A los soldados: todos los hombres somos iguales, y es vergonzoso someterse a la voluntad de otro hombre
Autor: Ricardo Flores Magón
(De Regeneración, N° 185 del 18 de abril de 1914)
Ser soldado es ser
máquina, y ser máquina es degradante para el ser humano: mandar es malo;
obedecer es peor.
Soldado de Huerta o soldado de Carranza, he aquí
dos máquinas que son la misma máquina, porque las dos sirven para lo mismo:
matar para sostener en el Gobierno a un bandido que defiende los intereses de
la clase capitalista.
El principal deber del soldado: la obediencia a sus
superiores. ¡A sus superiores! El hombre de honor debe primero preferir ser
muerto que renunciar a su dignidad considerando a otro hombre su superior.
¡Superior! ¿Y por qué es superior un muñeco vestido
de una manera que haría morir de vergüenza a un hombre sensato? ¡Superior! ¿Puede ser superior un títere
por el solo hecho de arrastrar una espada y adornar su persona con cintajos
relucientes, como lo haría cualquier payaso de circo?
NO: esos mequetrefes no pueden ser superiores. Esos
oficialetes y esos jefecillos no son superiores a los soldados. Ellos, los
llamados superiores, comen, duermen y... de la misma manera que lo hace
cualquier mortal. Ellos son de carne y hueso, como el soldado; nacen, se
desarrollan y mueren, como el soldado. ¿De dónde puede venirles la superioridad a esos mamarrachos? Tal vez
sepan mejor que el soldado el nada dignificante arte de matar; pero el soldado,
proletario que es, sabe, en cambio, roturar la tierra, sembrar el grano,
levantar la cosecha, tender el camino de acero, ir al fondo de la mina en busca
de metales útiles, tejer las telas, hacer los vestidos, edificar las casas; en
una palabra, sabe hacerlo todo, y todo cuanto existe ha salido de sus manos
creadoras y lo que hace agradable o menos disgustante la vida se le debe a él,
al proletario, el verdadero dueño de la tierra.
El soldado no debe considerar como superior a
ningún hombre: todos los hombres somos iguales, y es vergonzoso someterse a la
voluntad de otro hombre. El deber del soldado es matar -como si se tratara de
una sabandija venenosa- a todo aquel que se considere superior a él.
Conque, ¡a
ajusticiar a todos los superiores!
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