07 enero 2014
Amílcar Salazar,
Comuneros del bosque blanden machetes y se reorganizan contra la tala de
árboles y la inoperancia oficial
Ante la continua tala clandestina que
sufre el bosque de Milpa Alta, reserva natural de la Ciudad de México,
alrededor de 100 comuneros de esta región crearon un grupo de vigilancia para
enfrentar por su cuenta y riesgo a un número indeterminado de talamontes,
algunos de los cuales residen en esa zona para impulsar su industria, provistos
de sierras traídas desde Canadá y Estados Unidos, pero también de algunas armas
de fuego, y con éstas amedrentar a sus opositores.
El grupo de
vigilancia ya opera desde hace al menos 30 años, pero a partir de enero de 2014
reconsidera su estrategia, ahora bajo mecanismos “coordinados y permanentes”, “no
con esfuerzos aislados”, como sucedía antes.
Provistos de
palas, picos y machetes, el grupo de vigilancia se declara en “rebeldía”, aunque asegura, será “pacífica y dentro de la ley”.
Lo anterior, ante
la “baja respuesta” que han obtenido
del Gobierno del Distrito Federal para combatir la tala ilícita. Asimismo, para
contener las agresiones y amenazas que en los últimos meses han sufrido por
parte del grupo agresor, al que llaman de “criminales
ecológicos”.
24 HORAS visitó el campamento de este grupo y
lo siguió hasta puntos donde la tala ilícita se sigue practicando; entre estos,
los parajes Tepetlehualo y Cuactzonatl. Ahí pudieron verse una docena de
tocones de árbol talado con anchos con un promedio de 80 centímetros;
ejemplares que, según los brigadistas, fueron convertidos en tablas en los
mismos lugares de los derribos.
Este diario pudo
también constatar que la vigilancia policial en dos casetas de acceso y salida
del bosque, a cargo de la Secretaría de Seguridad Pública del DF, ha disminuido
hasta 85% en el último semestre, periodo durante el cual la guardia forestal se
redujo de 44 a seis elementos.
Hoy por hoy, la
vigilancia del suelo de conservación milpantense parece estar apenas a cargo de
los comuneros; habitantes de pueblos como Santa Ana Tlacotenco, San Pablo
Oztotepec o San Salvador Cuauhtenco; otrora apacibles y sin ningún uso de
madera para sus construcciones, donde sus habitantes dicen valorar al bosque
como herencia familiar y cultural, obsequiados desde tiempos virreinales.
“La autoridad… no actúa. No sé si porque tendrán temor a
los talamontes o bien porque están protegidos por algún funcionario… no lo sé.
Pero algo estará pasando, ya que los denunciamos y denunciamos, pero nadie les
hace nada”, se queja Miguel
Guerrero, comunero y activo integrante de este grupo de autodefensa forestal.
CRIMINALES ECOLÓGICOS
El pasado 6 de junio, a raíz de
denuncias periodísticas ante lo que se veía como un auge inusitado de la
tala en la región, autoridades capitalinas llevaron a cabo un operativo en esa
demarcación política, clausurando un total de 17 aserraderos ocultos,
incautando dos toneladas de madera y arrestando a cinco trabajadores que
después quedarían libres “por falta de
elementos para consignar”.
Si bien el grupo
denunciante reconoce que aquella acción gubernamental en su momento sirvió para
reducir la tala, hoy en día afirman que esta práctica ilegal ha reaparecido,
con la variante de que ahora se practica en horarios nocturnos, y con la
hechura de tablones en los puntos donde los ejemplares se derriban.
Asimismo, han
denunciado que las amenazas y agresiones hacia la comunidad se han incrementado
por parte de quienes han visto afectados sus intereses en el negocio de la
madera; actividad que, según calculan, otorga nueve mil pesos por cada árbol
que logra ser procesado y sacado de Milpa Alta.
“Es verdad que aquél operativo fue excelente, pero
también dejó cabos sueltos que han permitido la continuidad de esta destrucción
del bosque, y uno de estos cabos fue el nulo llamado a la justicia de quienes
se identificaron como responsables”, dice Miguel Guerrero, quien es secundado por otros
integrantes del grupo, entre ellos Francisco Javier Vergara, Domingo y
Margarita N., Luis Cabello y Horacio Chavira.
Comunero e
investigador del bosque, Víctor Jurado no duda en dar nombres de dos personas a
quienes acusa de ser “talamontes
encubiertos como representantes comunitarios”: Pascual Noriega y Mauricio
Pérez.
De acuerdo con un
documento entregado a este diario, los citados Noriega y Pérez, entre otras
personas, habrían emitido durante el año anterior alrededor de 150 permisos
comunitarios, presuntamente para sacar leña muerta, pero que en realidad
habrían servido como “maquillaje”
para extraer madera de derribos clandestinos que, de acuerdo con sus cálculos,
sumarían 108 mil árboles talados.
24 HORAS buscó por distintos medios a Noriega,
quien a decir de los quejosos habría firmado estos permisos “ostentándose como representante de
comuneros”; sin embargo, hasta ahora no hemos tenido éxito.
Cinco denuncias
penales contra los personajes citados (tala, agresiones, robo y amenazas) se
han llevado ante la Procuraduría capitalina (MIL-1/T3/0203, 225, 300, 399 y
495) por parte de los afectados, sin embargo, “no han dado lugar a detenciones o siquiera a una investigación”,
aseguran.
La consolidación de este grupo de vigilanciade Milpa Alta
se presenta aquí como alternativa para proteger ciudadanamente una frondosidad
que brinda 28 mil hectáreas verdes a la capital del país y dos porciones
equivalentes a sus estados vecinos, México y Morelos.
MILPA ALTA. CONTEXTO HISTÓRICO
1.
La tierra es fuente inmemorial de conflictos. Los 12 pueblos que constituyen la
demarcación Milpa Alta llevan más de 400 años enfrentando litigios que aún no
alcanzan consenso.
2.
La falta de claridad de los límites de cada municipio, en relación con los
mapas de tenencia histórica de los bienes comunales genera “modernos” problemas: algunas comunidades pugnan por la definición
de límites, mientras que otras buscan mantener la imprecisión.
3.
La práctica de talar el bosque se ha venido extendiendo en los últimos años, y
esto agrava el conflicto histórico, pues cada comunidad estaría en posibilidad
de explotar recursos que se mantuvieron casi intocables durante siglos.
4.
Dedicados por siempre al cultivo del maíz y el nopal, el potencial
aprovechamiento de la madera es un debate nuevo, agravado a la luz de la crisis
económica y de inseguridad, creando nuevos conflictos entre las comunidades.
5.
La visita de especialistas en tala provenientes del estado de Michoacán, así
como la vuelta a la región de jóvenes emigrantes que trabajaron en bosques de
Norteamérica ha despertado nuevas “inquietudes”
por el negocio de la madera.
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