La Jornada,
24-08-2013
Traducción: Ramón Vera
Herrera
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=172959
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=172959
El espionaje es una actividad eterna de los
gobiernos. Hubo una vez un tiempo en que los gobiernos espiaban primordialmente
a otros gobiernos. Hoy espían a todo mundo y en verdad digo que es todo el
mundo. Recientemente hemos sabido, gracias a quienes denunciaron estos hechos,
a Wikileaks y al periódico británico The Guardian, qué tan
extenso se ha vuelto el alcance de Estados Unidos, que aparentemente cuenta con
el sistema de espionaje más amplio de cualquier gobierno en el mundo. En
particular el de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA, por sus siglas en
inglés).
Por
extraño que pueda parecerle a quienes espían, muchas personas ordinarias que
para nada son espías, ni están implicadas en actividades nefastas, están
sorprendidas de enterarse de que su privacidad es invadida y no les gusta.
Lo que
la NSA ha estado haciendo es lo que se conoce como extraer metadatos. Es decir,
hacer que los servicios que transmiten correos electrónicos y llamadas
telefónicas le envíen a la NSA todos los registros que tienen para que la NSA
los analice en busca de tendencias que supuestamente puedan revelar actividad
terrorista real o potencial.
Supuestamente,
el elemento inicial que evoca sospechas es alguna comunicación entre alguien
fuera de Estados Unidos y alguien dentro de Estados Unidos. Sin embargo, esto
se extiende hasta incluir todas las comunicaciones entre la persona dentro de
Estados Unidos y el resto. Y luego, incluye todas las comunicaciones entre
estos otros y los demás con quienes se comunican. En este punto, hablamos de
una red que incluye virtualmente a la población entera de Estados Unidos.
La
justificación legal para esta actividad es la Sección 215 de la Ley Patriota,
que permite que la FBI solicite una orden para producir cosas tangibles con el
fin de proteger al país del terrorismo internacional. La orden la adjudica
(virtualmente siempre se concede) la corte de la Ley de Vigilancia de la
Inteligencia Extranjera (FISA, por sus siglas en inglés). El criterio de juicio
y los argumentos gubernamentales ante la corte son secretos. Esta muy extensa
actividad es lo que reveló Edward Snowden, y es lo que ha causado semejante
conmoción. Para algunas personas, las revelaciones fueron una total sorpresa.
Para otras, meramente confirman lo que ya hace mucho tiempo se sospechaba. Para
el gobierno, fue una vergüenza importante.
Hubo
tres principales reacciones ante las revelaciones. La primera fue la del
gobierno de Estados Unidos. Pese a que el presidente Barack Obama aseguró que
el debate sobre estos asuntos era deseable y prometió aumentar la transparencia
sobre el proceso de toma de decisiones, también persiguió a Snowden del modo
más fiero posible, buscando traerlo ante una corte estadunidense para juzgarlo
y castigarlo con severidad.
La
segunda reacción importante fue la de otros gobiernos por todo el mundo, que
descubrieron que eran objeto activo del espionaje estadounidense (algo que por
supuesto ya sabían). Y al mismo tiempo, las revelaciones de Bradley Manning y
Edward Snowden, juntas revelaron el grado de cooperación entre los gobiernos de
Europa occidental y Japón con las operaciones de la NSA.
Pero la
reacción más interesante ocurrió en el Congreso estadunidense. Hasta ahora, la
oposición de los miembros del Congreso a tales actividades había sido bastante marginal.
Pero de repente, se volvió de gran escala. Dos miembros de la cámara de
representantes, Justin Amash y John Conyers, unieron fuerzas para proponer una
medida que habría restringido la colecta indiscriminada de tales registros.
Hay dos
cuestiones que resaltan en la enmienda de Amash-Conyers. Justin Amash es un
republicano de extrema derecha, lo que se conoce como republicano libertario.
John Conyers es uno de los prominentes miembros antiguos del ala progresista (o
ala izquierda) del partido demócrata. La segunda cosa que resalta es que fueron
combatidos por otra pareja inusual, el presidente Obama y el vocero de la
cámara, John Boehner. Era el establishment contra los extremos. El voto fue de
205 a favor (94 republicanos y 111 demócratas) contra 217 en contra (134
republicanos y 83 demócratas) más 12 abstenciones.
La
derrota de la enmienda fue asegurada gracias únicamente al intenso cabildeo de
Obama y Boehner. Más aún, lo más notable es que el autor mismo de la sección
215, el representante James Sensenbrenner (republicano de Wisconsin), denunció
enojado al gobierno por no llevar a cabo la intención de lo que él había
redactado. Y expresó que el término relevante relacionado con los registros
implicaba limitar la autoridad del gobierno, no extenderla. También le recordó
al establishment que la cláusula expira en 2015 y dijo: A menos que se percaten
de que tienen un problema, esto no va a lograr su renovación. Así que ¿dónde
estamos? El gobierno (sea demócrata o republicano) intentará demoler verbalmente
a quienes protesten mientras, de todos modos, continúa invadiendo la privacidad
de todo mundo. Y utilizarán (o fabricarán) conspiraciones terroristas para
justificar esto. Pero quienes denunciaron estos hechos socavaron su legitimidad
y esto es lo que les duele y es por eso que el gobierno se torna vengativo con
ellos
¿Logrará
aprobarse la próxima vez algo parecido a la enmienda Amash-Conyers? es difícil
decirlo, pero es bastante posible. Y si lo logra, ¿entonces qué? Bueno, depende
un poco de quién esté en el cargo. ¿Sería tan duro Amash si el presidente en
cuestión fuera Rand Paul? Posiblemente no. Lo que de todos modos podemos decir
es que la legitimidad y la autoridad del gobierno de Estados Unidos, en lo
interno, se erosionó de forma severa. Cuando uno añade esto a una seria y
continua decadencia en legitimidad y autoridad geopolítica, Estados Unidos
comienza a verse como uno de esos países menos estables en el sistema-mundo, y
no como uno de sus fundamentos.
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