Red Latina sin fronteras
15 mayo, 2016
El movimiento de las cooperativas integrales, nacido en
Cataluña, se va extendiendo poco a poco. Sus miembros han renunciado a reformar
la sociedad. Prefieren construir otra, «liberada
de las dominaciones capitalista, de género y de raza»; una sociedad sin Estado, en la que los ciudadanos ejercen juntos un
poder autónomo, a partir de abajo. Las principales herramientas para llegar a
esto son la democracia directa, unas estructuras cooperativas y la moneda
social como medio de intercambios que escapen al sistema dominante.
Esta utopía es fuerte. Va
seduciendo a miles de personas que se emplean, día tras día, a hacerla
realidad.
DOSSIER:
.- La Cooperativa Integral
Catalana.
.- Calafou: en camino
hacia el post-capitalismo.
.- Eco-redes: una dinámica
propia.
.- Coopération Intégrale
Toulousaine: paso a paso pero con determinación.
Entre 2 000 y
7 000 cooperativistas
La Cooperativa Integral Catalana (CIC, nacida en 2010), que
está al origen de aquél movimiento, reúne en toda Cataluña a más de 2 000
personas; y quizás hasta se puede hablar de unas 6 000 o 7 000 personas, más o
menos implicadas. En efecto, gran parte de las actividades en torno a la
cooperativa integral se desarrollan de modo informal y es difícil registrar las
numerosas iniciativas locales, autónomas por definición.
Lo cierto es que el
movimiento va difundiéndose en España y fuera. Hay actualmente, en España, una
quincena de cooperativas integrales, la mayor parte a nivel de una región o de
una ciudad. En Francia, varias cooperativas integrales fueron creadas más recientemente
(como la de Toulouse: leer más lejos).
Un
funcionamiento más que todo informal
El funcionamiento de la CIC es sencillo: se da prioridad a la
iniciativa local mientras la asamblea permanente coordina. Pero a la vez es un
poco difícil de concebir porque la organización informal prima sobre las
estructuras oficiales. Estas se van creando según las necesidades, de modo
pragmático.
La base del funcionamiento
de la CIC es la asamblea permanente, que reúne más o menos cada mes a los
cooperadores quienes lo desean. Las decisiones se toman según el principio del
consenso.
Diariamente, el trabajo de
organización lo realizan comisiones (con temas permanentes) o grupos (con temas
puntuales). Las comisiones están agrupadas en nodos temáticos, para favorecer la
cohesión de sus actividades.
Se ha emprendido un
proceso de descentralización con la reciente creación de asambleas «bioregionales», en cada una de las tres
regiones de la CIC, norte, centro y sur.
Pero la otra base de la
CIC son las eco-redes o redes locales. Las hay 25 en actividad; son autónomas y
sus actividades son tan diversas como los procesos que las han dado a luz.
Estas eco-redes están
concretamente vinculadas entre ellas por la CAC (Central de Abastecimiento
Catalana) y por la moneda social. Esta permite a la CAC funcionar pero también
permite numerosos otros intercambios de bienes y servicios. Las eco-redes
tienen generalmente sur propia moneda social, a escala local, y ésta es
convertible en moneda social de la cooperativa, el Eco.
La Cooperativa Integral
Catalana no tiene, por ella misma, existencia jurídica. Está formalmente
estructurada en tres cooperativas principales: la CASX (Cooperativa
d’Autofinançament Social en Xarxa = Cooperativa de auto-financiación social en
red); una cooperativa de patrimonio (Masos pel decreixement), que permite
disponer de una estructura jurídica para la posesión de inmuebles; y una
cooperativa de profesionales (Xarxa Interprofesional).
Esta última ha servido de
apoyo, al principio, a unas 800 personas para crear su propio empleo. Los
llaman los «auto-ocupados».
En realidad, se crea una
nueva cooperativa cada vez que es necesario: esto para limitar su tamaño (y así
facilitar su trabajo) y porque cada cooperativa tiene un nivel de «responsabilidad limitada» que es mejor
no rebasar: la responsabilidad limitada es una característica de la forma legal
de la cooperativa la cual implica que los «socios»
no son responsables económicamente; en caso de riesgo solo queda expuesto el
capital social. Por otra parte está la limitación de número de «socios auto-ocupados» que se quiere
establecer para cada nueva cooperativa; esta limitación no es limitación de
responsabilidad de los socios sino limitación de volumen de facturación por
temas de hacienda e IVA.
Hay otro aspecto en la
organización: la CIC compensa económicamente («asignación») a 50 militantes quienes hacen para ella trabajo
militante de tipo administrativo y organizativo. Las asignaciones van de unas
300 a 900 unidades monetarias, en euros o en ecos (representa este gasto la
mayor parte del presupuesto de la CIC).
Así se puede resumir el «sistema» de la cooperativa integral;
volveremos después con más detalles sobre algunos de sus aspectos. Lo que se
puede destacar es una organización cooperativa con iniciativa en la base, en la
acción de los grupos de base que se auto-gobiernan. El papel de la asamblea
permanente es tomar las decisiones que atañen al conjunto de los
cooperativistas, es coordinar y es velar por el respeto de los principios
comunes.
Un contexto
histórico determinante
La Cooperativa Integral Catalana se enraíza por una parte en
la tradición libertaria catalana y española, con la que los cuatro decenios del
franquismo no lograron acabar (1), y
por otra parte en la historia reciente de los movimientos sociales españoles.
En el origen de la CIC
encontramos lo que se puede considerar como una cooperativa de pruebas,
Altercoms (2006-2008). El Primer seminario de sistemas monetarios libres, en el
año 2009 (en Alto Montseny), es otro evento fundador de la CIC.
Como lo explica Carlos, de
Coopération Intégrale Toulousaine, «la
crisis inmobiliaria del final de los años 2000 en España provocó un aumento
súbito del paro, hasta el 45% entre los jóvenes (a pesar de su nivel de
cualificación generalmente elevado)».
En este contexto se
desarrollaron luchas ciudadanas como la de la PAH (Plataforma d’afectats per la
hipoteca), surgida en Barcelona en 2009, y que se extendió a toda España. Este
movimiento ha obstaculizado, por manifestaciones, numerosos desahucios de
propietarios de alojamientos que se encontraban en la imposibilidad de pagar
sus préstamos. Ada Colau, la alcaldesa de Barcelona, fue una de las fundadoras
y la portavoz de la PAH.
Carlos completa: «Siguiendo el modelo de Occupy Wall Street,
el movimiento de los Indignados (15 de mayo de 2011) y numerosas otras iniciativas surgieron en España, con el objetivo de
intentar salir del capitalismo. Estos movimientos propugnan una democracia
real, al contrario de la democracia parlamentaria representativa». (2)
«Con esta idea, los creadores de la Cooperativa Integral
Catalana han elegido un sistema de toma de decisiones al consenso y siempre al
nivel más local».
«En el enfoque de la Red catalana por el decrecimiento,
recorrieron toda Cataluña, en bicicleta, de pueblo en pueblo, para decir cómo
se sale concretamente del capitalismo, esto apoyándose en varios principios:
comer productos locales, crear cooperativas, organizarse en redes, en autogestión
y crear monedas locales».
«Así se unieron 45 pueblos (a partir de 2009). Y se crearon las eco-redes; son redes organizadas a la escala más local,
la de un pueblo por ejemplo».
Los fundadores de la CIC
se refieren a menudo al Llamamiento Internacional
para la Revolución Integral, difundido en 2010, y también al zapatismo: las
nociones de poder ejercido directamente por el pueblo y de comunidades locales
auto-gobernadas se vuelven a encontrar en las cooperativas integrales.
Por fin, en el origen,
también está Enric Durán quién, por su aportación teórica, desempeñó un papel
importante en la emergencia de la CIC. Entre 2006 y 2008, él había contratado
68 préstamos, ante 39 bancos diferentes, por un importe total de cerca de 500,000
€, que nunca devolvió. Este dinero lo empleó a financiar varios movimientos
sociales «y entre ellos el colectivo Crisis,
el cual distribuyó dos periódicos con tirada elevada para denunciar el papel de
los bancos en la crisis y explicar el concepto de cooperativa integral»
(cf. artículo de Emmanuel Daniel en Reporterre de 26/5/2015). Enric Durán ha
denunciado el sistema de creación monetaria que, al provocar la deuda, da el
poder a las instituciones financieras internacionales para imponer la política
liberal (privatizaciones, planes de ajuste estructural…).
Encarcelado durante dos
meses y luego liberado bajo fianza, dejó España, negándose a comparecer ante la
justicia en condiciones que él consideraba injustas.
Moneda social:
para salir del mercado capitalista
La moneda social de la CIC, el Eco, no puede ser objeto de
especulación ni producir intereses. Al contrario del Euro y otras monedas
convencionales, es creada a partir de la actividad y de los intercambios.
Cualquier cooperativista
puede tener acceso a esta moneda virtual por una plataforma informática,
Integral CES, una aplicación a la CIC del CES (Community Exchange System). El
CES es una red, nacida en África del Sur, que se extiende ahora en el mundo
entero (la península Ibérica es su mayor usuario y representa el tercio de los
usos). El CES y el Integral CES son compatibles.
Se puede tener acceso al
Eco sin otro vínculo obligatorio con la CIC. Al abrir una cuenta, se puede
participar al sistema de oferta y demanda de bienes o servicios.
Cada eco-red tiene su
moneda social, la cual está vinculada con el Eco.
Los principales usos de la
moneda social son los intercambios en y entre las eco-redes, la CAC (Central de
Abastecimiento Catalana que abastece, en toda Cataluña, unas 30 despensas
locales) y el pago de servicios o productos de los «auto-ocupados».
Respecto al «Eco», un objetivo prioritario de la
CIC, al igual que de las monedas de las eco-redes, es liberarse del mercado
capitalista, lo que no es el caso de monedas locales que existen en España y en
Francia fuera de las cooperativas integrales, y cuyo objetivo principal es
favorecer el consumo de productos locales, sin más.
Esta moneda anima pues a
cada usuario para que encuentre los productos y servicios que necesita no en el
mercado capitalista sino dentro del sistema cooperativo de la CIC o dentro de
la comunidad de intercambio que es cada eco-red, y le lleva a ser él mismo una
fuente de oferta de productos o servicios. En suma, para vivir con la moneda
social, hay que cambiar de vida para lograr encontrar sus principales medios de
subsistencia (alojamiento, alimentación, salud, vestidos…) dentro del sistema
cooperativo y abstenerse de ciertos bienes de la sociedad de consumo.
Idealmente, cada usuario es consumidor y productor, y aporta a la comunidad de
intercambio tanto como obtiene de ella; éste es el «principio de reciprocidad», que a su vez actúa como principio de
estabilidad monetaria (tendencia al balance cero entre eco-redes) y
simplificación del mantenimiento (reducción de operaciones monetarias de
cualquier tipo por medio del intercambio).
La CAC, lugar
de promoción de la moneda social… o, mejor, de los intercambios sin moneda
alguna.
La Central de Abastecimiento Catalana (CAC) pone en relación
productores y consumidores para productos con una caducidad mínima de un mes.
No tiene ni quiere tener frigoríficos, almacenes o vehículos propios, sino distribuir
toda la logística entre los participantes, mediante una buena gestión
informática. Por su parte, las despensas locales («rebosts» en catalán), gestionadas por las eco-redes, se encargan
de los productos frescos.
Cada mes, los productores
anuncian los productos que pueden ofrecer y los compradores (cooperativistas o
no), hacen su pedido; la CAC reparte los pedidos de todos los grupos en los
rebosts, que son los puntos de entrega de grupos de consumo, comisiones y
rebosts.
Actualmente, la CAC tiene
unos 500 usuarios, repartidos en más de 30 rebosts (20 son realmente activos) y
unos 10 grupos de consumo (en crecimiento). Los pagos se hacen en euros y en
ecos. La CAC cobra un 5% del importe de las ventas para gastos y un coste de
transporte cooperativizado proporcional al peso del pedido.
Aproximadamente los dos
tercios de los productos proceden de productores cooperativistas. Y, últimamente,
se ha llegado al 48% pagado en moneda social (el Eco): esta proporción ha
duplicado desde que se aplica un respaldo selectivo para la compra en ecos por
parte de los productores.
Esto es una cuestión
central para la CAC. Ciertos productos son pagados en parte en euros y en parte
en ecos; otros totalmente en euros o en ecos. Esto según las posibilidades de
los productores de usar los ecos que reciben. Además la CAC tiene que comprar
ciertos productos en euros porque es el único modo de encontrarlos. Vadó, uno
de las cuatro personas de la comisión CAC, toma el ejemplo de los botes de
cristal para conservas, muy usados por los cooperativistas.
Hubo un momento en el que
la CAC aceptaba los pagos 100% en ecos, aunque la CIC pagara a los proveedores
en euros (en realidad, la CAC es una estructura informal; se apoya en la CIC
para las gestiones oficiales). Lo que ocasionó un desequilibrio entre la
necesidad de euros y los ingresados.
Para incentivar a los
productores y a los consumidores a usar más moneda social, la CAC decidió en
agosto pasado limitar el respaldo en ecos (luego convertidos en euros pagados
por la CIC) a los productores y consumidores en función de su participación en
los intercambios en los seis meses pasados: Cuanto más consumes, más produces,
menor es la diferencia entre tu consumo y tu producción y más moneda social
aceptas por lo que ofreces en la CAC, más respaldo tienes, es decir, con más
ecos puedes pagar tus pedidos a la CAC. Además, el objetivo es reducir lo más
posible las operaciones monetarias: cuando más se intercambia, menor es la
diferencia que se paga en moneda. Y el hecho de que sea en euros o en ecos,
finalmente, tiene menor importancia.
Esta manera de hacer, dice
Vadó, se muestra eficaz: «Desde que se
empezó el respaldo selectivo se ha duplicado el porcentaje medio de moneda
social. La gente escoge a productores que ofrecen más productos en ecos y los
productores aceptan más ecos. Es un buen motor. Para mí es clave respaldar a
quién participa según nuestros principios ya que se genera una reacción en
cadena a favor de éstos».
Otro objetivo de la CIC (y
de la CAC), ir más y más hacia el abastecimiento local: «Es un proceso lento, ya casi maduro», dice Vadó. «Queremos que los rebosts canalicen a los
productores locales hacia el resto de la red». Se pide pues a los rebosts
que identifiquen a los productores de los cuales la cooperativa necesita y que
los avalen. Hay un proyecto de sello de confianza: cada rebost pondrá el aval a
productores para distribuir en toda la CAC. Los criterios son los mismos de
siempre: local, ecológico, ético.
Este proceso es, al mismo
tiempo, el de la descentralización de la CAC. El proyecto es que empiecen a
conectarse los rebosts próximos para luego crear una central de abastecimiento
bioregional (CAB). La CAC, a su vez, se fundiría en una de las centrales bioregionales.
Vadó subraya otras posibles
cuestiones que solucionar: «No tenemos
sistema de precios; por ahora generalmente nos basamos en el euro pero no más
que para tener una comparación. Vemos pequeños síntomas de lo que puede venir
cuando crezcamos: por ejemplo, ciertos productores no reaccionan como
esperamos, sintiendo que compiten con otros productores; cuando esto se
produce, la solución es hablar juntos en asamblea para compartir situaciones,
formas de producción, conocimientos y establecer acuerdos sobre la base del
apoyo mutuo».
Es por otra parte
necesario controlar el origen de los ecos: «Hubo
un desarrollo de moneda social sin límites, inmaduro; la gente buscaba ecos con
cualquier medio. Cada vez que vemos un número de cuenta que no conocemos,
pedimos asesoramiento a la Comisión de Intercambio y Moneda Social (CIMS) para que evalúe su eco-red y nos diga si para
ella es confiable esa eco-red».
Vadó defiende una idea
fuerte: La CAC (y sus formas locales) «es
un atractivo para los que no conocen la cooperativa; cada uno puede venir sin
definir exactamente sus principios y la moneda social no es obligatoria, esto
es una buena entrada. Incluso para los grupos de consumo que pagan en euros;
así respaldan el sistema. Es una economía dual». Y luego, poco a poco, se
aumenta el uso de moneda social y sobre todo, al final, el intercambio sin
moneda.
«Auto-ocupados»:
al centro de la economía cooperativa
El sistema de los «auto-ocupados»
es uno de los factores de éxito de la Cooperativa Integral Catalana. Permite a
personas crear su empleo y, por consiguiente, asegurar sus ingresos, en el
cuadro cooperativo; así tienen la posibilidad de liberarse del sistema
económico que rechazan. Para la cooperativa, los auto-ocupados son un elemento
esencial para ir concretando una nueva sociedad.
La CIC proporciona a los
auto-ocupados los consejos necesarios para el desarrollo de su actividad y se
encarga de una parte de la gestión administrativa.
Son unos 800
auto-ocupados, aunque con una proporción relativamente alta de movimiento (altas
y bajas), algo como el 40% cada año. Sus campos de actividad son diversos con
una fuerte proporción de profesiones artesanales y de la salud. Muchos (más o
menos la mitad) son feriantes (venden sus productos en los mercados).
El mecanismo de los
auto-ocupados, al tiempo que respeta las bases legales, beneficia de ciertas
disposiciones: los auto-ocupados son considerados como socios voluntarios de la
cooperativa (la cual tiene reconocimiento con finalidad social). Por ello no
tienen que pagar los gastos habituales de los trabajadores por cuenta propia,
como el IRPF, y es la cooperativa la que factura sus prestaciones y paga el IVA
si es conveniente.
Por otra parte han de
pagar a la CIC una cuota proporcional a su volumen de negocios. Esta cuota es
la principal fuente de ingresos de la CIC (o sea casi la única).
Los auto-ocupados no
benefician de la cobertura social de la que disfrutarían si tuvieran un
estatuto de trabajador por cuenta propia. Si su actividad lo requiere, tienen
que suscribir un seguro de responsabilidad civil. Pueden también asegurarse
personalmente, por ejemplo para una pensión de jubilación.
La CIC ha creado una bolsa
de trabajo («Fem feina») para poner
en relación a los cooperadores quienes necesitan ayuda y a los que están en
busca de actividad.
Se observa que algunos
auto-ocupados tienen tendencia a usar de la cooperativa, y no a implicarse en
ella; solo buscan una solución económica. Esto, dice Vadó, «es también una responsabilidad de la cooperativa, el ser más selectiva
según el grado de afinidad de los participantes, aplicando un filtro adecuado
durante el proceso de acogida».
Salud: una
experiencia de centro autónomo
La cooperativa promueve las iniciativas que permitan «recuperar lo público como un bien colectivo
– ni estatal ni privado», en
particular en materia de educación, salud, vivienda, transportes, energía.
En cuanto a la salud, un
enfoque cooperativo había sido llevado con el CAPS (Centro de Autogestión
Primaria en Salud). Varios profesionales de salud y sociales, interesados por
la manera de ver de la CIC, se habían juntado en un centro autónomo, en el piso
de Aurea Social (Carrer de Sardenya en Barcelona), en el cual se ubica la sede
de la CIC. Ellos atendían al público, proporcionaban asistencia básica y
promovían la prevención.
Había un enfoque de lucha
contra la exclusión del acceso al cuidado, una exclusión que va creciendo en
España (y también, en menor grado, en Francia) por causa de las rebajas de los
presupuestos de salud y de las privatizaciones.
También se trataba de
construir un sistema mutualista con cuotas y toma en carga compartida de los
gastos de salud.
Se acabó la experiencia
del CAPS por razones múltiples: dificultades de organización; desajuste entre
los recursos de los usuarios y los ingresos de los profesionales; discrepancias
en los enfoques terapéuticos (alternativos o no)… Se puede apostar a que
experiencias similares no tardarán en surgir. La mentalidad es tomar en manos
su propia salud, antes de todo de manera preventiva, al opuesto del sistema de
consumo de salud vigente.
Seguridad
social y sistema público cooperativo
Actualmente en la CIC no existe sistema de cobertura social,
de prestaciones de desempleo o de jubilación. Los cooperativistas cuentan con
la solidaridad de sus prójimos en caso de dificultad e impugnan el sistema
estatal: «Hay que escoger entre apostar
por una Seguridad Social, la del Estado, que no controlamos o apostar por un sistema
social que va creciendo», dice Dani, de la comisión Comunicación.
¿A qué podría parecerse
una seguridad social cooperativa? «Para
mí», dice Vadó, «el proyecto más
importante ahora es aprender a gestionar fondos de emergencia o cajas de
resistencia para cubrir desastres de las personas y grupos y luego ampliarlo
para cobertura interna (salud, retiro…), a lo menos a los más implicados y mejor a todos. Para que sea útil debe
participar mucha gente, a nivel de un rebost no va a llegar para cubrir algo».
Prosigue Vadó: «Hay la cuestión de saber dónde se guarda el
dinero de estas cajas para empezar. Queremos prescindir de bancos. Se está
trabajando en una propuesta de prueba piloto para una caja de resistencia
integrada en la CAC, con aportaciones voluntarias; la CAC puede absorber esos
fondos para aumentar los productos que compra con su fondo de liquidez. Esto
significaría guardar el dinero usándolo no como un banco ni mediante un sistema
de préstamos sino como compra-venda colectiva. Permitiría crecer, facilitar
acceso a productos que ahora no estamos ofreciendo de forma ilimitada como PC,
placas solares, estufas, aparatos eléctricos… Es una urgencia. Habría que hacer
una prueba primero».
«Se trata de sustituir la prestaciones del Estado. Solo
podremos hacerlo si colaboramos todos».
Esto está vinculado con
otro tema: «El sistema público
cooperativo de la CIC de salud (como el CAPS), de educación, se detuvo. Mi punto de vista es que no se podía sostener
centralizado, solo se puede a nivel más local y recibiendo el apoyo común. Se
rechazaba un sistema con cuotas, impuestos; pero sin ellos no tenemos medios
para organizarlo. Tenemos un miedo irracional a un sistema colectivo autoritario,
cada cosa nos recuerda el Estado y lo rechazamos. Ahora creo que se podría
aceptar. Si no se recaudan recursos, no se pueden redistribuir».
L’Albada:
para una educación viva y respetuosa
Entre las diversas experiencias de educación, la de L’Albada,
en Arbúcies (provincia de Girona, en la periferia del macizo del Montseny), es
probablemente la más representativa de los objetivos de la Cooperativa Integral
Catalana. En esta escuela asociativa, cuatro «educadors-es/acompanyants», una coordinadora pedagógica y una
coordinadora técnica cuidan de cuatro grupos de niños y adolescentes: pequeños,
medianos, grandes y adolescentes. Les ayudan unos «voluntarios en prácticas», venidos principalmente de las familias
y quienes se reparten en diferentes comisiones de apoyo al proyecto:
mantenimiento, limpieza, cocina, materiales.
La asociación apunta un
objetivo de 26 niños, que es el punto de equilibrio para cubrir los costes;
actualmente conoce ciertas dificultades. Como escuela privada, no recibe
subvenciones públicas. La CIC estuvo apoyando económicamente a L‘Albada durante
más de un año, pero a causa de varias decisiones de reducción de gastos se
detuvo.
Sus bases pedagógicas «están basadas en diferentes referencias y
experiencias pedagógicas, sin encerrarse en ninguna ideología rígida».
«El sentido actual de la Escuela» (en Europa), dicen los
constructores de L’Albada, «viene de la
revolución industrial para tenernos domesticados y enseñados para producir. No
está pensado para acompañar los procesos de las personas».
Las preocupaciones de
L’Albada son muy diferentes: «No
priorizamos el aprendizaje intelectual por encima de las otras capacidades del
ser sino que contemplamos la belleza del ser en todas sus dimensiones: tanto la
espiritual como la intelectual, como la física psicomotriz o la emocional».
(…) «Si no lo interrumpes por tus miedos,
tus necesidades, es algo que no tiene fin: es imposible que no hagan o que no
aprendan si no se les desconecta las ganas de vivir y de aprender; el impulso
de vida es innato en ellos».
Fuente: Documental
Dreceres y Albada Viva.
Reforma y
revolución integral
Ya está claro que en la CIC la estrategia no es cambiar la
sociedad sino cambiar de sociedad. ¿Es verdaderamente imposible cambiar el
sistema desde el interior? «Se pueden
mejorar ciertas cosas», dice Dani, «pero
esto pide mucho esfuerzo; preferimos construir otra cosa, experimentar otros
tipos de organización y demostrar que pueden ser posibles. Las cosas
fundamentales tienen que ser cambiadas desde el exterior».
Este modo de ver es poco
habitual en Francia, en donde la alternativa política se plantea, hasta ahora,
mucho más en términos de reforma de la sociedad que de cambio radical. Esto
porque al Estado francés todavía lo ven las generaciones más antiguas como el heredero
del Estado social que construyeron primero el Frente Popular de 1936 y luego
los gobiernos después de la Liberación.
Este Estado social, por
cierto está integrado en el sistema capitalista: la riqueza de Francia estriba
en parte en la explotación de sus antiguas colonias y en las posiciones de las
empresas franco-multinacionales en el mundo. Por otra parte, este Estado social
va siendo mordisqueado poco a poco por la globalización y el liberalismo («there is no alternative») activado por
los gobiernos sucesivos, de la derecha como del partido «socialista». Pero todavía quedan de él unas bases sólidas y se
puede creer que es preciso salvaguardarlas y que sus principios pueden ser
útiles para volver algún día a una sociedad más justa. ¿Pero cómo? ¿Por la
reforma o por la revolución integral?… ¿o por ambos medios a la vez?
Una parte de las jóvenes
generaciones francesas es más abierta a la idea de revolución integral, aunque
se habla poco de esta en Francia en aquellos términos. Las iniciativas en este
sentido son numerosas, en varios ámbitos (agricultura ecológica, grupos de
consumo ecológico, eco-aldeas, sistemas locales de intercambio…). Pero son
dispersas.
¿Y mañana?
Volvamos a la Cooperativa Integral Catalana. Nos podemos
preguntar cómo va a evolucionar en distintos aspectos. Primero en el del
equilibrio entre lo local y lo regional (a nivel de Cataluña) en el proceso de
decisión. Vadó comenta el proceso de descentralización emprendido a partir de
agosto con la creación de asambleas bioregionales: «En las asambleas permanentes y en las jornadas asamblearias (estas
son asambleas itinerantes), había poca
participación. Hemos intentado participación virtual pero es difícil para la
moderación y la asignación de tiempo. La única solución es la descentralización
en asambleas más locales. Es más fácil coordinarse cuando convivimos, hay más
confianza. Era una urgencia pasar a lo local».
Hay en la CIC un principio
fuerte que es la decisión al consenso. «El
consenso», dice Vadó, «es un límite
de seguridad para que no se caiga en el sistema de votación con menosprecio de
las minorías. En las asambleas de bioregiones hay una propuesta de limitar el
derecho de bloqueo: tendría que ser argumentado y no de una sola persona, sería
necesario un número mínimo de personas».
«Se podrá también evolucionar con una forma de toma de
decisiones más ágil, para tomas urgentes», dice Vadó, pero la base seguirá siendo la
democracia real y por consenso.
Otra pregunta principal
para con el porvenir de la CIC es ¿Cómo reforzar la independencia para con el
sistema Euro?
Opina Vadó: «Hay gastos como el alquiler, la gasolina,
de los que no podemos prescindir fácilmente. Hace falta muchos años para poder
acceder a ellos en moneda social. Un objetivo realista es mitad-mitad
(moneda social y euro). Hay que madurar
proyectos grandes de cultivo, de vivienda, de comunidades, producir
combustibles biológicos. Antes hay que sentar unas buenas bases; la base más
potente es la red de consumo y de producción colectiva».
Vadó pone el acento en un
punto: «El sistema económico de red
alternativa implica crear comunidades para ocuparse de niños y mayores. La
comunidad podría centrarse en una escuela viva, sostenida cooperativamente por
las familias que se centran en la educación de sus hijos. Podría también servir
de apoyo para la formación de los adolescentes. Esto es estar próximos para
compartir recursos y gastos, y eventualmente la vivienda (cada familia debe
tener su propio espacio, hay el íntimo y el común)».
Otra pregunta: ¿Se puede
que las iniciativas pierdan impulso?
No es el sentimiento de
Vadó para quien «la cooperativa está
siendo reconocida en muchos sitios ya. Ya hemos generado una estructura
estable. A través de la CAC, por ejemplo, hay muchos contactos en toda Cataluña
cada mes, hay muchos intercambios y con la descentralización va a aumentar la
participación, los intercambios».
Con apenas cinco años de
existencia es cierto que la CIC ha avanzado mucho, pero ¿Se debe temer, con el
éxito, una tendencia represiva del Estado?
«Desde el inicio la cooperativa ha estado yendo muy rápido y
se paró»,
dice Vadó. «Es como debemos funcionar:
hacer crecimiento lento, por proximidad, muy discreto. Cuando te ven hacer,
tienen ganas de venir. Dudo que haya tendencia represiva; en cinco años nada ha
pasado. La administración no tiene interés en entrar en conflicto, nos daría
fuerza, es más fácil para ella esperar que caigamos por nosotros mismos…»
La Cooperativa Integral
Catalana es una obra extensa. Será lo que la harán sus miembros, actuales o
futuros: «No sobran proyectos», dice
Dani. «Lo que nos falta es lo concreto.
Hay de todo. Para ser socio, basta pagar 30€ y llenar el formulario; pero luego
si no propones nada o si nada te interesa, no pasa nada». Añade: «Cuando hay una estructura vertical,
autoritaria, las cosas van más rápido. Nosotros tenemos estructura horizontal…»
En la que, por consiguiente, el avance depende del empeño de cada uno pero
donde es más probable que el proyecto sea admitido por todos.
La Revolución Integral,
dicen sus partidarios, «no es la
revolución a la antigua, de tomar el poder o tener control sobre los demás sino
que es un proceso revolucionario que se da en todos los ámbitos de nuestra vida;
el centro de la Revolución Integral es la persona y las formas de relación
humana, social y económica. Esta revolución se hace paralelamente en diversos
grupos». Así es como puede ir extendiéndose.
1) Acerca de este tema, leer
el reporte del libro de José Peirats: «Les
anarcho-syndicalistes espagnols, 1869-1939» (título original: «Los anarquistas en la guerra civil
española»).
La voluntad popular de auto-gobernarse, en Cataluña y en otras
partes, también se enraíza, más antiguamente (al menos desde la Alta Edad
Media), en el autogobierno de las comunidades, rurales y ciudadanas, a través
de consejos abiertos, y en la propiedad colectiva del espacio natural (con
resistencias populares contra su privatización hasta el siglo XX), como lo describe
David Algarra Bascón en «El Comú Català,
la història dels que no surten a la història» (Ed. Potlatch, octubre 2015). Ver: sitio del
libro / información de la CIC acerca del libro / sitio Reconstruir el Comunal.
2)
Lo que los diferencia de Podemos, el
cual, al mismo tiempo que habla de democracia real, participa en las
elecciones. Barcelona en Comú, el movimiento encabezado por Ada Colau para
conquistar el ayuntamiento de Barcelona, ha decidido participar, con «Podem», en las recientes elecciones
generales del 20 de diciembre de 2015. Lo que es una manera de jugar a dos manos.
Más informaciones:
Cooperativa Integral Catalana.
Documental «Dreceres».
Manual de desobediencia económica (PDF):
manualdesobediencia et site.
Enric Durán: emisión de Rádio Catalunya.
L’Albada: sitio y Documental Dreceres.
Artículos (en francés) de Reporterre: Ni
capitalisme ni Etat / Hors Etat et hors marché / En Catalogne, une colonie
éco-industrielle.
La Revolución
Integral
El llamamiento para la Revolución Integral enumera, entre
otras, las ideas siguientes:
.- Contra las
dominaciones, construir otras sociedades mediante una revolución integral.
.- Auto-organización en
asambleas populares soberanas.
.- Impugnación del Estado
en todas sus versiones.
.- Recuperar la propiedad
como bien común.
.- Construir un sistema
público, cooperativo y autogestionario.
.- Nueva economía basada
en la cooperación y la proximidad.
.- Revolución Integral
desde los grupos locales con un objetivo global.
Gestión
forestal: formación y creatividad
Un ejemplo entre otros muchos de iniciativa cooperativa en la
CIC: La Red de Ciencias, técnicas y tecnologías de la cooperativa (XCTIT, Xarxa
de ciència, tècnica i tecnologia) propone, para prepararse al invierno, una
formación de gestión forestal llamada Ciasbe (Cura integral autosostenible del
bosc i de l’entorn). Se dirige a personas, proyectos y comunidades en el área
rural, miembros de la CIC o no.
Se trata de aprender el
mantenimiento del bosque y, a la vez, los modos de sacar de él recursos energéticos
y económicos sostenibles; también se trata de conocer los eco-sistemas y las
cuestiones de seguridad de las cercanías (lucha contra los incendios).
En el mismo ámbito, la
XCTIT ha trabajado sobre herramientas como una máquina para producir aceite de
cadena de motosierra; está trabajando a instrumentos forestales y de
transformación entre los cuales un torno de madera sin electricidad.
Más informaciones: XCTIT.
Calafou: en camino hacia el
post-capitalismo
Colonia industrial en desuso, bordada por
un río muy contaminado, Calafou es un espacio cargado de símbolos. Un grupo de
la CIC ha creado allí una cooperativa de vivienda y se ha centrado en las
técnicas y tecnologías como instrumento de lucha política.
En el valle del Anoia (en Vallbona d’Anoia, cerca de
Igualada), Calafou es una colonia industrial abandonada que produjo, según las
épocas, textiles, papel, persianas y sillones de escuela. Es uno de los
proyectos mayores de la Cooperativa Integral Catalana. Al llegar allí, una
inscripción anuncia: «CA LA FOU, Colònia
Ecoindustrial». El calificativo «postcapitalista»,
que iba siguiendo, fue recientemente borrado.
Está basada la industria
capitalista en el agotamiento y la destrucción de los recursos naturales y en
la explotación de la mano de obra humana. Los cooperadotivistas de la CIC han
decidido «hacer otra cosa de este lugar
consagrado al trabajo, construir un mundo nuevo en las ruinas del capitalismo».
El proyecto surgió hace
cuatro años. Antes de empezar, las personas interesadas, dentro de la CIC, se
dieron un año de reflexión y preparación. «La
gente tenía bastante claro el proyecto, pero pasando el tiempo hemos tenido que
adaptarlo», explica Efkin, de la comisión comunicación. La reflexión se refirió,
entre otras, a las ideas de Enric Durán y de Didac Acosta acerca del
postcapitalismo: «El postcapitalismo
apenas empezamos a ver lo que puede ser», dice Efkin. Hay la voluntad de
hacer este espacio industrial más ecológico. La veintena de nuevos ocupantes
del lugar produce artesanalmente.
Una
cooperativa de vivienda
Han empezado a restaurar el sitio, el cual es muy extendido
(tres hectáreas con grandes edificios). Por ello, la tarea es importante y
necesitará tiempo. Concretamente, el grupo ha creado una cooperativa de
vivienda: 27 pisos, que eran alojamientos de los obreros, van renovándose poco
a poco. La cooperativa de la CIC Masos Pel Decreixement compró el sitio a
crédito, por cerca de 500,000€. Los cooperativistas interesados pueden sea alquilar
temporalmente un piso (por 175€/mes), sea comprarlo a crédito con opción a
compra (por 17 000€). De hecho, si alguien permanece en el piso, el alquiler
puede también convertirse en compra a crédito. Es un poco «de cada cual según sus capacidades».
En cualquier caso la
compra no da el derecho de propiedad sobre el piso; hay una simple «cesión de uso permanente». El piso no
puede ser vendido ni dar lugar a especulación. «El día que estemos solventes, empezaremos a devolver el dinero a la
gente que se ha ido», dice Efkin.
Algunos
talleres han sido instalados en Calafou. Sus usuarios pagan un alquiler con un
importe mínimo barato: «Si quieres dar
más, si tienes la posibilidad, puedes hacerlo, es una elección (…) Quedan de cuatro a seis años para acabar de
comprar la colonia».
«Nos sentimos
diferentes de las comunidades de los años 1970»
La cooperativa, en realidad, es todavía informal: están
escribiendo los estatutos. Esto no impide que funcione: «Es un proyecto de asambleísmo descentralizado». La asamblea
general, cada domingo, toma las decisiones estratégicas. Hay grupos de trabajo,
con cierta autonomía: economía, comunicación, rehabilitación, proyectos
productivos, cocina comunitaria, espacios verdes…
Parte de los residentes
(unos diez o quince) viven aquí de modo estable, algunos de ellos desde el
principio; otros se quedan un par de días o algunos meses. «Depende mucho de la
forma de ganarse la vida, que implica hacerlo aquí o fuera».
Vivir juntos con veinte
personas no plantea problema particular. «Me
gustaría llegar a 50», dice Efkin, «No
más, sería inviable».
La cooperativa es «un espacio pacífico, de consenso; no
aceptamos violencia de género, de raza, ninguna discriminación… aunque es
difícil de vivir aquí cuando se es ciego, con silla de ruedas, anciano o un
bebé. Intentamos mejorar la accesibilidad pero el estilo de vida es duro».
Algunos cuartos todavía no tienen ventana, otros son difíciles de calentar.
Aquí un aparte acerca de
la discriminación de género: en Calafou, como a menudo en la CIC, se habla más
fácilmente al femenino («nosotras, las
cooperativistas»); aunque en realidad la distribución entre mujeres y
hombres es bastante equilibrada, el femenino prevalece. Una manera de
desformatear las mentes.
El respeto y la tolerancia
son la norma, pero esto es muy espontáneo. La mayor parte de los residentes viene
de los movimientos sociales de Barcelona, okupa…
Para mejorar la vida en
común, un sistema de amadrinamiento ha sido decidido. Cada persona nueva se ve
otorgar una madrina, o un padrino. Al cabo de un mes, se hace una evaluación
informal: «Si tienes compromisos económicos,
tienes que asumirlos; participar en las asambleas y en un grupo de trabajo es
lo mínimo, así que en dos tardes de rehabilitación al mes. Quien no puede
asumir lo ve por sí mismo».
Además del alquiler para
la vivienda y/o un taller, cada cual participa en los gastos comunes, por 10€
por mes como mínimo (quien puede, da más).
En cuanto a la manera de
vivir en común, es libre: «Nos sentimos
diferentes de la comunidades de los años 1970. Hay gente que come en su casa,
grupos que se organizan para comer juntos… cada uno organiza su propia vida».
Calafou es también un
centro de acogida. A numerosas personas les atrae la experiencia y ellas vienen
a ver, a discutir. La gente del exterior también participa en las obras de
rehabilitación o en reuniones y eventos culturales y militantes.
La vida en Calafou ha
cambiado desde el principio. «La
comodidad va mejorando progresivamente», dice Sheila. «Incluso en el grupo hay más unión, somos mucho más fuertes, nos
curamos más. Y también antes había muchas visitas, era muy desordenado, ahora
es diferente».
A cada cual
su proyecto
Calafou está por cierto vinculado fuertemente con la CIC, por
el espíritu pero también con relaciones formales como la moneda social o los
auto-ocupados: en este momento hay dos, quienes trabajan con la CIC para las
facturas y los impuestos.
Todos los residentes
tienen un proyecto, con gran diversidad. Ariel y Carlos, por ejemplo, realizan
páginas web, documentos 3D, gráficos, vídeos, documentales, talleres de formación.
Alfredo fabrica herramientas informáticas, organizativas, para la red social de
la CIC.
Sheila es artista
(espectáculos de circo, animaciones infantiles) y trabaja los fines de semana
en una dietética-nutrición. En Calafou, fabrica jabón con aceite de oliva
reciclado, agua, sosa y plantas medicinales. El jabón se usa sobre todo en el
grupo, se vende poco: «Es para aprovechar
una materia, para eliminar aceite, más que nada. Para venderlo, caldría aceite
bueno, biológico, de oliva, o crema de karité explotando a los Africanos, y
hacer publicidad… No tengo ganas de ganarme la vida así».
Mandi tiene una formación
de ingeniera de obras públicas. Realiza instalaciones eléctricas, ha vendimiado,
hace licores artesanales («no las he
vendido») para poder ganarse la vida «con
cosas que me gustan».
Efkin resume un estado
mental bastante generalizado: «Tenemos
poca voluntad de hacer renta; no queremos trabajar para trabajar ni hacer
dinero».
Mientras tanto, no faltan
las ocupaciones en Calafou. Además de las tareas de organización común y de las
obras de rehabilitación, hay el jardín de plantas aromáticas, el huerto
(actualmente un poco parado), las gallinas, la fabricación de jabón, de conservas
de garbanzos, de mermelada (para el auto-consumo)…
También hay un taller
mecánico, un taller de fundición experimental y un taller de carpintería bien
equipado. De él salieron no menos de 500 sillas (en pequeña parte para
Calafou). Había un auto-ocupado que actualmente trabaja fuera.
Calafou es también y
quizás antes de todo un lugar de experimentos. Esto se refiere por ejemplo al
laboratorio de biología, en el cual hubo diversas experiencias: cultivo de bacterias
para cálculos binarios; invento de un colorímetro para medir la turbidez del
agua como indicador de contaminación…
Hubo también un proyecto
de red telefónica internacional a partir de servidores conectados entre ellos.
Filosofía
hacker, transfeminismo, apropiación de tu cuerpo…
La filosofía «hacker» tiene mucha importancia en Calafou. «Un hacker no tiene forzosamente un
ordenador: ser hacker es poner manos a la obra, romper con la delegación, dejar
que otra gente te haga las cosas como en el capitalismo; de aquella manera no
sabes nunca cómo se hacen las cosas porque estás dependiente de otra persona».
El laboratorio Pechblenda,
de Paula, Klau y Beka se inspira de esta filosofía «hacker». Ellas utilizan las ciencias y técnicas en un espíritu de
apropiación del conocimiento y de la pericia, de interdisciplinariedad y de
relación con redes tecnológicas internacionales: «La tecnología está en manos del capital; ¿Cómo salir de esta realidad?»
También se trata de producir para lo local.
Su trabajo tiene dos
grandes orientaciones, la primera más directamente pragmática: se trata de
desarrollar tecnologías «para servir
proyectos que tienen una utilidad en el espacio que habitamos».
Así han inventado varias herramientas:
lámparas led para reducir el consumo de electricidad, electroválvulas,
mecanización de sistemas por ejemplo para el llenado de los depósitos de
recogida del agua de lluvia, realización de estufas, riego automático… Todo
esto, claro, casi siempre con material de desecho.
La otra orientación es «un trabajo artístico-político cotidiano»
relacionado, por ejemplo, con el transfeminismo y la noción de no género
biológico: «Algunas nacen chicas, otros
machos, intersex o híbridos», dice Paula. «Esto se ha borrado según los deseos de la Iglesia; hay que romper con
esta estructura del patriarcado».
El grupo ha trabajado
sobre la denuncia de la utilización de la mujer como objeto de observación
científica y más precisamente sobre las búsquedas de Sims, médico-investigador
quien, hacia 1840 en Alabama, realizó experimentos sobre los órganos sexuales
de unas mujeres africanas, esclavas, considerándolas como objetos.
Otra pista es la
apropiación del conocimiento de su propio cuerpo, mediante la observación
ginecológica y el auto-diagnóstico. Para ello, han reproducido un espéculo con
una impresora 3D y han creado un sistema de cámara webcam con microscopio. La
idea es poder detectar eventuales problemas ginecológicos.
Calafou es un lugar de
investigación y de experimentos muy abierto, que sale a varias direcciones. El
análisis político nunca es ausente.
Más informaciones:
Calafou/Pechblenda-transhack feminismo/Pechblendalab/Gynepunk-les sorcières
cyborg.
QLG Serveis
Integrals: Convencer por el ejemplo
Los cinco miembros de esta sociedad informal de servicios
creen fuertemente en el sistema cooperativo. Utilizan la moneda social, la
cual, para ellos, es también un medio para interesar a nuevas personas en la
revolución integral.
QLG Serveis Integrals
tiene su sede en Sant Jaume Sesoliveres, en la comarca de Anoia. Fue creada de
modo sencillo: «Nos dimos cuenta de que
éramos cinco auto-ocupados de la Cooperativa Integral Catalana quienes
trabajábamos y facturábamos cada uno por separado», explica Juli. «Decidimos unificar nuestras actividades
para facilitarlas y no hacer el mismo trabajo siempre».
En efecto, esta entidad
informal propone prestaciones muy diversas: teatro (con la Compañía PuntMoc),
organización de eventos culturales, «trabajos
verticales» (intervención en altura, en fachadas), vehículos recreativos
(reparación de auto-caravanas y caravanas), albañil, pintor, ebanista,
fontanero, electricista, jardinería, trabajos agrarios.
Para cada una de estas
prestaciones «hay uno, el que sabe, y los demás lo ayudan». Esto tiene varias
ventajas: variedad en el trabajo, atender demandas variadas, estar siempre
ocupados.
«Estamos pensando, quizás, en dejar la CIC para montar nuestra
cooperativa»,
dice Juli. «Somos afines entre nosotros y
tendríamos una estructura jurídica. En la CIC, las cuotas (de los
auto-ocupados) son bastante altas, es
casi un 20% de nuestra facturación; si agregas el IVA es casi el 40%. Si
facturas mucho, sube la cuota, más que proporcionalmente, con un porcentaje por
cada grupo de ingresos. La CIC se encarga de la facturación, pero aquí la
hacemos nosotros, gratuitamente. Con más beneficios, podríamos invertir donde
creemos que es mejor».
Juli relaciona la cuota de
la CIC con el trabajo de las personas que cobran asignaciones para un trabajo
administrativo. «Quizás el primer paso,
por la CIC, sería comprar viviendas y en vez de pagar agentes para que puedan
pagar su vivienda y su comida, darles vivienda y alimentación, recursos y no
dinero. En Grecia, vi muchos colectivos en hospitales, fábricas; el
voluntariado era la primera forma de organización. Hay que preguntarse si
estamos haciendo la revolución o buscando un trabajo?»
Juli subraya por otra
parte el problema de escala de la CIC: «Intentar
coordinarse con más de 2,000 socios, es muy difícil. La reforma pendiente de
las bioregiones es un buen paso, pero no es suficiente. Hay que ir hacia algo
más local; el máximo son 30 personas». Juli precisa: «Lo que la CIC ha hecho hasta ahora es súper. Había que llegar a este
punto para darnos cuenta de los errores, para aprender».
Los miembros de QLG
Serveis Integrals logran vivir de su actividad. Cobran lo máximo en moneda
social (las de las eco-redes de Anoia y del Penedés). «Compro mi alimentación únicamente con la moneda social», dice
Juli. «Se puede encontrar, en moneda social,
ropa, zapatos, servicios, masajes, un mecánico… En la eco-red de Anoia las
ofertas son numerosas, somos activos».
Él prosigue: «Queremos más moneda social. Entre nuestros
clientes hay de todo, personas que pagan en ecos y personas exteriores. Encontramos
clientes por nuestra experiencia pasada. Discutimos con ellos. Parte de los
clientes están sorprendidos cuando les hablamos de moneda social, es la mejor
publicidad para divulgar nuestras ideas. Poco a poco en la zona es lo que
hacemos».
Y concluye: «Nos equivocaremos miles de veces… tenemos
que ir con paciencia».
Eco-red de
Anoia: una dinámica propia
Si bien está en sintonía con la Cooperativa Integral Catalana,
la eco-red de Anoia vive su vida propia. Pone el acento sobre la necesidad de
interconectar las personas, antes de todo a nivel local.
«La comarca de Anoia siempre fue caracterizada por movimientos
sociales, sindicales, con la CNT. Y también hay los experimentos de Calafou. La
eco-red nació un poco de todo esto, de estas personas», dice Lucie, quien da
parte de su tiempo a la eco-red (una parte en voluntariado, otra mediante una
asignación).
Esta eco-red tiene tres años
de existencia; al principio había pocos contactos con la CIC. Un pequeño grupo
de personas organizó-se a nivel local con intercambios de bienes y servicios en
trueque y en moneda social. «El trabajo
de base era crear relaciones entre las personas».
Anoia tiene su propia
moneda social, basada en la antigua plataforma CES: «Es muy eficiente y preferimos quedarnos en esto. Un trabajo de los
programadores permitió vincular las bases de datos de manera a hacer posibles
los intercambios entre las dos plataformas». Los intercambios son a nivel
local y también al de toda Cataluña.
La eco-red anima una
despensa (en catalán, «rebost») de
productos alimenticios y otros productos. Estos proceden en pequeña parte de la
CAC (Central de Abastecimiento Catalana) cuando no pueden ser producidos
localmente. «Tenemos casi todo en
producciones locales: frutas y verduras, conservas, cereales, leguminosas,
queso de cabra, yogures…» Los productores locales también venden a la CAC
para abastecer los otros rebosts de Cataluña.
Hay un gran debate acerca
de la moneda social: La CAC cobra una parte de las ventas en euros, porque
algunos productores, teniendo gastos en euros, necesitan de esta moneda y no
pueden cobrarlo todo en moneda social. «Nosotros
preferiríamos que la CAC no nos proponga ciertos productos si no los encuentra
en moneda social. Para la CAC, es una etapa. La reflexión sigue, a todos los
niveles».
Unas veinte personas hacen
regularmente encargos en el Rebost. Lucie insiste sobre el hecho de que el Rebost
no es solo un punto de venta; se trata de intercambiar, en moneda social, con
una mente de «prosumidores» (a la vez
productores y consumidores): una condición para participar en el Rebost es
insertarse en la eco-red ofreciendo un producto, alimenticio o no, o un
servicio.
Se busca pues un
funcionamiento de circuito cerrado, para buscar la auto-suficiencia respecto a
la sociedad. «Algunos, quienes van siendo
más numerosos, son casi auto-suficientes, digamos por el 70%. La eco-red es
bastante joven y uno no cambia su vida de un día para otro».
Hay, en Anoia, un embrión
de grupo de salud, con varios profesionales (medicina alternativa, china, yoga,
un farmacéutico). Por ahora, la falta de un local es un freno. «Pero quizás no necesitamos un grupo de
salud; lo importante es procurar a cada cual un acceso fácil a la capacidad de
curarse a sí mismo. Es quizás lo que está bloqueando. No se trata de crear una
Seguridad Social».
En lo que se refiere a
vivienda hubo un principio de experimento: un edificio había sido cedido por un
miembro de la red; hubo un proyecto de renovarlo para vivienda social o temporaria.
No funcionó, por razones externas. Por ahora no hay otra oportunidad de terrenos
o viviendas en cesión.
«Hemos conseguido obtener una implicación de todos en la
asamblea del Rebost»,
apunta Lucie. «Al contrario, todavía un
número importante de personas no se acercan mucho a la asamblea permanente de
la eco-red (que no tiene forma legal). Allí
se habla estrategia pero es muy asequible».
En cuanto a las relaciones
entre la eco-red y la CIC, unos 40 a 50% de los miembros de la eco-red están
afiliados a la CIC. «No hay obligación;
las asambleas son abiertas, cada cual hace tal como quiere. Muchos utilizan las
herramientas de la CIC en su vida cotidiana; nos esforzamos en apoyar la CIC a
la escala local».
Viene luego el debate
acerca de la descentralización de la CIC. «Mi
símbolo», dice Lucie, «es que la cooperativa
es un organismo vivo; no se necesitan vínculos estructurales. Las bioregiones
son una manera de descentralizar, creo que hemos tomado el buen camino: hay más
proximidad y es más fácil implicarse en la asamblea. Pero hay que ir más lejos,
hasta la base, a nivel de un grupo “familiar” o de un pueblo, de veinte a
treinta personas».
«Claro que hay interés en
conservar asambleas en las diferentes escalas. A nivel local no se pueden
satisfacer todas nuestras necesidades. Pero hay que salir de la base: es un
error histórico empezar por una cooperativa para descentralizar».
Lucie añade: «El debate es muy sano. Hay mucha
autocrítica, mucha conciencia de lo que está pasando. El grupo tiene
verdaderamente la voluntad de cambiar las cosas».
Más informaciones: Eco-red
de Anoia.
Coopération
Intégrale Toulousaine: paso a paso pero con determinación
Un grupo se constituyó en Toulouse, hace tres años. Empezó por
definir sus objetivos y su manera de actuar. La reciente puesta en marcha de
una moneda social es un nuevo paso hacia adelante.
Coopération Intégrale
Toulousaine (CIT) fue creada en noviembre de 2012, con un centenar de personas.
Poco antes, un grupo de Tolosanos habían encontrado a Enric Durán y a otras
personas en ocasión de la Marcha catalana por el decrecimiento y un grupo de Catalanes
había venido a Toulouse para presentar el proyecto de la Cooperativa Integral
Catalana.
La que se llamó hasta aquí
Coopérative Intégrale Toulousaine cambió de nombre por decisión de la asamblea
de octubre de 2015 para convertirse en «Coopération
Intégrale Toulousaine». Esto para hacer patente que se trata de «una red abierta de grupos y de personas
autónomos que no implica ninguna afiliación o ningún estatuto de miembro»
(lo que sería el caso con una cooperativa).
Después de la creación, la
prioridad fue dada a la reflexión teórica, explica Jérôme (del comité de
acogida), y fueron constituidos grupos de trabajo, entre otras cosas para
escribir los estatutos. El grupo central se redujo luego a una decena de
personas al cabo de seis meses, pero queda fuerte. «El trabajo de construcción es ingrato; se puede que esto haya
desmotivado a las gentes», dice Jérôme.
Aunque CIT se inspira
fuertemente de la cooperativa catalana, el contexto, en Toulouse, es diferente
del contexto español: «Allá hay una cultura
del encuentro, de hablar juntos, que hemos un poco perdido en Francia».
Hay también importantes diferencias
jurídicas con España: CIT no puede tener un estatuto de cooperativa (sería por
ejemplo necesario tener al menos dos asalariados en ciertas formas de
cooperativas); se constituyó pues una asociación, pero el estatuto fiscal de las
asociaciones en Francia no permite instituir un sistema como el de los
auto-ocupados.
Como se vio más arriba, el
ambiente de CIT queda el de un grupo informal, de una asamblea que se reúne
cada mes y tiene a su disposición herramientas y servicios, entre los cuales
una asociación, la cual sirve de respaldo para las diversas necesidades
legales, relacionadas por ejemplo con la moneda social o la central de abastecimiento.
La moneda
social, herramienta de primera importancia
El funcionamiento de Coopération Intégrale Toulousaine se basa
en la asamblea general mensual de todos los cooperativistas (el Ágora), con
decisiones al consenso: «Esto puede
frenar las cosas pero al final, cuando todos estamos de acuerdo, vamos más
lejos».
Hay servicios comunes de
la cooperativa (comité de organización del Ágora, comunicación, herramientas
informáticas, jurídico…). Y grupos autónomos, los que se encargan de diversas
iniciativas (central de compras, imprenta, biblioteca, cocina colectiva, «apprentisseurs-ses»…).
Estos grupos evolucionan
permanentemente, según los proyectos y el compromiso de cada uno. L’Imprimerie
du Bambou es un servicio de reprografía para la realización de diversos
documentos. La cocina colectiva pone material a disposición de los que quieren
organizar comidas, por ejemplo en ocasión de eventos. Un grupo «apprentisseurses» está constituyéndose:
pretende identificar las ofertas de aprendizaje y ponerlas a disposición en el
internet (en CIT se prefiere hablar de aprendizaje en vez de formación, «porque éste término alude a una relación de
dominación de la que queremos liberarnos»).
La central de compras
(Groupement d’achats solidaire épicerie de Toulouse, Gaset), constituida en
2014, es el grupo que reúne el mayor número de personas (unas cuarenta). Hace
encargos agrupados a diversos productores. Por ahora se limita a los productos
secos, esperando que se pueda disponer de un local. La ausencia de local es un
factor limitante; al principio se utilizaba una casa okupa, pero ya no es
posible. El lanzamiento de la moneda social y la cooperación entre ésta y el
Gaset deberían dar más autonomía a los cooperativistas de ambos grupos.
En efecto, hubo un avance
importante este otoño. Después de un período de pruebas de la moneda social
dentro de un grupo reducido, esta moneda, la Oseille, ha sido lanzada
progresivamente a partir de septiembre. Se basa en la plataforma informática
Integral CES.
Hay otras experiencias de
moneda local en la región de Toulouse, como el Sol Violette y el Sel Cocagne.
En CIT, no quieren un funcionamiento piramidal, ni tampoco indexación sobre el
Euro o tener una cuenta en un banco. Tampoco quieren estar en una relación
mercantil, en la que el comprador negocia con el productor o el vendedor de servicios.
El objeto de la moneda social no es solamente comprar productos locales pero
también salir del Euro y desarrollar los intercambios para liberarse del
sistema capitalista.
La moneda social de
Coopération Intégrale Toulousaine tiene dos niveles: la Oseille, para el
intercambio entre personas y colectivos autónomos; y la Groseille, para crear
puentes con los comunes de CIT y las personas quienes usan de ellos y los
difunden.
Para utilizar la Oseille,
es preciso afiliarse a la asociación; se pasa por un amadrinamiento para acoger
y suscitar a la gente interesada. Para lanzar el mecanismo, primero hay que
emitir moneda: por ello se pide a los usuarios que empiecen a ofrecer productos
o servicios antes de comprar.
El valor de la Oseille se
refiere a 60 oseille por una hora de servicio.
No se ha resuelto por
ahora el debate de saber si hay que pagar lo mismo una hora de albañil y una
hora de ingeniero.
El éxito de la moneda
social estribará en la realidad de los intercambios, es decir en el nivel de
integración de cada usuario en el sistema cooperativo para satisfacer sus
necesidades diarias y llevar su participación al colectivo. Pero también
estribará en el número de usuarios. La buena dimensión, según Jérôme, serían
unos 300 usuarios.
Ubicándose en Toulouse,
CIT es más que todo integrada por ciudadanos, y pocas personas tienen
formaciones en las profesiones manuales. Se puede entrever claramente la
necesidad de completar algún día la oferta de productos agrícolas y de
servicios relacionados con las profesiones artesanales, en particular las de la
construcción, siendo la vivienda y la alimentación las principales necesidades
básicas. Esta oferta puede ser integrada en CIT o encontrada en grupos vecinos.
Un caldo de
cultivo lleno de ideas
En el Ágora del 26 de septiembre, fueron evocadas dos
reflexiones a largo plazo. La primera es la constitución de una cooperativa de
compra de pisos, para crear viviendas. En CIT no son partidarios del alquiler,
por ser éste socialmente injusto: el alquiler permite a alguien quien heredó de
un capital sacar provecho de él a despensas del inquilino.
Se estudia la compra de
edificios que podrían ser poseídos por una estructura cooperativa, para salir
del modelo de sociedad privada; pero se necesita dinero para ello…
El segundo tema de
reflexión es una cooperativa de trabajo: «El
mundo con el que soñamos no pasa por el trabajo», dice un cooperador. «Pero necesitamos dinero para vivir en esta
sociedad y para que funcione la cooperativa integral hasta no ser más
dependiente del sistema capitalista. El trabajo quema el tiempo y la vida de la
gente; en sociedad, es su actividad principal». La cooperativa de trabajo
tendría varios objetivos: acompañar administrativamente a los que tienen un
proyecto, proporcionar recursos a CIT…
Fueron también evocadas
las relaciones con la gente quien, fuera de CIT, lleva iniciativas que pueden
ir en el mismo sentido y sobre los medios para crear vínculos con ella.
A escala todavía modesta,
Coopération Intégrale Toulousaine es un grupo muy animado, en movimiento. Basta
asistir a un ágora para ver cuánto es un caldo de cultivo rico en ideas y un
lugar de debate.
Más informaciones:
Coopération Intégrale Toulousaine.
Comentarios