13 abril, 2015
Agencia SubVersiones
Este es el primer texto de la
serie «Un genocidio silenciado, historias
del territorio Guaraní-Kaiowá» en Mato Grosso do Sul, Brasil; que se
publica de manera simultánea en el sitio del Centro de Medios Independientes
Guatemala, Agencia SubVersiones (México) y Radikal Portal (Noruega). Al menos
que se estipule otra autoría, las fotos, videos y textos fueron realizados por
Ingrid F. y Susana Norman.
Un genocidio silenciado:
historias del territorio Guarani-Kaiowá (parte 1)
Publicado el 12/04/2015
«Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata» es la
última frase del poema Los Nadies
(1989), de Eduardo Galeano; que habla de los pueblos originarios del mundo, los
«que no hablan idiomas sino dialectos»,
«que no son seres humanos sino recursos
humanos». El gigante Brasil, en el sur del continente latinoamericano, ha
tenido un crecimiento económico aplaudido al nivel internacional durante los
últimos años. La expansión del capital en el país busca cada vez nuevas fuentes
para satisfacer su sed por más y más y todavía más: más lucro, más tierra, más
extracción de recursos naturales. Esta serie de artículos tiene como objetivo
visibilizar a los «nadies» dentro de
la maquinaria económica brasileña y las luchas de los pueblos originarios, en
particular a través de las historias de los Guaraní-Kaiowá. Hoy los pueblos
están enfrentando un Congreso Nacional del Brasil que, después de las
elecciones del año pasado, es todavía más controlado por la burguesía. El
primer paso del nuevo congreso es tratar de modificar la constitución para
abrir nuevas brechas para el capital, pero entre los intereses económicos y los
recursos naturales, hay pueblos. Pueblos a los que el Estado intentó silenciar
para exterminarlos para siempre. En Brasil nunca cesó el genocidio silencioso.
–Y los pueblos nunca desistieron de luchar.
Capítulo 1: PEC 215. La guerra
con plumón
En Brasil, los pueblos indígenas se están preparando para enfrentar a la
cuna del poder político en Brasilia. El 13 de abril empieza «Abril rojo», una
lucha frontal contra el intento de modificar la constitución y quitar sus
derechos a los pueblos indígenas.
Con la Propuesta de Enmienda Constitucional (PEC) 215,
que posiblemente será votada en el Congreso Nacional en Brasilia, los pueblos
indígenas en Brasil sufren el mayor ataque a sus derechos y sobrevivencia desde
la promulgación de la constitución en 1988. La constitución fue escrita
saliendo de la dictadura militar, que comenzó con el golpe de Estado de 1964.
En los próximos días, una comisión especial del congreso va a retomar la
propuesta de modificación de la misma causando de nuevo protestas fuertes de
los pueblos indígenas.
—Este
ataque violento a los derechos indígenas establecidos en la ley muestra la
articulación de las fuerzas políticas y los intereses económicos —afirma la
Articulación de los Pueblos Indígenas en Brasil (APIB).
—Hoy no
sólo nos atacan con violencia física sino con su control político y el plumón
—nos dice el hijo del Cacique Kaiowá Bonifacio.
Según el artículo 231 de la Constitución Federal: «Se reconoce a los indios su organización social, costumbres, lenguas,
creencias y tradiciones, y los derechos sobre las tierras que tradicionalmente
ocupan, correspondiendo a la Unión demarcarlas, proteger y garantizar el
respeto de toda su propiedad». El segundo párrafo de este artículo
garantiza a los pueblos originarios el «uso
exclusivo de las riquezas del suelo, ríos y lagos existentes en el mismo».
Y el sexto párrafo dice: «Las tierras que se hace referencia en este artículo
son inalienables e inasequible y los derechos sobre ellas imprescriptibles».
Este criterio, sin embargo, no lo comparten las grandes empresas
agroindustriales, mineras y energéticas, ni los congresistas vinculados a estos
sectores, tampoco del gobierno federal. Según Janete Capiberibe —integrante del
frente Parlamentario en apoyo a los Pueblos Indígenas en Reporter Brasil— en el
país existe la intención de quintuplicar la producción de minerales y expandir
la agroindustria en los próximos años. La mayoría del territorio indígena en
Brasil se encuentra en la Amazonía, en más del 50% de dicho territorio, mismo
que enfrenta fuertes intereses de las empresas mineras.
¿Qué es la PEC 215?
La Propuesta de Enmienda a la Constitución 215, creada en el 2000,
propone transferir del Ejecutivo al Congreso Nacional la prerrogativa exclusiva
para aprobar la demarcación de las tierras indígenas y ratificar las
demarcaciones ya aprobadas.
El 16 de abril del 2013, los pueblos indígenas de
Brasil se organizaron para manifestarse frente a la cámara de diputados en
Brasilia e impedir a los partidos políticos nombrar los representantes para la
comisión especial que analizaría la PEC 215. Hubo tanta presión que el
presidente de la cámara, el diputado Henrique Alves –del Partido del Movimiento
Democrático en Brasil (PMDB)– convenció a los líderes partidarios de suspender
los nombramientos. Sin embargo, fue solo una suspensión temporal. Se estableció
de nuevo la comisión para el mes de septiembre del mismo año, con 16 de 21
representantes de la «Bancada ruralista». Fue suspendido de nuevo a pedido del
Partido de los Trabajadores (PT), que todavía no tenía un acuerdo interno sobre
PEC 215 y por lo mismo no tenían elegidos sus representantes para la comisión
especial.
Es importante subrayar aquí el poder histórico del lobby
(cabildeo) de los terratenientes en Brasil, llamado «Bancada Ruralista». Se estima que tienen entre 150 y 200 miembros
en el congreso, siendo casi todos representantes de la antaña oligarquía del país.
En Brasil, el 1% de las personas controlan el 48% de la tierra fértil. La
posibilidad de una reforma agraria siempre ha sido bloqueada por este lobby
odiado por los pequeños campesinos y los pueblos indígenas.
La PEC 215 fue retomada de nuevo el año pasado. El
16 de diciembre, a puertas cerradas, los diputados se concentraron dentro del
parlamento. La policía vigilaba todas las entradas para mantener a los miles de
indígenas que estaban movilizados a distancia. La PEC 215 es polémica, también
dentro del congreso brasileño, y los congresistas sentían presión por realizar
la votación por las reglas de vencimiento de las propuestas de modificaciones
de leyes. Afuera del congreso, los indígenas empezaron a rezar. Este día cayó
una lluvia tan fuerte que cortó la electricidad de la cámara de diputados y la
votación no se pudo realizar. La cancelación fue festejada, sin embargo, el
lobby de los terratenientes exigió retomar la comisión especial. El 17 de marzo
de este año se instaló la comisión nuevamente, con todavía mayor control del
lobby de los terratenientes, y su intención es poner fecha para llevar la
propuesta de la PEC 215 para votación en el congreso.
Dentro del congreso, los opositores a la PEC 215
argumentan que la propuesta de modificación de la ley sería inconstitucional.
Primero, por traspasar al legislativo* una prerrogativa del ejecutivo (lo cual
viola el principio de la separación de los tres poderes); segundo, por violar
los derechos que los pueblos tienen a su territorio (según el artículo 231 de
la constitución de 1988).
Otra preocupación es el Proyecto de la Ley Complementaria (PLP) 227,
que busca permitir actividades de terceros en tierras indígenas. La propuesta
quiere modificar el sexto párrafo del artículo 231 de la constitución que
prohíbe el uso de estos territorios por los no indios, a «excepción de interés público pertinente a la Unión». El problema
es que el PLP 227, en su primer artículo, amplía este concepto: «Ellos son considerados bienes de interés
público significativo de la Unión (…) las
tierras fronterizas, las carreteras federales, áreas perturbadas productivas
que cumplan la función social de la tierra». Por «áreas perturbadas productivas» se refieren a cualquier actividad
llevada a cabo por personas no indígenas.
Ambas modificaciones, el PLP 227 y la PEC 215, son
un caldo de cultivo de los intereses económicos sobre la región. Tanto el
agronegocio como las empresas mineras están babeando ante la posibilidad de
explotar los extensos hallazgos de minerales en la Amazonia.
—Antes, nos mataban solo con fierro duro. Ahora
enfrentamos tanto a los pistoleros como la pluma. La firma de estas leyes acaba
con los pueblos originarios en Brasil, —dice Paulinho en la recuperación de
tierra Pacurity.
—El PLP 227 acaba abriendo las tierras indígenas
ante los sectores extractivistas. Estos sectores están tratando de derrocar a
una versión de lo que está en su interés de ser considerados por el Estado como
«de interés público pertinente de la
Unión», —comenta Cleber Buzatto de Consejo Indigenista Misionario, CIMI, al
Reporter Brasil.
Las modificaciones de la constitución no sólo
acaban con la demarcación sino que son un retroceso en el proceso de las
tierras ya demarcadas. Los pueblos pierden el derecho de usar sus territorios
de acuerdo a sus usos y costumbres si hay «interés público pertinente a la
Unión». Recuerda a las modificaciones del artículo 27 en la Constitución
Mexicana en 1992 durante las negociaciones del Tratado de Libre Comercio entre
Estados Unidos, Canadá y México.
El «milagro»
brasileño
El crecimiento económico de Brasil ha recibido aplausos que resuenan a
nivel internacional. La política de Lula da Silva, del PT (quien entró al poder
en 2003 en una ola de esperanza y lucha de los movimientos y partidos de la
izquierda), fue reconocida por incluir a los pobres a través de políticas y
proyectos asistencialistas –y al mismo tiempo complacer al capital. Se podría
decir que, para los países e instituciones internacionales, la receta Lula se
considera «mágica». Se difundió la
imagen de un pueblo brasileño feliz y unido en camino hacía «el primer mundo». Pero la linda
historia de la política neo-desarrollista tiene rasguños profundos; uno de
ellos, son los pueblos que interfieren en la expansión de la frontera agrícola,
así como de los bancos y empresas transnacionales. Aquí se encuentran los
movimientos de los pequeños campesinos, como el Movimiento de los Trabajadores
Rurales Sin Tierra (MST) y los pueblos indígenas, los Quilombolas y pueblos
tradicionales.
Desde que el PT llegó al poder no ha movido un dedo
para cumplir las promesas de la demarcación de los territorios indígenas. Y
durante el mandato del gobierno de Dilma Rouseff, la Reforma Agraria ha parado
por completo. No caben los «ninguneados»,
los pueblos indígenas, las comunidades Quilombolas o los pequeños campesinos
dentro de la narrativa del crecimiento y de desarrollo del Estado Brasileño.
—Si aprueban
la PEC 215, el poder de la demarcación de los territorios indígenas va a estar
en las manos del agronegocio —comenta la indígena Kaiowá Waldeliso de la
recuperación de tierra «Taquara».
El año pasado se realizaron las elecciones en
Brasil. Aunque el PT ganó la presidencia, el agronegocio ganó el Congreso. Es
la «Bancada ruralista», los
congresistas que representan a los grandes empresarios del agronegocio, que
tiene mayoría. La presidenta Rouseff será recordada por haber privilegiado el
crecimiento económico a través de una agricultura agresiva, a costa de los
pueblos indígenas, quilombolas, el pequeño campesino y el medio ambiente. La
gota que derramó el vaso fue cuando recientemente nombró a la empresaria Katya
Abreu como Ministra de Agricultura. Si alguien todavía mantenía la ilusión del
PT como un partido a favor de la reforma agraria y democratización de la
tierra, dicha fantasía se rompió por completo con ese nombramiento.
Kátia Abreu tiene varios apodos, entre ellos «reina de la motosierra» y «miss
deforestación». Afirmó el año pasado que Brasil tiene el potencial de
obtener mayor producción agrícola que los Estados Unidos. Entre sus «deseos
políticos» está la expansión de la infraestructura dentro de la Amazonia,
incrementar el poder del Congreso en la demarcación de los territorios
indígenas e intensificar el dominio de los monocultivos en la agricultura.
Abreu es la cara del capitalismo salvaje de la Bancada ruralista. Pero la lucha
y la organización en contra de la expansión del capital esta muy presente.
—Puedes contarle a quien
quiera escuchar —dice la matriarca de la recuperación de la tierra Taquara, una
compañera con muchos años de experiencia en la resistencia: desde que nació, y
todavía está viva. Una prueba de la capacidad de sobrevivencia y ardiente
lucha.
—De aquí no me va a sacar
nadie. Aquí es mi tierra y aquí voy a morir. Esto lo puedes contar a quien
quiera escuchar. ¿Escuchas? ¡Aquí hay una matriarca que no se va a mover nunca!
—continúa.
Tekoha
La matriarca estaba en el frente cuando su pueblo decidió recuperar su
tierra Taquara de nuevo en 2012. Desde que las familias Guarani’Kaiowa fueron
desalojados violentamente en 1953 han regresado para retomar su tierra muchas
veces. Cada recuperación ha sido seguida por un desalojo violento. Han perdido
a muchos familiares, todas sus casas tradicionales. Sus ongusus (casas
grandes) fueron quemados. Las mujeres recibieron «un mal trato».
Taquara es uno de varios territorios indígenas
Guaraní-Kaiowá en el estado de Mato Grosso do Sul. Su historia de despojos,
violencia, violaciones, asesinatos, robos, quemas de casas tradicionales e
intentos de asimilación es contada por todos los pueblos.
Estamos en el centro-sur de Brasil, en la
colindancia con Bolivia y Paraguay y los estados de Mato Grosso, Goiás, Minas
Gerais, Paraná y São Paulo. En este estado se encuentra el grupo indígena más
grande del país. La población Guaraní-Kaiowá llega a unas 45 mil personas;
quienes viven en pequeñas «islas» de
tierra que no alcanzan a ser más de 42 mil hectáreas. En 2008, se llegó a decir
que un tercio del estado se convertiría en tierra indígena, lo que sembró
pánico en la población pro-agronegocio. Contrariamente al alarmismo de algunos
terratenientes, las tierras reclamadas en el estado, de acuerdo con las
evaluaciones preliminares de los antropólogos, no llegan a 1 millón de
hectáreas, es decir, menos de una décima parte de lo que se predica en el
momento.
Los pueblos indígenas son hostigados por los
terratenientes, son rodeados de pastos y plantaciones de soya y caña de azúcar,
sin tierra, y con un nivel altísimo de violencia. Del bosque original no queda
más del 2% y la difícil lucha por sobrevivir no se puede describir en palabras.
—Esta es mi Tekoha (mi
tierra) —cuenta el cacique Bonifacio en
la recuperación de tierra Pacurity. Nos recibe con calma y precaución. La
mayoría de las personas que paran en la autopista, a unos pocos metros de la
carpa de las familias en Pacurity, no vienen con buenas intenciones.
Bonifacio habla con una voz bajita, en la sombra
del techo hecho de paja. Tomamos tereré, la hierba típica de la región,
mientras platicamos. Nos cuenta parte de su historia, no toda, porque es muy
larga. Hay que hacer más visitas. Bonifacio ha llegado a su tierra, está en su
Tekoha y de aquí no se va a mover. A unos días de la primera visita llegó el
aviso de que la orden de la mal llamada «reintegración
de posesión», que quiere decir desalojo violento, fue cancelada. Bonifacio está
acostumbrado a una vida con precauciones y lucha. Del futuro lo único
garantizado es eso, la lucha.
El genocidio contra los pueblos indígenas empezó
con la colonización y ha sido sistemático y planeado por el estado brasileño
desde los principios de la década de 1910, cuando el Estado, a través del
Servicio de Protección al Indígena (SPI) —hoy Fundación Nacional del Indígena
(FUNAI)— creó las primeras reservas.
—Fuimos literalmente tirados a
las reservas. Nos arrancaron de nuestras tierras, nuestra Tekoha, y nos
llevaron a las reservas, mezclando grupos y familias sin importarse de nuestro
tejido social y organización. Pero no arrancaron nuestras raíces, estas se
quedaron en nuestra Tekoha. Desde el primer día que nos forzaron a salir hemos
estado regresando. Nunca dejamos de regresar a nuestra tierra. De día nos
llevaban en carros, y de noche regresábamos caminando.
Esta historia se cuenta en varias recuperaciones de
tierra en el estado, esta vez, del rezador y cacique en la comunidad indígena
Panambizinho. Una de las muy pocas tierras demarcadas el estado de Mato Grosso
do Sul. Durante la época de la fundación de las reservas, los pueblos indígenas
fueron forzados a salir, muchos regresaron; algunos fueron presionados para
buscar refugio en las orillas de las autopistas; otros más, fueron expulsados a
Paraguay, y al regresar son acusados de ser «extranjeros»
e «invasores». El proceso de
genocidio en el estado tiene que ser recapitulado a través de múltiples
narraciones. Las cifras y las estadísticas dicen mucho pero no todo. Duele
conocer las infinitas historias de un pueblo a quien nadie escucha. Son
invisibles. Son los nadies.
Una de las reservas, Jaguapirú, es de 3 mil
quinientas hectáreas y tiene una población de 14 mil personas.
—Somos
una favela de indígenas en la periferia de la ciudad Dourados —dice el
cacique Catalino, habitante de Jaguapirú y también de la recuperación de
Boquerão.
—Nunca nos dieron la tierra
que nos pertenece y hoy están vendiendo, con documentos falsos, la tierra que
es nuestra.
Saliendo de la recuperación, a menos que un
kilómetro, pasamos la construcción de una cervecería alemana construida sobre
la tierra de Boquerão. La Tekoha de Catalino.
La historias Guaraní-Kaiowá merecen ser conocidas.
Es necesario que nos cuenten y es fundamental que escuchemos, que la lucha se
convierta en nuestra.
Esta semana, del 13 al 17 de abril, van a llevar
sus rezos, cantos, gritos y fuerza de lucha a la cuna del poder político en
Brasil. Van a acampar en Brasilia y a realizar acciones frente del congreso. Se
está haciendo el llamado nacional e internacional para apoyar el campamento «Tierra Libre», con la intención de
parar y enterrar la PEC 215 para siempre.
Vamos a ir publicando las historias contadas por
los Guaraní-Kaiowá.
—Mi
historia no es bonita, pero es mi historia y te la voy a contar. —La matriarca
de Taquara.
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