La “escuelita de la libertad”: el ABC zapatista. ‘Otro mundo es posible’ puede hacerse realidad si hay organización…
María Verza
1.700
personas llegaron a Chiapas para participar en el curso “La libertad según l@s zapatistas” y convivir con las bases del
movimiento, el mayor ejercicio de divulgación y apertura del EZLN desde su
alzamiento hace 20 años y la demostración de que la frase ‘otro mundo es
posible’ puede hacerse realidad si hay organización, trabajo, dignidad,
constancia y una verdadera democracia.
LECCIONES
ZAPATISTAS
“Cuidado aquí compañero”. El Votán (guardián) de Víctor Cabrera le va avisando
por donde pisar. “No me deja ni para ir
al baño en mitad de la noche”, comenta Víctor, un hombre entrado en la
cincuentena y defensor de derechos humanos de la Comarca Lagunera, una de las
zonas más violentas del norte de México. Son las 5 de la mañana en las montañas
y la selva de Chiapas y los integrantes de la primera Escuelita Zapatista “La libertad según l@s zapatistas”
(desarrollada del 11 al 18 de agosto) empiezan a trabajar. Son 1.700 alumnos
(jóvenes, niños, adultos, mexicanos, extranjeros, indígenas, académicos,
hombres, mujeres -incluso algún transgénero- todos integrantes de organizaciones
sociales) que participan en el mayor ejercicio de divulgación y apertura del
Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) desde su alzamiento, hace casi 20 años.
La disciplina y
la organización es lo primero que sorprende a los alumnos. “Cuando pregunté a nuestra Votán, de 16 años, por qué no descansaba un
poco, no me dijo ‘no puedo’ o ‘no quiero’ dijo ‘no debo’”, cuenta Ninett
Torres, que llegó a la Escuelita procedente del DF junto a su
hijo Paul, de 10 años.
Todo está
pensado al detalle. Nada más levantarse unos hacen tortillas, otros preparan el
fuego, luego todos se van al campo para recoger maíz o frijol, cortar hierba,
atender al ganado o trabajar en las plantaciones de café, la principal fuente
de ingresos de los zapatistas a través de las exportaciones que hacen a través
de ONG o las ventas a los coyotes (los que cruzan ilegalmente a los
migrantes), las únicas vías para no entrar en el sistema oficial.
Tras compartir un pozol (caldo típico a base de maíz) queda tiempo para
ver de primera mano cómo funcionan las escuelas (que en algunos Caracoles llegan
hasta secundaria); las clínicas; un proyecto de la panadería; los invernaderos;
o una zapatería que te hace unas botas en dos días.
“Me ha llamado la atención
la agroecología”, dice Manuel Valdivia, instalado en el Caracol de
Oventic. “Todos los productos son
orgánicos, hacen abonos, pesticidas e incluso cultivan microorganismos. Y en
salud es impresionante se combina la medicina tradicional, con la moderna y
sobre todo la preventiva”. Pese a la falta de dinero y a que siempre necesitan
más medicinas, tienen 40 microclínicas y un hospital donde ya hay gente
capacitada hasta para hacer cirugías de primer nivel aunque sigan llegando
médicos de apoyo de zonas no zapatistas.
DEMOCRACIA REAL
Por la tarde es la hora del
estudio. Sentados junto a los votanes y los maestros, los
alumnos leen y comentan los libros (cuidadosamente editados) que se les
distribuyeron el primer día junto a unos DVDs . Mientras, en la Universidad de
la Tierra, en San Cristóbal de las Casas, otros compañeros explican al mundo lo
mismo, mediante videoconferencias retransmitidas por internet. “La vida nos fue enseñando a construir
nuestra autonomía, nadie nos dijo cómo organizarnos pero creamos una democracia
real, desde abajo que no se ejerce cada 4 o 6 años sino a diario, en la que el
pueblo elige a un gobierno que manda obedeciendo y si lo hace mal, lo saca”.
Organizados de forma asamblearia y rotativa (todo el
mundo pasa por todos los puestos alguna vez) los integrantes de las Juntas del
Buen Gobierno (JBG), la instancia máxima de cada Caracol,
aprovecharon los días previos a la Escuelita para
rendir sus cuentas semestrales, unos informes que para alguien que llegue de
fuera pueden resultar tediosos por lo detallados pero que demuestran el
minucioso control que tienen las JBG de toda su administración. Así, llueva,
truene o aplaste el sol, la comunidad escucha los resultados de su sistema de
créditos y cuándo debe o ha pagado cada persona; se entera de en qué ocasiones
ha tenido que actuar la comisión de justicia y porqué; de los beneficios de la
última cosecha de café; sabe cuánto se ha gastado en compra de medicinas, en un
ordenador para la escuela o en arreglar uno de los camiones. Porque aunque cada
familia puede tener sus pequeños cultivos personales, lo que prima son los
proyectos colectivos, cuyos beneficios se reparten equitativamente entre todos.
“El Banco Zapatista es
increíble, prestan dinero a un interés mínimo –destaca
Juan Luis- y el sistema de justicia es de
lo más pragmático, por ejemplo, en casos de asesinato, el asesino tiene que
mantener de por vida a la familia del asesinado”. “Pero lo que más le sorprende es que los que no son zapatistas –que
muchas veces conviven puerta a puerta con ellos-, también pueden pedir un crédito o someterse a su justicia, como el caso
de un pollero (el que cruza ilegalmente a los migrantes) detenido recientemente y que le pusieron a
hacer trabajo comunitario –un puente- durante
seis meses”.
En las reuniones de la tarde, antes de los bailes o los partidos de
baloncesto o fútbol, se multiplican las preguntas, curiosidades que van desde
cómo les afecta la llegada de Coca-Cola a la sexualidad. “Es increíble cómo la planificación familiar se ha convertido en un
asunto político y colectivo”, indica Ninett sorprendida también por la
participación de los hombres en el cuidado de los bebes y otras actividades
antes solo de mujeres. “Dicen, hay que
tener tantos hijos como seas capaz de mantener y los que hayas acordado con tu
pareja. El resultado es que se han reducido los embarazos, incluso me encontré
una mujer ¡que iba a ser madre primeriza a los 30!”
MAS ALLÁ DE LOS PASAMONTAÑAS
Los cambios no han sido
fáciles, reconocen los zapatistas, pero ahí están y ahora han decidido enseñar
al mundo lo logrado. “En 1994 todo
esto era un sueño, hoy es real”, reconoce Juan Luis, que lleva viajando a
la zona desde entonces. Sólo hay un tema tabú: la parte militar. “Algunos se quedaron con el romanticismo
revolucionario de los pasamontañas pero lo más importante es la base civil,
hasta ahora invisibilizada”, comenta el español. Sin embargo, el
aroma de una guerrilla que sigue alzada en armas permea la vida diaria aunque
quede en segundo plano y por eso no sorprende ver a toda la comunidad
formándose y colocándose en posición de saludo militar, ancianas y niños
incluidos, la mano en la frente, la frente alta, cuando anuncian que hay que
cantar el himno zapatista. “Vamos,
vamos, vamos, vamos adelante/ Para que salgamos en la lucha adelante/ Porque
nuestra Patria grita y necesita / De todo el esfuerzo de los zapatistas”.
“¿Y cómo se relaciona la Comandancia con ustedes?”, pregunta Víctor a su Votán que trabaja de locutor en
la radio de los insurgentes. “De eso no
puedo hablar”, contesta. Los alumnos no insisten, saben que puede ser
peligroso indagar más y la seguridad es lo primero. Por eso esperan
pacientemente a que se pongan los pasamontañas o los paliacates (los típicos
pañuelos rojos) antes de poder hacer una foto. Por eso le cuentan a Ninett que
en sus casas solo deben tener lo básico, para poder huir rápido si es
necesario. Por eso pocos se extrañan cuando unos aviones militares
sobrevolaron la zona. “Dieron varias
vueltas, parece que vigilaban las cañadas de entrada a la selva”, comenta
Juan Luis. La Comandancia del EZLN no dudó el denunciar la intimidación. “Si Enrique Peña Nieto quiere que sus
soldados aprendan en la Escuelita, que
pidan ser invitados”, dijo el comandante Tacho . “Como
quiera, no los vamos a invitar, pero así tendrán pretexto de que están espiando
porque no los invitamos”.
Tras cinco días de convivencia, el curso intensivo de zapatismo está a
punto de acabar. Los participantes están exhaustos, muchos con ampollas en las
manos, todos conmovidos por el trato excepcional, la generosidad pese a la
escasez, y la increíble organización. Los más de cinco meses de minuciosa
preparación, como parte de las acciones civiles anunciadas por el EZLN a
principio de año, han dado resultado. La última noche, la de balances y confidencias,
todos celebran. “Los zapatistas nos
mostraron su alegría por saber que no están solos”, señala Ninett. “Nosotros por haber entendido un poco mejor
su mundo”.
Las lecciones aprendidas no tardan en llegar. “Igual que ellos resisten, pese al hostigamiento del Estado, nosotros
tenemos que encontrar la manera de hacer frente a la violencia que tenemos en
el Norte”, explica Víctor. “Y no digo
que tengamos que levantarnos en armas pero sí explorar otras formas de
organización”.
“Los zapatistas nos mostraron
su realidad y eso no significa que haya que copiarla pero se pueden sacar
buenas ideas para adaptar a cada lugar”,
afirma José Luis. “Me voy con esperanza
de que otro mundo sí es posible, solo hay que tener claridad, disciplina,
encontrar el momento adecuado de actuar y tener mucha paciencia. Nada se
consigue en seis meses”.
“Aquí está el verdadero
zapatismo, no en los discursos bonitos”,
asegura Richard Stahler-Fholr, un profesor de universidad estadounidense. “Es otra manera de hacer política”.
La Comandancia del EZLN, que coordinó la salida el primer día, tomó de
nuevo la palabra en la clausura de la Escuelita y en el
encuentro del Consejo Nacional Indígena que tuvo lugar a continuación en la
Universidad de la Tierra de San Cristóbal. Fue el colofón de una semana de
intenso trabajo en el que cada pueblo expuso sus problemas, el principal, el
acoso al que son sometidos por parte del crimen organizado, las
multinacionales, las mineras o los políticos.
Los zapatistas llamaron a todos a unir fuerzas y rebeldía y el
subcomandante Moisés, en su primera intervención pública, les pidió mantener la
lucha fuera de todo interés económico.
El único ausente fue el subcomandante Marcos, que desde la web mandaba
un mensaje a futuro: “Lo que sigue de la
escuelita es algo que usted y solo usted debe decidir”.
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