Escrito por Gloria
Muñoz Ramírez
Sábado, 28 Diciembre
2013
Todo empezó con una declaración de guerra. La última opción, dijeron, pero
una guerra. Muchos dijeron entonces que todo fue simbólico, que las armas no
importaban, que no se trataba de un ejército regular, sino de un grupo de
desarrapados con armas de palo. Pero hubo y hay una guerra. Se tomaron entonces
siete cabeceras municipales, se abrieron las puertas de las cárceles repletas
de indígenas inocentes, se destruyeron los palacios municipales, símbolos del
poder y la ignominia; se recuperaron tierras, fincas y ganado en poder de
terratenientes y caciques; se desarmó a policías y guardias blancas; se tomó un
prisionero de guerra. Y la muerte, que ya existía, se hizo visible.
¿Qué 20 años no son nada? Depende. Dos décadas ya de que el EZLN inició un
camino que nunca se planteó sólo para ellos. Formado mayoritariamente por
tzotziles, tzeltales, tojolabales, choles, zoques y mames, no nació con
reivindicaciones puramente indígenas. Desde un principio (noviembre de 1983 e incluso
antes) se plantearon la lucha nacional. En 1983 se preguntaba el EZLN
¿cómo haremos para conseguir buena salud, buena educación, buen techo, para todo México? Es un compromiso demasiado grande. Y pues así lo veíamos.
En esos primeros 10 años adquirimos muchos conocimientos, experiencias,
ideas, formas de organizarnos. Y pensábamos: ¿cómo nos recibirá el pueblo de
México (porque no le llamábamos sociedad civil)? Y pensábamos que nos van a
recibir con alegría porque de por sí vamos a pelear y a morir por ellos, porque
queremos que haya libertad, democracia y justicia para todos. Pero al mismo
tiempo pensábamos ¿Cómo será? ¿Será que si nos van a aceptar?, recordó hace
unos años el hoy Subcomandante Moisés, mando tzeltal, visionario y
revolucionario. El momento llegó el 1º de enero de 1994. La guerra sorprendió
al mundo. Y la irrupción de una sociedad civil con la que tienen 20 años de
encontrarse... Si algo hay que reconocer al movimiento es su terquedad en
iniciativas que aunque no tengan buen final, lo importante es caminarlas, no
rendirse.
Hoy los zapatistas son los mismos y otros. Los mismos porque sus demandas
son tan vigentes como antes. Distintos porque los años no pasan en balde, no se
cumplen años impunemente. México también es otro y es el mismo. El salinismo
que los recibió en 1994 es el que domina ahora con otro nombre. El saqueo no
termina.
Nadie regatea al zapatismo haber propinado el golpe más severo a un sistema
que deglute todo. Su
Ya bastafue demoledor. Siguen siendo una lucha muy vigorosa en un mundo copado por negociaciones partidarias que entregan todo.
La organización autónoma de sus pueblos, única en esta modalidad en el
orbe, es uno de sus logros más notables. No el único. Poner ahí el legado
zapatista es no ver la resonancia nacional y mundial de un movimiento que llega
a su 20 aniversario (30 desde su nacimiento) sin rendirse. ¿Alguien puede decir
lo mismo sin un poco de vergüenza?
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