UAFG TALLER DE IMAGEN
Publicado el 23 de
noviembre de 2012
Concierto-recital ofrecido en octubre de 2002 por Mario
Benedetti y Daniel Viglietti en el cine La Esperanza de San Vicente del Raspeig
(Alicante). Organizado por el Vicerrectorado de Extensión Universitaria de la
Universidad de Alicante, el Centro de Estudios Iberoamericanos Mario Benedetti
y el patrocinio del Club Información.
CANCIÓN
NUEVA
(Daniel Viglietti)
Cómo me cuesta afinar la
guitarra,
organizar las seis cuerdas
unidas
y de la lucha de sones
contrarios
abrir camino cantando a la
vida.
Y tanto y tanto que hemos
cantado,
y sin embargo poco, poco,
si se piensa el silencio que
nos acecha.
Bajo las cuerdas mi cuerpo
desnudo,
vestido apenas de amor y
preguntas.
No es el sonoro cantor de
protestas,
es cuerpo en partes que nunca
se juntan.
Y tanto y tanto que hemos
llorado,
y sin embargo poco, poco,
si se piensa en los muertos
que nos dan vida.
Contra el dolor, el olvido y
el miedo
nuestra certeza porfiando en
el alma;
quienes compartan la loca
esperanza,
brújula o flecha de nuevo
hacen falta.
Y tanto y tanto que hemos
luchado,
y sin embargo poco, poco,
si se miran los cuerpos que
trae el río.
Cuánto me cuesta esta nueva
canción,
de la derrota crear primavera
en estas noches de ojos sin
sueño,
en estos sueños de noches sin
ojos
en que los buitres enormes
abusan
de las parciales heridas del
pueblo.
Vamos haciendo la nueva
canción,
de la derrota crear
primavera.
Y tanto y tanto que hemos
perdido,
y sin embargo poco, poco,
y sin embargo mucho, mucho,
si se miran los ojos de un
hombre digno.
Vamos haciendo la nueva canción,
de la derrota crear
primavera.
Vamos haciendo la nueva
canción,
crear primavera.
ANACLARA
(Daniel Viglietti)
Con un grafo
ella escribe en las paredes
“resistir”,
bufanda rojinegra por la
espalda,
minifalda,
Anaclara.
Borra infancia
aprendiendo en bellas artes a
crecer,
con pechos de rosales sin
espinas,
agua marina,
Anaclara.
Es de agua
cuando el hijo se enamora de
la sed
y si el niño le regala una
amapola
llora sola,
Anaclara.
Nunca encuentra
porque busca siempre el modo
de no hallar,
aunque sabe que lo nuevo se
conquista,
anarquista,
Anaclara.
Si la hieren
de tan tierna tiene miedo de
morir
y entonces pone espinas en
las rosas,
temerosa,
Anaclara.
De mañana
va tejiendo los telares de la
duda,
aún desnuda preguntándole al
espejo
un consejo,
Anaclara.
Hospitales
que conocen la dulzura de sus
manos,
los dolores con mirarla ya se
olvidan,
fisiatría,
Anaclara.
Si el camino
Anaoscura siempre claro
quieres ver,
nunca dejes,
Anaclara, tu locura
compañera,
tu locura de palomas casi
halcones,
tus pasiones,
Anaclara.
No
tan gotán
(Daniel Viglietti)
En un gotán voy a exprimir
un otro gajo de guitarra.
La naranja sigue ajena y el
guardián,
y el guardián nos madrugó.
Con el pulgar quiero marcar
donde está el bien, donde
está el mal.
La mordaza bien mordida por
el tango,
por el tango que arrancó.
No arrancó la piel del hambre
que es muy dura de pelar.
Después buscó la justicia;
le cortaron el pulgar.
Tango muñón para golpear
la dura puerta nacional,
la de bisagras extranjeras,
la de mentiras,
de mentiras bien de veras.
De contragol, de cantegril,
de jubilados de esperar.
La patria dio parte de
enferma y marchó presa,
marchó presa al hospital.
Hospital de las mentiras
que quedan sin contestar.
Esta gripe del silencio
viene tirando a matar.
Muertos de sed o de estudiar
allá en la Plaza Libertad.
La lección nueva del liceo,
ésa, ésa que dice ¡nunca más!
Nunca más oiremos tangos
como los del tiempo aquel,
pero hay que seguir cantando
aunque ya no esté Gardel.
Pero hay que seguir
cantando...
En un gotán quise exprimir
un otro gajo de guitarra.
La naranja sigue ajena pero
el tango,
pero el tango corte y hacha
no acabó.
Declaración
de amor a Nicaragua
(Daniel Viglietti)
Aquella mancha libre sobre el
cielo,
aquellas nebulosas como
hielos
son la pura apariencia del
desvelo,
del sueño que despierta en
nueva mano,
altura que se sube hacia lo
humano
donde la estrella sabe que
ese signo
es el sombrero en alto de
Sandino.
Debajo del sombrero están dos
alas
por un pueblo de pájaros
guardadas.
Si hay riesgo da el zanate
campanadas
llamando amaneceres que nos
tienten.
No sabe el corazón que de
repente
no es él, todo cambió, nada
es lo mismo.
Es el sombrero en alto de
Sandino.
El Amador se me Rugama de
ternura,
Masaya como un león y se
apresura,
se Guatemala todo y se me
Hondura
y sube a una escalera tan
laviana
que el sol todo asombrado lo
reclama,
le dice “corazón, vení, vení,
vení conmigo”.
Es el sombrero en alto de
Sandino.
Todo parece casi seco en el
planeta, en esta fragua,
y sin embargo mana agua, Mana
Agua,
Managua en Nicaragua.
La vergüenza se quita las
enaguas
y se desnuda toda, toda,
toda, toda revelada.
Diriamba que anda enamorada
de ese volcán humano, tierno
como un niño.
Es el sombrero en alto de
Sandino.
Es nuestroamericano el
compañero,
es nuestra la cabeza y la
idea y el sombrero,
son nuestras las fronteras,
los aceros
con que hemos de cortar
tantos entuertos,
decirle más verdades a lo
cierto,
decirle más y más y más
verdades a lo cierto,
que el Amador se nos Rugama
de tan vivo.
Es el sombrero en alto de
Sandino.
Soledad
Barret
(Daniel Viglietti)
La duda lleva mi mano hasta
la guitarra,
mi vida entera no alcanza
para creer
que puedan cerrar lo limpio
de tu mirada;
no existe tormenta ni nube de
sangre
que puedan borrar
tu clara señal.
La soledad de mi mano se da
con otras
buscando dejar lo suyo por
los demás,
que a mano herida que suelta
sus armamentos
hay que enamorarla con la mía
o todas
que los van a alzar,
que los van a alzar.
Una cosa aprendí junto a Soledad:
que el llanto hay que
empuñarlo, darlo a cantar.
Caliente enero, Recife,
silencio ciego,
las cuerdas hasta olvidaron
el guaraní,
el que siempre pronunciabas
en tus caminos
de muchacha andante,
sembrando justicia
donde no la hay,
donde no la hay.
Otra cosa aprendí con
Soledad:
que la patria no es un solo
lugar.
Cual el libertario abuelo del
Paraguay
creciendo buscó su senda, y
el Uruguay
no olvida la marca dulce de
su pisada
cuando busca el norte, el
norte Brasil,
para combatir,
para combatir.
Una tercera cosa nos enseñó:
lo que no logre uno ya lo
harán dos.
En algún sitio del viento o
de la verdad
está con su sueño entero la
Soledad.
No quiere palabras largas ni
aniversarios;
su día es el día en que todos
digan,
armas en la mano: “patria,
rojaijú” (*).
(*)
rojaijú:
te quiero (guaraní)
Identidad
(Daniel Viglietti)
¿Quién dijo artista?
Yo soy un hombre apenas
que ataca el miedo
en su garganta.
Un malherido
país caminante,
madera y aire,
uno ni héroe ni cobarde.
No el cantor como bandera,
ni más ni menos que un
humano,
con el día y la noche aquí en
el cuerpo,
contradicción que canta
afirmaciones,
que duda siempre si anuncian
la derrota de lo nuevo.
¿Quién dijo grito?
Yo soy palabra tierna,
sobreviviente señal,
un pensamiento.
Otro que sigue
lo que tantos iniciaron,
uno que encontró
la sobrevida.
Y no quiere cantar siempre la
muerte,
quiere cantar renacimientos
con los seres humanos en los
poros,
contradicción cantarle a la
alegría
con sangre en la memoria,
que duda siempre
si anuncian la derrota de lo
nuevo.)
Daltónica
(Daniel Viglietti)
Pulgarcito de poeta
que se escapa y me cosquilla,
tan alegre, tan sin silla,
tan de amores torrenciales,
tan sin fin.
Alegría de una tierra
que se quita las fronteras,
se desnuda las caderas,
las volcánicas centrales
de una luz.
Yo lo vi,
yo lo vi, yo lo vi, yo lo vi.
El año treinta y dos
él no vivía y yo lo vi
contando sus historias
de futuro, iba entre mil.
Yo lo vi, yo lo vi, yo lo vi.
Pobrecitos los poetas,
bendiciones son daltones,
donde hay huesos ven marrones
territorios prometidos
como un sol.
Tan bracito su poesía,
se levanta en los sensuales
laberintos marsupiales
y reparte polen rojo,
se abre en flor.
Yo lo vi,
yo lo vi, yo lo vi, yo lo vi.
Era el año dos mil,
ya él no vivía y yo lo vi.
La muerte equivocada lo llevó
y él anda aquí;
y yo lo vi, yo lo vi, yo lo
vi.
Pulgarcito de poeta
que se escapa y me cosquilla,
tan alegre, tan sin silla,
tan de amores torrenciales,
tan sin fin.
Crece armado de esperanza,
desentierra lo perdido,
le hace un hijo de sonido
al silencio de ese pueblo
que es maestro de sus sueños.
Que se escapa y nos cosquilla,
tan sin miedo, tan sin silla,
tan amado, tan armado,
tan de todos, Salvador.
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