A 20 años los zapatistas siguen presentes: “¿La toma del poder? No, apenas algo más difícil: un mundo nuevo”
Diciembre 31, 2013
Por Eduardo Febbro
Publicado
por guerrillacmx
Fuente: pagina12
Hace veinte años el Subcomandante Marcos y su
movimiento tomaron las calles para exigir un reparto más equitativo de las
riquezas y la propiedad de las tierras. En Chiapas, donde conviven lo moderno y
lo antiguo, se los evoca.
Desde San Cristóbal de las Casas, Chiapas
Gaspar
Morquecho Escamilla se acuerda como si fuera ayer mismo de la plaza central de
San Cristóbal de las Casas. Pasaron 20 años desde aquel 1° de enero de 1994. La
madrugaba asomaba en el cielo cuando, en el entrevero de la plaza ocupada por
los zapatistas, apareció el Subcomandante Marcos. Fue el primer periodista que
le habló en aquel naciente Año Nuevo que iba a marcar para siempre la historia
de México y de América latina. Ya pasaron años y años, y también balas y
muertos y arrestos e injusticias. Pasaron críticas y burlas, pero Marcos y los
zapatistas siguen acá, presentes. Los dieron por muertos, olvidados, por caídos
en el pozo de la historia. Pero no. Felipe Arizmendi Esquivel, el obispo de la
diócesis local, dice: “Mucha gente se
pregunta si subsiste el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y yo les digo que no sólo subsiste, sino
que existe, tiene presencia, fortaleza, planes y proyectos, no es algo del
pasado ni semimuerto”.
Pasaron tantas cosas que no hace falta detallarlas por abecedario. Se
ven así, a cielo abierto, a un lado de la plaza, frente a la catedral. Ahora
han instalado una pista para patinar sobre el hielo y un tobogán para
deslizarse en el presente. La calle Real de Guadalupe es una miniatura de la
oferta ultraliberal. Las marcas internacionales tienen su lugar, se ofrece “pan europeo”, hay bares en inglés, no
menos de cuatro restaurantes argentinos y un sin fin de boutiques de lujo que
venden ropa y esa piedra suave como la luna que es el ámbar. “Los indígenas surfean entre estas
modernidades”, dice con un tono de lucidez neutra uno de los mozos de los
muchos bares de moda que surgen semejantes a semillas nuevas a lo largo de Real
Guadalupe.
En un mundo muy distinto a éste, Gaspar Morquecho Escamilla se topó en
la plaza con el Subcomandante. Este periodista se instaló en San Cristóbal y
siempre trabajó con comunidades y pueblos indígenas “con la pretensión de crear organizaciones sociales y políticas para
hacer la revolución en este país”. Y precisamente en este lugar “nos agarró el ‘94”. Gaspar recuerda que
en 1993 el tema de los movimientos armados en Chiapas era frecuente. En
diciembre de ese año la agitación se hizo más visible, pero nadie calculó que
la ofensiva iba a explotar tan pronto. Gaspar Morquecho Escamilla recuerda que
una mujer de las comunidades indígenas le preguntó “¿será que va a haber guerra?”. Y la hubo, a pesar de las
condiciones adversas que en aquel momento había dentro para lanzarla contra el
gobierno del entonces presidente Carlos Salinas de Gortari.
Chiapas ha sido y es pobre. Los frutos de la reforma agraria aplicada
luego de la revolución de 1910 no llegaron a estas tierras. Marcos y los zapatistas
tomaron las calles para exigir un reparto más equitativo de las riquezas y la
propiedad de las tierras que nunca fueron a manos de los campesinos. En la
declaración de la Selva de Lacandona (1993) los zapatistas expresaron
claramente los objetivos: “Lucha por
trabajo, tierra, techo, alimentación, salud, educación, independencia,
libertad, democracia, justicia y paz… lograr el cumplimiento de estas demandas
básicas de nuestro pueblo formando un gobierno de nuestro país libre y
democrático”.
En una carta del Subcomandante de febrero de 1994, Marcos amplió los
objetivos con esa poesía e ironía verbal que lo caracteriza: “¿La toma del poder? No, apenas algo más
difícil: un mundo nuevo”. En diciembre de 1993, el Ejército Zapatista de
Liberación Nacional (EZLN) apeló al artículo 39 de la Constitución mexicana
como argumento para el derrocamiento del presidente Carlos Salinas de Gortari,
a quien acusaban de haber ganado las elecciones de 1988 con un “fraude electoral de enormes proporciones”.
En las primeras horas de enero del ‘94 el EZLN ocupó San Cristóbal de las Casas
y otros seis municipios. “En ese momento,
en la plaza, yo era el único periodista que estaba”, dice Gaspar.
Desde luego, en veinte años, el mundo se ha renovado en Chiapas, pero
según el orden impuesto por el consumo universal. Las estadísticas son una
constante hacia abajo: casi el 79 por ciento de la población vive en un esquema
de pobreza. La adversidad azota a las etnias tzeltal, tzotzil, tojolabal o
chol, siempre marginadas. Los datos no le sacan el optimismo a Gaspar Morquecho
Escamilla. “Estamos frente a un
movimiento, el EZLN, que tiene 44 años. Declararon la guerra en las peores
condiciones que puedan haber en el mundo y localmente, un escenario adverso
para cualquier movimiento armado. Pero ya llevan 20 años de resistencia con una
campaña de contrainsurgencia que empezó en 1995. Y ahí están. Es un movimiento
de resistencia con grandes capacidades en términos de organización y
movilización, con sistemas de salud, de transporte, de producción, de abasto y
de comunicación”. De ello no hay dudas. El EZLN lleva muchos años
impulsando un proceso que tiende a dejar en manos del pueblo la gestión
política y las organizaciones sociales. Así fueron surgiendo los municipios
autónomos que luego pasaron a formar parte de los cinco caracoles y las cinco
juntas de buen gobierno regidas por siete principios:
1) Servir y no servirse.
2) Representar y no suplantar.
3) Construir y no destruir.
4) Obedecer y no mandar.
5) Proponer y no imponer.
6) Convencer y no
vencer.
7) Bajar y no subir.
“Aquí manda el pueblo y el gobierno obedece”, proclama un cartel de una zona bajo control
zapatista. La utopía tiene voz y rostro. Y muchas amenazas que la cercan.
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