ENTREVISTA HISTÓRICA ENTRE NÉSTOR MAKHNO Y VLÁDIMIR ILICH LENIN (Tomado de la Enciclopedia Anarquista)
Fuente Nordic Agner
En el verano de 1918, cuando Ucrania fue invadida por los
ejércitos austríacos y alemán, Makhno tuvo que marcharse a la Rusia central y
aprovechó su estancia en Moscú para entrevistarse con algunas de las
personalidades más destacadas y conversar sobre la lucha y la revolución que se
desarrollaban. Entre ellas figura Lenin.
La entrevista fue
preparada por Sverdlovsk, uno de los miembros más prominentes del bolchevismo
ruso, del que Lenin siempre atendía los consejos, considerándole como su
maestro. En la época de la entrevista, Sverdlovsk era el presidente del Comité
Ejecutivo de los Soviets de Pan-Rusia, y concediendo mucha importancia a la
personalidad de Makhno, se ocupó personalmente de todo lo necesario para que
éste pudiera entrevistarse con Lenin.
La conversación tuvo lugar
en el Kremlin, ante Sverdlovsk, y duró cerca de dos horas. He aquí como la
describe el propio Makhno:
"Lenin, que se
interesaba mucho sobre cuanto pasaba en Ucrania, ocupada por los ejércitos
invasores, me preguntó varias veces sobre la actitud de los campesinos
ucranianos y, sobre todo, quería saber cómo habían recibido los campesinos de
Ucrania la consigna ‘todo el poder a los soviets locales’. Le expliqué que los
campesinos interpretaron esta consigna a su manera. Según ellos, ‘todo el poder
a los soviets locales’ quería decir que el poder, en todos sus aspectos, debía
realizarse directamente con el consentimiento y voluntad de los trabajadores;
que los soviets de los diputados, obreros y campesinos, locales y regionales,
no eran otra cosa que las unidades coordinadoras de las fuerzas revolucionarias
y de la vida económica, mientras durara la lucha que los trabajadores sostenían
contra la burguesía y sus aliados, los socialistas de derecha y su gobierno de
coalición.
- ¿Cree usted que esta
interpretación es adecuada?- me preguntó.
- Sí- le contesté.
- En este caso, el
campesinado de aquella región está infestado por el anarquismo.
- ¿Es esto malo?
- No quiero decir eso, sino al contrario. Esto me causaría regocijo, pues
adelantaría la victoria del comunismo sobre el capitalismo y su poder.
- Esto es muy lisonjero
para mí- insinué.
- No, no, vuelvo a afirmar seriamente que un fenómeno de esta naturaleza
en la vida de los campesinos adelantaría la victoria del comunismo sobre el
capitalismo; pero yo creo que este fenómeno en el campesinado no es natural. Lo
han introducido en sus filas los propagandistas anarquistas y puede ser pronto
olvidado. Hasta estoy predispuesto a creer que este espíritu, no organizado, al
verse bajo los golpes de la contrarrevolución triunfante, ha desaparecido ya.
Advertí a Lenin que un
gran jefe no podía ser pesimista ni escéptico, y después de conversar sobre
varios temas me preguntó qué pensaba hacer en Moscú. A lo que le contesté que
no tenía intención de quedarme en aquella capital sino de regresar a Ucrania.
- ¿Irá usted a Ucrania
clandestinamente?- me preguntó.
- Sí- le contesté.
Lenin, dirigiéndose al señor Sverdlovsk, dijo:
- Los anarquistas siempre están dispuestos a toda clase de sacrificios;
son abnegados, pero también ciegos y fanáticos. Dejan escapar el presente por
un futuro lejano.
Volviéndose hacia mí me
rogó que no me diera por aludido en estas palabras.
- A usted, compañero –añadió- le
considero como un hombre de realidades, que está preocupado por los problemas
actuales. Si en Rusia tuviéramos por lo menos una tercera parte de esta clase
de anarquistas, nosotros, los comunistas, estaríamos dispuestos a colaborar con
ellos bajo ciertas condiciones, en pro de la libre organización de la
producción.
Advertí que empezaba a
estimar a Lenin, al que hasta hacía poco había considerado como el culpable de
la destrucción de todas las organizaciones anarquistas de Moscú, lo que fue la
señal para destruir las de otras muchas capitales de Rusia. En mi interior
empezaba a avergonzarme de mí mismo y buscaba rápidamente una contestación
adecuada. Le dije lo siguiente:
- Todos los anarquistas
aprecian mucho la revolución y sus conquistas. Esto nos demuestra que, en este
sentido, todos somos iguales.
- No me diga usted esto –repuso riéndose Lenin-. Nosotros conocemos a los anarquistas tanto como los conoce usted mismo.
La mayoría de ellos, o no piensan nada sobre el presente, o piensan bien poco,
a pesar de la gravedad. Y para un revolucionario es vergonzoso no tomar
resoluciones positivas sobre el mismo. La mayoría de los anarquistas piensan y
escriben sobre el porvenir, sin entender el presente. Esto es lo que nos separa
a nosotros, los comunistas, de los anarquistas.
Al pronunciar esta última frase, Lenin se levantó de la silla,
y paseándose por el despacho, añadió:
- Sí, sí: los anarquistas son fuertes en las ideas sobre el
porvenir, pero en el presente no pisan terreno firme y son deplorables, ya que
no tienen nada en común con este presente.
A todo esto contesté a
Lenin que yo era un campesino semianalfabeto y que sobre aquel enredado asunto
de los anarquistas, tal como él me lo exponía, no sabía discutir. Pero le dije:
- Sus afirmaciones, compañero Lenin, de que los anarquistas no comprenden
el presente y que no tienen ninguna relación con él, son equivocadas. Los
anarcocomunistas de Ucrania o del sur de Rusia, como decís vosotros los
comunistas bolcheviques, han dado ya demasiadas pruebas que demuestran su
compenetración con el presente.
Toda la lucha revolucionaria del pueblo ucraniano contra la
Rada Central de Ucrania se ha llevado bajo la dirección de las ideas
anarcocomunistas y también, en parte, bajo la influencia de los socialistas
revolucionarios, los cuales –hay que decir la verdad- al luchar contra la Rada Central tenían finalidades muy distintas a las
nuestras. En los pueblos de Ucrania casi no existen bolcheviques, y allí donde
hay algunos, su influencia es nula. Casi todas las Comunas Agrícolas han sido
creadas por iniciativa de los anarcocomunistas.
La lucha armada del pueblo de Ucrania contra la reacción y,
muy especialmente, contra los ejércitos expedicionarios de austríacos, alemanes
y húngaros, fue iniciada y organizada bajo la ideología y dirección de los
anarcocomunistas. La verdad es que vosotros, teniendo en cuenta los intereses
de vuestro partido, encontráis inconvenientes para reconocerlo; pero todos
estos son hechos innegables. Vosotros
sabéis muy bien la calidad y capacidad combativa de todos los destacamentos
revolucionarios de Ucrania. No en vano habéis subrayado el valor con que
aquellos destacamentos han defendido nuestras conquistas revolucionarias.
Pues bien: más de la mitad de ellos iban a la lucha bajo la
bandera anarquista. Los jefes de destacamento Makrousov, Nikiforoba,
Cheredniak, Garen, Cherñak, Luñev y muchos otros cuya relación sería demasiado
prolija, son anarquistas comunistas. No hablo de mí personalmente, como tampoco
del grupo al que pertenezco, sino de aquellos destacamentos y batallones
voluntarios para la defensa de la revolución, los cuales han sido creados por
nosotros y no pueden ser desconocidos por vuestros altos mandos de la Guardia
Roja.
Todo esto demuestra lo equivocadas que son las manifestaciones
de usted, compañero Lenin, de que nosotros, los anarquistas, somos
incorregibles y débiles en el "presente", a pesar de que nos gusta
mucho pensar en el porvenir. Lo dicho demuestra a todos, y también a usted, que
nosotros, los anarcocomunistas, estamos compenetrados con el presente,
trabajamos en él, y precisamente en la lucha buscamos el acercamiento al
futuro, sobre el cual pensamos mucho y seriamente. Sobre ello no puede caber
duda. Esto es, precisamente, todo lo contrario de la opinión que tienen ustedes
de nosotros.
En aquel momento miré al presidente del Comité Central
Ejecutivo de los Soviets, Sverdlovsk, el cual había enrojecido.
Lenin, desplegando los brazos, me dijo:
- Puede ser que yo esté
equivocado.
- Sí, sí –advertí-; en este
caso tiene usted estas opiniones sobre los anarquistas porque está muy mal
informado de la realidad en Ucrania, y porque tiene todavía peores
informaciones sobre el papel que nosotros jugamos en la misma.
- Puede ser. Yo no lo niego.
Todo hombre puede equivocarse y muy especialmente en una situación como en la
que nos encontramos en estos momentos- dijo Lenin, terminando la
conversación sobre el tema."
Por el tono, en cierto
modo respetuoso, con que Lenin platicó con Makhno, se podría pensar que el
movimiento encabezado por este último sería, cuando menos, respetado, aunque no
fomentado; pero el propio Lenin ordenó unas veces y consintió otras que el
movimiento makhnovista y cualquier otra manifestación anarquista fueran
implacablemente aplastados.
Este odio hacia el
anarquismo se manifestó en forma histérica en León Trotski, que fue el real
organizador de la implacable represión que sufrió el movimiento anarquista
ruso. Millares de anarquistas y simpatizantes fueron aniquilados desde antes ya
de la lucha que la makhnovista sostuvo contra las fuerzas ciegas de los
ejércitos bolcheviques.
Tomado de la Enciclopedia Anarquista,
editada en 1971 en México D.F. por el grupo Tierra y Libertad.
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