Por Enriqueta Lerma*
(* Investigadora del Programa de Investigaciones)
¿Quién
es Mario Luna? Más allá de hablar de un padre de familia, esposo y compañero
ejemplar de la Tribu Yaqui, habría que describir a Luna como un hombre
comprometido con su pueblo. No es un líder. No al modo de los líderes que
alguna vez tuvieron los yoeme:
Muni, Juan Banderas, Cajeme, Tetabiate o Sibaulame. Mario Luna es un
secretario: presta su persona para hablar por los suyos. El cargo de secretario
es el que cuenta con menos prestigio en la estructura jerárquica del gobierno
tradicional yaqui. Y sin embargo, es quien hasta ahora ha dado visibilidad
a la tribu yoeme en contra del robo del agua por el acueducto
Independencia, obra magestuosa
de la discriminación panista en Sonora.
Mario, junto a Tomás Rojo, es acusado de haber secuestrado y robado el auto
de Francisco Romo —un yaqui de un grupo contrario— quien se ha prestado al
gobernador Padrés para descalificar la lucha por el agua. Romo trató de
romper con su auto el cerco humano que miembros de la Tribu sostenían sobre la
carretera internacional número 15, por ello fue detenido y sancionado. ¿Y quién
detuvo a Romo? El gobierno tradicional, no Mario Luna. Aquí describo algunos
pormenores de la forma de proceder de la Tribu de acuerdo a su organización
tradicional en situaciones de violencia como ésta.
En el sistema de gobierno yaqui, el kobanao (el gobernador), primera
voz en las asambleas de la Tribu es quien señala los temas que se deben tratar,
en este caso la agresión de Romo contra miembos yoeme. El jabo’iyo’owe
—conocido también como «pueblo mayor»—
tiene derecho a la palabra, ya que representa al consejo de ancianos de los
viejos gobernadores: ellos aconsejan cómo proceder de acuerdo con la
experiencia que han adquirido a través del tiempo y la forma en que se ha
actuado en situaciones similares. El wiko’ o ya’ut, a veces llamado «coyote», interviene en tercer lugar, ya
que su responsabilidad es cuidar el territorio del despojo y la invasión
externa; señala la forma en que el proceder del juzgado afecta a la comunidad y
la conservación de la gran verdad «la lu’uturia yo’owe». El
cuarto de los gobernadores, el nejja ya’ut, casi nunca habla, actúa, ya
que funge un papel judicial, vigila el territorio y ejecuta disposiciones para
restablecer el orden civil. Y todo esto se discute y aprueba con la
participación de la asamblea comunitaria. Romo fue detenido por manejar en
estado de ebriedad, amenazar a los manifestantes de la comunidad y arrojarse
sobre ellos con su auto. Romo fue detenido, juzgado y sentenciado según el
derecho interno de la Tribu Yaqui.
De acuerdo con lo establecido en el Decreto de Restitución del Territorio
Yaqui en 1937, firmado durante el gobierno de Lázaro Cárdenas, la tribu goza de
completa libertad para reconstruir sus pueblos, organizarse administrativamente
y ejercer el derecho consuetudinario de acuerdo con sus usos y costumbres. El
juicio a Romo se llevó a cabo dentro de este marco legal. ¿Y Mario qué papel
juega aquí? Mario no estaba ese día en el territorio yaqui, además, Mario es
el ji’ojtereo: el último de la jerarquía del gobierno yaqui, el
secretario, quien no tiene poder de decisión.
Metafóricamente
para los yaquis el territorio es un nido: toosa le llaman. Su
dirigente principal es el «el kobanoa»:
la cabeza del pájaro que lo habita; al pueblo —la asamblea comuniaria— le
nombran masam u tea: las alas del pájaro. El pueblo
yaqui se ve a sí mismo como una unidad: cuerpo-cabeza-alas que se articulan en
la imagen de un pájaro, un cuerpo que decide y actúa de forma conjunta, en éste
el secretario no tiene metáfora. El secretario no tiene historia tradicional,
es un cargo que se tuvo que «inventar»
para poder hablar con los yoris,
con los «blancos». Y durante mucho
tiempo su función no fue relevante: se requería a alguien joven que supiera
leer y escribir bien, que tuviera el vigor para aguantar el ir y volver de las
oficinas de gobierno estatal y federal. Alguien que llevara y trajera las
noticias de los acuerdos con el exterior. De modo que el secretario era
marginal.
Antes de Mario hubo otros secretarios, pero se retiraron porque pensaron
que no podrían con el paquete, así que cuando Luna tomó el cargo lo hizo con
gusto, pero también con la sospecha de que este sería una carga pesada. Mario
hizo el juramento yaqui una mañana polvosa bajo el techambre de la guardia
tradicional. Juró separarse de todo si era necesario: de esposa, hijos, amigos,
familia, frío, sueño, hambre, dolor, profesión, anhelos personales. Sería el
secretario: el más joven y el más insignificante en el gobierno, pero el que
corría con mayor peligro por tener que relacionarse con los yoris, «los fieros». Y así fue como Mario se integró a la resistencia:
impulsó en el territorio yaqui, al lado del Congreso Nacional Indígena, el
Primer Encuentro de los Pueblos Indígenas en 2007, organizó el Primer Foro en
Defensa del Agua en 2010; el Segundo Foro Internacional del Agua en 2012 y se
unió a las protestas acordadas en la asambleas yaquis. De modo que Mario estuvo
siempre presente en los cierres carreteros que los yaquis impulsaron como
medida de presión para exigir el respeto y ejecución de las resoluciones
jurídicas, mismas que ganaron, una a una, en juzgados locales, estatales y
hasta en la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Mario Luna es la voz de los yaquis que se oponen a la construcción del
acueducto Independencia, es quien muestra a través de su rostro y dice a través
de su voz las expresiones de coraje, indignación e injusticia que resienten los
yaquis contra un sistema que los ha marginado. Es la voz de denuncia de la
desertificación del territorio yaqui y quien clama desde ese desierto por el
reparto justo del agua para una sociedad que prefiere la agricultura.
En todo el proceso, sin —y aún con todo el carisma que tiene— Mario Luna no
habló nunca por sí mismo, tenía dentro de sí las voces de las alas del pájaro,
la cabeza del gobernador, en el corazón la defensa del nido que protege a los
suyos. Mario no es un líder, es una botarga. Eso le dije cuando veíamos, debajo
de la lluvia en La Realidad, el adiós de la botarga de los zapatistas. «Es como tú» dije, y se reía.
Mario tiene la culpa de una sola cosa: de haber cumplido como se lo exigió
su pueblo. Y su pueblo sólo tiene una demanda: luchar por el agua para evitar
el etnocidio al que el gobierno de Sonora les ha condenado.
La detención de Mario Luna, el secretario, es la continuidad de un Estado
insensible a la voluntad política de los pueblos, que atenta contra la
autonomía otorgada a la tribu yaqui en 1937 y que busca acabar con los
territorios indígenas. Un gobierno que con tanta corruptela en sus órganos
representativos de gobierno no soporta que un simple secretario le muestre como
se representa obedeciendo. Mario es, como él mismo se define, un preso político
y merece la libertad.
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