Por
Rafael Camacho y Raúl Castro.
Se reprochará a los jóvenes el uso de la violencia. ¿Pero no nos encontramos en un eterno
estado de violencia?
- George
Büchner
Los coches cruzados en la calzada detendrán el paso de la banda
uniformada, se oyen las
sirenas, llueven las pedradas, el
fuego iluminará la madrugada
- La danza
de los nadie
EL LENGUAJE DE LA POLIS.
Etimológicamente el termino bárbaro indica
al extranjero proveniente de otro país que, no conociendo el lenguaje de la polis,
era incapaz de entender y se expresaba balbuceando. Históricamente, indica un
individuo que se distingue por la ciega violencia devastadora, por la salvaje
rudeza. Bárbaro es aquel que no habla la lengua de la ciudad-Estado, así como
aquel que se desata con furor, es decir, el que no actúa con civilitas
entendida esta como las normas de gobierno, economía y cultura establecidas
para el funcionamiento de la polis.
En realidad existe un
profundo vínculo entre la carencia de un lenguaje común y la manifestación de
un inexplicable comportamiento errático, violento. En una convivencia,
una lengua común permite a las distintas partes conocerse, conciliar las
diferencias, encontrar un acuerdo. En caso de conflicto permite a los
adversarios distinguir entre amigos y enemigos, limitando el uso de la fuerza.
La documentación del
término bárbaro sirvió desde los primeros tiempos para identificar y construir
un “nosotros” y un “ellos”, los otros distintos; un dentro y un
afuera. Además, el bárbaro venía
considerado un enemigo no convencional, por su carácter nómada y las
incursiones irregulares. Muchos encuentran en la figura del bárbaro la raíz
histórico-jurídica de la figura del terrorista, del guerrillero y de todo aquel
enemigo irregular, es decir, no perteneciente a un ejército “regular” o de leva, por lo tanto, de
difícil identificación.
El lenguaje de la polis es
conocido por la mayoría de sus habitantes: ley, justicia, estado de derecho,
partido, elecciones, reforma, mercado, dinero, productividad, son algunos de
los términos con que los poderes y emisarios del Imperio, así como los
habitantes se comunican e identifican cotidianamente. Al ser conocidos (no
necesariamente entendidos) estos conceptos se vuelven el lenguaje oficial de la
polis y de sus habitantes.
Las reglas son claras y los
peligros evidentes, quien quiere comunicar con el Imperio y obtener la
ciudadanía de la polis debe aprender a hablar como el Imperio, pero
quien habla como el Imperio muy probablemente termina pensando como él.
Aprender el lenguaje del Imperio y por consiguiente ser ciudadano de la polis
conlleva la responsabilidad de guardar las costumbres y hábitos de la misma,
someterse a sus leyes y respetar las reglas del juego.
La oposición también es parte
de la política en el Imperio, siempre y cuando ésta acate y se conduzca dentro
de las normas establecidas, las vías son claras y deben respetarse, de esta
forma cualquier cambio que pueda gestarse dentro del Imperio será siempre
acotado dentro de los parámetros que permita el mismo, quien no hable con y
como el Imperio no tiene nada que decir, quien no actúe como y con el Imperio,
estará enfermo de impotencia.
Existe también en la polis
una disidencia que busca la transformación dentro del Imperio pero considera
parte fundamental del proceso que éste sea reorganizado, reordenado,
reorientado, redefinido o remodelado pero deja de lado el hecho de que la
desmesura del Imperio no puede ser contenida en ninguna unidad de medida por
muy generosa que pueda parecer o ser. Para ellos, la transformación no puede
acontecer de otro modo ya que de ello depende su existencia misma.
Toda esta desmesura se vive
cotidianamente. ¿Quién en su sano juicio puede negarlo? ¿Quién esta dispuesto a
meter las manos al fuego por los políticos y emisarios del Imperio? ¿Quién
puede legitimar al Imperio sino el Imperio mismo?
LOS NUEVOS BÁRBAROS.
Hic Sunt Leones, HSL, que significa “aquí hay Leones”
era la frase que se contraponía al S.P.Q.R romano y marcaba, en los antiguos
mapas, los límites del Imperio y por ende hacía referencia a una tierra “inexplorada”, en este caso África. Leones
no sólo hacía referencia a los felinos que los romanos mandaban a buscar en
estas tierras para las luchas de los gladiadores, sino también esclavos, bárbaros
en un principio, mano de obra económica para servir al Imperio.
Pero éstos, los leones,
supieron demostrar fiereza y valor para hacer frente a las legiones romanas
enfrentándose en duras batallas; pueblos que se defienden del proyecto
imperial de colonización, asimilación y finalmente homogeneización; por lo
tanto decir que hay leones fuera del Imperio no puede ser sino un signo de
respeto y de reconocimiento.
Hoy los bárbaros ya no
acechan desde la estepa oriental ni se plantan a las puertas de la ciudad
asediándola. Se encuentran en su interior, habiendo nacido ahí y dada la
extensión territorial que ha tenido el Imperio a lo largo de todo el planeta ya
no existen las tierras lejanas desde las cuales se hacían partir las
invasiones, ahora los bárbaros provienen de las filas de los mismos súbditos
imperiales.
Para las orejas habituadas
al idioma de la polis es fácil reconocerlos porque se expresan
balbuceando, muchos bárbaros, en efecto, carecen de un lenguaje reconocible, se
han vuelto analfabetos por la supresión de su conciencia individual
–consecuencia del exterminio del significado llevado a cabo por el Imperio.
Si no se sabe cómo hablar,
es porque no se sabe qué decir; y viceversa. Y no se sabe qué y cómo hablar
porque todo ha sido banalizado, reducido a mero signo, a apariencia.
Considerado una de las mayores fuentes de la revuelta, en el transcurso de las últimas
décadas el significado ha sido erosionado, pulverizado, machacado,
desmenuzado en todo ámbito del saber. Las ideas que interpretan e incitan a la
acción transformadora han sido eliminadas y reemplazadas por las opiniones que
comentan e inmovilizan en la contemplación conservadora.
Sin embargo, donde antes
había una jungla llena de peligros porque era salvaje y exuberante, se ha hecho
el desierto. ¿Qué decir, y qué hacer en medio del desierto? Privados de las
palabras con las que expresar la rabia por los sufrimientos soportados,
privados de esperanzas con las que superar la angustia emocional que devasta la
existencia cotidiana, privados de sueños a los que atender para apartar la
reiteración de lo existente, muchos súbditos se barbarizan en los gestos.
Una vez que la lengua se
paraliza, son las manos las que se agitan para encontrar alivio a la
frustración. Inhibida de manifestarse, la pulsión hacia el gozo de vivir se
invierte en su contrario, en el instinto de muerte. La violencia explota y siendo
sin significado se manifiesta de manera ciega y furiosa, contra todo y
todos, arrollando toda relación social.
No es una revolución, no es
ni siquiera una revuelta, es una masacre generalizada llevada a cabo por los
súbditos que se han hecho bárbaros por las heridas cotidianas infringidas en su
piel por un mundo sin sentido.
No obstante existen otros
bárbaros, de naturaleza diferente. Bárbaros en cuanto a refractarios a las
palabras de orden, ciertamente no en cuanto a privados de conciencia. Si su lenguaje
resulta oscuro, engorroso, balbuceante, es porque no conjuga del todo el verbo
Imperial. Son todos aquellos que rechazan deliberadamente seguir el itinerario
Institucional.
Tienen otros senderos qué
recorrer, otros mundos qué descubrir, otras existencias qué vivir. A la
virtualidad, entendida como ficción, de la tecnología que nace en estériles
laboratorios, oponen la virtualidad, entendida como posibilidad, de las
aspiraciones que nacen en los latidos del corazón. Para dar forma y sustancia a
estas aspiraciones, para transformarlas de virtuales en reales deben arrancarle
al Imperio por la fuerza el tiempo y el espacio necesarios para su realización.
Es decir, deben conseguir llegar a una ruptura integral con el Imperio.
También estos bárbaros son
violentos. Pero su violencia no es ciega respecto a quien golpea, sino más bien
respecto a la razón imperial. Estos bárbaros, que a los ojos del Imperio no
hablan y no entienden la lengua de la polis, ni quieren aprenderla, por
el contrario, conocen y entienden esta lengua, pero se rehúsan a ponerla en
práctica por que saben cómo actúa, homogeneiza, anula y eleva a conveniencia
del Imperio.
No tienen nada qué pedir a
los funcionarios imperiales, no tienen nada qué ofrecerles. Solo saben que para
realizar sus deseos, sean cuales sean, deben primero quitar de en medio los
obstáculos que encuentren en su camino.
Por ello están preparados
para arrasar a hierro y fuego las metrópolis, con sus bancos, sus centros
comerciales, sus medios de transporte, su urbanismo policial […] En cualquier
momento, individual o colectivamente, a la luz del sol o en la oscuridad de la
noche. Si no tienen un solo motivo para hacerlo, es porque los tienen todos.
La naturaleza de estos
bárbaros no conoce la paciencia de quiénes, con la certeza de que el Imperio está
gravemente herido, esperan que espontáneamente ocurra su caída. Estos bárbaros
están convencidos de que es en vano esperar por la muerte del Imperio, que por
encima de todo podría no ser tan evidente como pronostican algunos de sus
cívicos detractores.
Además, todo hace suponer
que al momento de su caída el Imperio enterrará a todos, pero realmente a
todos, bajo sus escombros. Entonces, ¿para qué esperar? ¿No es mejor ir a
buscar al enemigo y hacer todo lo posible por deshacerse de él?
Resulta inútil asustarse
ante sonidos guturales y gestos imprudentes. Es inútil proponer mediaciones a
quienes buscan lo imposible. Es inútil implorar libertad a quien impone
esclavitud.
¿Cuál es el temor del
Imperio a que palabras llenas de significado como pueden ser anti patriarcado,
acción directa, solidaridad, apoyo mutuo, respeto, anti especismo,
horizontalidad, irrumpan en el lenguaje de la polis cuestionando el vacío de
los conceptos mediante los cuales se comunican los poderes y habitantes de la
polis?.
Habiendo nacido y crecido
bajo el yugo imperial, sin haber tenido nunca la posibilidad de experimentar
modos radicalmente diferentes de vivir, no es posible imaginar un mundo
distinto sino en términos negativos, como un mundo sin dinero, sin ley, sin
trabajo, sin tecnología y sin todos los innumerables horrores producidos por la
civilización capitalista.
Porque un mundo distinto ha
de ser un mundo del todo desconocido, un mundo por explorar, por crear. Un
mundo por fantasear.
Basado
en: Barbari. L’insorgenza disordinata. Crisso y Odoteo. Edizioni NN. 2002.
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