Ante las medidas estatales, la lucha es por territorio y autonomía (por Héctor Llitul, preso político mapuche)
Héctor Llaitul Carrillanca
Preso Político Mapuche CAM
Coordinadora Arauco Malleco
Cárcel El Manzano, 15 de julio de 2014
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=187412
Debemos
comenzar reafirmando, categóricamente, que la disputa no es por extensiones de
tierra, entendida esta como tierra-mercancía, sino que la reivindicación y la
lucha es por recuperar una forma de vida, de cómo concebir el mundo y de cómo
vivir en consecuencia, es por un tipo de organización social y cultural. Es
aquí donde cobra vigencia el concepto de territorio, concibiéndolo, más allá de
su especificidad geográfica, es el lugar de las tradiciones, las historias, los
símbolos, la cosmovisión, las normas, los sueños, las utopías. Sin duda, como
lo entendieron nuestros antepasados, en los tiempos del Reche y de la
reafirmación mapuche, es el lugar donde se construye la cultura, la identidad,
el lugar donde se producen y reproducen relaciones que establecen un tejido
social, una visión de mundo, ADMAPU KA ADMONGEN, es la proyección de nuestro
pueblo hacia un futuro mejor.
Por lo tanto la defensa y la recuperación del
territorio, es la defensa de nuestra identidad con sus estructuras político-culturales
y espirituales-religiosas. Es la forma que asumió nuestro pueblo de
reproducirse materialmente, teniendo como base la tierra, entendiéndola en su
relación ser humano-entorno.
Es por lo anterior que hoy, la conflictividad
debe ir dirigida principalmente en contra de los verdaderos expoliadores, los
que directamente atentan contra el mundo material y espiritual mapuche, hoy
representados por los despojadores, las empresas forestales y los latifundistas
reaccionarios y conservadores. También la lucha es contra el Estado y todo su
entramado institucional jurídico-político, en tanto aparece como protector de
los intereses de los grupos dominantes.
En segundo lugar, debemos seguir
estableciendo la real situación que vivimos hoy como Pueblo-Nación Mapuche. Al
respecto hemos señalado que caracterizamos las relaciones de nuestro pueblo
como de dominación, de opresión y de dependencia respecto del Estado, situación
que comenzó hace 130 años con la ocupación del Wallmapu a través de la
violencia armada. A su vez, es una relación de sujeción a un ordenamiento
territorial en donde el areduccionamiento continua como base estructural. De
imposición de una normativa de tipo liberal en cuanto a las leyes y a la forma
de propiedad. De integración forzada a la chilenidad, principalmente a través
de la educación. Por lo tanto, es una relación donde se hace negación de todos
nuestros derechos fundamentales como pueblo originario, entendiéndola como la
negación –en su estructura– de orden social, político y cultural mapuche.
Como tercer punto, debemos indicar que la
dominación y la opresión hoy la sufrimos de parte de lo que llamamos “La
gobernanza neoliberal”, en donde se reposiciona nuevamente la reacción
conservadora en este país. Es decir, son las elites locales quienes ejercen el
poder de dominación. A nivel del conflicto, nos referimos a las empresas
forestales y otros privados, a los latifundistas, quienes a través de los
medios de comunicación han generado verdaderas campañas en contra de nuestro
pueblo, a tal punto de asignarles la producción del “enemigo interno”.
En efecto, las forestales, los latifundistas y los medios de comunicación se
alinean en contra de la causa mapuche y presionan al Estado chileno a que
desarrolle estrategias de contención-represión, criminalización, persecución
y desarticulación de las expresiones más consecuentes con la lucha por la
recuperación territorial y política de nuestro pueblo.
Articulados a estos dos grandes grupos
económicos (forestales- latifundistas) están la prensa de derecha, los
intelectuales conservadores y la mayoría de los partidos políticos de la “Alianza por Chile” y de “La Nueva Mayoría”.
Al respecto, debemos comprender que no es
menor la fuerza que tienen los medios de comunicación (ejemplo; El Mercurio, La
Tercera, La Segunda), los cuales han cumplido sus objetivos de estigmatizar y
exacerbar la imagen de los mapuche
violentistas y terroristas, a su
vez, como financiados y con vínculos internacionales. Estos medios hacen
manipulación informativa, fabrican información para, inclusive, crear montajes.
Son responsables de fomentar y atizar la polarización y en definitiva de dar
voz y cobertura a todas las opiniones reaccionarias y conservadoras de este
país. Creando un verdadero eje del poder que muestran las posiciones y
discursos de la clase política, los intelectuales y el gobierno de turno.
Es así como el Estado enfrenta al movimiento
mapuche, que se reorganiza y lucha por sus derechos. Se impone entonces “La
gobernanza neoliberal”, que con este nuevo gobierno solo presenta ribetes
de multiculturalismo, dando continuidad a las políticas estatales de
asistencialismo-integracionismo y represión- criminalización de la causa
mapuche.
Ahora bien, también se debe comprender que
los Estados neoliberales son inestables y por tanto vulnerables a los
estallidos sociales, según por lo cual se ven obligados a desarrollar
estrategias de control y dominación creando para el efecto una serie de
mecanismos y dispositivos de contrainsurgencia social, instalar políticas de
criminalización y la producción y/o fabricación de la figura del enemigo
interno.
Efectivamente, en la actualidad hay un fuerte
cuestionamiento a las relaciones del estado chileno con el Pueblo Nación
Mapuche. El conflicto ha puesto en crisis esta relación. Así lo ha entendido el
poder de dominación, según por la cual, el Estado ha readecuado sus estrategias
en el marco de una verdadera Contrainsurgencia Social, en que se
establecen los planes y programas de tipo multiculturales y la política de
entrega de tierras.
Es en este contexto que se deben entender a
las políticas sociales y programa, como funcionales a la reproducción del status
quo del sistema. Están elaboradas para disfrazar los ejes del régimen de
acumulación depredador, en base a la apropiación y el despojo territorial del
pueblo mapuche. La pretensión es bloquear el conflicto para facilitar la
acumulación del capital, para lo cual se persiste en el manejo clientelar y
asistencialista en base a los subsidios estatales.
Se pueden caracterizar como multiculturales a
las políticas sociales y programas que tienen como objetivo promover la
participación de los pueblos originarios como una forma de remediar la
exclusión de que han sido objeto, pero la tendencia es clara y apuntan hacia la
asimilación y la integración, en donde se produce el efecto absorbente y
asimilador de las identidades étnicas en los marcos de la “democracia representativa” y por supuesto, del crecimiento
económico neoliberal. El carácter multicultural y de “fortalecimiento
identitario”, sin embargo presenta evidentes limites estructurales y es que
son parte de una estrategia que defiende el sistema y por lo tanto son
utilizados solo como tácticas de la contrainsurgencia social, que en el caso
mapuche están orientadas hacia una potencial base social de apoyo mapuche y que
tiene una direccionalidad focalizada hacia sus referentes más consecuentes con
las posturas antisistémicas, como lo es la expresión CAM.
SOBRE LAS INICIATIVAS ESTATALES MÁS
ESTRATÉGICAS
Con el objeto de revisar con más precisión la
intervención del Estado en este nuevo escenario socio–político, se hace
necesario ir situando las diversas iniciativas que para el efecto buscado
tienen una característica más estratégica para hacer frente al movimiento
mapuche.
En primer lugar, están los
referidos a la reforma legislativa y de los derechos indígenas, considerando
que aún Chile es uno de los países más atrasados, por su carácter conservador,
en cuanto a reconocimiento constitucional y de firmas de convenios
internacionales, como es el Convenio 169 de la OIT. De hecho, la prevalencia de
la ley indígena, es un indicativo del atraso en materia de derechos, porque no
reconoce siquiera la calidad del pueblo a nuestra nación.
Respecto al reconocimiento
constitucional hay diversas posiciones, según el ámbito que se asuma respecto
de la realidad mapuche. Para la derecha más recalcitrante, la derecha fascista
y racista, lo ideal sería el exterminio físico de los mapuche como solución a
un problema nacional. La otra derecha, aún persiste en no reconocer los
derechos indígenas promovidos internacionalmente, argumentando una concepción
de país y de chilenidad. Para la “Concertación”, hoy llamada “Nueva
Mayoría”, se avienen al reconocimiento multicultural pero a través de
pequeñas e insuficientes reformas en el marco de la actual constitución,
obviamente para no afectar al modelo ni a la gobernabilidad de tipo neoliberal
que les resulta muy cómodo. Para las organizaciones mapuche, en el último
tiempo y producto del avance de los procesos de lucha de las comunidades, este
es un objetivo compartido por la mayoría, sobre todo de los que reivindican el
derecho a la libre determinación, dando continuidad así al seguidismo legalista
e institucional que conviene al Estado y a los grupos de poder. Sin embargo,
existe una postura propia, que es la que hemos planteado como CAM, y que
resulta más coherente y congruente con los planteamientos por la autonomía y la
liberación, y es la antisistémica que se basa en la construcción de una
autonomía de facto, una autonomía en los hechos, que se lucha por ella en los
distintos planos ya señalados.
En segundo lugar lo que
respecta a la CONSULTA o el derecho a la consulta, la participación y
representación política. Al respecto es bien sabido que esta no ha tenido
expresión concreta y sobre todo en lo que tiene que ver en materia de
desarrollo, inversiones territoriales y/o proyectos de infraestructura que en
las actuales circunstancias son de orden capitalista. Solo la ley indígena
presenta -a través de los conceptos- la posibilidad de participación, pero que
por sus alcances es prácticamente nada.
En este sentido, debemos
indicar que los últimos anuncios de parte del ejecutivo, en relación a
establecer la consulta según el convenio 169, seguramente serán a través de
estos mismos límites legalistas ya establecidos, por tanto volverán a ser letra
muerta en cuanto a derechos y efectividad.
En tercer lugar, están los
diversos programas de desarrollo, con los anunciados de fortalecimiento
cultural, que no son más que la continuidad de la política indigenista que se
ha venido aplicando por casi dos décadas por los gobiernos “democráticos” y que han tenido como objetivo el logro de la “integración
social dentro de la convivencia de un Estado de Derecho”, es decir la
integración forzada, aquí se inscriben por ejemplo el “Programa Orígenes”,
como modelo para comprender el indigenismos con un claro objeto de contener y
atenuar las necesidades materiales de las comunidades.
En cuarto lugar, se
encuentran las iniciativas de diálogo y negociación, para establecer una
relación con el Estado. Al respecto debemos indicar que desde la irrupción del
Movimiento Mapuche se han establecido un sin número de estas iniciativas que no
han llegado a ningún término, salvo para garantizar la supuesta “paz social”
que persiguen los grupo de poder en las zonas de conflicto. Es de recordar los “Diálogos
Comunales”, el plan de desarrollo indígena, la mesa de dialogo indígena y
la mentada Comisión de Verdad y Nuevo Trato, entre otras. Todas
propuestas que no han derivado más que en políticas asistenciales muy básicas e
insuficientes. Demás esta señalar, que de estas instancias la CAM nunca ha
participado. Tanto por definición propia, como por la voluntad política de
parte de las autoridades, de no reconocer nunca a nuestra expresión como
interlocutores válidos para destrabar el conflicto y la razón es simple, la CAM
no dialoga sobre migajas ni en base a engaños. Hoy, nuevamente se sostiene un
discurso de establecer conversaciones con todos los sectores pero se desconoce
a la CAM y al movimiento autónomo mapuche, porque el Estado persiste en solo
reconocer reivindicaciones de orden social, económico o cultural, pero no en
materia de derechos políticos, porque se negarán una vez más, es que planteamos
la libre determinación o la autonomía.
Por último, está la
política de entrega de tierras, el cual es el punto de quiebre en la relación
entre el Estado y nuestro Pueblo Nación. De hecho es la razón del conflicto
actual, es lo que ha establecido la crisis de la gobernabilidad en el Wallmapu
histórico.
Para reafirmar nuestra
propuesta, es necesario indicar que cuando existen conflictos por la tierra
existen varias vías que permiten su solución y esto de acuerdo a las posiciones
que se tenga y a los intereses que se confrontan. Existe la vía estatal para la
redistribución de la tierra en base a la expropiaciones, de hecho, en Chile
existe una legislación al respecto, y que tuvo mucha expresión en los años
60-70 y que contribuyo a una reconfiguración del mapa territorial beneficiando
al campesinado en su conjunto y parcialmente a las demandas mapuche. Sin
embargo, esta es una vía estatal y legal, por tanto representa la continuidad
del colonialismo ideológico, tanto en lo estructural como en lo simbólico–identitario,
que no nos representa.
Por lo tanto, nosotros en
la CAM, hemos planteado un tipo de distribución basada en la acción directa a
través, principalmente, de la recuperación de tierras de tipo productivas,
desconociendo el legalismo y la institucionalidad estatal, lo cual implica
saltos cualitativos mayores, porque significa también la reapropiación de la
tierra y sus recursos generando verdaderas transformaciones, es lo que hemos
cubierto ampliamente y que se conocen como experiencias de control territorial,
como la forma de reconfigurar territorialmente y sentar las bases para la
autonomía. Esto implica además, comprender que las comunidades son capaces de
contrarrestar las presiones de las empresas capitalistas y las políticas
integracionales del Estado chileno, pues de no hacerlo se generarían
contradicciones vitales en el proceso de acumulación de fuerza, debido que la fórmula
empleada, sea la expropiación o bajo la lógica de mercado, debilitan los
procesos autonomistas y provocarían un retroceso en el camino hacia la
liberación nacional. No tan solo porque seguiríamos sometidos al entramado del
sistema, sino también porque se agudizaría la dependencias con las
instituciones y el mercado.
Frente a las expropiaciones
y a las experiencias del control territorial, el Estado más bien “La
gobernanza neoliberal”, los gobiernos de turno, han planteado una tercera
vía, un tipo de redistribución de la tierra asistida por el mercado, es decir,
en los marcos del sistema capitalista. Es la forma que va en consonancia con el
modelo económico neoliberal que a su vez permite reducir o eliminarla presión
sobre los gobiernos para expropiar, como es la forma de hacer frente a la
movilización por la tierra en base a una propuesta de la acción directa que
busca transformar y lograr un cambio real en las estructuras de dominación como
lo plantea la CAM.
Aun, en la actualidad, el
gobierno de “La Nueva Mayoría” persiste en esta forma, en que el
mecanismo es de mercado y donde la solución es comprar y no expropiar. Es un
tipo de política que implica la redistribución en base a la voluntad de un
particular para vender, entendiendo que el sistema protege la propiedad privada
y un tipo de comercio en que se somete al libre albedrío de un propietario que
a través de la acción comercial puede llegar a especular en relación a la
tierra. Efectivamente, los propietarios, sean las forestales, latifundistas o
agricultores, puedan elevar los precios de la tierra, obteniendo exorbitantes
ganancias en un proceso comercial que por estas características se vuelve largo
y tedioso, a veces inviable y que ha dado lugar para actos de corrupción
inclusive.
Sin duda, que esta ha sido
la política más nefasta de parte del Estado para lograr la contención del conflicto
y dice relación con la estrategia establecida para la entrega de tierra. Más
allá de ser una vía que promueve y defiende un modelo económico de tipo
neoliberal capitalista, ha tenido un efecto boomerang para el poder, ya que,
con la pretensión de contener el conflicto ha pretendido la desarticulación
territorial etno-cultural de las comunidades, desde el momento mismos en que
interviene la CONADI, o cuando se trasladan comunidades o parte de estas a
otros sectores, lo cual en el último tiempo ha sido ampliamente resistida por
la mayoría del Movimiento Mapuche. Han sido los costos para un Estado opresor
de utilizar las tierras como parte de la estrategia de contrainsurgencia
social. Entendiendo a estas estrategia basada en tres pilares, que requieren
funcionando en este nuevo periodo de gobierno. Uno, la entrega de un poco más
de recursos a través de diversos programas sociales de corte asistencial-productivo
y con la mantención de la política de entrega de tierras, la cual será más
condicionadas. Dos, provocar el aislamiento político de las expresiones
autonomistas a través, precisamente, de las políticas estatales, para lo cual
cuentan con la reacción de la opinión publica conservadora. Tres, la
implementación de la contrainsurgencia social de facto y simbólica, lo que
significa la militarización de las zonas de conflicto, la represión amplia y
selectiva, y la criminalización que conlleva la punición judicial exacerbada,
más prisión política.
Frente al actual proceso en
marcha, se encuentra la permanente disyuntiva de qué camino seguir, el camino
autonomista y de insubordinación o la negociación pactada y la asimilación a la
lógica de mercado. En tal escenario concluimos, seguir con la resistencia y la
reconstrucción de nuestro pueblo nación mapuche.
¡MARICHIWEU!
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