Italia al borde de una explosión social (Artículo publicado en la página de Sinistra Anticapitalista)
10/12/2013.
Publicado por guerrillacmx
Escrito por Franco
Turigliatto
Desde hace dos días, diferentes medios no italianos
han percibido un corte sociopolítico en Italia bastante más importante que el
nombramiento de Mateo Renzi, alcalde de Florencia, a la cabeza del Partido
Demócrata. El día 12 de diciembre, el corresponsal del semanario francés Le Point escribía: “Desde
Palermo a Turín, de Roma a Génova, de Savona a Milán, un viento de protesta sin
precedentes barre Italia. Interrupción del metro en la capital, cierre de las
tiendas en los cascos antiguos, ocupación de estaciones y mercados,
concentraciones ante los palacios institucionales, operaciones bloqueo en las
fronteras: desde el domingo pasado, las manifestaciones contra la ‘casta
política’ se multiplican en la península”.
Dejaremos de lado la
interpretación de este periodista sobre la orientación y las fuerzas políticas
que intentan vertebrar este movimiento. En el artículo que publicamos a
continuación, Franco Turigliatto subraya con razón el peso concreto, visible
por ejemplo en la capital piamontesa Turin -antigua capital de la Fiat- , de
las fuerzas de la derecha extrema y las complicidades existentes entre éstas
últimas y una parte de la policía y de la magistratura. Es tradicional
considerar Italia como un laboratorio político. La fórmula ha estado
justificada más de una vez. En el contexto de la crisis europea, habría que
estar ciego para no tomar en cuenta de forma muy seria la posible dinámica de
las recientes “sacudidas socio-políticas” en Italia y no concentrar la
atención más que en la emergencia de una oposición sindical de izquierdas o de
un reagrupamiento de las fuerzas de la izquierda anticapitalista. Estos últimos
elementos tienen ciertamente toda su importancia, pero precisamente porque
emergen en un contexto sociopolítico que no ha existido jamás en Italia desde
finales de los años 1960 -Redacción
de A l’encontre]
Lo que está ocurriendo estos últimos
días con las movilizaciones y los “levantamientos”
de los llamados “forconi” [quienes enarbolan las horcas] indica que
hemos entrado en una nueva fase de la crisis económica y social en nuestro
país. Se movilizan sectores de la pequeña y media burguesía golpeados muy
duramente por la crisis en sus intereses y sus rentas: los comerciantes, los
vendedores ambulantes, los camioneros. Se han sumado a ellos otros sectores
sociales populares más o menos marginales: jóvenes de las barriadas urbanas,
parados o estudiantes. Esos fenómenos son particularmente evidentes y
conflictivos en Turín, la vieja ciudad obrera y fordista que, más allá del
nuevo escaparate turístico que significan los palacios del centro, se encuentra
en una gran fase de pauperización y de postración social.
La crisis y
la pequeña burguesía
Esos sectores de la pequeña burguesía
-con sus diferentes estratos- han gozado durante muchos años de una relativa
tranquilidad y confort (en algunos acaso eso se ha realizado gracias a diversas
formas de evasión fiscal), pero hoy, después de seis años de una crisis
económica aguda, sus certezas sociales y económicas son puestas en cuestión y
para muchos de ellos se abre la posibilidad, a corto plazo, de un descenso a la
pobreza. Esos sectores están golpeados no solo por las dinámicas de la crisis
económica sino, también, como la gran mayoría de ciudadanos y ciudadanas, por
las políticas de austeridad y de contracción presupuestaria aplicadas por los
gobiernos de la burguesía.
Desde hace años, esas
políticas masacran en primer lugar, y ante todo, a los trabajadores y
trabajadoras de los sectores privado y público que sufren recortes en los
salarios, el empleo, con la destrucción de puestos de trabajo y en el llamado
estado social. Esos “sacrificios” han
sido exigidos permanentemente por las políticas neoliberales cuya única función
es garantizar las ganancias y las rentas de la patronal, de la gran burguesía
como clase y de sus miembros en particular. Para asegurar esa transferencia de
riqueza de abajo hacia arriba, la clase dominante “reclama” hoy a amplios sectores de la pequeña burguesía que “participe en los sacrificios”, lo que
empobrece a esas capas sociales intermedias que, sin embargo, son fundamentales
para garantizar el statu quo social y político.
El verbo inglés “squeeze”
indica la acción simultánea de apretar y de extraer el jugo. Ese verbo se
traduce de forma activa en lo que se refiere a la clase trabajadora. Pero
concierne también a las capas de la pequeña burguesía y determina su
desintegración social.
Y eso constituye uno de los rasgos
distintivos de las grandes crisis económicas que se transforman así en crisis
políticas y sociales que producen contradicciones y heridas en todos los
estratos de la sociedad. Es por lo que hablamos de un cambio de época en
Europa.
La crisis
en la ciudad de Turín
En algunas ciudades, entre ellas Turín,
el fenómeno se presenta bajo formas particularmente dramáticas: la ciudad del
mundo del trabajo, en otra época rica y con una clase obrera activa, ha sufrido
profundas transformaciones. En algunos años, el paro ha alcanzado a toda la
región del Piamonte, lo que implica no solo centenares de miles de personas en
paro sino, también, un gran número de “cassa integrati” (gente que ha
perdido su empleo pero cobra una parte de su salario, fruto de las conquistas
de comienzos de los años 1970).
Es evidente que la pequeña
burguesía, ante todo la comercial en sus diversas facetas, afectada ya por la
crisis no podía más que, incluso sin tener una conciencia exacta de ello,
sufrir una reducción de sus actividades comerciales y de sus rentas como
consecuencia del simple hecho de que un gran número de asalariados habían
perdido su salario o lo había visto reducido y estaban obligados a reducir su
consumo. La crisis que golpeó primero a los asalariados no podía sino
repercutir a los comerciantes que, mientras tanto, a pesar del fraude fiscal de
algunos de ellos, tuvieron que hacer frente a las reducciones presupuestarias
de las entidades nacionales y locales, que debían ser los actores en última
instancia de las medidas de austeridad decididas por el gobierno.
Además, antes existía una
cierta delimitación y planificación de los puntos de venta, pero ahora la casi
total liberalización del comercio y el poder enorme de las grandes marcas de
distribución han puesto de rodillas a todo el pequeño comercio local,
comenzando por los vendedores ambulantes [los mercados locales tienen una gran
importancia en Italia], aplastados por la competencia de los centros
comerciales, pero también golpeados por la competencia sin freno entre ellos
mismos.
Esos comerciantes cierran
sus tiendas y renacen como champiñones con nuevas actividades, aún a riesgo de
volver a cerrarlas ante la imposibilidad de garantizarse una renta suficiente.
Pero hay otro fenómeno que debe ser comprendido. Muchos de esos pequeños
comerciantes (comercios, bares, etc.) han salido de la clase obrera. De hecho,
mucha de la gente en paro, entre ella un gran número de jóvenes y de antiguos
asalariados, han reunido todas las reservas financieras familiares para poner
en pie un pequeño negocio a fin de obtener un ingreso. Y luego se han dado
cuenta de que no era suficiente para vivir.
En Turín, estos últimos
días, el cierre de las tiendas ha sido total, bien como consecuencia de la
decisión de sus propietarios, bien por el efecto de grupos activos ligados a
los organizadores de la huelga que han circulado permanentemente por la ciudad
para imponer a todos los comerciantes el cierre de la persiana.
La
intervención de las fuerzas de la derecha
Naturalmente, todos estos fenómenos
socio-económicos hacen frente a la intervención y a la orientación política de
las asociaciones profesionales especializadas en la creación de una ideología y
de una identidad según las cuales la figura social del trabajador/a
independiente garantizaría la riqueza de Italia. A partir de ahí, resulta que
casi todos los demás son “ladrones”:
no solo el personal político, sino también los asalariados del sector público,
que son parásitos, así como, incluso, los asalariados del sector privado que
dispondrían del “privilegio” de la “cassa
integrazione”. Por tanto resulta fácil generar la división entre los
sectores populares con grandes dificultades y hacer emerger una revuelta qualunquista
[corriente política italiana de derechas que tiene rasgos antiparlamentarios y
antiestatales, cuya revista Uomo qualunque -el hombre ordinario- conoció
una audiencia electoral en 1946; hay similitudes con el poujadismo francés].
Las fuerzas de derecha y de
extrema derecha están muy presentes y activas a través de quienes componen el
comité de huelga de Turín y dirigen la dinámica de la protesta, lógicamente
confusa. En las calles de la ciudad, se podía reconocer a grupos de jóvenes de
derechas, provenientes de las hinchadas de los equipos de fútbol; además,
estaban bien representados Forza Nuova [organización neofascista fundada en
2003 cuyo presidente, Roberto Fiore, fue diputado europeo en 2008-2009] y
CasaPound [centro social neofascista y nacionalista-revolucionario creado en
Roma en diciembre de 2003; el término Pound hace referencia al propagandista
del fascismo Ezra Pound], y eran numerosos los eslóganes y los comportamientos
claramente fascistas y reaccionarios. Numerosos jóvenes, a menudo de los
barrios, han utilizado esta jornada como una posibilidad de expresar sus
frustraciones sociales y su descontento. Al mismo tiempo, se ha visto que
existía una puesta en escena y una organización precisa de la jornada. Otros
elementos dan fe de una cierta entente que no solo tiene que ver con la
simpatía por los manifestantes por parte de las fuerzas del orden, sino que
remite a una relación política organizada con las fuerzas de la derecha
extrema.
En este contexto se ha
distinguido la actitud diligente de la magistratura de Turín que al alba de
estas movilizaciones había dado la orden de llevar a cabo un amplio registro de
los activistas del movimiento No TAV [movimiento popular del valle de Susa contra
la construcción de una línea de tren de alta velocidad], registro que condujo a
la detención de cuatro jóvenes a quienes se les ha puesto el calificativo de “terroristas” (sic).
La pequeña
burguesía y las fuerzas de derechas
Es más que evidente que esas clases
sociales en vías de pauperización -en la calle estaban presentes ante todo
comerciantes ambulantes y sectores inferiores del sector del comercio- y la
gran masa de los parados pueden convertirse en una base de masas de las fuerzas
ultrarreaccionarias y fascistas. El potencial de radicalización reaccionaria de
los sectores pequeñoburgueses implica grandes peligros para la clase obrera.
Esta situación puede tomar una configuración muy nociva a causa de la ausencia,
desde hace cierto tiempo, de un fuerte movimiento de masas y de luchas de la
clase obrera. La responsabilidad de las direcciones sindicales, cómplices de
los gobiernos de los banqueros y de la gran burguesía, es aquí inmensa.
De hecho, solo una fuerte
movilización obrera y de clase puede impedir derivas reaccionarias. Para
responder positivamente a lo que se está desarrollando es necesario que el
movimiento sindical y el de los trabajadores, apoyándose en los sectores más
disponibles para la lucha, construya rápidamente una amplia iniciativa sobre la
base de la defensa del salario, del empleo y de una política económica
diferente que pueda dirigirse al conjunto de las masas trabajadoras y, también,
a una parte de esos sectores de la pequeña burguesía y, ante todo, a los
parados y paradas. Para ello es necesaria una huelga general. Si una huelga así
hubiera tenido lugar ya, al menos una parte de los jóvenes que ayer (9 de
diciembre) salieron a la calle habría tenido una buena y diferente ocasión de
expresar su rabia.
Sería una ilusión
peligrosa, como algunos que desvarían en la izquierda, considerar estas
movilizaciones como precursoras de una real lucha positiva contra las políticas
de austeridad y los gobiernos que las han aplicado. Pensar que la pequeña
burguesía y las capas más marginadas del proletariado, en la época de la
mundialización capitalista, a diferencia de lo que ha resultado siempre a lo
largo de la historia y en particular en la gran crisis europea de los años
1930, puedan formar un proyecto alternativo al gran capital tiene que ver no
solo con una ilusión, sino que es un error de los más peligrosos, que puede
abrir la vía a verdaderas y reales tragedias políticas.
Como escribía Trotsky, la
pequeña burguesía, ese polvo humano -un gran número de individuos no
organizados en los lugares y los eslabones de la producción y de la
distribución, pero en último análisis que depende de las relaciones sociales
que traducen-, no tiene ni la función ni la fuerza social y política para
expresar un proyecto alternativo al de las clases dominantes. Las clases
sociales intermedias entre las dos clases fundamentales siguen estando, en
última instancia, atraídas por la que demuestre más fuerza sobre el terreno.
Hoy como ayer, la burguesía puede utilizar sectores de la pequeña burguesía y
de los parados -como el hizo el fascismo- como arietes contra la clase obrera.
Trotsky añadía, en 1930: “En cada giro del camino de la historia, en cada
crisis social, hay que reexaminar el problema de las relaciones existentes
entre las tres clases de la sociedad actual: la gran burguesía con el capital
financiero a su cabeza, la pequeña burguesía que oscila entre los dos campos
principales, y, finalmente, el proletariado. La gran burguesía que no
constituye más que una fracción ínfima de la nación no puede mantenerse en el
poder sin apoyarse en la pequeña burguesía de la ciudad y del campo, es decir
sin apoyo entre los últimos representantes de las antiguas capas medias, y
entre las masas que constituyen hoy las nuevas capas medias”. Prosigue: “Para
que la crisis social pueda desembocar en la revolución proletaria, es
indispensable, al margen de otras condiciones, que las clases pequeñoburguesas
basculen de forma decisiva del lado del proletariado. Esto permite al
proletariado tomar la cabeza de la nación, y dirigirla. Las últimas elecciones
revelan una tendencia en sentido inverso y es ahí donde reside su valor
sintomático esencial. Bajo los golpes de la crisis, la pequeña burguesía ha
basculado no del lado de la revolución proletaria, sino del lado de la reacción
imperialista más extremista, arrastrando a capas importantes del proletariado”.
Luego afirma de forma incisiva: “Si el partido comunista es el partido de la
esperanza revolucionaria, el fascismo en tanto que movimiento de masas es el
partido de la desesperación contrarrevolucionaria” (León Trotsky, “El giro de la Internacional Comunista y la
situación en Alemania” 27/09/1930).
La
importancia de la lucha de los trabajadores
Solo la capacidad y el protagonismo, la
fuerza y la lucha de las masas trabajadoras por sus propios objetivos de
salvaguardia de sus condiciones de vida y de trabajo pueden convertirse en un
polo atractivo para sectores de la pequeña burguesía o, al menos, neutralizar
sectores de ella en el curso del enfrentamiento agudo con la clase dominante.
Es una de las tareas urgentes que se encuentra ante nosotros y que hace de la
reanudación del conflicto en los lugares de trabajo, aunque muy difícil, un
elemento necesario y posible.
Nos enfrentamos a una
cuestión de tiempo. El movimiento obrero y sindical debe recuperarse. De un
lado, no debe demonizar a ciertos sectores sociales como tales, aliándose así a
la política del Partido Demócrata y a las direcciones sindicales, quienes han
subordinado a las trabajadoras y trabajadores a las orientaciones de la gran
burguesía. Del otro lado, debe ser consciente de que ese movimiento de los “forconi”
está dirigido por fuerzas reaccionarias y de derechas que deben ser combatidas.
Por esta razón, los
miembros de clase obrera -y en particular las fuerzas de la izquierda
anticapitalista que deben dedicarle todas sus fuerzas- deben comenzar su propia
lucha, la revuelta de clase contra los gobiernos de los paquetes de austeridad,
es decir contra la clase burguesa.
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