buscan ocultar y disfrazar el verdadero carácter del
despojo:
1. Los
proyectos de despojo se presentan como medios para el desarrollo, progreso y
bien común. Sin embargo, este desarrollo no es igual para todos; al contrario,
hay poblaciones y territorios que son sacrificados y que su vida es transformada
radicalmente. Aquí, el Estado aparece como un árbitro neutral y autónomo de la
lógica económica. En su aparente búsqueda por garantizar la igualdad de
derechos de todos los ciudadanos, despliega una legalidad que en nombre de la
igualdad jurídica favorece a los poderosos, consagrando el despojo y
manteniendo la desigualdad de propiedad.
2. Si
bien sabemos que las ganancias del desarrollo de unos cuantos son a costa del
sacrificio de otros, para evitar la oposición de las comunidades “afectadas” se les promete desarrollo
local, crecimiento económico y prosperidad social. Sin embargo, esta narrativa
desarrollista es también una apariencia, debido a que estos proyectos al
funcionar con una lógica de enclave -es decir, sin una propuesta integradora de
las actividades primario-exportadoras al resto de la economía y la sociedad-,
no promueven los mercados internos, ni generan los empleos prometidos. Lo
cierto es que profundizan las condiciones de desigualdad y miseria, debilitan o
desmantelan la cohesión, el arraigo y apego comunitario, y generan un proceso
de desposesión y expulsión que orilla a la migración y búsqueda de
oportunidades, principalmente en las ciudades.
3. Todos
aquellos que se oponen al interés general de las mayorías se presentan como
intransigentes, instigadores del orden y opositores del progreso, con lo que se
busca justificar el uso de la violencia para mantener el control social y no
poner en riesgo las jugosas inversiones del capital.
4. Existe
una guerra contra las formas comunitarias –que en la mayoría de los casos son
indígenas y campesinas- consideradas como prescindibles, intrascendentes y en
algunos casos inexistentes. La narrativa desarrollista se impone sobre un único
modo de pensamiento y de vida, el resto de formas son pre-modernas o
primitivas. Con ello se busca desconocer y disimular el vital aporte de las
economías de sustento en la producción de alimentos, así como en la conservación
de bienes comunes naturales, para el resto de la población. Al respecto, un
claro ejemplo es el señalado por Silvia Ribeiro en cuanto a la alimentación
mundial: “Mientras que la agricultura
industrial (con agrotóxicos, híbridos, transgénicos) ocupa en el mundo 80% de
la tierra arable, lo que produce llega sólo a 30% de la población mundial, con
un volumen casi igual de desechos, usando 70% del agua y combustibles de uso
agrícola. Al otro extremo, las y los campesinos y productores en pequeña escala
ocupan cerca de 20% y junto a la pesca artesanal, huertas urbanas y recolección
en bosques, alimentan a 70% de la población mundial” (Ribeiro, 2013).
Así,
los proyectos de despojo han aumentado los niveles de presión sobre la
extracción de recursos naturales, intensificando la deforestación, la pérdida
de biodiversidad, la degradación de suelos y, en general se han agravado de
manera alarmante los niveles de deterioro ambiental. No obstante, pese a las
condiciones tan asimétricas a las que se enfrentan las comunidades, se han
logrado acuerpar decenas de resistencias en todo el territorio mexicano. Según
la investigación de María Fernanda Paz (2012), hasta 2011 se registraron 95
conflictos relacionados al despojo de bienes comunes naturales, distribuidos en
21 estados del país. Si bien, no todos los procesos de resistencia registrados
han logrado la plena defensa de sus territorios, lo cierto es que muchos de
ellos han sido capaces de obstaculizar momentáneamente el despojo, mediante el
retraso o directa paralización de la implementación de los megaproyectos.
Al
respecto, los casos más destacados son el Consejo de Ejidos y Comunidades
Opositores a la Presa la Parota en Guerrero , que después de más de diez años
de resistencia, han logrado la cancelación definitiva de dicho emprendimiento;
el Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra de Atenco que lograron detener la
construcción del aeropuerto en Texcoco; o el
Consejo de Pueblos Unidos en Defensa del Río Verde que exitosamente han logrado frenar la
construcción de una hidroeléctrica en Paso de la Reina, Oaxaca; o los
habitantes de Cherán que a través de un férreo proceso de organización han
conseguido detener la destrucción de sus bosques y defenderse de los
talamontes; o las decenas de comunidades indígenas y campesinas que se niegan a
sembrar maíz transgénico y a usar los paquetes tecnológicos promovidos por los
gobiernos, y continúan produciendo la milpa e intercambiando semillas
autóctonas, lo que fortalece la autonomía y soberanía alimentaria de sus
comunidades; o la comunidad de Cabo Pulmo y las organizaciones afines que
lograron detener el devastador megaproyecto turístico. Y qué decir de las
experiencias que han desarrollado proyectos productivos para la autogestión , y
otras más, como es el caso de Capulalpam de Méndez en Oaxaca, que ha logrado
expulsar a las empresas papeleras de sus territorios y logrado el control de
sus bienes forestales, de la mano de una serie de alternativas puestas en
marcha por la comunidad, entre las que destacan sus propias empresas, basadas
en el ecoturismo y en el aprovechamiento sustentable de sus bienes naturales.
Sin
lugar a dudas, lo más importante de estas experiencias es que han logrado
alumbrar aspectos cruciales de la crítica al desarrollo capitalista y de las
alternativas posibles para enfrentar la crisis ambiental. A este respecto, hay
una multiplicidad de voces y experiencias que desde diversas latitudes apuntan
a fortalecer los entramados colectivos y los esfuerzos de recomposición
comunitaria en espacialidades urbanas y rurales para la producción, gestión y
recreación de lo común. Y es que en definitiva, la supervivencia y protección
de los bienes comunes constituye una condición fundamental para la continuidad
de la vida, la cual puede seguir y potencialmente estar a cargo de sujetos
comunitarios, a partir de formas de autorregulación social que incorporen entre
sus principios frenos y controles al mal uso de los recursos. Se trata de
experimentar modalidades comunitarias que, mediante la confianza, la
reciprocidad, la cooperación y la comunicación hagan posible la gestión de lo
común sobre la base de una relación sostenible con la naturaleza. Una cuestión
central para la sobrevivencia humana frente a la crisis civilizatoria que el
mundo vivo enfrenta.
En las
siguientes colaboraciones de esta columna trataremos con mayor detalle algunos
de los temas que aquí mencionamos. Se trata de un aporte quincenal para la
comprensión de las estrategias múltiples del despojo, y de las posibilidades
que desde abajo se cultivan para la resistencia, organización y construcción de
alternativas.
FUENTES
CONSULTADAS:
ACOSTA, Alberto: “Extractivismo y neoextractivimo: dos caras
de la misma maldición”, en La línea de Fuego, 23/12/2011. Disponible en:
PAZ, María Fernanda, “Deterioro y resistencias. Conflictos
socioambientales en México”, en: Conflictos socioambientales y alternativas
de la sociedad civil, ITESO, Guadalajara, 2012.
RIBEIRO, Silvia: “Contra el robo de la palabra”, en La
Jornada, 10/08/2013. Disponible en:
Mina Lorena Navarro.
Socióloga y Profesora de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la
UNAM. Participa en el Laboratorio Multimedia para la Investigación Social.
Integrante de Jóvenes en Resistencia Alternativa.
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