Palabra, pobreza y
ceniza
Por Cristóbal León Campos
Kaos en la red
30 marzo, 2016
I
Miro por la ventana y veo a un hombre revisar el bote de la
basura buscando algo para comer, bebe algún líquido no agotado y que por fortuna
algún transeúnte depositó, guarda en su humilde bolsa un pedazo de pan,
finaliza su búsqueda y sigue su camino. Estoy cómodamente sentado en el rincón
de un céntrico café ubicado entre las calles 59 con 62 de la ciudad de Mérida.
Un cristal y algunos metros nos separan, desde luego, la economía engañosamente
pareciera hacernos diferentes, la realidad, es que somos dos humanos en
condiciones de vida desiguales. ¿Cuántas veces a diario nos encontramos con la
pobreza? ¿Qué tan conscientes somos de ella y de quienes la padecen? ¿Por qué
unos tienen tanto y otros no tienen absolutamente nada?
El contexto es que en
México (y el mundo) millones de seres humanos viven en extrema pobreza,
condición de vida, que cada día, engrosa su número. Vivimos en un mundo
desigual e injusto, la acumulación de riqueza en unas cuantas manos crea un
enorme abismo, al que son condenados quienes en realidad dan forma a esta
sociedad, la explotación oculta a los trabajadores y los convierte en seres
invisibles, pero no sólo a ellos, el desempleo es un acompañante fiel de la
precariedad. México es un país precario, con una enorme riqueza, extraída por
los pobres para alimentar las acaudaladas cuentas de los ricos. Pareciera un
chiste, pero es una inobjetable realidad que reproducimos todos los días, desde
nuestros cómodos asientos. Nada nuevo dicen las anteriores líneas ¿pero si no
es nuevo por qué no hacemos nada?
Unas horas después, en una
esquina cercana a mi hogar, un padre cambia la llanta de su triciclo alumbrado
por su hija con un pequeño foco, en la calle entre acomodadas y caídas, varias
bolsas con sus pertenencias y alguna mercancía, aguardan el momento de seguir
andando. La calle oscura hace aún más reveladora la escena, la pobreza no es
una forma de vida, es una condición impuesta en el mundo a millones de seres
humanos. Minutos después los vuelvo a ver, ya van en su camino, sonríen, sí,
sonríen, y es que la adversidad, no aplaca la sonrisa de quien se sabe digno.
II
Escribir es comunicarnos, es expresar los sentimientos a
través de palabras que articulan historias y pensamientos que imaginamos.
Escribir nos permite comunicar al mundo las ideas, sueños y esperanzas que
resguardamos en nuestras mentes y en nuestros corazones, pero también, escribir
nos permite conocernos interiormente.
Cuando decidimos hacer
nuestra la palabra y mediante su uso dar a conocer lo que en nuestro interior
sentimos, estamos también realizando un ejercicio de autoconocimiento, de
reflexión interna y de valoración de nuestras prioridades y anhelos personales.
Estamos conociéndonos y reconociéndonos a nosotros mismos.
Escribir es un ejercicio
individual, sí, pero no un ejercicio en soledad, muy al contrario, escribir nos
comunica y nos enlaza con nuestro entorno, o, mejor dicho, nuestros entornos, y
así, podemos presentar a quienes nos leen una parte intima de nuestro ser. Al
dar a conocer un escrito estamos dando a conocer una parte de nosotros mismos,
nos abrimos al exterior llevando como carta de presentación la imaginación que
hemos desarrollado al momento de redactar una historia.
La imaginación nos
acompaña desde nuestros primeros días en este mundo, es la fantasía el mundo en
el que solemos crecer, y del cual, nos desprendemos conforme crecemos, dejando
a un lado ese mundo fantástico que nos acompañó en nuestros primeros años.
¿Quién no construyó una y mil historias en su mente? ¿Quién no imaginó ser un
personaje o estar en algún otro lugar viviendo alguna emocionante aventura?
¿Cuántos de nosotros no pasamos nuestra infancia entre seres, lugares e
historias surgidas de nuestras mentes? Y entonces ¿por qué solemos dejar a un
lado ese mundo fantástico de la imaginación para adentrarnos a la complejidad
de la llamada realidad? La palabra tiene ese don, el de transportarnos, el de
construirnos y ubicarnos en cualquier sitio, el de hacernos vivir emocionantes
aventuras. La imaginación no es un peligro, muy al contrario, es la imaginación
lo que nos hace humanos. Seamos humanos conociéndonos y cultivando la palabra
con fantasía. No se trata de negar la realidad, se trata de transformarla con
imaginación.
III
Prometemos e incumplimos y cuando de nuestras vidas se aparta
quien en la espera quedó, nos atrevemos a preguntar con tono desconcertado que
fue lo que ocurrió, a todas luces, dejamos de cultivar la amistad o el amor y
para cuando intentamos reaccionar, el viento junto al tiempo, se han llevado a
otra orilla la hojarasca del árbol del afecto. A diario perdemos instantes tan
simples pero imperecederos a la hora del recuento de los daños. Somos
inconscientes de lo simple que es la felicidad, la excusamos entre banas
materialidades y absurdas actitudes, lo real, es que nada es eterno, cuando
dejamos que al abono que nutre la raíz de nuestra relaciones humanas reseque
antes de haber alimentado cualquier tipo de sentimiento.
No poseemos en realidad
nada, sólo estamos constituidos de historias personales, de ellas forjamos
nuestros actos, nada es casual, a cada acción viene una reacción y, si esto es
una ley en la física, también lo es en la vida. No flagelemos el pudor cuando
nosotros abrimos el sendero del olvido, la hojarasca como el ser humano, se
compone de pequeñas partes que juntas forman el árbol de la vida. Lejos de
mitologías creo en la ceniza.
IV
Palabra, pobreza y ceniza, tres grandes enunciados de pocas
letras. ¿Quién se atreve a mirarlas de frente y seducirlas? ¿Dónde queda el
pudor si la ceniza nos habla? ¿Qué hacer con la pobreza si se nos olvida que es
más que una palabra? ¿Será tan podre la memoria que ni cenizas vemos de la
palabra? No me atrevo a responder, prefiero pensar, que dejaremos de escribir
pobreza, cuando de las cenizas surja la palabra.
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