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León Chávez Teixeiro, música y pasión por y para a ciudad, artista y militante de lo urbano

David Barrios
Publicado el 26 de agosto de 2013

“El artista a lo mejor es famoso, pero no es representante del pueblo. Si yo llego a la tele, no quiere decir que el pueblo llegue a la tele”.

México, Distrito Federal. Pintor, músico y organizador de movimientos obreros y de vivienda, León Chávez Texeiro –nacido en 1936 en la céntrica colonia Guerrero- relata a Desinformémonos que siempre caminó por la ciudad, por gusto o vendiendo veladoras por el centro. Relata cómo se relacionó como militante con las organizaciones de lucha por la vivienda, al ver que el trabajo organizativo en las fábricas era complejo, y recuerda las batallas en el gremio musical por sacar a los artistas a la calle, cerca de la gente.

Siempre me he relacionado con la ciudad. Soy nacido en el Distrito Federal y me crié en la colonia Plutarco Elías Calles; siempre fui un caminador de la ciudad, un fanático de ella, en una orilla donde había ciudad y un poco de campo, ahí por los ferrocarriles de Buenavista, lo que empezaba a ser el Poli (Instituto Politécnico Nacional) y todo ese desmadre.

Siempre fui, con mis amigos, muy dado a estar caminando y observando. Fui vendedor de veladoras, lo que significó caminar por todo el centro, por Peralvillo, por toda esa zona grandísima, vendiendo en las tiendas, las misceláneas y los mercados. Una de las cosas que me alivianaban era observar a la gente, la forma de la ciudad, las texturas, los olores. Una de mis grandes pasiones siempre fue caminar y conocer la ciudad –Santa María La Ribera, por ejemplo- con mis cuates y con las chavas con las que andaba.

Cuando empecé a cantar fue en las esquinas de los barrios; siempre fui un cantor urbano. Cuando empecé a dibujar, después de hacerlo con personas, me dio por pintar la ciudad y  por tratar de crear una estética que la expresara.

Después vivimos la destrucción de la ciudad. Un poco antes de entrar a la escuela de cine, en 1968, empecé a vivir con unos compas en un barrio y acabamos haciendo una comuna. Uno de nuestros grandes impulsos era recorrer la ciudad, dibujándola y cantándole.

Vivimos el movimiento de 1968, que también fue muy urbano; también cómo metieron el metro e hicieron los ejes viales. Yo conocí una ciudad hermosísima, limpia, caminable de extremo a extremo, con la visión de los cerros –el Izta, el Popo- que era pocamadre. Vi cómo se fue llenando de automóviles y de desmadre, cómo la destruyeron cabronamente sin ninguna pinche piedad, cómo fueron destruyendo y dividiendo los barrios.

Para mí, la ciudad siempre ha sido mi pasión. Mi vida ha sido urbana siempre.

Cuando me hice activista militante, nuestro trabajo era básicamente en fábricas. Nuestro contacto con ferrocarrileros, petroleros, etcétera, fue aquí. Hubo un momento en que ante la dificultad y complejidad de trabajar con los obreros, por el charrismo y por la represión cabrona, algunos de la organización empezamos a pensar en trabajar con los obreros pero en el barrio, en la vivienda. Pensamos en la posibilidad de ir penetrando en los barrios y organizando desde ahí.

Hicimos algunos trabajos en Tacuba. Llegábamos a hacer dizque entrevistas a la gente. Les hacíamos preguntas como si fuéramos estudiantes de la universidad, y nos enterábamos realmente de cómo trabajaban, de si no, de cómo, qué problemas tenían de escuela, etcétera. A través de unas preguntas sencillas nos enterábamos de cómo estaban el barrio y su gente; entonces los empezábamos a invitar a hacer reuniones, que acababan a veces en asamblea, respecto a los problemas de la basura, la escuela, el agua. Así empezamos a generar organización en el barrio.

Después estuve militando en Santo Domingo y en Ajusco, donde todavía había zonas muy pedregosas, y así formamos parte de esa organización. Estuvimos bastante tiempo y fue cuando empecé realmente a conocer esas luchas de vivienda.

También tuve experiencia de luchas de vivienda en Chihuahua, con la Colonia Francisco Villa. Ahí de pronto me decía Rubén Aguilar, el líder, cómo empezó el movimiento: No, pues tocábamos a las puertas, les decíamos buenas tardes, queremos preguntarle si usted tiene ganas de tener una casa. No, pues sí tengo ganas. ¿Y está dispuesto a luchar por ella? Sí, como no. Ok, entonces nos vemos en tal lugar porque vamos a tomar los terrenos tales y vamos a hacer ahí las casas. Viví el desarrollo de la colonia y me interesé mucho en la lucha urbana, que tiene que ver con la vida familiar y la vida cotidiana fuera de la chamba.

Después de esas experiencias y de muchos barrios que recorrí –por ejemplo, estuvimos en el desmadre de la 2 de Octubre, a donde fuimos a muchas asambleas-, tuvimos la experiencia de lo que se llamó el Bloque de Colonias, donde llegamos incluso a plantear un paro nacional con los eléctricos, que luego se echaron para atrás, gracias al señor Woldenberg.

En un momento de crisis personal, me fui a vivir a la Santa María La Ribera, después de muchos años de haber estado en una comuna ahí. Un día me habló un compa, el Casio, para que me fuera a vivir a la Martín Carrera, que porque había un movimiento muy interesante. Me fui para allá y me involucré en todo el proceso. Parte de lo que yo hacía ahí, aparte del proceso organizativo, era cantar y organizar festivales con los que tomábamos la colonia. Los 15 y 16 de septiembre la tomábamos toda y organizábamos actividades, como dominó, futbol, básquet, canciones. Traté de llevar a un chingo de músicos, hicimos murales en los edificios tomados, etcétera. Así es como me acerqué a las luchas inquilinarias.

La Martín Carrera fue bastante intensa. Tratamos de que la gente se involucrara no solamente en cuestiones teóricas y políticas, sino también en estéticas. Invitábamos a los que tocaban y los fines de semana tomábamos un parque circular que había. Hacíamos convivios y todo ese desmadre.

Mi relación fue muy cercana a CLETA, artistas muy urbanos, que hacían teatro en la calle. Mi actividad como militante siempre estuvo relacionada con mis actividades artísticas en los procesos organizativos de las luchas inquilinarias. También en la obreras, porque a los compas de los barrios los ligábamos con las huelgas de Xalostoc, por ejemplo. Tratábamos de relacionar esa separación tan fuerte que se da entre la vivienda y el trabajo. Y siempre tratamos, entre muchas otras cosas, de hacer teatro, presentar pinturas, hacer talleres de dibujo o de pintar murales en los barrios.

Como militante, mi acercamiento al barrio fue porque pensamos que había que hacer caso al proletariado no solamente a través del trabajo, sino de la vivienda. Desde entonces, mi trabajo estético siempre ha sido muy cercano a tratar de descifrar la pinche ciudad.

Álvaro y yo fuimos tremendamente activos –luego con Macondo, después se juntó Jorge Luis, el Crox, todos los que fuimos León Chávez Texeiro y Urbano y Pacheco y la Condición- en las fábricas y las luchas inquilinarias, que hubo en muchos lugares. La Martín Carrera generó luchas en muchos otros lugares.

Participamos bastante intensamente en todo lo del temblor del 85, pero hubo un momento en que cierta parte de la llamada izquierda empezó a establecer vínculos muy directos con el Estado para hacer una lucha electoral. Yo nunca he estado de acuerdo con eso; nuestra posición siempre ha sido organizar. Cuando se da ese proceso se meten estas gentes a las organizaciones inquilinarias y obreras, y esta izquierda electoral deshizo una cantidad enorme de organizaciones porque metió la falsedad de que todo se iba a resolver a través de representaciones electorales. Ofrecían puestos, y muchas personas que yo conocí acabaron de diputados. Lo mismo pasó en Chihuahua. Ya luego vino una corrupción y una deformación tremenda. Igual en Tierra y Libertad; Anaya, que era el Mao Tse Tung de Monterrey, hizo un arreglo con el Estado.

Para mi entender, cambiaron negativamente las leyes de vivienda. Vino el proceso de hacer casas y ofrecerlas a algunas personas, pero deshaciendo la organización real de la gente. Parece que en la Martín Carrera queda todavía alguna organización, quizá muy débil.

Ahora he visto a hijas de compañeras que fueron muy combativas, andar en el remueve de sacar a la gente de los terrenos. Tienen sus casas, sus representaciones en el PRD (Partido de la Revolución Democrática), etcétera. Pudrieron cabrón el movimiento.

Yo me quedé muy aislado en cierto momento, porque mucha gente se quiso meter a los partidos. Incluso pasó en el mundo de la canción. Yo traté de meter a LIMAR (Liga de Músicos y Artistas Revolucionarios) al movimiento de la Martín Carrera. Algunos compas como Briseño fueron, pero había una oposición a trabajar en la calle. Incluso una discusión fuerte de LIMAR fue que había una lucha folckloroide contra el rock verdaderamente enferma, una actitud de urbanos sintiéndose campiranos, haciendo de la música campesina e india un folclor pequeño burgués urbanoide. En la discusión nos sentaron a mí y a René Villanueva a plantear las posiciones. René planteaba que había que ganar los medios de difusión, la televisión, 20 minutos, lo que fuera. Yo lo rechazaba y decía que los medios debían ser tomados de manera colectiva, no por un artista específico. El artista a lo mejor es famoso, pero no es representante del pueblo ni hablamos de un movimiento organizativo real. Si yo llego a la tele, no quiere decir que el pueblo llegue a la tele.

Yo planteaba que todos los artistas –como Oscar Chávez, Amparo Ochoa, Gabino Palomares, Briseño, Caíto, Roberto Gonzáles, un chingo- peináramos la ciudad. Yo decía, si vamos y tocamos al metro, a las zonas fabriles, hay posibilidad de una represión pero vale madres, porque éramos un chingo y había gente muy conocida. Entonces, si nos tomaban presos, se armaba un desmadre. Lo intentamos, pero nos mataron de hambre y valió madres. Algunos nos fuimos a El Salvador, y cuando regresamos ya había un debilitamiento muy fuerte y una especie de golpe de Estado del Partido Comunista (PC), básicamente. LIMAR se deshizo, luego inventaron la “nueva canción” –que nada que ver con la chilena- y yo no estuve de acuerdo. Ellos hacían un movimiento básicamente delegacional y vimos que venía una cooptación fuertísima. Fueron destrozando el movimiento. Muchos se desaparecieron y otros andaban muy madreados de lana.

Hoy no sé cómo esté la onda. La última vez que fui a tocar a un barrio, fue con los compas de La Otra que están ahí por Panteones, y estaban los de La Otra de Azcapotzalco, y unos chavos muy interesantes que tienen una biblioteca.

Hasta donde sé, hay organizaciones urbanas muy fuertes como Los Panchos, que hacen zonas muy organizadas, casi como reservas. La verdad no tengo mucha relación con el rollo urbano, ya mi relación es con la gente de tendencia zapatista que su lucha no es arrancar a las delegaciones tales cosas.

Desde mi humilde opinión, falta penetrar más en el barrio y dedicarse más a saber dónde están parados, qué tipo de gente está, qué relación tienen con la delegación; desarmar el uso de la delegación en cuanto a feria y organización, lo que no necesariamente es oportunista; ayudar en el proceso de que la prole, que está madreada y no tiene tiempo, se entere de un chingo de cosas, pero hace falta información más amplia y un chingo de lucha en ese proceso de autogestión de tu zona barrial. Para eso te tienes que enfrentar a un pinche poder que tienes ahí enfrente. Tienes que hacer un contraataque directo, pero conociendo al monstruo para desarmarlo.

Luchar contra esos güeyes está pesado, y se necesita tener un poder como el que tuvimos, por ejemplo, en Santo Domingo, para destrozar a la organización priista.

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