Por Ida
Garberi
(columnista de Cubainformación)
Publicado por Kaos en la red
21 abril, 2015
“No
tendré miedo. El miedo mata la mente. El miedo es la pequeña muerte que conduce
a la destrucción total. Afrontaré mi miedo. Dejaré que pase por mí y a través
de mí; y cuando gire mi ojo interior para escrutar su camino, estaré solo yo.
Mi miedo habrá desaparecido”.
De la película Dune
En septiembre de 2014, México nos estremeció una vez más con su
violencia sin piedad, cínica, que ha constituido un poderoso mecanismo de
reordenamiento social, cuando nos enteramos del asesinato de los estudiantes
normalistas rurales en la ciudad de Iguala, Guerrero.
Personalmente, me sentí indignada como nunca ante al dolor de las
familias y concuerdo con David Barrios, estudiante mexicano, que la noche de
Iguala es un punto de ruptura o no retorno.
Logré conocer a David en el 11° Taller Internacional sobre Paradigmas
Emancipatorios que se desarrolló en La Habana desde el 13 hasta el 16 de enero
de 2015 y tuve el gran placer de compartir con él y entrevistarlo.
“Me llamo David
Barrios Rodríguez, soy estudiante del Doctorado en los Estudios
Latinoamericanos de la UNAM y también soy parte del Observatorio
Latinoamericano de Geopolítica, que también radica en la UNAM, en el Instituto
de Investigaciones Económicas”.
Quiero hablar con David del tema de la intimidación en México porque
siempre fue el punto central de su investigación, abordando temas sobre
seguridad, militarización y los efectos sociales de las violencias y los miedos
en su país.
David publicó su tesis de maestría “Las ciudades imposibles” donde
trata la violencia, miedos y forma de militarización en urbes latinoamericanas,
Medellín y Ciudad Juárez.
“Desde el 2006, y cada día es peor, mi país
ingresó en una especie de vorágine de destrucción, el gobierno de Felipe
Calderón (2006-2012) implicó la militarización de la seguridad pública a través
de la creación de un renovado tipo de enemigo interno: el narcotráfico. Tuve la
posibilidad de trabajar bastante el caso específico de Ciudad Juárez, que es un
lugar que nos permite entender mucho lo que ocurre en el país, porque fue una
ciudad laboratorio de políticas que se ensayaron en este lugar y que luego se
ampliaron a otros lugares de México y de la región. Ciudad Juárez es la
principal frontera de México con EE.UU., donde más mercancías, legales e
ilegales circulan, está en la ruta del contrabando para llegar a EE.UU. y desde
los años 80-90 se implantó también en la ciudad el modelo productivo
maquilador, que abarató los costos de la producción, con los peores salarios de
los trabajadores en el mercado, hasta competitivo con el sudeste asiático”.
“Ciudad Juárez también es un laboratorio por los
casos de feminicidio, que empiezan a aumentar en forma preocupante desde los
años 90; feminicidio aquí significa desaparición, violación, mutilación,
asesinado y entierro principalmente en el desierto de la ciudad. Para
justificar este horror empiezan a difamar las mujeres desaparecidas con frases
clásicas como ‘en algo andaba’, ‘se fugó con el novio’, ‘tenía una doble vida’,
dejando miles de casos en la total impunidad. Este principio se traslada
después en todo el país y se generaliza en la guerra contra el narcotráfico,
donde desaparecen miles de personas, hombres y mujeres, que además vienen
estigmatizadas a nivel social”.
“En el caso de Ciudad Juárez, una ciudad
relativamente pequeña, de 1,5 millón de habitantes, desde el 2006 hasta el 2012
hubo 100.000 personas asesinadas y 200.000 ciudadanos desplazados: este lugar
de terror así se ganó el nombre del epicentro del dolor o de las barbaries,
pero que estamos viviendo en todo México”.
“Un símbolo de la lucha de las madres de estas
muchachas desaparecidas fue Maricela Escobedo, que conocí en un foro contra la
militarización: ella tuvo que investigar sola la muerte de la hija, descubrió
que fue la misma pareja de la muchacha, el hombre confesó pero lo liberaron,
entonces Maricela siguió protestando por la impunidad. Parece que sus protestas
molestaron y ella fue asesinada con un balazo en la cabeza enfrente al palacio
de gobierno de Chihuahua en el diciembre de 2010. Todo eso no es un cuento,
existe un video que lo demuestra. Ella es un paradigma para muchas madres de
origen humilde que siguen buscando a sus hijas, porque es importante dejar
claro que la problemática de la desapariciones CONTINÚA”.
“Por la visibilidad de la barbarie a nivel
nacional e internacional, en Ciudad Juárez se crearon fiscalías especiales por
los delitos contra las mujeres y cuando entré en contacto con las madres de las
víctimas, ellas me confesaron que en estas instituciones tienen guardados
restos (un pedazo de cráneo, de fémur o de cadera nada más) de decenas de
chicas y el estado no entrega los resultados de ADN. Entonces, en lugar de
obtener justicia, las madres se sienten burladas de forma macabra y cínica,
hasta las privan de lo que queda de sus hijas. Esta inseguridad, esta
incertidumbre es una forma más de violencia que el estado está ejerciendo sobre
estas ciudadanas humildes, porque hay que aclarar que en las victimas sí
existen patrones de clase social”.
“Las madres han hecho muchas protestas, quizás
la más significativa fue una marcha de Ciudad Juárez hasta Chihuahua, de más o
menos 2,000 kilómetros, en invierno, bajo cero grados…, pero todo eso no fue
suficiente para crear conciencia en el estado, siguen muriendo mujeres y sigue
la total impunidad”.
Recuerdo a David diciendo que no solo no hay conciencia en el estado sino
ninguna vergüenza cuando recientemente el presidente Peña Nieto tuvo el coraje
de declarar que desde el inicio de su mandado los feminicidios en Ciudad Juárez
se redujeron en un 80%.
David me agrega que el presidente nunca tiene espacio en su agenda para
recibir a las madres de las víctimas y si ellas se acercan demasiado a su
lujosa residencia la policía está encargada de agredirlas y golpearlas.
“El problema del feminicidio persigue Peña Nieto
desde hace años, porque hay que recordar que Ciudad Juárez es el caso más
famoso de desapariciones de mujeres pero es el estado de México, desde cuando
gobernó Peña Nieto, que mantiene el record más alto en el país de feminicidio”.
“Todo eso que te conté de Ciudad Juárez es para
demostrar que allí empezaron a aplicar el concepto del miedo, de la
incertidumbre con las desapariciones. El caso de los 43 desaparecidos de
Iguala, en el estado de Guerrero, es la misma forma de administrar el dolor, es
una forma de castigo para los familiares que siguen luchando por los muchachos,
con componentes muy macabras, como el hecho de decirle que sus hijos fueron
quemados y lanzados en un basurero, cuando sabemos que por ley física es
imposible”.
“El cinismo del estado esta vez llegó a decir en
la cara de los familiares que está cansado de hablar del tema de Ayotzinapa,
que lo superen y ya. Es terrible vivir esta situación, estuve con los padres en
el Festival Mundial de las Resistencias y las Rebeldías (convocado por el EZLN,
que les cedió su lugar) y ellos cuentan
que sueñan con sus hijos, que lleguen a la casa a comer, que los están
torturando, que lo llaman porque tienen hambre y frío: ¡creo que es un dolor
demasiado fuerte!”
Pregunto a David por qué tanta violencia con los estudiantes normalistas
en Guerrero, me parece como una advertencia contra las protestas sociales.
“Efectivamente, el grupo de personas
desaparecidas en Ayotzinapa se trata de estudiantes sí, pero también integrantes
de una federación que aglutina a uno de los sectores más combativos del país,
los estudiantes normalistas de la FECSM (Federación de
Estudiantes Campesinos Socialistas de México). Las Normales Rurales, vienen de un proceso muy largo en que las
autoridades educativas y el propio Estado mexicano se han empeñado en
desaparecerlas. Se trata de jóvenes de comunidades marginadas quienes asumen el
compromiso de estudiar para devolver ese conocimiento a las poblaciones más
alejadas y pobres del país. Actualmente sólo quedan 17 de ellas (llegaron a
ser 29 hasta antes de 1968) y para seguir
existiendo tienen que pelear cada año para mantener mínimas condiciones de
funcionamiento, por lo que se enfrentan también de manera constante a la
violencia del Estado. Cabe recordar que el 12 de diciembre de 2011, dos
estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa fueron asesinados cuando
realizaban un bloqueo en la Autopista del Sol, en Chilpancingo, Guerrero; en
demanda de una audiencia con el ahora, ex gobernador Aguirre Rivero; mientras
que cuatro más resultaron heridos y 24 fueron torturados por la policía. Como
intento para justificar la violencia que de manera recurrente es desplegada
sobre los estudiantes normalistas se ha construido un estigma que habla de sus
acciones ‘violentas’, como la toma de autobuses, la realización de paros de
labores o su valor para enfrentar la represión”.
“Hay una tradición de lucha en esta Normal,
tiene murales con Che Guevara, Marx, Lenin, Subcomandante Marcos (ahora Galeano) y con referentes de la lucha social en
Guerrero, como Genaro Vázquez Rojas y Lucio Cabañas Barrientos, dos comandantes
guerrilleros que fueron también estudiantes de la Normal de Ayotzinapa. Los
normalistas también son muy solidarios, no pelean solo por su estado, son ‘un
mal ejemplo’ porque tienen mucha valentía y se movilizan por muchas luchas
sociales. En efecto, cuando fueron atacados el 26 de septiembre de 2014 los
estudiantes normalistas rurales intentaban realizar actividades de recolección
de recursos; así como obtener medios de transporte para acudir a la
movilización que cada año se realiza el 2 de octubre en memoria de la Masacre
de Tlatelolco de 1968”.
“La masacre de Ayotzinapa fue una prueba más que
cuando el PRI regresó en 2012 al poder ejecutivo, logró llevar adelante un
programa sumamente agresivo de reformas, que es el mismo que inició el PAN en
2006, como un mecanismo de disciplina y represión de la disidencia, pero
también como un dispositivo de legitimación del fraudulento sistema político
nacional”.
“Este proceso que puede ser entendido como la
gestación desde el poder estatal, empresarial y de Estados Unidos de una
situación de guerra, ha permitido el reordenamiento del territorio para
concretar los objetivos de la acumulación capitalista, incorporando fuentes de
ganancia consideradas ilegales”.
“De esta manera, los hechos del 26 de septiembre
nos permiten observar la participación de grupos paramilitares vinculados con
el llamado crimen organizado, que actúan con objetivos abiertamente represivos
sobre la población movilizada, y que la guerra contra el narcotráfico no es
otra cosa que una guerra contra el pueblo mexicano. Y eso es algo con lo que
las personas que habitamos ese territorio llamado México tenemos que vivir
todos los días, con esa indignidad, hasta hoy”.
“Porque con el ejemplo de los compañeros y
familiares de los jóvenes desaparecidos de la Normal de Ayotzinapa, muchas
conciencias se despertaron y el movimiento social ha respondido como no se veía
desde hace décadas. Y reflejados en ellas y ellos, para mucha gente en México,
ya llegó la hora de detener la destrucción en curso”.
David Barrios
Rodríguez, estudiante del Doctorado en Estudios Latinoamericanos de la UNAM y parte
del Observatorio Latinoamericano de Geopolítica, del Instituto de
Investigaciones Económicas de la UNAM
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