Raúl Zibechi
ALAI, América Latina en
Movimiento
Brasil, 2014-04-16
Miles de soldados ocuparon el Complejo da Maré, en
una zona estratégica de Rio de Janeiro, donde viven 130 mil personas en quince favelas.
Los uniformados permanecerán hasta el 31 de julio para garantizar la “paz social” durante la Copa del Mundo.
Cuando se cumplía medio siglo del
golpe de Estado que irradió autoritarismo la región, dos mil soldados de la
Marina y el Ejército a bordo de dieciséis blindados ingresaron en el Complejo
da Maré transportando unidades del Batallón de Operaciones Especiales (bope) de la Policía Militar.
Helicópteros tripulados con tiradores de elite sobrevolaron la zona con vuelos
rasantes dando cobertura a las fuerzas de tierra en una operación acordada por
los tres poderes de Brasil: municipal, estatal y federal.
El operativo fue anunciado muchas
veces y se realizó con amplia cobertura mediática permitiendo que muchos
milicianos del narcotráfico emigraran hacia otras favelas donde la
presencia policial es menor. En pocas horas detuvieron a 118 personas,
incautaron fusiles de asalto, ametralladoras y droga, además de motos y coches
robados.
Los
soldados peinaron algunas zonas casa por casa pero debieron disparar al aire
cuando una multitud se opuso al trasladado de un joven herido de bala,
mostrando las limitaciones de ese tipo de intervenciones. El objetivo es
implantar una Unidad de Policía Pacificadora (upp)
que estará integrada por 1.500 policías como ya se ha hecho en otras zonas. Sin
embargo, el periodista del diario El País señala que además las
autoridades deberán “reforzar otras áreas que últimamente parecen hacer
escapado del control policial, como el Complejo de Alemán, ocupado en 2010, y
la favela Rocinha”.
Paz Olímpica
El Complexo da Maré es la mayor favela de Rio. Pero
a diferencia de las que se levantan en las laderas de los morros, ocupa tierras
planas ganadas a la bahía de Guanabara con rellenos y nivelaciones. Son 15
comunidades con 130 mil habitantes entre tres grandes vías de comunicación: la
avenida Brasil, ocho carriles de intenso tránsito, las Líneas Amarrilla y Roja.
Un sitio estratégico por donde pasan las tres vías rápidas de la ciudad que
conecta con el aeropuerto internacional Antonio Carlos Jobim (ex Galeão), lugar
de arribo de miles de turistas para el Mundial y las Olimpíadas.
La Maré combina las viviendas
autoconstruidas, típicas de las favelas, con edificios precarios en
malas condiciones. En Nueva Holanda predominan los conjuntos habitaciones
construidos por el Estado en la década de 1960, que se favelizaron por
la pobreza, la sobrepoblación y la falta de servicios.
Pese a la elevada densidad
poblacional y la abundancia de jóvenes, no hay lugares de esparcimiento ni
equipamiento cultural. Un desierto para pobres apilados. Maré, marea en
portugués, se construyó en terrenos inundables poco aptos para la especulación
inmobiliaria. Dos bandas de narcotraficantes, Comando Vermelho y Amigos dos
Amigos, se disputan el territorio pero son los pequeños transas, siempre
adolescentes, las víctimas predilectas de la policía militar.
Escaldados por décadas de malos
tratos, los vecinos desconfían. “No va a mejorar nada, ya que en otras
favelas las upp fueron un fracaso”,
dice un comerciante. El coordinador de la ONG Observatorio de Favelas, Mario
Simão, asegura que “la población desconfía de las fuerzas policiales
ya que están asociadas a agresiones y falta de respeto” (El País, 30
de marzo de 2014).
A la larga lista de agresiones de
la Policía Militar contra la población favelada, deben sumarse
antecedentes cercanos que avalan los temores. En 2007, en el marco de la
preparación de la ciudad para los Juegos Panamericanos, la ocupación militar
del Complejo de Alemán se saldó con la muerte de 43 personas y 81 heridos. En
junio de 2013, cuando millones de personas se manifestaban en las principales
ciudades sin que se produjera un solo muerto, el bope entró en el Complejo da Maré persiguiendo a pequeños
delincuentes. Mataron a un joven y un sargento fue muerto por gente del barrio.
Poco después volvieron a guerra.
Más de 300 policías, el siniestro caveirão (blindado que lleva por
distintivo una calavera y sólo se usa en las favelas), helicópteros de
apoyo y fusiles. Dispararon contra los transformadores de luz para provocar
apagones y cobijar la masacre en la oscuridad. Dispararon a todo varón que
estuviera en la calle, entraron a las casas derribando puertas. Esa noche se
saldó con diez muertos, incluyendo al sargento. Todos varones. Todos pobres y
casi todos negros. El mayor tenía 42, los dos menores 16. La propia policía
reconoció que hubo “tres muertos inocentes”, como si los demás fueran
culpables.
Orden Ministerial
En diciembre fue aprobada la Ordenanza 3.461 del
Ministerio de Defensa que prevé la utilización de las fuerzas armadas para
mantener el orden interno. La decisión estuvo estrechamente ligada a los
llamados megaeventos, los Juegos Olímpicos de 2016 y el Mundial Fútbol. “Vamos
a restablecer la presencia del Estado”, dijo el general Ronaldo Escoto,
comandante la llamada Fuerza de Pacificación. Una de las tareas centrales de
los uniformados la definió como “patrullaje de satruación”.
Según un informe del organismo de
derechos humanos Justicia Global, el 29 de marzo, la víspera de la ocupación,
un juez penal de Rio “expidió una orden colectiva de búsqueda y aprehensión,
autorizando a la Policía a ingresar en las viviendas de la población”. La
figura jurídica de la “orden colectiva”
es duramente criticada por juristas y abogados por criminalizar la pobreza ya
que se utiliza sólo en las favelas. La orden colectiva permite el
allanamiento de las casas en dos favelas de Maré, Nova Holanda y Parque União.
El Observatorio de Favelas
informó que el domingo 30 se realizó en Maré un encuentro entre organizaciones
de la sociedad civil de esa favela en el que se debatió e problema de la “orden colectiva”. Los participantes
entienden que están ante una actuación ilegal del Estado que será denunciada
ante la justicia en los próximos días.
El 31 de marzo el diputado
federal Chico Alencar (psol)
criticó la figura de la orden colectiva por ser “una herramienta jurídica
que convierte a todo habitante de una favela en sospechoso y por extensión ve a
la favela como territorio enemigo”. El sociólogo Cândido Grzybowski,
director de Ibase, denunció que “la política de seguridad actual se dedica a
proteger a la ciudad de las favelas y de sus habitantes en vez de garantizar
derechos iguales en cuanto a la seguridad, de no sufrir violencia para todos
los que vivimos en Rio de Janeiro”.
En opinión de Justicia Global,
que trabaja en la denuncia policial y defensa de los favelados, las
prácticas policiales en esos territorios violan los derechos de las personas
utilizando figuras genéricas, para encubrir las ejecuciones sumarias de la
policía, como “auto de resistencia” y “resistencia seguida de muerte”.
En la opinión pública comienza a
abrirse paso la necesidad de desmilitarizar las fuerzas de seguridad. La
Policía Militar surgió a principios del siglo XIX para proteger a la familia
real bajo el nombre División Militar de la Guardia Real de Policía de Rio de
Janeiro. Se consolida como policía justamente después de la abolición de la
esclavitud, cuando se especializa en proteger a las elites de los pobres.
Durante la dictadura militar (1964-1985) el papel de la Policía Militar fue muy
destacado en la persecución de los opositores.
Pero fue a raíz de las
manifestaciones de junio que la Policía Militar volvió a ocupar un lugar
destacado en el debate político. Los organismos de derechos humanos presentaron
ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la oea más de 200 casos de violaciones
ocurridas desde las protestas de junio de 2013. Brasil es uno de los pocos
países en los que esta policía depende de las fuerzas armadas y está amarrada a
su estatuto militar.
En ese sentido, Justicia Global
enfatiza que la desmilitarización que se reclama no consiste sólo en poner fin
a la Policía Militar como corporación sino, sobre todo, en “enfrentar un
modo de funcionamiento, modos de gobernar, trabajar y vivir” que se
arrastran desde el período colonial esclavista.
- Raúl
Zibechi, periodista uruguayo, escribe en Brecha y La Jornada y es colaborador de ALAI.
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