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Rebelión, 30-04-2014
1. Las
manifestaciones de protesta y lucha cada Primero de Mayo antes de los años
sesenta fueron muy batalladoras. Me hacen recordar de manera emocionada aquel
pasaje de la novela de Gorki, La Madre (que leí a los 19 años), cuando los
obreros salían en masa a la calle y, con el grito de “muera el gobierno y los patrones”, provocaban que la caballería
armada se lanzara contra ellos, teniendo que pelear con los gendarmes. Desde
entonces nunca me saque de la cabeza que todos los primero de mayo eran días de
álgido combate contra la explotación. Desde aquellos días cada año debía salir
a manifestarme con los obreros cordeleros anarcosindicalistas que eran casi lo
únicos que tras un camión de redilas con oradores, hacían paradas frente a los
diarios y el palacio de gobierno.
2. En la
ciudad de México antes de 1968 salíamos a manifestarnos siempre con la duda de
que: seríamos reprimidos o nos dejarían caminar por La Reforma. Nos apostábamos
alrededor de la glorieta del Ángel vigilando si había movimiento de gendarmes y
esperando que llegaran más compañeros; sólo así mediante una seña de los más
valientes, con alegría gritábamos: “júntense,
júntense”. El zócalo sólo podía ser ocupado por los sindicatos al servicio
del gobierno encabezados por “el señor
presidente”. El Primero de mayo desfilaban cientos de miles de obreros con
sus líderes espurios levantando mantas de agradecimiento al gobierno. En varias
ocasiones el presidente de la República, rodeado de cientos de líderes sumisos,
encabezó los desfiles.
3. El
movimiento estudiantil de 1968 pudo ocupar el Zócalo y desde entonces el
gobierno burgués de Díaz Ordaz tuvo que abrirlo a todas las protestas. En los
años setenta –década de las mayores movilizaciones y huelgas obreras por
aquello del “nacionalismo revolucionario”;
pero también de la “guerra sucia” que
llevó a la cárcel, a secuestros y asesinatos de cientos de jóvenes de
izquierda, la combatividad obrera creció y la participación electoral bajó
entrando en crisis los partidos políticos. Fue entonces cuando López Portillo y
Reyes Heroles –ambos- sacaron las campanitas para ofrecer a la izquierda y
derecha registro de partidos, subsidios en millones de pesos, diputaciones,
senadurías, gubernaturas y demás.
4.
Entonces las manifestaciones del Primero de Mayo se tornaron pacíficas y
civilizadas. No se pedía permiso pero había que avisar de la ruta para que la
policía acordonara “amigablemente”
las marchas. Comenzó a ser “chistoso”:
el gobierno ejercía una vigilancia estricta “para
que los manifestantes no fuéramos agredidos”. A partir del pasado 2 de
octubre (2013) el gobierno sólo ha cerrado sus columnas para encapsularnos y
llevarnos donde haya ordenado, evitando siempre que ocupemos el Zócalo o nos
dirigiéramos a otro lugar. Y parece que las masas y muchos de sus dóciles
líderes están dispuestos a obedecer, con excepción de los jóvenes anarquistas
que se consideran ofendidos en su dignidad libertaria.
5. Este
primero de mayo los compañeros de la Nueva Central de Trabajadores (NCT) están
citando una marcha de electricistas y maestros esencialmente. A pesar de que
sigue siendo la CNTE organización a la que pertenezco y apoyo, y que además los
electricistas del SME los que en los últimos 20 años han encabezado las marchas
de ese día, no puedo olvidar que el gobierno ha contratado en los últimos meses
a más de 200 mil nuevos soldados y policías con la exclusiva tarea de someter a
todas las batallas de oposición radical. Pienso que a los marchistas los
dejarán entrar al Zócalo porque horas antes –como en los últimos 15 años-
estarán los líderes charros en la mañana, los neocharros al medio día y la
izquierda –bien controlada- en la tarde.
6. Pienso
que la izquierda radical tiene que inventar otras formas combativas de
manifestación para no repetir el “paseíllo
tradicional” absolutamente controlado. Antes por lo menos servían de
desahogo, hoy sólo un obligado compromiso muy molesto. ¿Qué? Hace unos días el
flamante secretario del Trabajo dijo algo como “que este año no habrá ninguna huelga de asalariados en el país”.
Puta, preguntan los obreros, ¿hacer huelga en medio del gigantesco desempleo
que se registra en México y en el mundo? Ya desde principios de los años
sesenta los analista de la Escuela de Frankfurt: Adorno, Horkhaimer, Marcusse
–identificándose con el marxismo- examinaron a la clase obrera y el “establecimiento”. ¿Será indispensable
dar otro sentido al Primero de Mayo?
7. Sería
ridículo repetir el discurso de los obreros de Chicago o de las huelgas de
Cananea y Río Blanco; de la lucha por ocho horas de trabajo y los nombres de
los líderes de entonces. Ahora tenemos poderosos gobiernos, grandes
inversionistas e imperios extranjeros que se ríen y burlan de los paseíllos de
los trabajadores. Los jóvenes anarquistas –que desde los años sesenta ocupan
las vanguardias de las luchas sociales en el mundo- deben inventar nuevas
formas de lucha que obliguen a la clase dominante a resolver los problemas del
pueblo o a quitarse del camino. Como dirían los zapatistas; hay que organizar “otro”, muy otro, Primero de Mayo.
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