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LA VERDADERA CARA DEL 12 DE OCTUBRE. CELEBRACIÓN RACISTA Y GENOCIDA.

G. Fiscer
Rebelión
Red Latina sin fronteras
12-10-2006
El 12 de octubre de 1492 es una fecha que, anualmente, es celebrada con júbilo por muchos españoles.
Probablemente muchos de estos no sabrán qué significa realmente esta fecha al margen del uso partidista y manipulado que el estado español le ha dado desde hace años, calificándolo como el día de la raza, elemento de la más alta expresión xenófoba y racista, como el día del descubrimiento del nuevo mundo, como si América existiese únicamente desde 1492, o como si dicho acontecimiento hubiera supuesto algo positivo para la población indígena americana.
Sin embargo, lejos de percibirlo desde esta óptica deformada, para muchas personas esta fecha nefasta simboliza el inicio de la decadencia, explotación y miseria de todo el continente americano durante siglos; primero a través de la explotación europea y más tarde por la explotación criolla para, como dijo el ideólogo del conservadurismo Edmund Burke, “cambiar para conservar”.
Así pues, el 12 de octubre de 1492 los navíos españoles capitaneados por Cristóbal Colon (que luego demostraría sus dotes de mando y esclavismo explotador), Juan de La Cosa (adinerado navegante vasco) y los hermanos Vicente Yáñez y Martín Alonso Pinzón (representantes de la alta burguesía andaluza) llegaron a las caribeñas costas de Guanhaní, dato no muy preciso ya que también se baraja la posibilidad de que desembarcasen más al sur, en las costas de Cayo Samaná, donde los americanos contemplaron por primera vez las cruces y estandartes de los desconocidos occidentales, ignorando en ese primer momento el desastre que este hecho iba a suponer para su civilización.
Inmediatamente se inicia la conquista, colonización y expolio masivo más vergonzoso de la historia. Primeramente, los castellanos se limitaron al robo de las joyas y objetos de valor que poseían los indígenas, al agotarse, continuaron con el saqueo de las minas de metales preciosos, explotadas mediante el trabajo forzado de una población indígena esclavizada que pronto registró un empeoramiento de su nivel de vida, reflejado en un incremento muy pronunciado de la tasa de mortandad en un corto período de tiempo.
En este aspecto cabe resaltar la responsabilidad no solo de los soldados castellanos, sino del propio Cristóbal Colón, tan idealizado por muchos, el cual inició el primer gobierno extranjero en América. Su gobierno en las islas caribeñas (puesto que aún no se había explorado el continente americano) se prolongó desde 1492-1500, tiempo que Colón aprovechó para su enriquecimiento personal y de su familia. Prueba irrefutable de esto son las enormes atribuciones que se le conceden en las capitulaciones de Santa Fe del 17 de abril de 1492, donde obtiene poderes absolutos:
“Otrosi, que vuestras altezas hacen al dicho Cristóbal Colón su visorrey y gobernador general en las dichas islas y tierras firmes que el descubriere.
Que de todas las mercaderías, Don Cristóbal lleve para si la décima parte de todo ello.
Que en las dichas islas y tierras firmes naciera pleito alguno, él o su teniente, pero ningún otro juez, conozca el pleito y lo provean desde ahora.
Por cuanto vos, Cristóbal Colón, vades por nuestro mandado a descubrir y ganar islas y tierra firme, desde que lo hayáis descubierto, vos intituléis Almirante, virrey y gobernador de ellas, etcétera”
 (“Historia de las Indias”, Bartolomé de las Casas, 1527-1561)
De esta manera Colón inicia, con mano de hierro, su gobierno en América. Pero la situación económica se volvía insostenible; el oro y la plata fueron agotándose, y Colón vio la necesidad de buscar otro recurso para Su brillante alternativa no se hizo esperar; traficar con los esclavos indígenas como mercancía sería la perfecta alternativa para seguir sacando partido económico a las colonias americanas, de forma que en poco tiempo cantidades ingentes de indígenas pasaron a la península para ser comerciados y esclavizados en los territorios de la corona. Ello, como es lógico, supuso una dura reacción de resistencia y rechazo por parte de la población indígena, que a mediados de 1493, y tras sufrir la explotación y abusos de los castellanos, se sublevan y exterminan la primera colonia europea en América, el llamado “Fuerte Navidad”.
Tras esta situación, que rápidamente se le escapó de las manos a Colón, la reina Isabel de Castilla, decidió suspender el trafico inhumano de esclavos y poner fin a la esclavitud, aunque más tarde veremos que lo hizo no por cuestiones humanitarias sino por meros intereses económicos, para limitar el poder absoluto de Colón en favor del de la corona castellano-aragonesa.
Sin embargo, esta idea de Colón, no desapareció con su expulsión en 1500, sino que, lamentablemente, pasó a sus sucesores políticos, en el gobierno del clérigo Fray Nicolás de Ovando (1502-1509), el cual organizó administrativa, económica y políticamente los enclaves caribeños, pero que continuó con sus medidas racistas contra la población indígena, de forma que inició un sistema de trabajo forzado de la población indígena usada como mano de obra esclava por todas las islas. Además, los conquistadores, recuperan un triste fenómeno, resquicios del oscuro pasado medieval, con la reinstauración del sistema de la encomienda, que tantos conflictos producirá.
Este sistema, consistía en que la corona, asignaba o “encomendaba” a los conquistadores castellano-aragoneses, una serie de indígenas, para de esa forma usarlos como mano de obra esclava y poder beneficiarse económicamente de su trabajo, en situación de absoluta explotación. Además, por si fuera poco, en ese periodo, el conquistador se veía obligado a trasmitirles la cultura cristiana occidental para que olvidasen su pasado, así como la lengua castellana, todo un proceso de conquista y aculturación de los indígenas americanos.
También se usaron otros sistema de control de la población indígena, como el repartimiento, con trabajo forzado por turnos, donde se reclutaba a la fuerza a los indígenas en los pueblos o aldeas, y del que, estaban exentos los caciques y altas familias nobiliarias indígenas, mostrando un evidente clasismo, o también el yanaconaje, en situación de semiesclavitud (pues legalmente no se reconocía como tal) o directamente la esclavitud, fundamentalmente de la mano de obra esclava negra importada como mercancía desde África, y solución alternativa por la masacre de población indígena americana, que adoptaron diferentes sectores de la sociedad castellana, y aceptado indirectamente por el célebremente conocido defensor de los indígenas Fray Bartolomé de las Casas.
Así, con el paso del tiempo, y por obra de la conquista castellana, se inició y formó una sociedad desigual, clasista y racista, que sentó las bases de la futura sociedad americana a partir de entonces y cuyos cánones, tristemente se mantienen hoy en día en estos países.
Esto es el llamado concepto de la “pigmentocracia” que tan adecuadamente describió el explorador Alexander von Humboldt en el siglo XVIII donde dice que:
“En América, la piel más o menos blanca decide el rango de un hombre en la sociedad”
 (Ensayo político sobre el Reino de la Nueva España, Alexander von Humboldt, México, 1973)
De esta forma las relaciones sociales ya desde el siglo XVI en América, se fundamentaron en factores puramente étnicos, y donde, la mayor parte de la sociedad, se encontraba discriminada socialmente.
Por su parte, los indígenas, aunque desde la proclamación de las Leyes de Burgos (1512) y las Leyes Nuevas (1542) habían dejado de ser legalmente esclavos, no obstante no cambiaron su desigual situación, estaban explotados por los conquistadores, pagaban tributos excesivos por el mero hecho de ser indígenas (mita, coatequitl), socialmente estaban discriminados por las élites occidentales y criollas (hijos de occidentales nacidos en América) y se encontraban en situación de total desprecio y rechazo de las cúpulas políticas gobernantes, que los aislaban del resto de la población en lo que entonces se llaman “reducciones” (iniciadas por el Virrey Toledo, célebre asesino, y represor de indígenas) y que hoy llamaríamos “guettos”, con una autentica jerarquización y estratificación social.
Por su parte, la situación de los esclavos negros era más nefasta aun, pues ellos si eran considerados legalmente como esclavos, deportados y literalmente “cazados” como animales en África, llegaban a América para hacer los trabajos más duros e insoportables, con pésima sanidad, higiene y alimentación, y que se usaban en condiciones de trabajo extremas, se les quitaba su libertad y eran tratados como piezas, mercancía y objeto, pero nunca como seres humanos. Los mismos conquistadores se regocijaban en dicha afirmación (como más tarde, el general norteamericano George A. Custer, justificaría la matanza de indios norteamericanos, en que no eran considerados como personas al no tener alma y no ser cristianos). Ese era un recurso moral ampliamente utilizado en la época.
La situación de la mujer, era más dura si cabe, pues a su condición de indígena, o africana, debía añadir la doble explotación de ser mujer, y por ello, automáticamente, de ser considerada inferior al hombre. Muy pronto, el patrón religioso y moral de los occidentales se trasladó a los territorios americanos, y reducían el papel de la mujer al ámbito puramente doméstico y privado, con un sistema totalmente patriarcal. De hecho, estaba incluso mal visto que la mujer viajara sola sin la compañía del hombre (traba por ejemplo que encontraría la célebre bióloga María Sibylla Merian, en sus estudios botánicos en Sudamérica). También la mujer indígena debía soportar el patriarcalismo y la desigualdad en sus sociedades prehispánicas, donde estaban sometidas al hombre, y al igual que en el mundo occidental, su situación de explotación y desigualdad no cambio lo más mínimo, siendo reducidas al ámbito puramente reproductivo, doméstico y educativo de la sociedad.
Todo este proceso, condujo, como era lógico, en un auténtico desastre y catástrofe demográfica de la población indígena americana, y muy pronto, estudios realizados en el siglo XX, desvelan diferentes teorías e hipótesis acerca de la caída demográfica americana. Las cifras son muy heterogéneas entre sí, pero todos ellos, coinciden en una durísima y extrema pérdida demográfica por efecto de la conquista. Los historiadores Rivet y Sapper, creen que la población indígena prehispánica rondaba en torno a los 40-50 millones de habitantes, Kroeber lo cifra en muchísimo menos con 8 millones y Rosemblat en algo más de 13 millones de personas que habitaban el continente americano. Otros autores dan cifras muchísimo más elevadas, a partir del estudio concreto de zonas continentales, como el caso del americano Dobyns, el cual afirmó que sólo en México había unos 30 millones de habitantes (quizás algo excesivo) y por tanto subía la tasa para todo el continente en unos 90-112 millones de personas, o el caso de Cook, Borah o Simpson, los cuales calculaban 25 millones solamente para México central.
 (De reinos a repúblicas, Esperanza Mo Romero, Madrid, 1997)
De esta manera, solamente en el periodo de la conquista (1500-1524), cayó un 1/3 de la población indígena y cada cuarto de siglo la mitad del resto de la población. Las cifras, pues, son alarmantes del auténtico genocidio español en América.
Entre las diferentes teorías acerca de esta catástrofe, destacan de diverso tipo, todas ellas muy aceptables, aunque algunas de mayor peso.
Sin duda alguna, la más aceptada de todas ellas, es la llamada tesis homicida, pronunciada, por el célebre clérigo Fray Bartolomé de las Casas en su insigne libro “Brevísima relación de la destrucción de las indias”, el cual considera como causa principal de la caída demográfica, las continuadas torturas, abusos, asesinatos, trabajos forzados, y carencias higiénicas y alimenticias que sufrieron los indígenas desde la llegada de los occidentales.
En este sentido, son bastante explícitas las narraciones de las atrocidades cometidas por los castellanos en América, narradas al detalle en su libro, donde se pueden encontrar testimonios como estos:
“A todos los señores que eran más de ciento y que tenían atados, mando el capitán quemar vivos en palos hincados en tierra”.
“Fue él y estando embebidos y seguros en sus bailes, dice Santiago y a ellos, y comienzan con las espadas desnudas a abrir aquellos cuerpos desnudos, a derramar aquella generosa sangre, que a uno no dejaron con vida”
“Hicieron ley los españoles, que todos cuantos indios de todo género y edad tomasen a vida, echasen dentro en los hoyos y así las mujeres preñadas y niños y viejos a cuantos pudieron tomar, echaban en los hoyos hasta que los henchían traspasados por las estacas”
“Y así había en su real, solemnísima carnicería de carne humana, donde en su presencia se mataban los niños y se asaban y mataban el hombre, por solas las manos y los pies, que tenían por los mejores bocados”
“Pónenlo en un cepo por los pies y el cuerpo extendido y atados por la manos a un madero, puesto un brasero junto a los pies y un muchacho con un hisopillo mojado en aceite, de cuando en cuando se los rociaba para tostarle bien, de una parte estaba un hombre cruel, que con una ballesta armada, apuntándole al corazón, de otra y de otra con un muy terrible perro bravo echándoselo que en un credo lo despedazara, y así lo torturaron para que descubriese los tesoros que pretendían”
“Una india enferma, viendo que no podía huir de los perros que no la hiciesen pedazos, como hacían con otros, tomo una soga y atóse al pie un niño que tenia de un año y ahórcase de una viga, y no lo hizo rápido, en tanto que llegaron los perros y despedazaron el niño”
“No obstante, todo esto, lo condenaron a quemarlo vivo, aunque después rogaron algunos al capitán que lo ahorcasen, y ahorcado, lo quemaron”
“Y porque la casa tenía vigas en lo alto, subiéronse en ellas mucha gente huyendo de las sangrientas manos de aquellos hombres, mandó el infernal hombre pegar fuego a la casa, donde todos los que quedaron, fueron quemados vivos”
“Hacían unas horcas largas que juntasen casi los pies en la tierra, y de trece en trece a honor y reverencia de nuestro redentor, poniendo leña y fuego, los quemaron vivos”
“Comúnmente, mataban a los señores y nobles de tal manera, que hacían parrillas de varas sobre horquetas y atábanlos en ellas, y poníanles por debajo fuego manso, para que poco a poco, dando alaridos en aquellos tormentos desesperados, se les salían las almas”…
 (Bartolomé de las Casas, Brevísima relación de la destrucción de las Indias)
Estos son solo algunos fragmentos de las muchas y detalladas matanzas y torturas que Bartolomé de las Casas pudo ver y oír de las acciones de los castellanos.
También, es muy explícito del trato de los conquistadores a los indígenas, los propios documentos y testimonios ofrecidos desde las fuentes castellanas, como el llamado “requerimiento” de 1513, donde se dice textualmente:
“Y si no os sometierais, y en ello maliciosamente dilación pusierais, yo entrare poderosamente contra vosotros y os haré guerra y os sujetare al yugo y obediencia de la iglesia y la corona, y os tomare y a vuestras mujeres e hijos, los haré esclavos, los venderé, tomare vuestros bienes y os haré todos los daños y males que pudiere, siendo todo ello vuestra culpa”
 (“Historia general y natural de las indias”, Gonzalo Fernández de Oviedo, 1535-1548)
Ello, engendró una enorme polémica en el seno de la corte castellana, con aquellos que defendían la esclavitud y la desigualdad social, polémica, que se cerró a favor de Las Casas a finales del siglo XVI, tras la publicación de su libro, y que provocó incluso la supresión, por orden real, de las expediciones de conquista durante un tiempo. Por ello, con el tiempo se convirtió en un adalid de los derechos de los indígenas, y un símbolo de la resistencia contra la explotación y abusos de los conquistadores europeos en América.
También destacan otras teorías igualmente destacables y aceptadas sobre la caída demográfica, como son las de tipo económico, donde se establece la teoría del duro impacto que supuso para la población nativa la pérdida total del cultivo y uso de sus tierras, a favor de una incautación total de estas por parte de los conquistadores, y el hecho, además, de ser usados en ellas como mano de obra esclava para estos, supuso un fuerte cambio que la población nativa no fue capaz de asimilar, como es lógico, que provocó una caída durísima de la producción y altas tasas de mortandad.
También sería destacable aquí señalar la influencia que las epidemias y enfermedades europeas jugaron a la hora de acelerar el proceso de caída y decadencia de la población nativa americana. En ella se establece que para los americanos, las enfermedades europeas, como el sarampión, gripe, viruela o rubéola, consideradas como benignas y no mortales para la población europea, sin embargo, resultaron mortales para los nativos americanos, no acostumbrados e indefensos a los ataques de enfermedades hasta ahora desconocidas para ellos, se propagaron con rapidez a todos los estratos sociales y generacionales, y fueron también una causa destacada de la alta mortandad.
No obstante, y como dije, las teorías homicidas de Bartolomé de las Casas, han jugado siempre un papel más destacado, y para reforzar esta idea, basten dos ejemplos clarísimos más de ello para demostrar el trato bestial y salvaje que los castellanos dieron a la población americana. Ello son los ejemplos de las razias de conquista de Hernán Cortés y Francisco Pizarro en los imperios azteca e inca, entre los años 1516–1533, período en el cual se encuentran los rápidos procesos de conquista de ambas civilizaciones. Tras los primeros contactos y exploraciones, Hernán Cortés es rápidamente invitado por Moctezuma, soberano azteca, a la más grandiosa de todas las ciudades americanas, y capital del imperio, Tenochtitlan, en 1519. Las maravillas de la ciudad, fueron cantadas incluso por los propios europeos, que no dudaban en compararla con las más bellas y espectaculares ciudades renacentistas, como Florencia o Venecia. Estaba sita en medio del lago Texcoco, y comunicado a tierra firme por amplios canales artificiales de tierra. En el centro, y apoyada sobre pilotes de madera hincados en el fondo del lago, se alzaba espectacularmente la ciudad de los Mexica, con amplios y bellos templos religiosos, grandes avenidas, palacios, comercios y recintos, que la convertirán en una auténtica joya arquitectónica, que impresionó fuertemente a los castellanos.
Por ello, Cortés, aprovechándose de la hospitalidad del soberano azteca (que creía ver en Cortés al propio dios mexica Quetzalcóatl) urdió un plan, aliándose con otros pueblos rivales, como tlaxcaltecas o toltecas, y conspiró para hundir y conquistar toda la inmensidad del imperio azteca. Sin embargo, los castellanos no pudieron simular sus tentativas, y tras una masacre durante una celebración ritual cometida por Pedro de Alvarado, con el fin de aterrorizar a los indígenas, estos se levantaron en armas contra los castellanos el 30 de junio 1520, la llamada “noche triste”, en la cual fueron masacrados amplios contingentes castellanos con sus aliados indígenas.
Ante tal suceso, los castellanos huyeron rápidamente de la ciudad, y plantearon la contraofensiva, para, literalmente lanzarse a la conquista de Tenochtitlan. Primero se dedicaron a la conquista de las ciudades cercanas a la capital, como Ixtapalapa, Coyoacán, Tlaxcala, Tlatelolco, Cholula… de hecho, es tristemente conocida la matanza en el pueblo de Calacoaya en julio de 1520, donde, sin previo aviso masacraron como aviso a toda la población, y más tarde se lanzaron directamente al asedio final de la capital mexica.
Así, tras la conquista de la mayor parte de la ciudad por parte del ejercito castellano y sus aliados tlaxcaltecas, texcocanos, huejotzincas, chalcas, cholultecas, entre otros, una parte destacada de la población indígena se rebela nuevamente y resiste en una zona cercana de la capital, en Tlatelolco, donde presentan feroz resistencia, y logran incluso tomar prisioneros.
Tras ello, sin embargo la resistencia y lucha de los indígenas pasó más allá de lo lógico y de lo humano, y con un armamento infinitamente inferior, supieron resistir heroicamente 14 meses a las embestidas invasoras, hasta que, finalmente, con una ciudad totalmente cercada y atacada diariamente, esta cayó el 13 de agosto de 1521, toman prisionero al emperador azteca Cuauhtémoc, lo torturan salvajemente y asesinan, y toman el bastión de Tlatelolco, finalizando las ultimas resistencias indígenas.
Así, los aztecas intentan romper los lazos de entrada a la ciudad, en un desesperado intento por resistir las embestidas castellanas pero aun así, Cortés, con un fuerte ejército, consigue penetrar en el bastión mexica y conquistarlo.
Tras ello, se realiza la masacre salvaje de miles de personas, donde, el propio Hernán Cortés logra cuantificar un número mayor de 40.000 indígenas asesinados en apenas unas horas en la toma del bastión final de Tlatelolco, y con un número mayor de 100.000 en el transcurso del asedio y conquista de Tenochtitlan.
Tras ello, se inició el saqueo y conquista de la capital azteca. Tal fue la bestialidad y salvajismo cometidos que el propio Cortés, se retiró a la cercana ciudad de Coyoacán, para dejar vía libre a sus soldados para cometer todo tipo de vejaciones y cebarse sin freno contra los heroicos resistentes, como cruel castigo.
Se cuenta, que los ríos de sangre corrieron sin freno durante varios días por las antaño amplias y lujosas avenidas de la capital azteca. Se cuenta que hombres, mujeres y niños fueron torturados, violados, vejados, mutilados y asesinados en masa por los invasores castellanos. Se cuenta que la sangre se levantaba algunos palmos del suelo en enormes riadas y charcos, fruto de la bestialidad occidental. Se cuenta, que las aguas del lago Texcoco en que estaba situada la isleta de Tenochtitlan, estaba teñida del rojo de la sangre de mujeres, ancianos, hombres y niños.
Se cuenta que en apenas unos días, los conquistadores fueron capaces de aniquilar brutalmente lo que se había formado progresivamente durante cientos de años.
Las fuentes y visiones que, sobre tal suceso reflejaron los indígenas fueron ocultadas y silenciadas. La historiografía castellana disimuló y matizó, cuando no borró literalmente tal suceso, y la corona aprobó y aplaudió el mayor de los genocidios racistas cometidos en la historia. Nadie ha levantado nunca la voz ni ha denunciado tal suceso criminal, pero sin embargo, en esas escasas horas, miles de personas fueron brutalmente pasadas a cuchillo, solamente por su procedencia y el color de su piel, siendo considerado el mayor genocidio racista de la historia. Nadie ha colocado una placa en conmemoración de tal suceso, nadie ha pedido perdón por ello, ni ha habido compensaciones de ningún tipo. De hecho, dudo realmente que la gente tenga conocimiento de que tal masacre se llevó a cabo alguna vez. He aquí la memoria histórica.
(“Cartas de relación” Hernán Cortés, 1520-1526, “Cartas de relación de la conquista de México” Fernando Cortes, “Historia de la conquista de México” William Prescott, 1843, “La conquista de México” Hugh Thomas, 1993, “El reverso de la conquista, relaciones aztecas, mayas e incas”, Miguel León-Portilla, 1964, “Los aztecas bajo el dominio español”, Charles Gibson, 1967)
Así pues, una vez tomadas todas las civilizaciones del continente americano, se llevó a cabo todo un proceso de colonización y aculturación de los territorios brutalmente conquistados a sangre y fuego. De esta forma, había imágenes muy dispares acerca de la población y de los nuevos territorios descubiertos. Junto con una concepción de la realidad, puramente medievalista, y patrimonial de los territorios americanos, se alzaban las nuevas voces más modernistas, como aquellas lideradas por Pedro Mártir de Angleria o Américo Vespuccio, entre otros, que dieron una visión mucho más idealizada y positiva sobre las nuevas tierras descubiertas.
Esta, se basaba en una imagen paternalista de los indígenas americanos, irresponsables y en minoría de edad (figurado) para hacerse cargo de sí mismos, en convivencia armónica e ideal con la naturaleza, que viven en una auténtica edad dorada y lejos de la corrupción y decadencia europeas.
Era, frecuentemente, vinculada con la utopía, el paraíso perfecto o el mundo ideal, de Tomas Moro, o Tomasso Campanella, con una realidad social pura, virgen y en convivencia comunista, con un funcionamiento socialista de la comunidad. Es lo que popularmente siempre se ha conocido como la imagen del “buen salvaje” del que se debe tener piedad y casi lástima, y protegerle de los abusos occidentales.
Son las primeras imágenes, junto con Bartolomé de Las Casas, que salen en defensa de los indígenas. No obstante, también se da una imagen de los indígenas como pueblos civilizados no salvajes ni bárbaros, con un funcionamiento social igualitario, con grandes civilizaciones y ciudades, como el célebre caso de Tenochtitlan, asimilada a las mejores ciudades renacentistas europeas y lo cual supuso un impacto a los europeos, que, vista tal majestuosidad, entraron en conflicto moral a la hora de calificar a esas gentes de salvajes, bárbaros e incivilizados, y por ende, inferiores y sujetos a esclavitud.
Como ejemplo, destacaría el testimonio del descubrimiento de Colon, redactado por Pedro Mártir de Angleria, donde refuerza esta idea del buen salvaje y la visión utópica del nuevo continente:
“Encontró Colón hombres contentos con lo que da la naturaleza. Esta gente tiene reyes, pelean entre ellos, y tienen ambición de mando y se casan”
 (“Opus epistolarum”, Pedro Mártir de Angleria, 1493)
No obstante, también surgen reflexiones antropológicas racistas sobre la procedencia social de los indígenas, considerados inferiores, salvajes, bárbaros, o incluso animales incivilizados por otros ideólogos, como Gines de Sepúlveda en su libro “Democrates secundus” donde, fundamentado en su desconocimiento religioso, los consideran seres inferiores para esclavizarlos y explotarlos legítimamente, a pesar de sus superiores conocimientos en muchos campos, como la astrología. Ello fue legitimado por los ideólogos oficiales de la corona, que no dudan en considerarles como mano de obra esclava, para las minas de metales, como Potosí o Zacatecas, y se les encomendaban a los conquistadores para trabajos forzados, y recluidos en reducciones.
Así, la situación social fue empeorando cada vez más, y ya, para el siglo XVIII, la situación social de los indígenas no había mejorado en absoluto. Ahora, castellanos, ingleses y portugueses, cazaban, literalmente como animales, a los indígenas en las selvas donde se refugiaban de los conquistadores, bandeirantes, y mercenarios, y vendidos en las grandes ciudades coloniales (México, Managua, Cuzco, Lima, Bogotá, Mendoza, Buenos Aires, Sao Paulo, Santiago…) como mano de obra esclava para trabajos forzados, en las minas, ciudades o en el campo.
Ante tal situación de constante opresión y esclavitud, ya en el siglo XVIII se iniciaron los primeros grandes movimientos de resistencia violenta indígena ante la colonización occidental, a favor de su libertad e independencia, como serían las guerras guaraniticas (1754-1756), o las rebeliones armadas indias de Tupac Amaru, y Tupac Katari (1780-1781), que darían paso directo a los futuros procesos de emancipación e independencia de la América española.
También, en el proceso de denuncia social del proceso de colonización y conquista, cabe destacar el caso de los pueblos indígenas de Norteamérica, defendidos, desde hace años por la Organización Indígena AIM (American Indian Movement-Movimiento Indio Americano), y que demuestran quizás, un claro ejemplo de movilización de toda la maquinaria militar del estado blanco para expulsar, perseguir y aniquilar a la población indígena local, los legítimos pobladores de los verdaderos Estados Unidos de Norteamérica.
Así, progresivamente, y desde las primeras exploraciones y asentamientos de franceses e ingleses en los actuales territorios costeros de Estados Unidos y Canadá, poco a poco, los nuevos estados coloniales fueron firmando tratados con las diferentes tribus indígenas (iroqueses, powhatanos, hurones, wampanoag, delaware, ottawas, cherokees, sioux, apaches, creek, chicasaw, kiowa, sauk, fox, crow, comanches, cheyenes, mohicanos….) para ir adquiriendo cada vez más territorios de los pueblos indigenas, y , de esa manera irse expandiendo militar y económicamente cada vez más al interior, a las tierras de los pueblos nativos norteamericanos.
No obstante, ya desde el siglo XVII, comienzan los primeros enfrentamientos entre los pueblos indígenas rivales, que se alían entre si contra otros, o con los colonialistas franceses e ingleses, para desprestigiar a otros pueblos rivales, y conseguir sus tierras. Ejemplo de ello son los primeros enfrentamientos a mediados de 1640-1650, entre iroqueses y hurones, que se alían respectivamente con ingleses y franceses (que rivalizan entre sí por el comercio de la zona) y producen los primeros enfrentamientos bélicos por el control de determinadas zonas de los actuales EEUU y Canadá.
Ya, a mediados del siglo XVIII, empiezan los primeros ataques del ejército blanco (primero colono y luego estadounidense) contra la población indígena local. Así, en 1737, los colonos invasores ingleses, expulsan a todos los delaware de sus tierras, que se ven obligados e emigrar y a exiliarse a otras tierras.
En 1771, los famosos indios cherokees, también serán expulsados por los colonos ingleses de sus tierras en el actual estado de Kentucky y se ven obligados a exiliarse, lo cual supondrá la destrucción de la cultura e identidad de estos pueblos.
En 1770, el general estadounidense y “padre de la patria” George Washington, envía tres regimientos militares para, literalmente arrasar y destruir por completo la tierra natal de los pueblos iroqueses (cuya liga la formaban pueblos como tuscaroras, mohawks, oneidas, onondaga, cayuga, o seneca).
Así, las campañas militares del ejército estadounidense contra las poblaciones indígenas se fueron haciendo cada vez más frecuentes.
Todo ello conlleva que, ya a finales del siglo XVIII, muchos pueblos indios, se vean obligados a firmar tratados deshonrosos con los estadounidenses, para entregar grandes porciones de sus tierras, a cambio de no ser literalmente exterminados por los hijos de los conquistadores occidentales, y por contra ser recluidos en lo que en realidad son auténticos macro- campos de concentración, lo que en Sudamérica vimos que llamaban “reducciones” y aquí “reservas”, pero que vienen a ser nada más que guettos de reclusión y marginación de la población indígena, para tenerlos recluidos, aislados y controlados por el ejército de los EEUU.
Aun así, se suceden episodios vergonzosos que mancharán de sangre las manos del gobierno estadounidense, y que serán ejemplos del trato brutal a que son sometidos los indígenas, como fueron los sucesos de Texas de marzo de 1840, donde los indios comanches, de buena voluntad se reúnen con representantes del gobierno para firmar un tratado de paz y cooperación. La respuesta a ello fue una encerrona del gobierno que apresó y asesinó a la mayoría de indios pacíficos y desarmados como respuesta.
De esta manera, para 1870, la mayoría de pueblos indios americanos, han sido expulsados de sus territorios, algunos de ellos, masacrados y la mayoría recluidos en reservas forzosas, amenazados por el gobierno de los EEUU. Ello, fue generando, poco a poco, una situación de tensión y rebeldía de parte de muchos pueblos indios, que se cansaron de esta situación y comenzaron a resistirse a los mandatos de un gobierno que ellos consideraban ilegitimo e invasor.
Para contrarrestar los constantes levantamientos de los pueblos indios, el gobierno americano, formó en escuelas militares (como West Point) a destacados militares formados en la guerra de secesión americana (1861-1865), como George Armstrong Custer, o Marcus Reno, que pusieron en marcha el plan de sometimiento de los pueblos indios liderado por el gobierno estadounidense, y que, por la resistencia indígena, dio lugar a las llamadas “guerras indias” desde 1866, en que Custer fue ascendido a coronel séptimo de caballería, hasta finales del siglo XIX, en que son aniquiladas las ultimas revueltas indias en territorio norteamericano.
Los primeros enfrentamientos de los indios sioux con Custer, se suceden ya a mediados de 1870, con las batallas de Black Hills (1873), y Rosebud (1876), con saldo desigual, y que pusieron en marcha todo un proceso de enfrentamientos masivos entre ambos bandos, que culmina con la célebre batalla de Little Big Horn, el 27 de junio de 1876, en el actual estado de Montana, y bajo la presidencia y complicidad del conservador republicano Ulyssen S. Grant.
Custer, mal informado por sus aliados crow, y creyéndose en superioridad numérica, cercó, el 22 de junio un poblado sioux de 1500 indios, con unos 850 soldados americanos, mas los refuerzos de Marcus Reno. Sin embargo, no contaron con las filas de refuerzo sioux, que llegaron a sorprenderles, con más 4000 indios, liderados por los jefes sioux y cheyennes, Toro Sentado y Caballo Loco.
Tal fue el impulso y la superioridad numérica de los indios que, en pocos minutos, la pequeña colina en la que se habían refugiado Custer y sus apenas 800 hombres fue asediada y lentamente, fueron ascendiendo a la cumbre masacrando al ejercito colonial estadounidense.
En apenas unos minutos todo el regimiento estatal fue eliminado, y Custer entre ellos el cual, como castigo fue mutilado en dedos y tímpanos. Fue la mayor y más vergonzosa derrota del ejército americano, aunque no tardarían en cobrársela.
Como consecuencia, el gobierno estadounidense desata una auténtica campaña militar de persecución y sometimientos de los indios que, en inferioridad numérica, se ven obligados a someterse y retirarse a las reservas impuestas.
Sin embargo, no todos están dispuestos a aceptar esta situación, y en ese mismo año de 1876, el jefe indio apache Gerónimo, se subleva en Arizona con más de 130 guerreros y declara la guerra y resistencia al gobierno de los EEUU, en defensa de las tierras y derechos de los pueblos indios contra los conquistadores blancos.
Poco a poco, la resistencia india va cediendo, Toro Sentado huye a Canadá y posteriormente será asesinado en una reserva en 1890 y Caballo Loco se entrega a las autoridades gubernamentales, y es asesinado a bayonetazos en 1877. Otros jefes indios se suicidan o son igualmente asesinados por el ejército estadounidense. Asimismo, 10 años después, el jefe apache Gerónimo es, definitivamente derrotado, su rebelión aniquilada y él enviado a prisión en Florida donde muere en 1909, el mismo año del también destacado jefe sioux Nube Roja.
Sin embargo, el golpe final a los pueblos indios, lo que terminó de minar la moral y las ultimas resistencias de los indígenas fue lo que se ha venido a llamar la última batalla de las guerras indias, la Masacre de Wounded Knee Creek, el 29 de diciembre de 1890, en Dakota del Sur.
Tras ser detenidos, un grupo de unos 350 indios sioux, todos ellos ancianos, mujeres y niños desarmados, son perseguidos y enviados a la reserva de Wounded Knee, liderados por el jefe indio Big Foot, con el pretexto de desarmarles e intimidarles, para de esa forma evitar nuevas insurrecciones.
En la confusión y tensión del momento, suena un disparo, y el ejército estadounidense, liderado por John Vance Lauderdale y Nelson Miles, dispara indiscriminadamente contra los indios, matando en el acto a 300 indios, y los que escaparon fueron perseguidos y asesinados, arrojados todos ellos a una fosa común, incluido el del jefe indio Big Foot.
Poco después, el teniente Lauderdale seria condecorado por el gobierno estadounidense por su “brillante” actuación en Wounden Knee.
Con ello, quedo demostrado que tal masacre criminal, una más contra el pueblo desarmado, contó con el apoyo total del gobierno. Ello fue uno de los últimos enfrentamientos de los indios con el gobierno, que tras esta masacre quedaron horrorizados e integrados, al igual que los pueblos indios centro y suramericanos, en el sistema de los gobiernos coloniales.
Este lamentable suceso, fue recordado el 27 de febrero de 1973, por el Movimiento Indio Americano (organización indigenista americana, creada en 1968 en Minneapolis para combatir los abusos policiales racistas contra los indios) ocupa militarmente la reserva de Wounded Knee Creek (Dakota del Sur) durante 70 días, y exige al gobierno de EEUU que revise y cumpla efectivamente todos los 371 tratados firmados con los pueblos indios y devolver los justos derechos y tierras a la población indígena americana.
Durante el asedio, dos indios fueron asesinados por federales durante un tiroteo. Tras ello, el gobierno prometió estudiar las peticiones y el sitio se levantó, promesa que, obviamente jamás se cumpliría.

Este suceso fue uno de los últimos levantamientos y protestas claras de los movimientos indios de resistencia en Norteamérica, al igual que hoy en día el EZLN, o los pueblos aymaras de Bolivia, representan los últimos movimientos de resistencia indígena contra los abusos y atropellos de los gobiernos post-coloniales en centro y Sudamérica. Y suponen claros desafíos a los modelos de estabilidad y falsa integración que prometen con la población indígena.
Lo cierto es que hoy, la población indígena de todo el continente americano sigue estando humillada, marginada, discriminada y sus derechos y tierras pisoteados e incautados por las elites criollas y blancas de los respectivos países.
Con ello, quiero hacer una pequeña muestra de lo que el célebre 12 de octubre de 1492 (tan amplia y vergonzosamente celebrado) supuso REALMENTE para la población indígena americana, y que deje de celebrarse este día como un día de encuentro, paz y avance para todos, y que se sitúe en su justo sitio como el inicio de la decadencia, masacre y explotación del continente y los pueblos americanos.
CONTRA EL 12 DE OCTUBRE, CONTRA EL “COLUMBUS DAY”, CONTRA EL GENOCIDIO DE LOS INDIGENAS AMERICANOS, CONTRA EL RACISMO COLONIALISTA EUROPEO
¡BASTA DE CELEBRACIONES RACISTAS Y GENOCIDAS!

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