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GESTIÓN OBRERA Y FEDERALISMO REVOLUCIONARIO EN LA COMUNA DE PARÍS

Por Alexandre Samis*
Red latina sin fronteras
8 Mayo 2016
“NOSOTROS APELAREMOS A LA FUERZA… PROPIETARIOS DEFIÉNDANSE. HABRÁ COMBATES Y MASACRES.”
PIERRE JOSEPH PROUDHON
Introducción
Las raíces de la comuna de 1871 pueden ser encontradas en las organizaciones que la antecedieron (DALOTEL et al., 1980, p. 7). Los “clubes” localizados en los distritos de la capital fueron importantes para diseminar importantes iniciativas de los revolucionarios en la conquista de posiciones estratégicas. Fue a partir de ellos que se formaron algunas federaciones como la representada por el “Comité Central Republicano de Defensa Nacional de los Veinte Distritos de Paris”, en 1870. En lo que refiere a la forma organizativa en la cual se asentaban los clubes es relevante decir que esos poseían una estructura político-administrativa formada por un buró, cuya composición incluía un presidente y dos asesores. Estos eran responsables de la disciplina de la plenaria durante los debates y además debían garantizar el orden del día. Para tener una idea de la importancia y cobertura de los clubes, vale decir que, en el período entre 1868 y 1870, llegaron a funcionar 63 clubes en la capital. Algunas de esas reuniones llegaban a recibir más de 5.000 personas.
Los clubes resurgen en un contexto de mucha agitación en París. La ciudad, ya famosa por los motines, evidenciaba, en cada elección y plebiscito, principalmente en los barrios obreros, su oposición al régimen de Napoleón III. La reforma urbana emprendida por el barón Eugène Haussmann, prefecto del Sena entre 1853 y 1870, que incorpora parte de los suburbios que antes estaban fuera de los muros de la ciudad parece haber colaborado con el fenómeno.
El nuevo diseño de la capital concede mayor didáctica a la fractura de clase, define por medio de contornos más nítidos los espacios burgueses y obreros. Una separación que, a pesar de no eliminar el contacto entre las clases, permite, por otra parte, entender la cartografía del confinamiento. Entre 1851 y 1856 la capital amplía su población en más de 260.000 habitantes. En 1866 tendrá más de 300.000.
La guerra y la crisis general
En Julio de 1870 un conflicto ya bastante anunciado por escaramuzas diplomáticas y el creciente descontento entre las partes, irrumpe colocando en campos opuestos a Francia y a Prusia. Rápidamente la superioridad de Prusia se revela para desesperación de las filas militares enemigas. La derrota francesa en la guerra Franco-Prusiana, la captura de Napoleón III por el enemigo en Setiembre de 1870 y la proclamación de la República en ese mismo mes, no fueron más que otros hechos relevantes para la composición de un cuadro general de enorme inestabilidad política.
El cerco a París, que duraría hasta enero del año siguiente, las privaciones de libertad que sufrieron los habitantes de la ciudad en esos meses, la claudicación del gobierno de “Defensa Nacional” sobre la bandera de la República, todo eso dará a los estratos sociales subalternos motivos de sobra para una insurrección. En ese período, según el censo de 1866, la ciudad contaba con 1.875.264 habitantes, y en cuanto a todo el contingente poblacional del Departamento del Sena era un poco más de 2 millones (DUPEUX, 1972, p.49).
Después del 28 de enero de 1871, fecha de la firma del armisticio con Prusia, frente a los términos vejatorios del acuerdo, en el cual, además de una pesada deuda de guerra, el gobierno se comprometería a entregar parte de su territorio al invasor, el pueblo francés se muestra claramente insatisfecho. Una situación que será agravada por las elecciones del 8 de febrero, que confirma una Asamblea Nacional cuya composición favorecía a los monárquicos legitimistas y orleanistas burgueses. A los ojos de la capital, el gobierno de Defensa Nacional incurría en múltiples traiciones.
Ante los hechos, la Guardia Nacional, señalada por los conservadores como una de las instituciones responsables del mal rumbo de París, toma para sí la defensa de la República. Concretamente, a partir del 15 de febrero los guardias nacionales pasan entonces a discutir su organización sobre la forma federativa. En la asamblea general una comisión electa expone los resultados de ese esfuerzo a los demás guardias nacionales. La nueva regulación delibera por la formación de un comité central constituido por comandantes electos por las guardias de las varias subdivisiones administrativas de la capital, más allá de otros tres representantes de cualquier patente. Tal proceso contará con la colaboración de guardias nacionales de los 18 distritos de la ciudad. Los 254 batallones de París, reunían 300 mil individuos de varias patentes. Más de la mitad del contingente había ingresado durante el cerco prusiano y en su abrumadora mayoría, eran oriundos de los barrios más pobres.
El día 24 de Febrero es creada la “Federación de la Guardia Nacional”, con la presencia de 2 mil guardias. Su primera tarea, señalada públicamente en un documento, es proteger algunos de los barrios de la capital de la ocupación prusiana, prevista en los términos del armisticio. Sin vacilar, la Guardia Nacional, representada por su Comité Central, rescata 227 piezas de artillería y ametralladoras que se habían obtenido a instancias del pueblo de París.
La desafección de los parisinos con su gobierno empeora cuando, sobre finales de febrero, los diarios confirman la ocupación de los barrios, seguida del desarme de los ciudadanos y la confiscación de las piezas de artillería. Los clubes y la propia Guardia Nacional salen a la calle con bandera rojas y gritando contra el gobierno y los invasores prusianos.
Los miembros de la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT) adhieren completamente a las manifestaciones. Con ellos están el Comité Central Republicano de Defensa Nacional de los Veinte Distritos de París y la Federación de las Cámaras Sindicales y de las Asociaciones Obreras, que en refuerzo de esa actitud, formalizan un pacto con el Comité Central de la Guardia Nacional.
Los 30 mil prusianos que entran a París el 1 de Marzo son recibidos con hostilidad por parte de la población. Ante tal situación el gobierno decide finalmente tomar de las manos de la Guardia Nacional las piezas de artillería de los fuertes de París. El día 18 de Marzo, algunos destacamentos del ejército salen de sus cuarteles con órdenes de ocupar puntos estratégicos de la ciudad.
La operación gubernamental que se preveía sin mayores inconvenientes, fue repudiada en los barrios por parte de las mujeres obreras. Éstas, que en los últimos días venían ocupando las calles, claman por la resistencia. La inmediata adhesión de la Guardia Nacional acaba por provocar un desenlace inusitado. Ante la determinación de los guardias, apoyados entusiastamente por la población, las propias fuerzas del ejército terminan por adherir al movimiento. En la práctica, París caía en las manos de la Guardia Nacional y del pueblo insurrecto.
La institución de la comuna
El día 19 de marzo el Comité Central de la Guardia Nacional, a través de un decreto, llama al pueblo al sufragio. El edificio del Hotel De Ville, de la prefectura de París, quedaba ocupado por la Guardia Nacional hasta la comprobación de los votos y el nombramiento de los electos para la formación de la Comuna. Las elecciones son anunciadas para el día 26 de marzo.
El día 26 de marzo se llevan a cabo las elecciones. Los resultados revelan los nombres de poco más de 70 nuevos representantes. De éstos, 25 eran obreros y todavía dentro de ese reducido universo eran minoritarios los internacionalistas. La mayor parte de los electos eran muy jóvenes, tenían menos de 25 años. Por tal motivo fue aclamado el veterano Charles Beslay (Cf. BESLAY, 1979), un reputado prouhdoniano, como presidente de la primera sesión del nuevo gobierno.
Cabe añadir que la Comuna obedece a la lógica de los “mandatos imperativos” (Cf ZAIDMAN, 2007), según el cual los electos podían ser sustituidos en cualquier momento por petición pública. Sus salarios no podían exceder la media de rendimientos de un trabajador calificado de París, además de eso, su mandato era, ante todo, de sus electores residentes en los barrios.
Para la gestión de la Comuna fue creada una décima “Comisión Ejecutiva” a ser integrada por miembros ya escogidos para las demás comisiones. Las demás comisiones eran: de Guerra, Finanzas, Seguridad General, Enseñanza, Subsistencia, Justicia, Trabajo y Cambio, Relaciones Exteriores y Servicios Públicos. Eran todavía, todas por fuerza de su diseño y su concepción, simultáneamente ejecutivas y legislativas.
Las fuerzas político-ideológicas dentro de la Comuna eran diversas. La llamada “mayoría” era de concepción jacobina y blanquista, esencialmente centralista. La “minoría” era formada principalmente por socialistas revolucionarios, de orientación federalista. Curiosamente la orientación final de la Comuna acabó siendo de la “minoría”.
A pesar de las muchas adversidades, la Comuna en sus 72 días de vigencia emprendió esfuerzos en las siguientes direcciones:
a) Política. Supresión del ejército permanente (1) y sustitución por el pueblo en armas; separación entre la Iglesia y el Estado, abolición de los cultos religiosos, establecimiento de la elegibilidad de los extranjeros, adopción de la bandera roja, símbolo de “la unidad federativa del género humano” y del calendario revolucionario de 1789.
b) Social y laboral. Ajuste de los rendimientos de los funcionarios públicos de acuerdo con sus salarios de obreros manuales, supresión del trabajo nocturno en las panaderías, fin de las multas impuestas a los trabajadores por los patrones en establecimientos comerciales y fábricas, reorganización del trabajo femenino, definición por parte de la administración comunal en lo que se refiere a los salarios de los trabajadores en sus diversas funciones, extensión de plazos para el pagamento de alquileres y adaptación de nuevos términos de los contratos anteriores, moratorias de tres años para las deudas, devolución de artículos empeñados por los obreros que no excedieran los 20 francos, principalmente instrumentos de trabajo y libros, institucionalización de la pensión para los heridos, viudas e hijos huérfanos e ilegítimos, fin de las multas sobre los salarios, fijación de los salarios en los 6 mil francos anuales, fijación de los contratos de los profesores en 2 mil francos. Oficinas abandonadas fueron colocadas para la disposición de los trabajadores, bajo el control de sus organizaciones sindicales, generalización de las 10 horas para las jornadas de trabajo, estímulo a los ateliés cooperativos en el predio del Louvre encargados de preparar las fábricas de armas, institución de un crédito estatal para la creación de asociaciones de trabajadores, mutualistas con tasa de pago anual de 5%, predios vacíos destinados a trabajadores sin casa en los años que fueron desalojados por los bombardeos y además establecimiento de gratuidad de la educación que también debe ser laica y politécnica.
c) Jurídica. Confiscación de bienes raíces, abolición de los procesos ordinarios dando a ambas partes derecho de voz y amplia defensa, organización de un tribunal civil en París, elección para la magistratura, organización del jurado y el juicio por los pares.
Cabe resaltar, que el grupo internacionalista, tomándose este en el sentido ideológico más amplio como socialista revolucionario, era el único con un proyecto económico definido. Basados en las propuestas de Pierre-Joseph Proudhon, no sólo estarían en los cargos de administración y de finanzas de la Comuna, sino que también serían los responsables directos e indirectos de la subsistencia de París en los días siguientes al 18 de marzo.
A los jacobinos y blanquistas les cupo la defensa, seguridad y justicia, aunque también participaron en trabajos en distintos barrios, muchos de los cuales estaban por fuera del ámbito formal del gobierno.
El papel desarrollado por las mujeres en la Comuna no fue menor. Consideradas por el código civil del 1804 como dependientes directas de los maridos, sin el consentimiento de los cuales no podían desempeñar ninguna función productiva en la sociedad, durante el cerco prusiano las mujeres encabezaron la apertura de comedores públicos que atendían en los barrios a los más necesitados. Orgánicamente ligadas a “los clubes” políticos, las mujeres promovieron y estructuraron proyectos de gran importancia para los suburbios, algunos de los cuales sobrevivieron a la propia Comuna.
En Montmartre, en el 18° distrito, Loise Michel,(2) en compañía de otras mujeres, desarrolló importantes iniciativas. En este barrio fueron fundadas escuelas públicas, de carácter laico y gratuito, a las que asistían los hijos de los trabajadores. También inauguró comedores colectivos y otras formas de recepción de huérfanos y desvalidos de París.
La guerra civil y la política de la Comuna
El domingo 2 de abril, la artillería de Versalles arroja sus primeras granadas sobre París. Reaccionando de inmediato a lo ocurrido, la población corre hacia los barrios a levantar las barricadas. Cañones son arrastrados para las murallas de las puertas Maillot y de Ternes, y en el medio de la tarde, 50 mil hombres pedían impacientes avanzar sin más obstáculos sobre Versalles.
Pero en realidad, el ejército de la Comuna no estaba preparado adecuadamente para la confrontación. La Guardia Nacional, a pesar de alguna experiencia adquirida durante el cerco prusiano, no estaba pronta.
Sin embargo las circunstancias no permitían aplazar más la lucha directa. Ya en las primera escaramuzas con el enemigo, las fuerzas communards mostraron su debilidad. Sobraba coraje, osadía y heroísmo, pero faltaba el resultado, las batallas se sucedían y no había victorias. Los comandantes de la defensa de París se turnaban en el cargo, primero Gustave Paul Closeret, escogido de prisa, después Nathaniel Louis Rossel, ambos con poco suceso en sus respectivos desempeños. La Seguridad General y la Policía de París tenían problemas también. Los espías de Versalles andaban por la ciudad sin mayores dificultades.
En la comisión de educación, por otra parte, Eduard Vaillant, toma algunas medidas importantes: retira de las sala de aula los crucifijos, llama a todos los individuos que habían estudiado en los barrios las cuestiones pertinentes a la educación para formar subcomisiones; le encarga a otra subcomisión la tarea de organizar la enseñanza primaria y la educación profesional para ambos sexos, más allá de inaugurar escuelas públicas y gratuitas.
En la Comisión de Trabajo y Cambio, Léo Frankel, establece como objetivo esclarecer y modificar las relaciones de trabajo, privadas y públicas. Pretendía también rever los códigos aduaneros, los impuestos directos e indirectos, contando para tal con el apoyo de los propios trabajadores.
En cuanto al gobierno de la comuna se esforzaba por llevar adelante las muchas reformas reclamadas por la población y por la misma AIT, los versallenses no dejaban de actuar para ampliar su poderío militar. Es en ese período que Thiers negocia con el canciller alemán Otto von Bismarck la libertad de miles de soldados que habían caído como prisioneros durante la guerra con Prusia.
Frente a la sucesión de derrotas ante las tropas de Versalles, después de una gran polémica, oponiendo a la “mayoría” y a la “minoría”, sería creado el Comité de Salvación Pública con el fin de aumentar la eficacia de las acciones militares de la Comuna.
Ofensiva final y el epílogo de la Comuna
El día 17 de mayo el plan para el golpe final a la Comuna recibía sus últimos retoques. Gracias a la multitud de espías distribuidos por la capital, los generales de Versalles ya tenían el mapa de los puntos frágiles y las brechas a utilizar para infiltrar sus soldados. En el día 22 las tropas inician la ofensiva final. Los soldados al mando de Versalles, en poco tiempo, ya estaban dentro de los muros de la ciudad y eran suficientes para formar columnas.
Finalmente, a las cinco de la mañana, el primer proyectil de obús cae sobre París. A esa altura, al menos dos distritos, el 15º y el 16º, ya estaban en manos de los contrarrevolucionarios. Cerca de 130 mil soldados de las tropas invasoras ya habían cruzado las puertas de la ciudad.
En el día 23, Batignolles y Montmartre ya se encontraban en manos del enemigo. Si quedaba aún alguna esperanza para la París insurrecta, estaba en la otra margen del Sena, en la Rive Gauche, donde se encontraban los distritos 5º, 6º, 7º, 13º, 14º y 15º.
En la Prefectura, los delegados de la Comuna, aquellos que aún no estaban en las barricadas, y el Comité de Salvación Pública, publicaban decretos recomendando a los obreros en resistencia el incendio de los predios en los cuales los versallenses estuvieran atrincherados y también autorizando la requisa de víveres y herramientas necesarias para la manutención de las barricadas.
Antes del final del día, reuniendo las últimas fuerzas, la Comuna, el Comité Central y la Comisión de Guerra realizan un encuentro en la administración del distrito 11º. Al día 22 de mayo, la bandera federada aún era izada en los distritos 11º, 12º y 19º y parte de los distritos 3º, 5º y 13º. Ya con la Comuna dispuesta en las barricadas y no más en la legislatura y con el Comité de Salvación Pública ya disuelto, el Comité Central de la Guardia Nacional asume la función directiva de las acciones contra el enemigo.
La victoria definitiva, el día 28, deja detrás la estadística de 4 mil muertos en la confrontación directa en las barricadas y más de 20 mil fusilados por las tropas del gobierno de Versalles. En los conteos generales, el resultado será de más de 30 mil muertos según las estimaciones parciales. Quien no fue fusilado acabó preso en las inmundas cárceles francesas o fue deportado a las colonias.
Reflexión general
En junio de 1871, Bakunin escribía sobre los recientes acontecimientos de la Comuna:
Soy un partidario de la Comuna de París, que, por haber sido masacrada, sofocada en sangre por los verdugos de la reacción monárquica y clerical, se tornó aún más viva, más poderosa en la imaginación y el corazón del proletariado de Europa; soy su partidario, sobre todo porque ella fue una negación audaz, bien formulada, del Estado. (Bakunin, 2008, p.118).
Según su juicio, el Estado no podía resistir a la revolución social. En ese texto analítico sobre la Comuna, sintomáticamente, el revolucionario ruso identifica los socialistas revolucionarios de París como anarquistas.
Con menos reverencia al episodio revolucionario, Marx registra en el texto “La Guerra Civil en Francia”, inicialmente escrito como pronunciamiento del Consejo General de la Internacional sobre los acontecimientos, una opinión simultáneamente elogiosa en sus realizaciones como crítica con sus límites:
La clase obrera no se puede limitar a apoderarse de la máquina del Estado tal como se presenta y servirse de ella para sus propios fines. El poder estatal centralizado, como sus órganos omnipotentes – el ejército permanente, la policía, la burocracia, el clero y la magistratura – órganos creados según un plan de división sistemática y jerárquica del trabajo, proviene de los tiempos de la monarquía absoluta y sirvió a la naciente sociedad burguesa como un arma poderosa en sus luchas contra el feudalismo. Mientras tanto, su desarrollo fue retrasado por todo tipo de construcciones medievales: derechos señoriales, privilegios locales, monopolios municipales y cooperativos, códigos provinciales (…) Después de cada revolución, que señala un paso adelante en la lucha de clases, se revela con trazos cada vez más nítidos el carácter puramente represivo del poder del Estado. (Marx, 1977, p. 194).
Marx suma a su defensa de la Comuna una crítica violenta a la centralización del Estado, lo que no deja de ser curioso. Dice:
Una vez establecido en París y en los centros secundarios el régimen comunal, el antiguo gobierno centralizado tendría que ceder lugar también en las provincias al gobierno de los productores por los productores (…). No se trataba de destruir la unidad de la nación, por el contrario, de organizarla mediante el régimen comunal, convirtiéndola en una realidad al destruir el poder estatal, que pretendía encarnar aquella unidad, independiente y situado por encima de la propia nación, en cuyo cuerpo no era más que una excresencia parasitaria. (Marx, 1977, p.198)
En caso de haber triunfado: “el régimen comunal hubiera devuelto al organismo social todas las fuerzas que hasta entonces venían siendo absorbidas por el Estado parasitario, que se nutre a costas de la sociedad y frena su libre movimiento”.
En general, la Comuna innovó bastante. Proyectó sobre su tiempo, y más allá de él, una sombra amenazante y difícil de ignorar. Aun habiendo golpeado simbólicamente las estructuras jerárquicas, los privilegios y la sociedad de clases, aterrorizó a la burguesía que intentó tapar la represión brutal con el más ignominioso silencio. Marcó dramáticamente el siglo XIX y dejó profundas marcas en los escritos relativos a las cuestiones obreras después de ella. Las medidas y actos concretos durante la Comuna, tal vez aún más que sus decretos, no solo llevaron a cabo parte de las aspiraciones de Proudhon y Bakunin, sino que hasta llegaron más allá de las intenciones de los referidos socialistas federalistas. Fueron también las tradiciones populares, sumadas al empeño de los sectores organizados de la Internacional, no exceptuando obviamente blanquistas y jacobinos, que posibilitaron erguir la bandera roja en el Hôtel De Ville de París.
En el entendido de André Decoufle, la toma de París, entre el 18 de marzo y el 28 de mayo, dio lugar a instituciones de un nuevo tipo e innovó principalmente en lo que se refiere a las relaciones entre gobierno y gobernados. Estableció la “soberanía popular” a través del “poder revolucionario” que separó al gobierno “regular” para Versalles y entregó en las manos de los parisinos su propio destino.
La Comuna no podía crear políticamente sin destruir socialmente. Todo el edificio social tenía que ser derruido para dar paso a las condiciones materiales para la transformación política. Aunque el proceso instituyente no se haya completado, pudieron observarse algunas transformaciones relevantes. La obra creadora de la Comuna dio lugar a la irrupción de mecanismos democrático-radicales permitiendo el surgimiento de un sin número de iniciativas sumamente originales. Al decir de Cornelius Castoriadis (1992, p.170), sirviéndose de la Revolución Francesa, los communards habrían resistido la tentación de “asentar la libertad en la negación de la libertad, o confiar su guardia a su enemigo principal”. Fue así autoinstituyente, creó su propio camino, en las fibras musculares e inteligencias de muchos de sus protagonistas, en los barrios, las calles y principalmente en las barricadas.
Más que la “última revolución plebeya” (3) o “la primera revolución proletaria”, la Comuna fue una experiencia instituyente. Por todo eso, se tornó “una línea divisoria de los tiempos – y, simultáneamente, de los pensamientos, costumbres, curiosidades, leyes y de las propias lenguas – marcando un antes y un después absolutamente antagónico y aparentemente irreconciliable” (4). Como sea, la Comuna logró definir en su práctica concreta aspectos fundamentales para la democracia popular del siglo XIX.
NOTAS:
(1) Bakunin ya había defendido en un artículo publicado en el Progreso, del 15 de Mayo de 1869, una tesis semejante. En el contexto de la guerra Franco-Prusiana: “para los republicanos, para los partidos del Estado, del orden público y de la disciplina, este dilema (militarización o guerrillas) es insoluble. Para nosotros, los socialistas revolucionarios, no presenta ninguna dificultad. Es claro que deben desobedecer: deben rebelarse, romper esa disciplina y destruir la organización actual del ejército regular (…) debe aniquilarse ese Estado fantasma, impotente para hacer el bien, pero poderoso para hacer el mal”. (Maximoff org., 1978, p. 331).
(2) Loise Michel (1830-1905), una de las destacadas anarquistas francesas y figura de la Comuna de París, colaboró en la implementación de las escuelas y en la defensa del barrio de Montmatre. Como pena por su compromiso el gobierno la condeno al destierro al área colonial de la Nueva Caledonia donde regresaría en 1880 después de haber apoyado la rebelión de la etnia Kanac. Su condición de escritora y poetisa le ayudaron a expandir su pensamiento. (Cf Auzias, 2003).
(3) En ocasión de las conmemoraciones del centenario de la Comuna de París en Francia, en mayo de 1971, se dio un gran debate que fue resumido, en sus líneas generales, por una conferencia de Jacques Rougerie (Rougerie, 2001, p.122). Imbuido de este espíritu y encontrando razones para concordar con Rougerie, Daniel Aarão Reis Filho afirmaría que “El estudio minucioso de la experiencia de los communards parisinos, comparándola inclusive con los movimientos revolucionarios del largo siglo XIX, evidencia la Comuna de 1871 como heredera directa de las tradiciones de la Gran Revolución Francesa y de las insurrecciones urbanas de 1830 y 1848 (…) En este sentido la Comuna de París es el fin de un ciclo, la forma más acabada de un proyecto de resistencia al Orden, la última revolución de una plebe urbana, factor de constante inestabilidad, pesadilla y mala consciencia, turbulencia y peligro para los hombres buenos”. Esta tesis se opone a la tradicional concepción de Marx, según la cual, la Comuna habría sido “la primera revolución proletaria”. (Reis Filho, 1997, p. 12).
 (4) Definición de Chateaubriand de lo que representa una revolución, interpretada de esta forma por J.P. Richard y citada por Decouflé con el siguiente complemento: “Atribuye a la revolución su espacio físico originario: el espacio de un círculo cuya circunferencia es trazada hasta el infinito por un arquitecto misterioso, un dios o un pueblo”. (Decouflé, 1970, p. 7).

REFERENCIAS:
AUZIAS, Claire. Louise Michel. Paris: Éditions du Monde Libertaire, 2003.
BAKUNIN, Mikhail. Obras Completas. I. Madrid: La Piqueta, 1979.
________. O Princípio do Estado e outros ensaios. São Paulo: Hedra, 2008.
BESLAY, Charles. Mes souvenirs 1830 – 1848 – 1870. Paris – Genève: Ressources, 1979.
CASTORIADIS, Cornelius. As Encruzilhadas do Labirinto, III: o mundo fragmentado. Rio de Janeiro: Paz e Terra, 1992.
DALOTEL, Alain, et al. Aux Origines de la Commune – Le mouvement des réunions publiques à Paris 1868-1870. Paris: Maspero, 1980.
DECOUFLÉ, André. Sociologia das Revoluções. São Paulo: Difusão Europeia do Livro, 1970.
DOLLÉANS, Édouard. Historia del Movimiento Obrero: 1830-1871. Buenos Aires: Editorial Universitaria de Buenos Aires, 1960.
DUPEUX, Georges. La société française 1789-1970. Paris: Armand Colin, 1972.
GUILLAUME, James. La Internacional de los Trabajadores: desde su fundación hasta el Congreso de Basilea. Habana: Editorial “El Libro”, 1946.
LISSAGARAY, Hippolyte Prosper-Olivier. História da Comuna de Paris de 1871. São Paulo: Ensaios, 1991.
MARX, Karl. Textos. I., São Paulo: Alfa-Omega, 1977.
MAXIMOFF, G. P. (comp.). Mijail Bakunin: escritos de filosofía política. Madrid: Alianza, 1978.
MICHEL, Louise. A Comuna. 2. Lisboa: Editorial Presença, 1971.
________. Louise Michel a incendiária. Porto Alegre: Editora Deriva, 2013.
PROUDHON, Pierre-Joseph. De la Capacité Politique des Classes Ouvrières. Paris: Éditions du Trident, 1989.
REIS FILHO, Daniel Aarão. Comuna de Paris: última revolução plebéia ou primeira revolução proletária?. In: Tudo Flui, Revista da ADUEL (Associação dos Docentes da Universidade Estadual de Londrina), Londrina, v. 2, n 2 jul./dez. 1997.
REY, Claudine. et al. Petit Dicionnaire des Femmes de la Commune: Les oubliées de l’histoire. Paris: Les Amis de la Commune de Paris 1871/Editions Le bruit des autres, 2013.
ROUGERIE, Jacques. Tradição e Criação na Comuna de Paris. In: Revista Crítica Marxista, nº 13. São Paulo: Boitempo Editorial, 2001.
SAMIS, Alexandre. Negras Tormentas: o federalismo e o internacionalismo na Comuna de Paris. São Paulo: Hedra, 2011.
VARLIN, Eugène. Practica Militante y Escritos de un Obrero Comunero. Madrid: Zero-ZYX, 1977.
ZAIDMAN, Pierre-Henri. Le Mandat Imperatif: da la Revolucion Française à la Commune de Paris. Paris: Éditions du Monde Libertaire, 2007.

* Alexandre Samis: Autor de este artículo es docente del departamento de Historia del Colegio Pedro II, doctor en Historia Social por la UFF y autor de los libros:
Clevelandia: anarquismo, sindicalismo y represión política en Brasil, San Pablo/Rio de Janeiro:
Imaginario Achiamé, 2002;
Mi patria y el mundo entero: Neno Vasco, el anarquismo y el sindicalismo revolucionario en dos mundos. Lisboa: Letra Libre, 2009 y
Negras Tormentas: el federalismo y el internacionalismo en la Comuna de París. San Pablo: 2011.

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