Comentario de La Voz del Anáhuac.
Esto sucedió en Querétaro,
pero igual sucede en cualquier parte del país, cualquier día, a cualquier hora,
contra cualquier persona. Basta con que los agentes de la “autoridad” le vean cara de “sospechoso”
a cualquiera para que procedan a una detención arbitraria y brutal como ésta.
En este caso el “presunto culpable”
–nunca se dijo de qué- es el conductor de un autotransporte de pasajeros en
Querétaro. Los reclamos de indignación de las y los pasajeros no sirvieron para
impedir el uso desproporcionado de la fuerza ni el trato degradante utilizado
para someter al chofer del microbús.
Pero hubo alguien que lo grabó con su celular y lo subió a la red.
Afortunadamente los policías no se percataron de ello, pues de haber sido así
también habrían arremetido de igual forma contra quien documentó esta salvaje
brutalidad policíaca. Para estos delincuentes uniformados no existe el derecho
a la información, según ellos, grabarlos mientras pisotean así la dignidad de
las personas está “prohibido”, dicen
que grabarlos en flagrancia es una forma de “obstruir
la aplicación de la justicia”, nunca han dicho según en qué ley o código,
pues en ninguna parte existe prohibición alguna para que cualquier persona, sea
trabajador de algún medio de información o no, documente hechos como los que
aquí se muestran y que dejan constancia del cotidiano abuso de “autoridad” que padecemos las y los
mexicanos.
Si nos toca presenciar en algún momento una arbitrariedad como ésta y
contamos con algún teléfono inteligente
o equipo que pueda grabarla, lo menos que podemos hacer es registrarla y difundirla,
pues el silencio, la indiferencia y la apatía son el caldo de cultivo que
permite y fomenta estas nefastas prácticas policíacas. ¡Ya basta de brutalidad
policíaca! Es un sistema que legitima el monopolio estatal de la violencia lo que padecemos. Entonces hay que denunciar los abusos policíacos, sin olvidar que son producto de un sistema social, político y económico que da al Estado la impunidad para humillar así a cualquier persona. No basta pedir que se reformen los protocolos policíacos, es necesario acabar de raíz con el sistema que los hace posibles.
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