El fantasma de José Santos Valdés (Foro “Hacia la construcción del Proyecto de Educación Democrática”)
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Luis Hernández Navarro
Ké Huelga Radio
Domingo 14 de agosto de
2016
Este auditorio está lleno a reventar. Miles de maestros están
aquí presentes. Sin embargo, no estamos todos. Nos faltan los 43 estudiantes de
la Normal Rural de Ayotzinapa desaparecidos el 26 de septiembre de 2014. Desde
aquí, exigimos su presentación inmediata con vida.
Está de moda declarar que la educación pública en México es zona de
desastre. Ese es el mantra de la derecha empresarial, de los organismos
financieros multilaterales y de la tecnoburocracia. No se trata de algo
inédito. Desde años, los sectores más retrógrados de la política nacional lo
han dicho para combatir al artículo 3o constitucional, a la educación
socialista y a los libros de texto gratuito. Así lo hizo, por ejemplo, hace 64
años, la Conferencia Nacional de Educación Primaria, cuando declaró que la
enseñanza primaria atravesaba por la más profunda de sus crisis. Desde entonces
lo han repetido una y otra vez.
Lo novedoso en esta
ocasión es el asalto de la derecha empresarial a la educación pública con el
pretexto de sus dificultades. Ya lo vimos: los señores del dinero se quieren
quedar con el negocio de la enseñanza y van con todo para lograrlo.
En un momento así es
importante recuperar las enseñanzas del profesor José Santos Valdés, uno de los
más imaginativos educadores que el país ha tenido. Sus juicios de entonces
fueron un viaje anticipado al futuro del México de hoy. Su fantasma nos
acompaña en este Foro. Sus reflexiones sobre lo que sucedía con la educación
pública hace más de 50 años son válidas en este 2016.
Santos Valdés consideraba
a los miembros de nuestro Olimpo Pedagógico (como los que hoy despachan
enfrente de Santo Domingo) como unos copiones que, en lugar de ahondar en
nuestra historia de la educación, se pasan el tiempo hablando de lo que no
saben hacer. Sostenía que tenemos una práctica docente sólida, seria, de
maestros que aceptan la teoría universal de la educación, pero no la imitan ni
aceptan servilmente.
Profesionista estricto y
conocedor profundo de los profesores de aula, no perdió nunca la fe en la
capacidad creadora de los docentes. “La
práctica –dijo– me ha probado que
todas las virtudes inseparables del maestro surgen, avivadas, cuando el maestro
de banquillo encuentra las condiciones que le han permitido revelarse tal como
él quiere ser”.
Pero la derecha
empresarial y la tecnoburocracia no quieren que esas virtudes afloren, y han
legislado para impedirlo. Lo han hecho, humillando a los maestros y
apropiándose de la palabra reforma.
Lo que ellos llaman reforma no lo es
porque su legislación, más que ampliar los derechos son un retroceso de más 50
años en el reloj de la historia de las conquistas laborales de los trabajadores
al servicio del Estado y de la educación pública.
Para avanzar en su plan de
asaltar la educación pública, los hombres de empresa se han propuesto
descalificar a quienes la defienden: los maestros. Nada los detiene en su
campaña para estigmatizar a los mentores. ¡Basta ya de desdeñar ya la profesión
docente! Los trabajadores de la educación no son los villanos del drama
educativo. Los maestros, directores y supervisores son profesionales de la
educación. Y su profesión debe ser respetada. No con palabras huecas y
melifluas sino con hechos.
Es falso que, como esta
falsa reforma pretende hacer creer,
se pueda mejorar la enseñanza estableciendo como norma la inseguridad en el
empleo. La seguridad laboral hace atractiva la profesión, es parte de las
condiciones que requiere para florecer. Su existencia es señal de que el
maestro forma parte de un equipo y de una profesión. La permanencia da
autonomía profesional y libertad de cátedra.
No habrá mejor educación
con la nueva legislación. La incertidumbre en la permanencia en el empleo que
la acompaña provocará que los maestros con experiencia sean sustituidos por
profesores que no la tienen y que perciben menor salario. Que sean removidos
para contratar a docentes sometidos al control del director y del inspector.
Sin certidumbre laboral se eliminará la libertad de cátedra.Como lo han
mostrado los grandes pedagogos a través de la historia, la verdadera educación
trata del entendimiento y el conocimiento, acerca de hábitos de pensamiento y
de la capacidad para razonar con independencia y buen juicio, no de la habilidad
para responder con rapidez exámenes de opción múltiple. Engañamos a los niños y
a sus padres cuando no les damos a los pequeños y a los jóvenes las habilidades
básicas que necesitan para hacer frente a la vida, y, en lugar de hacerlo, les
hacemos creer que lo que necesitan para ser exitosos en el mundo es que sepan
responder los exámenes estandarizados que las autoridades les imponen.
Los empresarios han fijado
como regla para guiar la política educativa la consigna de que sólo se valora lo que cuesta. ¡Eso es
falso! Usualmente, lo que más nos importa en la vida es lo que no tiene un
precio ni una medida. Valoramos nuestras relaciones humanas, a los amigos y
compañeros con los que compartimos nuestra vida, a la familia, a nuestros
camaradas. No medimos cuánto queremos a nuestros padres o esposas o hijos. Los
queremos y ya. ¡Basta ya de esa obsesión por medir todo lo que no puede ni
merece ser medido! ¡Basta ya de evaluaciones punitivas!
No se pueden hacer cosas
buenas si no se dejan de hacer las cosas que están mal hechas. No podemos hacer
que la educación en nuestro país de un salto adelante con leyes mal hechas. Y
esa falsa reforma es mala, muy mala. Y está muy mal hecha. Con ella no se puede
mejorar la educación. Por el contrario, de seguir el sendero que ella marca,
terminaremos en el desfiladero. Por eso, es necesario derogarla ¡ya!
¡Justicia
para Nochixtlán! ¡Ya!
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