- Chk García
22.Enero.15
La Sexta - Política - Textos Críticos
Noticias de la rebelión
La
crisis política derivada de la muerte y desaparición forzada de 49 personas (la
mayoría estudiantes de la normal de Ayotzinapa), en la noche del 26 de
septiembre de 2014 en la localidad de Iguala, Guerrero, ha puesto sobre la mesa
el análisis de las opciones que como anticapitalistas tenemos en la lucha por
la construcción de un mundo, y particularmente un México, donde impere la
justicia y la libertad. Qué hacer en una situación de extrema polarización y
crisis social es una pregunta que está presente en la cabeza de muchos
mexicanos y de muchos internacionalistas solidarios con nuestro país. En esa
preocupación, muchas son las voces que proponen esto o lo otro pero ciertamente
no parece haber una claridad teórica, y un consenso, sobre lo que se requiere,
lo qué hay que hacer y quiénes lo tienen qué hacer, al menos no por parte de la
mayoría de la población. En este texto pretendemos sumarnos a esas voces, a
partir de la identificación de algunas opciones estratégicas que tenemos para
impulsar una revolución y un cambio social en México. Esta reflexión se
enmarcará en el contexto de una reflexión más general sobre los 21 años del
levantamiento zapatista de 1994.
El análisis a continuación está motivado por la lectura del
libro “Análisis de la Revolución”
escrito por Peter Calvert y publicado en 1974, sin embargo no pretendemos
realizar una reseña o una crítica a dicho libro, cuestión que va más allá del
propósito antes expuesto. En todo caso, recomendamos ampliamente su lectura, y
el uso crítico del modelo propuesto por el autor, en el cual nos basamos para
sustentar nuestras siguientes reflexiones.
Es común escuchar, leer e incluso pensar, que México
necesita un cambio, un cambio social. El problema está en definir el rumbo de
ese cambio. En el amplio espectro político que tiene presencia en el país
encontramos todo tipo de (in)posturas políticas: izquierdistas, autonomistas,
conservadoras, reaccionarias, religiosas, antitecnoindustriales etc., cada una
de las cuales pretende tener la verdad, o al menos la razón, sobre la dirección
que debe tomar el cambio social en México. No vamos aquí analizar cada una de
ellas, en primer lugar porque podría ser largo y tal vez ocioso, y en segundo
lugar, porque estamos claros que el cambio social que necesita México tiene que
ser anticapitalista y libertario, lo que significa tomar un camino
colectivista, soberano, autónomo, solidario, de apoyo y autogestión, en pos de
la construcción de una sociedad en la que impere la justicia y la libertad.
Definir el concepto de revolución implica las mismas
consideraciones que para definir el rumbo de un pretendido cambio social, es
decir, sería erróneo considerar que toda revolución política se orienta por
definición hacia la “izquierda”, más
aun cuando históricamente está registrado la realización de revoluciones
políticas de corte religioso, conservador, liberal o de derecha, por todo el
mundo y desde hace varios siglos. Para fines analíticos y comparativos Peter
Calvert propone utilizar la definición del Diccionario inglés de Oxford el cual
afirma que la revolución es “un
derrocamiento completo del gobierno establecido de cualquier país o Estado, por
quienes antes habían estado sujetos a él; su sustitución forzosa por un nuevo
gobernante o por otra forma de gobierno” (Calvert, 1974:19). Una
definición que por neutra es susceptible de utilizarse para el análisis de toda
revolución política, sea liberal o conservadora, capitalista, socialista o
anticapitalista. Derivado de lo anterior, como podrá suponerse, cambio social y
revolución no son lo mismo. Una revolución política no implica necesariamente
un cambio social e incluso podría ser insuficiente para realizar el mismo, al
tiempo que no todo cambio social implica una revolución política, entendida
como la toma del poder del Estado como lo afirma el Diccionario de Oxford.
Luego entonces, cambiar al mundo sin tomar el poder, como afirma Jhon Holloway,
es completamente posible, probable y necesario, mientras que una revolución
permanente podría imaginarse más como una situación de guerra civil que como
una transformación constante.
La distribución desigual del placer y del dolor, de la
riqueza y el trabajo, sumada a la rapaz explotación, la brutal represión, el
injustificado despojo y el permanente racismo y desprecio por el otro, han
causado a lo largo de varios siglos, una situación insostenible de pobreza y
marginación, de injusticia y sufrimiento. Modificar esa situación depende, no
(sólo) de un cambio social, sino (sobre todo) de una revolución política,
porque es desde la política donde se define sobre la economía y el proyecto
social. Dado lo anterior, consideramos que actualmente en México hace falta
forzar una revolución política que impulse y consolide el cambio social que
viene operándose desde hace algunos años, muchos años; el cual por otro lado,
también hace falta ampliar y profundizar. Examinemos detenidamente esta
consideración.
Peter Calvert identifica cinco formas de transición
revolucionaria que repetidamente se presentaron en 364 hechos revolucionarios,
entre 1901 y 1960 a saber:
- La revolución deriva en la sucesión de un gobierno no elegido
previamente por los grupos de poder.
- El ataque contra el gobierno existente se realiza
permitiendo que la maquinaria de la sucesión constitucional opere y que el
funcionario constitucionalmente designado asuma las funciones ejecutivas.
- El gobierno de transición se elige dependiendo la
correlación de fuerzas entre los grupos en pugna, por lo que el sucesor podría
no ser quien dicta la ley
- Se instala una junta militar o civil para permitir la
operación de la maquinaria constitucional del estado
- Se establece una convención o asamblea constituyente con
el fin de reorganizar toda la estructura del estado y del gobierno.
Como podrá notarse y como el propio Calvert lo señala, de
estas cinco formas sólo la última tiene profundidad radical pues a diferencia
de las otras cuatro se pretende una ruptura completa con el sistema político
imperante y no su continuidad. Detallemos a continuación algunos elementos de
estas cinco formas de transición revolucionaria, puesto que plantean opciones
interesantes que hay que poner sobre la mesa para ser tomadas en cuenta en la
situación actual. En la medida de lo posible brindaremos algunos ejemplos al
respecto.
Las revoluciones contra el ejecutivo, aquellas que permiten
las tres primeras transiciones, son las más comunes y las más fáciles de
implementar afirma Calvert, pues tan sólo se requiere un mínimo de fuerza… para
asesinar, secuestrar u obligar a dimitir al jefe del ejecutivo o líder del
gobierno. El éxito de una operación de este tipo requiere precisión, rapidez y
oportunidad. El problema de las revoluciones contra el ejecutivo, continúa el
autor, es que el estado moderno, altamente desarrollado e institucionalizado,
facilita el remplazo de cualquier individuo sin provocar mayores trastornos al
estado, aunque puedan existir posibilidades de que se realicen algunos cambios
en el gobierno. Los asesinatos de Francisco I. Madero, de Venustiano Carranza,
de Álvaro Obregón, son ejemplos en los que el asesinato de los jefes del
ejecutivo da lugar a revoluciones políticas.
Una segunda acción revolucionaria para forzar la sucesión
gubernamental es realizar acciones contra el gobierno en su conjunto y no sólo
contra el ejecutivo, es decir, contra los principales encargados de las
decisiones en el gobierno, los ministros, los consejeros, los diputados, los
senadores, etc. Aquí el objetivo no es el asesinato de los funcionarios
gubernamentales sino sólo su inmovilización temporal, el principal problema sin
embargo radica en la dificultad para ingresar a los espacios vitales de los
funcionarios, la coordinación milimétrica de la acción, así como mantener la
retención durante un tiempo crítico. El asalto realizado por un comando del
FSLN en agosto de 1978 al Palacio Nacional de Managua en demanda de la libertad
de sus presos políticos, es considerada una operación decisiva para el
derrocamiento de la dictadura de Anastasio Somoza un año después, en julio de
1979. Recordamos también al respecto, la toma en Perú de la embajada japonesa
por guerrilleros del MRTA en 1996, por más de tres meses y en demanda de la
liberación de sus más de 400 presos políticos, que finalmente se saldaría con
la muerte de los 14 guerrilleros y de un rehén. Es decir, el objetivo político
tras la retención de funcionarios gubernamentales, de acuerdo a las condiciones,
bien podría ser para obtener la renuncia del gobierno pero también la obtención
de otros objetivos que sean factiblemente más alcanzables, lo cual no garantiza
su consecución.
Una tercera acción revolucionaria es aquella encaminada a
lograr el control de la ciudad capital, como paso preliminar para el
derrocamiento del gobierno. El éxito de una operación de este tipo es la
sorpresa, la rapidez, la fuerza, sin embargo, no necesariamente ha de
constituirse como una acción militar pues la efectividad de la revolución
metropolitana, escribe Calvert, es poder agrupar una gran mayoría (colonos,
obreros, estudiantes) que en un tiempo crítico logre derrocar al gobierno en
turno. Tras la toma de la ciudad capital es posible que pueda instalarse una
junta civil o militar que opere temporalmente mientras se nombra un gobierno
sucesor, o que un sucesor predeterminado sea designado como gobierno. Ejemplo,
La revolución de Egipto en 2011.
La reflexión sobre el significado de la toma de la ciudad
capital como paso para el derrocamiento del gobierno nos ha llevado a develar
una estrategia por demás interesante que se aplicado en México desde hace
algunos años. La segunda mitad del siglo XX tuvo dos momentos cúlmenes en el
proceso de democratización (burguesa) de la sociedad y el estado mexicano. En
primer lugar, 1968, año en que por todo el país miles de estudiantes se
levantaron contra el autoritarismo estatal apoyados por amplios sectores
populares y que devino, por un lado, en la masacre de octubre en Tlatelolco, y
en general en la represión de la juventud rebelde en todo el país, pero
particularmente en la ciudad de México, y por otro lado, en la formación de una
izquierda institucional que pronto pasó a formar parte del sistema político, es
decir, del sistema de opresión del pueblo trabajador mexicano. En este sentido,
un segundo momento dentro de ese proceso es 1997, año en que el ex militante
del PRI e hijo del Gral. Lázaro Cárdenas, perdedor en las elecciones de 1988 y
1994, logró obtener un triunfo contundente en las elecciones para la
gubernatura de la ciudad de México. Este segundo momento es importante por al
menos dos razones, en primera porque la toma electoral por parte del PRD de la
ciudad de México, a partir de 1997, fue percibida como punto de apoyo para
ganar la presidencia del país, una estrategia que ha resultado fallida tanto
para al propio Cárdenas, como para AMLO, e incluso para Ebrard, quien por sus
corruptelas ha dejado de figurar temporalmente como probable candidato. Cuáles
son los errores en esa estrategia, habría que examinarlo con detenimiento. Por
ahora nos limitamos a señalar la importancia de una investigación al respecto.
Ahora bien, por otro lado, es relevante hacer notar que en
la 1ª Declaración de la Selva
Lacandona claramente se asienta en el punto primero que la
orden a las fuerzas militares del Ejército Zapatista de Liberación Nacional por
parte de su comandancia era precisamente “avanzar
hacia la capital del país venciendo al ejército federal mexicano“.
El derribo de dos torres de alta tensión en Puebla y Michoacán por fuerzas
zapatistas la noche del 6 de enero llevaba el objetivo de preparar la toma de
la ciudad. En ese sentido habría que considerar cuatro cuestiones: uno, el EZLN
cuenta con fuerzas militares fuera de Chiapas (ver 2ª Declaración de la Selva Lacandona); dos, la
toma de la ciudad de México era el objetivo principal de la insurrección
zapatista, para lo cual había un plan y fuerzas militares dispuestas; tres, el
estallamiento de coches bomba en la ciudad de México, y otros atentados
similares en distintas partes del país por parte de unidades ligadas a otros
grupos guerrilleros con los cuales no existía coordinación fueron las únicas
manifestaciones militares de apoyo a la insurrección zapatista. Esas acciones
fueron más bien simbólicas pues sus consecuencias fueron limitadas; y cuatro,
la insurrección zapatista dio pie a la formación de una fuerza política civil
en la ciudad capital, llamada desde entonces como sociedad civil, que había tenido apariciones durante el terremoto
de 1985 y en 1988, y que fue aprovechada por el PRD para la toma electoral de
la Ciudad de México. Sobra decir que el gobierno instaurado por ese partido ha
derivado en corrupción, clientelismo, represión, espionaje político, descrédito
y hartazgo por parte de una población, que como se ha demostrado en las últimas
movilizaciones, más que perder ha ganado en conciencia política, en
organización y en deseos de liberación y cambio, lo que difícilmente asegura un
nuevo triunfo electoral para el PRD o incluso para MORENA, en la ciudad de
México para las próximas elecciones.
Un cuarto nivel de acción revolucionaria, señala Calvert, es
la revolución que llega de la provincia. Su característica principal no reside
en la rapidez ni en la fuerza sino “en
el atractivo que ejerza sobre el público” de tal manera que en un
tiempo suficiente pueda lograr suficientes partidarios “que le den una superioridad general sobre
las fuerzas del gobierno” tanto a nivel militar como en el nivel
civil, lo que generalmente traería consigo cambios políticos en gran escala lo
cual favorece, afirma Calvert, el establecimiento de gobiernos interinos o de
una asamblea constituyente como paso preliminar de un cambio social profundo.
Entre los problemas que presenta la revolución provincial, tomando en cuenta
que en la historia hay más fracasos que éxitos, están los muchos preparativos
que con el suficiente sigilo tienen que realizarse, además de contar con gran
capacidad discursiva para entrar al juego de poder abiertamente y mantener el
atractivo para la población, dado que el objetivo principal de un levantamiento
provincial es “crear una base
para ejercer presión a fin de lograr el derrocamiento del gobierno“.
Hay muchos factores enumerados por Calvert que hay que tomar
en cuenta para el análisis de las distintas formas de acción revolucionaria que
precisarían de una discusión más profunda y que no vamos hacer aquí, sin
embargo es importante mencionarlos, a saber: la cuantificación de las fuerzas
militares de las que se dispone; las iniciativas sociales de propaganda y
presión contra el gobierno; la intrusión extranjera y la reacción de los grupos
de poder o fuerza de contraataque; elementos que deben tomarse en cuenta para
la preparación de toda acción revolucionaria y que requieren un “Mínimo de Fuerza Necesaria
(MFN)” para derrocar un gobierno en determinadas circunstancias. En este
sentido, considera Calvert, es posible que “en
algunas sociedades y en algunas circunstancias, esa cantidad de MFN sea tan
grande que quede fuera del alcance de todo grupo antigubernamental“.
Lo que debe quedarnos claro, en todo caso, es que la MFN que se requiere para
asesinar al presidente es considerablemente mucho menor que la que se requiere
para emprender una revolución provincial lo que proporcionalmente está en
relación con la profundidad y radicalidad con que una revolución puede actuar
sobre un país, un estado o un sistema político.
Regresemos nuevamente al análisis de la insurrección
zapatista iniciada en 1994 para referirnos al cuarto nivel de acción
revolucionaria propuesto por Calvert. En junio de 1994 el Subcomandante Marcos
comentó que si la insurrección zapatista había sorprendido a todos, el 12 de
enero los sorprendidos habían sido ellos pues no esperaban que una gran
movilización se levantara para demandar el cese de hostilidades. En una
entrevista inédita al Sup de junio de
1994, dada a conocer a principios de 2014 por Gloria Muñoz de Desinformémonos, Marcos hace un balance
de dos meses de guerra. Son muchas las aseveraciones de Marcos que habría que
valorar, sin embargo, para los propósitos de este ensayo queremos resaltar dos.
En primer lugar, el Sup afirma que
ellos habían calculado que había descontento en el país y que su insurrección
iba a atraer simpatías, pero que nunca pensaron que se iba a levantar una
movilización como la que se dio a partir del 12 de enero. Siguiendo este
razonamiento, en segundo lugar, Marcos expresa que la insurrección zapatista
tuvo un éxito estratégico pues sobrevivió a pesar de las posibilidades
militares limitadas e incluso adversas con las que se levantaron, pero sobre
todo porque se habían obtenido posibilidades políticas gigantescas, incluso
envidiables para cualquier otro movimiento. Con un estilo discursivo por demás
atractivo, el EZLN tuvo en ese momento y sigue teniendo, una enorme capacidad
discursiva para entrar al juego del poder, es decir, para restregar en la cara
de la oligarquía una verdad histórica incuestionable: la necesidad para todo el
pueblo (trabajador) mexicano de trabajo, tierra, techo, alimentación, salud,
educación, independencia, libertad, democracia, justicia y paz.
En la entrevista antes mencionada Marcos habla de que le
apostaban a “brincar etapas” hasta colocarse
como interlocutores de la sociedad para así impulsar la lucha por democracia,
libertad y justicia. No sabemos a qué etapas de cuál manual revolucionario se haya referido Marcos. Lo que si nos damos
cuenta hoy -luego de 21 años y sobre todo después de haber leído a Calvert, es
que la insurrección zapatista de 1994 muy bien podría considerarse lo que
llaman una “jugada de pizarrón”, es
decir, que siguió ciertos pasos históricamente repetidos en distintos intentos
revolucionarios, uno de los cuales, además del de ser una revolución provincial
que busca la toma de la ciudad capital, sería precisamente el de convocar a una
Convención Nacional, en este caso denominada Democrática, evocando la Soberana
Convención Revolucionaria realizada en Aguascalientes en 1914. El junio de 1994
el EZLN dio a conocer la Segunda Declaración de la Selva Lacandona, en ella manifestaba
distintas razones para convocar a una Convención Nacional Democrática, Soberana
y Revolucionaria a partir de la cual surgieran propuestas para impulsar un
gobierno de transición, un nuevo constituyente y una nueva constitución.
Con la asistencia de decenas de delegados de distintas
organizaciones con presencia en todo el país, así como con la presencia de
intelectuales reconocidos, la Convención resolvió que todas las organizaciones
se subordinarían a la misma, cosa que solo el EZLN hizo. Otra de las
resoluciones fue que se iba a dar oportunidad de que se realizaran las elecciones
como medio para alcanzar una transferencia de poder, incluso en territorio
zapatista, sin embargo el EZLN, de manera consecuente, se negó tanto a hacer
proselitismo por Cárdenas como a promover el voto alegando que eran un ejército
rebelde y que se habían conformado como tal precisamente por no creer en las
elecciones. El EZLN también denunció que habían recibido muchos chantajes,
amenazas y presiones por parte de la dirigencia del PRD, uno de los sectores
con mayor importancia política que participó en la Convención. Esta misma
dirigencia, hoy tan repudiada, bloqueó la propuesta zapatista de preparar un
plan de insurrección civil en defensa del voto. Luego del fraude electoral,
como ha sido cantaleta desde entonces, el PRD responsabilizó al EZLN de su
derrota electoral, exigiendo que la Convención llamara a la defensa del voto,
cuando no había sido resolutivo, precisamente porque la dirigencia del PRD se
había negado a ello, confiados en que ganarían o por haber negociado con el
gobierno. En este sentido, no nos cabe duda que el fracaso de la Convención,
pese a los buenos oficios del EZLN que pugnaba porque ese espacio confluyeran
gente sin partido, campesinos, obreros, amas de casa, se debió a los vicios de
los partidos y las organizaciones que pretendieron decidir por la Convención
sin la participación de los convencionistas, presionando además al EZLN para
que impusiera a la Convención decisiones que no se habían tomado, a lo cual se
negaron los zapatistas. Tras varios meses de lucha política interna, la Convención
naufragó. Es posible también que su fracaso se haya debido al corto tiempo
entre la emisión del llamado a la Convención (junio 1994), la Convención (10 y
11 de agosto) y la realización de las elecciones (21 de agosto). Sea como
fuere, sería interesante realizar una valoración y una reflexión más profunda
sobre la CND, en vistas de que nuevamente pudiera convocarse a una.
Posibilidades
a futuro
En
vista de las reflexiones anteriores y de la situación límite en la que nos
encontramos hoy queremos evaluar distintas posibilidades sobre el presente y el
futuro, tanto para impulsar una revolución política como para impulsar un
cambio social en México.
Para iniciar esta segunda parte del ensayo seguiremos
retomando a Peter Calvert. En la mayoría de revoluciones, escribe dicho autor,
el gobierno que “ha sido
derrocado conocía de antemano muy bien la existencia del movimiento que iba a
destruirlo”; sorprendentemente, continua Calvert, en todos esos
casos las acciones tomadas por el gobierno para impedir o contrarrestar el
movimiento revolucionario fueron débiles, ineficaces e incluso suicidas, lo que
significa que en gran medida si el movimiento no triunfó se debió a los errores
e incapacidades del propio movimiento revolucionario.
El ataque premeditado contra los estudiantes normalistas por
parte de la policía federal, el ejército, los municipales y el cartel de los Guerreros Unidos, todos ellos grupos
criminales al servicio del estado, los caciques y la oligarquía, fue, y no cabe
la menor duda, una operación de guerra sucia puesta en marcha con el propósito
de desalentar un próximo levantamiento armado ¿en Guerrero? ¿del ERPI? ¿de la
Coordinación Revolucionaria Libertad? En entrevista con pobladores de
Chilacachapa, Laura Castellanos recogió la versión de que gente de Guerreros Unidos los obligó a apoyar a
policías locales quienes les dijeron que eran “atacados” por estudiantes que “iban a hacer una revolución”.
No es que los normalistas fueran a levantarse esa noche, de hecho ellos mismos
aseguran que sólo pretendían tomar autobuses para asistir a la marcha del 2 de
octubre en la ciudad de México. Sin embargo, si hemos de creer lo afirmado por
Calvert, el gobierno ha estado al tanto, desde hace algún tiempo, de que grupos
guerrilleros avanzan en la planeación de un levantamiento armado para derrocar
al gobierno de Peña Nieto, sobre todo porque desde 2010 cuentan con los miles
de dólares que el Jefe Diego donó a la causa revolucionaria, dinero que
suponemos, esperamos, confiamos, está siendo utilizado para la organización de
la resistencia y la revolución. Más aun, es posible que el sucio ataque contra
los normalistas de Ayotzinapa sea, como todos deseamos, el principio del fin de
la dictadura priísta. Parafraseando a Calvert podríamos afirmar que la agresión
contra los normalistas fue un acto suicida, ineficaz y estúpido, por parte del
gobierno de Peña Nieto.
Desde el 2006 México vive en guerra civil. En la lógica de
la guerra, asestar derrotas morales al oponente mediante acciones de guerra
sucia, como en Ayotzinapa, no son la excepción sino la constante. En 15 años ha
habido decenas de masacres, pequeñas y grandes. La guerra sucia es una
estrategia para arreciar el despojo, la represión, el desprecio y la
explotación. Derrocar al gobierno no es algo que se antoje imposible, sin
embargo hace falta aclarar si efectivamente ello es el medio o el fin.
Una de las consignas que constantemente se ha escuchado en
algunas de las 45 marchas que se han realizado para exigir la presentación vida
de los normalistas desaparecidos es aquella de que exige la renuncia de Peña
Nieto. Distintos grupos, algunos ligados a MORENA, comenzaron a difundir que la
solución era la renuncia del presidente. Aunque es una consigna que ha ido
cayendo en desuso, no sabemos exactamente porqué, tal vez porque es expresión
de una especie de golpismo twitero,
es interesante reflexionar sobre dicha posibilidad.
De acuerdo a lo planteado por Calvert el derrocamiento de
Peña, aunque con variantes, sólo podría darse mediante su asesinato (que de
ninguna manera sería lo más deseable aunque es una constante en la historia de
México) o su secuestro, y en el mejor de los casos, que fuese obligado a
dimitir por la fuerza de una insurrección civil o militar. No nos vamos a
detener en especulaciones sobre cuál sería la mejor forma de derrocar al
gobierno. Lo importante en todo caso es prever qué sucedería, y lo que
sucedería, ya lo ha escrito Calvert, es que se pondría en marcha la maquinaria
de sucesión constitucional, lo cual podría resultar radical si el nuevo
gobierno convocara a una asamblea constituyente como hicieron Evo Morales y
Hugo Chávez, lo que de ninguna manera creemos que harían AMLO, Cárdenas, Ebrard
o cualquier otro líder de la podrida, corrupta y clientelar izquierda
institucional, y posiblemente ni siquiera los ultras que siguen soñando con
imponer la dictadura del proletariado.
En comunicado del 16 de diciembre pasado el Subcomandante Moisés
-aunque nos queda claro que el Sub Moisés dicta y el Sub Galeano corrige el
estilo- propuso seis actos de la renuncia de Peña Nieto. Lo reproducimos para
argumentar la falsa salida que la renuncia del presidente significaría, al
menos para el movimiento social anticapitalista:
1.- [El PRD] un partido en
crisis terminal. Cárdenas renuncia al partido: “seguiré como un ciudadano más”, declara.
2.- Ante la crisis de la
política partidaria, empieza a ser alentada la “opción ciudadana”. En la prensa y círculos progres se empieza a
hablar del surgimiento del “Cardenismo
social”.
3.- Crece el movimiento y
se emplaza a todos a la unidad incondicional en torno al “ciudadano” Cárdenas.
4.- López Obrador se niega
5.- Nuevo fraude electoral.
Una gran concentración en el zócalo capitalino. Entre los manifestantes se
pueden apreciar algunas cartulinas que reproducen las últimas caricaturas de
los moneros progres: “Los de Ayotzinapa son un invento de
Salinas” es el común denominador. En su turno en el templete, Elena
Poniatowska menciona a López Obrador. Gran abucheo y silbidos de las masas. Al
otro día Elena aclara que mencionó a López Obrador sin malicia y que, en lo
personal, le tiene gran aprecio.
6.- Después del plantón de rigor, Cárdenas anuncia que hay que seguir en la lucha… creando un nuevo partido para contender en las próximas elecciones. No, si gana, ya no irían Epigmenio Ibarra a comunicación social, ni el tonto del desfiladero a vocero presidencial. ¿O sí? Gulp.
6.- Después del plantón de rigor, Cárdenas anuncia que hay que seguir en la lucha… creando un nuevo partido para contender en las próximas elecciones. No, si gana, ya no irían Epigmenio Ibarra a comunicación social, ni el tonto del desfiladero a vocero presidencial. ¿O sí? Gulp.
Desde la Convención de agosto de 1994 el EZLN le retiró su
confianza al PRD. Sin embargo mantuvo su respeto y confianza en Cárdenas por
más tiempo, tan es así que en la 3ª Declaración
de la Selva Lacandona (1996) lo llamó a encabezar un Movimiento de
Liberación Nacional, evocando aquel que había encabezado el Gral. Lázaro
Cárdenas, veinte o treinta años antes. Al declinar Cárdenas la invitación a
dirigir el MLN, el movimiento ni siquiera se conformó. Apostar a Cárdenas ha
sido sin duda uno de los grandes errores del EZLN, un error que no se perdonan
a sí mismos pues no pierden la oportunidad de burlarse del “ciudadano” Cárdenas. Y es que quién no recuerda ese memorable mitin
en el zócalo después de las elecciones de 1988 cuando todos gritábamos a
Cárdenas que llamara a la revuelta y no lo hizo; quién no recuerda la
frustración sentida tras el fraude de 1994 y el llamado de Cárdenas a aceptar
la derrota y a esperar otros seis años. Ni siquiera pensar en López Obrador
como opción para encabezar un gobierno de transición. Es un pendejo, nos
comenta gente de Guerrero, está poniendo a puro corrupto en las dirigencias de
MORENA y no escucha las advertencias. Eso le pasó con el presidente de Iguala,
con el presidente de Acapulco y con el destapado que MORENA pensaba nombrar
como candidato para las próximas elecciones en Guerrero, todos una bola de
corruptos, delincuentes y narcotraficantes. Una vez que Peña hubiese caído y la
maquinaria de sucesión constitucional se hubiese activado, sería iluso pensar
que la oligarquía va permitir -al menos no si no se tiene la MFN basada en
alianzas políticas incluso con la derecha nacionalista, ahí está el caso de
Syriza en Grecia- un gobierno de transición de tendencias radicales o incluso
medianamente moderadas, sin hacer uso del aparato militar.
Dado lo anterior y a menos que a alguien se le ocurra una
estrategia innovadora, fuera de toda experiencia histórica anterior -lo que
ciertamente no es imposible, ahí está la experiencia zapatista-, la opción que
tenemos es nuevamente intentar una insurrección desde las periferias hacia los
centros nodales del poder para derrocar al gobierno y desde el centro hacia las
periferias para romper el cerco militar, así como la organización de una nueva
Convención Revolucionaria, para así garantizar la ruptura con el sistema
político actual. Analicemos esta posibilidad.
La acumulación de descontento como síntoma de la profunda
descomposición del régimen y de la crisis económica y social que vive México
desde hace varios sexenios no había tomado cauce tan multitudinario y tan
rabioso como en las protestas por la desaparición forzada de los 43 normalistas.
La manifestación de ese descontento, indignación y rabia ha requerido
profundizar el proceso de organización social. Se equivoca Guillermo Valdés, ex director del CISEN, al pensar -si es que
piensa- que la sociedad no se organiza y no propone, y que el reclamo de las
movilizaciones ha sido un llamado para que se haga valer el estado de derecho.
Desde que Salinas instauró la política del “ni
los veo ni los oigo”, la oligarquía en el poder sigue ignorando y
despreciando cualquier propuesta en pos del cambio social que se realice de
manera auto organizada y fuera del marco del estado. Más aun, lo que se niegan
a escuchar es que hay millones de mexicanos que demandamos fin de los derechos
del estado (y no más estado derecho -bien dicen que el sordo no oye pero
compone). Es cierto que hace falta dar saltos cualitativos en la auto
organización social, a nivel político, económico y cultural, pero ello sólo
será posible conforme la insurrección avance y no antes puesto que las cadenas
del conformismo, la rutina, la explotación y la manipulación ideológica son muy
fuertes. No obstante, y a luces vistas, es claro que el movimiento social en
general, ha entrado en una importante etapa de acumulación de fuerzas.
Una de las premisas que Calvert menciona, tanto para el
éxito de una revolución provincial como para el éxito de una revolución
metropolitana, es que la participación sea masiva, o mejor dicho, multitudinaria.
Hay una cuestión estratégica sobre la que hay que ponerse de acuerdo. Así como
muchos nos negamos a ser carne de cañón, también nos negamos a ser borregos. Si
en los doce días que duró la guerra de 1994 nadie se levantó fue precisamente
porque nadie nos convocó. Entendemos que la sorpresa es importante, pero en
buena parte creemos que habría que recurrir a viejas prácticas revolucionarias
en México, es decir, convocar a la insurrección a partir de tal día de tal año,
sólo así podrá existir un mínimo de coordinación, de conciencia y de
preparación, tanto por parte de la población como por parte de nuestras fuerzas
civiles y militares. Es cierto que el estado quedará advertido de nuestros
planes, pero es ahí donde nuevamente necesitaremos de los buenos oficios
discursivos de los intelectuales orgánicos del movimiento para entrar al juego
del poder, desenmascararlo, afrentarlo, demoler sus bases ideológicas, atraer
simpatías de la población, combatir las campañas de miedo, etc.
Otro de los componentes que Calvert identifica como
constante en las revoluciones es el de la existencia de un programa de lucha.
El EZLN tiene un programa inicial que dio a conocer públicamente en su
Declaración de Guerra, posteriormente en el marco de la conformación de la CND,
el EZLN buscó construir nuevamente un programa de lucha con las organizaciones
e individuos que se sumaron a la CND, sin embargo ese esfuerzo no fructificó.
En 2006, uno de los propósitos del recorrido de la Otra Campaña era
precisamente construir desde abajo un programa de lucha. Este esfuerzo fracasó
en esa intención por la represión vivida en Atenco en mayo que pretendió arteramente
abortar la insurrección civil y pacífica que nos propusimos como parte de la 6ª Declaración de la Selva
Lacandona. Para
convocar a una insurrección necesitamos un programa de lucha.
En palabras del EZLN un programa de lucha “debe contener tanto la lucha por las
reivindicaciones materiales y sociales más sentidas como las reivindicaciones
políticas que en esta tierra mexicana el grupo en el poder escamotea, mediante
la imposición, la represión y el engaño, a la mayoría de la población”.
¿De dónde va salir ese programa? La respuesta tal vez la podremos encontrar si
se convoca nuevamente a una Convención Revolucionaria, tomando como base la 6ª Declaración
de la Selva Lacandona, evitando así que puedan colarse a ella organizaciones corruptas
y contrarrevolucionarias -como las que se colaron a la CND, pero sobre todo
recuperando las experiencias de las luchas recientes. Sin duda alguna, este es
el peligro más grande, que a muchos nos ocasiona desconfianza, en esfuerzos
organizativos como del Constituyente
Ciudadano que distintas personalidades y organizaciones están impulsando.
Hace falta que aclaren el proyecto, sólo así habrá posibilidad de que se tome
como un esfuerzo serio, revolucionario y anticapitalista. Escribir una
constitución es fácil, tener el poder del estado para implementarla es lo
difícil, no nos engañemos.
Vayamos a un último punto, por demás importante. Calvert
afirma que aunque indudablemente las fuerzas militares del estado (ejército,
marina, fuerza área, policía federal, gendarmería, policías locales, policías
de investigación) tienen una fuerza significativa y en muchos casos decisiva,
también es cierto que tendemos a sobredimensionar el papel de las mismas lo que
conduce al inmovilismo a amplios sectores sociales que podrían organizarse para
derrocar al gobierno. En este sentido, Calvert asegura que en la mayoría de
casos “la revolución sólo es
posible cuando el ejército se ha puesto en contra del régimen
prerrevolucionario; y la revolución resulta imposible si dicho organismo se
opone resueltamente al cambio”. Es una aseveración que hay que
valorar adecuadamente. Si en el siglo XIX no hubo paz en México fue
precisamente por las constantes asonadas que jefes militares realizaron por
todo el territorio nacional. Porfirio Díaz, el gran dictador liberal llegó al
poder en su calidad de jefe militar mediante golpes al gobierno instituido.
Aunque en apariencia el aparato militar del estado es un
bloque monolítico eso es falso toda vez que se encuentra marcado por diferencias
de clase y de grupo, lo que da lugar a distintas identidades al interior del
propio aparato. No es lo mismo un soldado raso que un soldado de fuerza de
élite o que un soldado de la marina o que un simple policía municipal, aunque
todos tengan uniforme, todos porten armas y todos hayan pasado por un “lavado de cerebro”. Los más importantes
generales y militares de la guerra sucia desde los 70’s a
la actualidad también han sido los más importantes criminales narcotraficantes
en la historia de México. El proletariado militar padece las mismas precarias
condiciones de vida que el proletariado industrial o campesino, e incluso es
posible que peor puesto que se encuentra sujeto a un régimen de constante
control, despersonalización y manipulación ideológica. En días recientes hemos
visto verdaderas cátedras de ideologización por parte de los secretarios de la
marina y del ejército a sus subordinados, que suponemos no son la excepción sino
la regla en los cuarteles, cátedras en las que intentan explicar lo que sucede
en México así como la importancia de que se mantengan leales al gobierno. Pero
la cátedra que más nos ha llamado la atención es la que impartió el secretario
de gobernación el pasado 24 de diciembre
en la entrega de estímulos, ascensos, diplomas y distintivos a 5,230 elementos
de la policía federal. En ella Osorio Chong intentó convencer a los policías
galardonados de que las violentas manifestaciones de los últimos meses se
debían a que las reformas estructurales habían afectado intereses -sin
espeficar cuáles y de quienes- y que Peña Nieto era un presidente que no se
había conformado con que “las cosas
siguieran igual”, un verdadero salvador de la patria. La verborrea del
secretario de gobernación y de los secretarios del ejército y la marina son
indicio de que al interior de aparato militar hay fuerzas disidentes, y que
pretenden neutralizarlas.
Nos queda claro que el aparato militar no se mantendrá
neutro ante una posible insurrección, por más civil, pacífica y multitudinaria
que esta se produzca. Debemos por ello realizar un trabajo de concientización
entre el proletariado militar. Los policías y militares temen tanto como los
obreros perder su trabajo, pero ello no quiere decir que no sean conscientes de
la corrupción de sus mandos, ni de las condiciones de miseria que se viven por
todo el país, y que son las que motivan que ellos mismos, como parte de un
culto al Dios Capital, se vean
involucrados en el narcotráfico y la delincuencia organizada. Y sabemos que son
conscientes porque así lo reflejan los comentarios que los “pixeles” ponen, por ejemplo, en sus perfiles de Facebook o en los
comentarios a las noticias de los periódicos. Incluso hemos podido saber que muchos
de ellos reclaman un golpe de estado para acabar con la corrupción y la
impunidad que el régimen actual solapa y promueve, el problema está en que los
mandos superiores no están por ahora abiertamente dispuestos a ello (como fue
el caso de Hugo Chávez). Sin embargo es posible, como lo narran muchos casos en
la historia, que los mandos medios en un momento determinado verdaderamente
tengan las agallas para estar al lado del pueblo trabajador.
Antes de que la guerra de 2006 viniera a trastornar el país,
en una ocasión viajando de aventón hacia una reunión en algún estado del sur de
país, llevando con nosotros propaganda de movimientos sociales fuimos retenidos
en un puesto de control militar. Con dureza fuimos obligados a sacar todas
nuestras pertenencias. Obviamente encontraron la propaganda. Luego de
cuestionarnos sobre a dónde íbamos y que haríamos, hicieron que guardáramos
nuevamente nuestras cosas. Inmediatamente después el mando a cargo, que fue
quien realizó las preguntas, nos invitó a sentarnos, nos dio un refresco y nos animó
a que tuviéramos precaución al caminar por la carretera. Vaya sorpresa. Indicio
de que efectivamente el ejército y las fuerzas militares no son un bloque
monolítico, pero sobre todo de que es factible que unidades del ejército actúen
resueltamente a favor de una revolución política a lado de los demás
trabajadores, sobre todo, como afirma Calvert, si estos se vuelcan
multitudinariamente a las calles. No por ello estamos llamando en confiar en
ellos -de ninguna manera, más aun, sobre todo hay que cuidarse de los lumpen-policías,
aquellos que se venden y te matan por cualquier migaja o por cualquier “piedra”; en todo caso estamos llamando
a realizar y continuar el sigiloso trabajo de concientización que se ha venido
realizando entre las filas del aparato militar del estado mexicano.
Si lo pensamos bien, siguiendo a Calvert, opciones para una
impulsar una revolución política no hay muchas. El derrocamiento del gobierno
en turno sólo es un medio y no el fin. La violencia sub-revolucionaria que se
ha hecho presente en las manifestaciones por la desaparición de los 43 de Ayotzinapa
es indicio de la falta de una discusión teórica sobre lo que queremos, cómo lo
vamos a lograr y quiénes lo vamos impulsar. Pese a lo que piensan muchos, incluido
el EZLN, la violencia sub-revolucionaria permanente (pj la de los anarquistas
que no buscan derrocar al gobierno sino aumentar la conflictividad social), es
necesaria, tanto para seguir demostrando nuestro hartazgo e indignación contra
el sistema capitalista, como para mantener prendida la llama de la revuelta,
cuestión muy importante en año electoral, pero sobre todo para seguir
sobreviviendo el día a día de este sistema de explotación y de muerte. Habrá
quienes se echan un pedo frente a su patrón, otros preferirán prenderle candela
a ese mismo patrón. Los caminos de la resistencia, ya lo dijo James Scott, son
muchos y muy variados. Los zapatistas incluso han abierto escuelas para
compartir sus conocimientos con otros movimientos y con otros colectivos e
individuos. La resistencia es la base del cambio social y es en sí una toma de
poder puesto que precisa de una empoderamiento -y de una insurrección.
Una revolución política anticapitalista en México es una
tarea pendiente. Es importante reflexionar y actuar consecuentemente. Ser
pueblo, hacer pueblo y estar con el pueblo. Es importante también seguir
trabajando cotidianamente por el cambio social. Ese menos que ninguno vendrá de
arriba aun cuando podamos concretar una revolución política anticapitalista, en
eso sí que coincidimos totalmente con los compañeros zapatistas quienes de
manera magistral nos han enseñado que el cambio social anticapitalista sólo
será posible desde abajo y a la izquierda, con la participación de todxs,
porque si de algo estamos seguros es que la verdad, la justicia y la libertad
no serán regalo de nadie, sino que son derechos que tienen que conquistarse y
defenderse.
Los compañeros zapatistas han declarado que en los próximos
días harán de conocimiento público textos teóricos, llenos de pensamiento
crítico, para analizar la realidad y la situación a la que nos enfrentamos hoy
día. Sirva este texto para el diálogo y el debate.
A 21 años de la guerra contra el olvido. ¡Ni un paso
atrás!
Presentación con vida de los desaparecidos
Libertad para todxs los presxs políticxs
Presentación con vida de los desaparecidos
Libertad para todxs los presxs políticxs
1 de Enero 201
Bibliografía
El libro de Calvert al que nos hemos
referido aquí da para muchas reflexiones. Aquí sólo hemos apuntado algunas.
Recomendamos ampliamente su lectura:
Calvert, Peter. Análisis de la Revolución. México,
Fondo de Cultura Económica, 197
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