Nicolás Rodríguez Bautista
(primer comandante del
ELN)
América Latina en
Movimiento
20/01/2016
Camilo Torres Restrepo, el sacerdote, sociólogo y dirigente
popular, desapareció de la escena pública nacional a finales de 1965, luego de
plantearle a la oligarquía colombiana, que era ella quien definía si entregaría
el poder al pueblo por la vía pacífica o por la violenta.
En sus últimos discursos,
mientras recorría el país, le dijo al público que lo aclamaba, que era
necesario que el pueblo alistara víveres y medicinas y se preparara para una
guerra larga; dentro de ese mismo contexto pronunció su memorable llamado: “la lucha es larga, comencemos ya”.
Para ese momento, Camilo
tuvo claro que ante la inminencia de su asesinato, no podía dilatar más su
clandestinización, porque como él lo expresó después, “no le voy a permitir a la oligarquía, repetir conmigo lo que hizo con
Gaitán”.
Camilo subió a las
montañas de Colombia para alzarse en armas, con el afán y el propósito de
convertirse en un buen guerrillero, para ir luego a los Llanos a insurreccionar
el oriente del país, y ese fue uno de los planteamientos que hizo al Estado
Mayor del naciente Ejército de Liberación Nacional.
Estaba convencido que
existían sectores de las Fuerzas Armadas colombianas, que lo respaldarían en el
proceso de lucha armada revolucionaria.
Por todo ello su afán de
ir al combate, previa capacitación básica, se mezclaba con el afán de decirle a
Colombia, que “había decidido unirse al
ELN, porque en él había encontrado los mismos ideales del Frente Unido”.
Es verdad que Camilo era
un hombre humilde, un sacerdote y un sociólogo humanista; pero de la misma
manera él era un ser apasionado en la política y de férreas convicciones y
principios.
Ir al combate, era parte
esencial de su ser de guerrillero, de su ser revolucionario y así entendió el
papel de los dirigentes de entonces.
Por ello les dijo a los
militantes del Frente Unido, que “el
pueblo espera que los jefes con su ejemplo den la voz de combate”.
Camilo produjo la Proclama
a los colombianos, en momentos que iniciaba un operativo militar en contra
nuestra y la naciente fuerza guerrillera se alistaba para el combate.
No hay dudas en cuanto a
la desbalanceada correlación de fuerzas de ese momento; del lado del gobierno
había un Ejército que enfrentaba a sangre y fuego la rebeldía popular, fogueado
en el combate contra las guerrillas liberales seguidoras de Gaitán; y del otro
lado estábamos dos fuerzas guerrilleras nacientes, las FARC y el ELN.
En las filas del ELN nadie
tenía más de dos experiencias de combate y las dos terceras partes de quienes
fueron al combate de Patio Cemento, nunca antes habían participado en un
combate; entre ellos Manuel Vásquez Castaño, Camilo Torres, Hermidas Ruiz,
Julio Cesar Cortez, Manuel Bernardo Osorio y otros; aun así todos ellos estaban
henchidos de ánimo para aprender a combatir y anhelaban ese momento, como parte
esencial del aprendizaje guerrillero.
Han pasado 50 años desde
aquellos momentos históricos y la presencia de Camilo nos sigue iluminando, con
su ejemplo y sus certeros análisis respecto de la urgencia de la lucha popular
y revolucionaria, ante la conducta mezquina de la oligarquía para entender, que
sólo la justicia y la equidad social, la soberanía y la auto determinación
pueden ser la base para un futuro de paz y fraternidad para Colombia; lo que se
aparta de la retórica y la demagogia oligárquica, como prácticas politiqueras
que se siguen afianzando y refinando en Colombia.
En tal sentido la Proclama
de Camilo a los colombianos, 50 años después de haber sido lanzada al público,
el 7 de enero de 1965, sigue teniendo vigencia, por su claro ejemplo y
testimonio.
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