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MÉXICO ENCABRONADO: A 9 AÑOS DE LA ASAMBLEA POPULAR DE LOS PUEBLOS DE OAXACA (APPO)

La batalla del 14 de junio: la victoria que hizo nacer a la APPO
Damián G. Camacho Guzmán

Faltaban diez minutos para las cinco de la mañana cuando en Radio Plantón, el Güero Castellanos alertó por el micrófono a los maestros: “Se oyen bombas, son las cinco de la mañana; los granaderos se acercan, están entrando al edificio para reprimirnos, se escucha la explosión de las granadas” (Vélez y Méndez, 2006: 3). Así comenzó la mañana del 14 de junio de 2006 en Oaxaca, con la ofensiva del gobierno de Ulises Ruiz contra la Sección 22 del SNTE, perteneciente a la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), con la finalidad de desalojar el plantón magisterial instalado en el centro histórico de Oaxaca de Juárez, que abarcó el zócalo y 56 calles desde el 22 de mayo de ese año.  

Entre 2 mil y 2 500 elementos de la Unidad de Operaciones Especiales de la Policía Federal Preventiva, de la Unidad Ministerial de Intervención Táctica de la Procuraduría estatal, la Unidad Canina y el Grupo de Operaciones Especiales del Ayuntamiento de Oaxaca de Juárez, la Policía Auxiliar Bancaria, Industrial y Comercial, la Policía Municipal y la Policía Juvenil, irrumpieron con gases lacrimógenos y a su paso arrasaron las casas de campaña, golpearon a maestros y maestras con sus escudos y toletes, avanzaron sobre las calles de Bustamante, Las Casas, Armenta y López, Independencia, Hidalgo y Valdivieso con la intención de desalojar a más de cuarenta mil mentores. Para tal fin se apoyaron con un helicóptero particular desde donde un policía con el rostro cubierto por un pasamontañas arrojaba bombas con la mano. Además, incursionaron en las oficinas de la Sección 22, desde donde transmitía Radio Plantón, y en el Hotel del Magisterio.

Los maestros se reagruparon ante el embate de los granaderos, que usaban gases lacrimógenos y realizaban disparos a los manifestantes. Ante esta acción de confrontación se dio un hecho contundente, la respuesta de vecinos, padres de familia, estudiantes, comerciantes: el pueblo oaxaqueño salió a defender a los maestros, a reforzar sus líneas y llegó incluso a rodear a las fuerzas policiales superándolas en número. Esa respuesta obligó a los uniformados a abandonar la plaza principal y apenas pasadas las nueve de la mañana se consumó la retirada de las fuerzas estatales, generando con ello la primera victoria del movimiento magisterial. En el ataque resultaron heridas 92 personas de ambas partes y diez maestros detenidos; ocho integrantes de las fuerzas de seguridad fueron retenidos por los maestros (Vélez y Méndez, 2006: 3). Ese mismo día, estudiantes de la Universidad Benito Juárez de Oaxaca tomaron Radio Universidad, que desde entonces se convirtió en un símbolo de la resistencia. En las horas inmediatas se realizaron marchas y cierres de carreteras y se tomaron algunas presidencias municipales.

El triunfo en esa batalla permitió acumular fuerza y elevar los objetivos gremiales de la Sección 22, consistentes en la rezonificación salarial, para dar sustento a la demanda central que desde antes ya se había planteado y que para ese momento de fuerza le dio horizonte y dirección al programa multisectorial del naciente movimiento social oaxaqueño, transformando ese día la consigna: “va a caer, va a caer, Ulises va a caer”, en “ya cayó, ya cayó, Ulises ya cayó”.  

Para comprender la victoria popular del 14 de junio es necesario analizar varios factores que se conjugan en un momento social y político, inédito en la historia reciente de Oaxaca. El rechazo generalizado hacia la política del gobernador fue la línea que cruzó a todos los sectores organizados o desorganizados, como grupos o de forma individual dentro del movimiento magisterial, el popular y la sociedad oaxaqueña; por eso, el elemento de unidad más importante fue el hecho de identificar a URO como el enemigo principal. Exigir su renuncia fue la consecuencia obvia de esa unidad organizada, pero la fortaleza de esa unidad implicaba un desafío mayor: tocar al poder, porque de lo contrario no tiene sentido. Es decir, de qué sirve organizarse en forma mayoritaria, alcanzar mucha fuerza y no pretender desestabilizar al sistema político con la caída de un gobernador tirano. Había que intentarlo y en Oaxaca estaban decididos a ello.    

Las razones sociales y políticas para alcanzar ese consenso eran muchas. En lo inmediato, la llegada al poder de Ulises Ruiz en las elecciones de 2004 estuvo marcada por las viejas prácticas del priísmo nacional y oaxaqueño, con compra de votos, desvío de programas públicos para beneficiarlo, amenazas y asesinatos, por eso la diferencia de votos con Gabino Cué, candidato opositor, fue muy pequeña. Se habló de fraude y era evidente que la ilegitimidad de su triunfo estuvo permeando la demanda social. Una vez que asumió el cargo nombró Secretario de Gobierno a Jorge Franco, el Chucky, éste “ordenó de inmediato que fueran reprimidos los grupos que protestaban por el fraude electoral o que se oponían al Gobernador, siendo encarceladas en los primeros 18 meses de su Gobierno más de 600 personas; también durante este período, grupos como la Red Oaxaqueña de Derechos Humanos documentaron que más de 30 personas habían sido asesinadas por motivos políticos o sociales” (Beas, 2007: 31). Además, se caracterizó por imponer a presidentes municipales leales a él, por destituir a los alcaldes opositores mediante el control que ejercía en el Congreso del Estado, y a la represión contra varias comunidades. El vínculo directo de URO con el priísmo nacional lo mantenía con Roberto Madrazo, candidato presidencial en las elecciones federales de 2006, por eso la promesa de aportarle desde Oaxaca un millón de votos, que no pudo cumplir debido a la fuerza del movimiento, lo cual no impidió que desviara millones de pesos de recursos públicos para la campaña presidencial.    

Esto descubrió la cara más burda, caciquil y autoritaria de los gobiernos priistas de Oaxaca, en donde, luego de la alternancia del año 2000, ante la falta de un presidente de la República de filiación priista, los gobernadores de ese partido habían instaurado un sistema autoritario basado en su propia figura, y el presidencialismo fue sustituido por el gobernadurismo autoritario, de acuerdo con la definición acuñada por el investigador oaxaqueño Martínez Velázquez (2009: 331).

Este autoritarismo hegemónico, signo de la crisis del sistema político oaxaqueño en ese periodo, tenía razones de ser, y una de ellas se basaba en la situación económica que prevalece en esa región del país, el hecho del carácter geopolítico para el modelo desarrollista del capital, en la implementación de megaproyectos, que hasta entonces, dada la resistencia de comunidades, pueblos y organizaciones, no se habían podido instrumentar. Por ello, el régimen necesitaba endurecerse y lanzar una ofensiva contra un polo de fuerza popular como el magisterio, para debilitar al bloque social de los oprimidos. 
El 14 de junio, luego de la acción ofensiva de Ulises Ruiz al pretender aplastar al movimiento magisterial, los vecinos, estudiantes, colonos, comerciantes, organizaciones, en sí el pueblo, salió a la calle a combatir, a reforzar las líneas, a levantar la moral de los mentores y a superar en número a las fuerzas de seguridad. El sentido común del pueblo oaxaqueño fue determinar que si derrotaban al magisterio, la fuerza más importante del estado, con más de cuarenta mil maestros movilizados ese día (de un total de setenta mil que integran esa sección sindical), cómo les iba a ir a los sectores dispersos y aislados en una confrontación directa con Ulises Ruiz, cuando su sexenio apenas empezaba. Por eso, en un sentido estratégico, defender a la Sección 22 más allá de las diferencias o simpatías con su dirección, era defenderse a sí mismos.    

Sin embargo, esa espontaneidad masiva no habría tenido el éxito que alcanzó si no se hubieran desatado, desde años o décadas atrás, formas de organización, estructuras comunitarias basadas en sistemas asamblearios de carácter autogestivo, autónomo e independiente, con procesos unitarios de carácter programático o de acción y con un profundo sentido solidario de los de abajo.

A pesar de la represión, del autoritarismo, de encarcelamientos y asesinatos, Oaxaca tiene la ventaja que la organización es parte natural de las comunidades. Eso nos parece que fue fundamental para este proceso, y aparte de eso, nosotros ubicamos tres o cuatro procesos en estos treinta años que dieron cohesión política y fortaleza. Uno es el trabajo realizado por la Sección 22 de treinta años o veinte años para acá, el trabajo de varios profesores y profesoras en comunidades, su movilización en términos de sindicato, la lucha que ganaron, el trabajo político de diversas corrientes que pertenecen al magisterio en varias comunidades; la otra línea es el movimiento indígena tal cual, en Oaxaca es fuerte y me parece que también el trabajo de autonomía, lograr mantener sus sistemas normativos internos en términos de elecciones de sus autoridades, de haber podido sostener ese procedimiento ante el acoso del PRI; el otro es un trabajo de la iglesia católica más vinculada a la Teología de la Liberación, en esos tiempos muchos sacerdotes, religiosas, el obispo, con una clara definición hacia fortalecer a los pueblos indígenas, al sujeto social, a los pobres, la acción preferencial a los pobres, que le llamaban (…); y las organizaciones sociales de izquierda…, más ubicadas en términos de organizaciones sociales, en todo este camino de reivindicaciones de derechos, de cuestiones de gestión, de organizar en términos de defender la tierra, de exigir la clínica, la escuela etc. Estas cuatro grandes vertientes que tienen una serie de ramificaciones al final con sus contextos, me parece que de ahí surgió lo que fue la APPO. Treinta años de lucha, de muertes, de asesinatos, que se ven cristalizados en estos ocho o nueve meses (Marcos Leyva, representante del Espacio Civil ante la APPO, Integrante de la Comisión Única de Negociación y miembro de Educa; entrevista realizada el 18 de febrero de 2011).

De igual manera había un antecedente inmediato de construcción de la unidad de las organizaciones sociales en Oaxaca, debido a la embestida que venía emprendiendo Ulises Ruiz contra los movimientos en el estado, que decidieron organizarse para conformar un esfuerzo unitario, el Foro Estatal Contra la Represión. Sin embargo, desde la época del gobierno autoritario de José Murat se habían construido otros esfuerzos multisectoriales, como la Promotora por la Unidad Nacional en Contra del Neoliberalismo y el Frente de Sindicatos y Organizaciones Democráticas de Oaxaca (FSODO), que sirvieron de plataformas organizativas en torno a la unidad y de construcción de programas generales y planes de acción en el estado.

Previo a la llegada de Ulises Ruiz, fue una etapa que vino a acumular fuerzas. De la llegada de Ulises Ruiz Ortiz en diciembre de 2004 al 14 de junio, fue otra etapa, en ella como que fue la etapa que obligó a reflexionar o condujo al movimiento a la necesidad de pasar de la consigna de “ninguna lucha aislada más”, a concretarlo en una realidad. En eso hay una fecha fundamental que poco se menciona, que es el Foro Estatal Contra la Represión el 25 de abril del 2006, que fue en sí la asamblea de pacto de unidad. Se llamó Foro Estatal Contra la Represión porque diseño el plan de acción unitario que llevó a la marcha unitaria del primero de mayo y del 15 de mayo, y a estallar conjuntamente el paro, o por lo menos instalar un plantón que rebasara la expectativa gremial del magisterio el 22 de mayo (Florentino López Martínez, consejero y vocero de la APPO, militante  del  FPR; entrevista realizada el 16 de febrero de 2011).

En ese contexto fue como apareció el movimiento magisterial de 2006, con la iniciación del ciclo de protestas de mayo, debido a que la movilización del Día del Trabajo y la acostumbrada movilización del Día del Maestro propician en el movimiento magisterial democrático la realización de jornadas de agitación y el planteamiento de demandas gremiales. Las demandas de la Sección 22 de la SNTE no eran nuevas: se retomaba la vieja demanda de rezonificación por vida cara, de zona 2 a zona 3 del tabulador de percepciones de la Secretaría de Educación Pública, a los setenta mil docentes del estado de Oaxaca. Las otras exigencias estaban pensadas para beneficio de los estudiantes y padres de familia: becas, uniformes, zapatos y materiales para alumnos de escasos recursos.

Las formas de presión del magisterio consistieron en la realización de la primera megamarcha el 15 de mayo. Pocos días después adoptaron una postura ofensiva con todo lo que un sindicato puede emprender: instalaron un plantón frente al Palacio de Gobierno y se posicionaron de 56 calles del centro de Oaxaca de Juárez; con ello iniciaron una huelga indefinida que provocó la suspensión de labores en once mil planteles educativos, dejando sin clases a un millón 300 mil alumnos.  

Por su parte, Ulises Ruiz les respondió con actitud soberbia, por lo que el movimiento rompió el diálogo con el gobierno estatal. Las acciones de los maestros se radicalizaron: cerraron carreteras, obstaculizaron las entradas de dependencias públicas y bloquearon gasolineras. Todo lo cual generó que la posición de URO se radicalizara e hiciera públicas sus intenciones de confrontar al movimiento mediante el uso de la fuerza, y que se reforzara el bloque dominante con la alianza entre el gobernador y la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex), la Cámara Nacional de Comercio (Canaco) y el posicionamiento de 350 presidentes municipales, que le exigieron a la Sección 22 el fin de la huelga. Asimismo, empresarios y militantes priístas conformaron la Coordinadora en Defensa de la Educación, como parte de la estrategia gubernamental. En esta medición de fuerzas, la Sección 22 convocó a una segunda megamarcha, realizada el 7 de junio con más de 120 mil participantes, a cuyo cierre un juicio popular determinó destituir del cargo a Ulises Ruiz, por ser un gobernador autoritario y represor.

Esta demanda era un objetivo que se fue construyendo dentro de la lucha. Además, tiene antecedentes históricos para Oaxaca, y uno de ellos fue la caída del gobernador Manuel Zárate Aquino en 1977, aunada a las movilizaciones contra gobernadores autoritarios en 1952 y 1947, y el más remoto, en 1911, cuando en cuestión de días cayeron los gobernadores Emilio Pimentel, Félix Díaz y Fidencio Hernández.

Luego de la batalla del 14 de junio, la Sección 22 convocó a la tercera megamarcha el 16 de junio, con una impresionante participación: más de 500 mil manifestantes. Ahí también convocó a una Asamblea Popular entre el 17 y el 20 de junio, en la Facultad de Derecho de la UABJO, y ahí mismo se constituyó la Asamblea Popular del Pueblo de Oaxaca y se definió la dirección colectiva provisional, que incorporó a las organizaciones más activas dentro del naciente movimiento. Al darle carácter de popular, la intención era rescatar el sentido asambleísta en la tradición democrática de la toma de decisiones de las comunidades y pueblos de Oaxaca. Posteriormente se reconoció el carácter multicultural, plural y heterogéneo de los pueblos, y por ello se decidió modificar el nombre de la organización, para quedar como Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO).

La APPO fue un frente único multisectorial de base asamblearia, de carácter popular (que aglutinó en especial a los maestros de la sección 22, organizaciones sociales, diversos sectores populares, entre muchos otros), multiclasista, que no puede entenderse sin un proceso previo de construcción unitaria de carácter intencionado por parte de los sectores organizados, como el movimiento magisterial, el movimiento indígena y el movimiento popular.

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