Por Argelia Guerrero
25/08/2013
Hace ya unos días que se dio por concluido el
primer nivel del curso “La Libertad según
l@s Zapatista”, y aún seguimos en proceso de asimilación y reflexión de
todo lo visto, vivido y aprendido.
Aquellos que tuvimos la inigualable
oportunidad de compartir este proceso educativo con l@s zapatistas fuimos
tocados en más de un aspecto y sentido de nuestras vidas y de nuestras luchas.
Se ha dicho que nuestr@s maestr@s
fueron hombres y mujeres, en especial jóvenes, bases de apoyo del EZLN. Sin
embargo, me parece que resulta más preciso afirmar que l@s maestr@s en realidad
fueron las comunidades en sí, los colectivos, aquellas figuras comunitarias de
las que se nos invitó a conocer y formar parte. Además de este maestro
colectivo, a cada estudiante nos fue asignado con un Guardián, el Votán de cada
un@ de nosotr@s que se encargó de acompañarnos, guiarnos, alumbrarnos el camino
(en el sentido literal y en el figurado); aclarar nuestras dudas, traducirnos y
despertarnos (también en ambos sentidos). El rol de dicho Votán fue similar al
que Virgilio desempeñara guiando a Dante en aquella inmortal obra, un Virgilio
que poco a poco y casi sin darnos cuenta nos fue introduciendo a la mística y a
la dinámica de las comunidades y colectivos zapatistas con los que convivimos.
De este proceso aprendimos mucho: Por
ejemplo, la estructura y funcionamiento de las diferentes comunidades
zapatistas; los rasgos comunes que los enlazan, pero también cómo armonizan y
entretejen sus diferencias. Vimos cómo construyen no sólo sobre la base de la
homogeneidad sino también de la diferencia.
Pudimos ver la resistencia que
sostienen frente a una historia de 500 años de pretendida dominación y de casi
20 años de guerra abierta de lo que ell@s atinadamente nombran “mal gobierno”. Pero también pudimos
atestiguar la resistencia que sostienen frente a sus propios errores y
fracasos. No se instalan en el drama y la reiteración constante del fracaso:
sino que lo sueltan, evalúan y siguen adelante, es decir, caminan…
Aprendimos también a repartir el
trabajo, responsabilizarnos de él y aprender sobre la marcha de ejercerlo.
Muchos de nosotr@s llegamos a decir o pensar: “eso yo no lo sé hacer”; “esto
a mí no me sale”; sin embargo la propia actitud de nuestr@s maestr@s nos
llevó a mirar, a través de su accionar, que ell@s tampoco sabían hacerlo y
ahora lo hacen, que tampoco podían hacer todas las tareas y ahora resultan.
Nunca fuimos obligados a nada, pero sentíamos el empuje colectivo que nos
animaba a intentarlo, a hacerlo y que nos otorgaba la confianza y seguridad de
que no seríamos juzgados ni reprendidos por equivocarnos, pues es parte de
aprender, el error también enseña. Así pues, nos sentimos cobijados para
aprender, para errar, para volver a intentarlo y por fin lograrlo. ¡Qué
maravilloso modo de aprender! Ahí sentimos el significado de aprender en
libertad. Así comenzamos a vivir la libertad.
Finalmente puedo decir que aprendimos
incluso a indagar en nuestras propias emociones y formas de experimentar y
demostrar afecto; puesto que, al ser restringida por cuestiones de equidad
comunitaria, la entrega de regalos, nos vimos forzados a buscar dentro de
nosotr@s mism@s otras formas de mostrar o manifestar afecto y gratitud. Pudimos
aprender que hay en nosotr@s una gran diversidad de modos mucho más expresivos
y afectivos que la entrega de elementos materiales. Nos sorprendimos con la
gama de formas para demostrar nuestros sentimientos que rebasan por mucho la
materialización concreta a través de un objeto u “obsequio”. Llenamos entonces de contenido real nuestros abrazos,
nuestras sonrisas y gestos; y redimensionamos el sentido de nuestras palabras.
Aprendimos y nos atrevimos con temor y
torpeza a enunciar palabras en otra lengua que no es la nuestra y nunca
chocamos con gestos de burla ni desprecio, por el contrario, nos encontramos
con el oído paciente y la voz que sin fastidio repetía una y otra vez las
palabras hasta que quedaran en nuestro entendimiento.
Aprendimos que la tarea es difícil,
pero posible; que el trabajo es diario y no se detiene; pero sobre todo,
vivimos y entendimos el significado real y fáctico de la palabra RESISTIR.
Pudimos ver, vivir y aprender que otro
mundo es posible; sólo hay que atreverse a habitar en él.
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