Vamos a tener que poner el
cuerpo
Raúl Zibechi
Publicado: 12 noviembre,
2016
Entrevistado por lavaca, Raúl Zibechi, periodista, analista uruguayo, evalúa por qué
ganó Donald Trump. Quiénes son sus votantes. La fractura de la clase dominante.
La brecha entre ricos y pobres, blancos y latinos. La debacle de EE.UU como
potencia. Las pugnas internas en el FBI. Los factores sorpresa. El
reordenamiento geopolítico mundial. Cómo impacta en América Latina. Y la
oportunidad que se abre: “Quizá nos demos
cuenta así que no se llega a una situación mejor votando cada 4 años: se llega
poniendo el cuerpo. Y lo que nos dice esta elección es eso: vamos a tener que
poner el cuerpo. Algo que para muchos estaba olvidado”, afirmó el
periodista. Luego, sostuvo: “En el corto
plazo la van a pasar peor los de abajo. Pero quizá se den cuenta que no se llega a
una situación mejor votando cada 4 años o haciendo zapping frente a la tele”.
(Por La vaca)
¿Por qué ganó Donald Trump?
Trump es consecuencia de la crisis del 2008 y de dos décadas
de globalización. Ambos hechos crearon un empobrecimiento de los trabajadores y
de la mayoría de la población de los EEUU. La globalización promovió que muchas
fábricas cerraran y fueran a instalarse en China, o en México, o en otros
países de Asia donde hay salarios más baratos. Y todo el cinturón industrial de
EEUU se vino abajo. Y la crisis de 2008 provocó que millones de personas se
quedaran sin casa, sin infraestructura digna, con un fuerte deterioro de los
servicios educativos y de salud; de las carreteras, de las calles. Y la brecha
de ingresos entre los más pobres, las clases medias y los más ricos, creció.
Bajo el gobierno de Obama, la brecha entre ricos y pobres creció; la brecha
entre los latinos y los blancos creció. Y sólo se enriqueció el 1%. Ese es el
fenómeno que representa Trump: la rabia contra el 1%. La nueva derecha machista
y racista recoge la rabia de los millones perjudicados por el sistema.
¿Cómo mirar la elección en
perspectiva de lo que pasó estos últimos años?
El telón de fondo de este proceso es el declive de los EEUU
como potencia hegemónica. En el 45, cuando termina la Segunda Guerra Mundial,
el 50% de todo lo que se producía en el mundo venía de EEUU: coches, heladeras,
electrodomésticos, todo. Hoy es menos del 20%. Y básicamente la potencia
económica de EEUU, que es importante, se mantiene por el sector financiero y de
servicios. Pero ha sido superado en todos los sectores productivos por otros
países, como China. Incluso en las tecnologías de punta. Desde hace 5 o 6 años
las supercomputadoras más veloces del mundo son chinas. En todos los sectores
de vanguardia – trenes de alta velocidad, energía solar y eólica- EEUU quedó
desplazado. Y ese es un tema que está en el trasfondo del triunfo de Trump.
Se habla mucho del factor sorpresa.
El verdadero factor sorpresa es que las elecciones EEUU no
sólo desnudan un fracking en la sociedad estadounidense, sino que además
visualizan el brutal deterioro de los medios de comunicación que habían
apostado –como representantes del 1%- a Hillary Clinton y se equivocaron.
Aseguraron que iban a ganar, hicieron una guerra sucia contra Trump. Trump es
un machista, racista, violento, grosero, es un tipo horrible: pero lo acusaron
de cosas que no se sabe si son ciertas. Yo no tengo dudas, Trump es posible que
haya hecho todo lo que dicen de él, pero de todos modos es una guerra sucia. El
The New York Times y el Wall Street Journal llegaron a decir que Trump era el
candidato de Putin. Un disparate. Ese es un elemento.
¿Y el otro?
El FBI. El FBI entró en crisis interna porque no le dejaron
destapar los miles de mails de Hillary Clinton, tramposos, mostrando su
connivencia con élites financieras de Arabia Saudita y otros sectores. Los
obligaron a tapar el hecho, y hubo una rebelión dentro del FBI por este manejo
sucio que hicieron los Clinton de todos sus correos. Hillary tenía, cuando fue
ministra, un servidor propio que eludía los servidores oficiales de EEUU y con
ellos se conectaba con las élites de Israel, Arabia Saudita; pergeñaba
políticas por fuera de la institucionalidad estadounidense. Y eso se lo querían
cobrar, pero no lo permitieron. Esos son para mí los factores sorpresa, que no
estaban previstos: el brutal descrédito de las instituciones de EEUU; la bronca
de las mayorías, que no solo se ve en el voto a Trump, sino que se vio en el
apoyo a Bernie Sanders en la interna democrática, que logró casi la mitad de
votos, y estuvo cerca de desplazar a Hillary. Ya se venía venir una profunda
rabia de los estadounidenses contra el 1%, que es el sector financiero y Wall
Street.
¿Cómo es el votante de Trump?
Es un votante nostálgico de los buenos tiempos de EEUU.
También hay gente que rechaza el sistema, quizá desde una posición
conservadora, como pasó en Inglaterra con el Brexit, como va a pasar en Francia
con los votantes de Le Penn: gente que está cansada de que le tomen el pelo. No
todos son votantes como los presentaron los medios hegemónicos: blancos,
machistas. Hay de esos, sin duda, pero hay gente común también que no quiere
que Wall Street siga mandando en EEUU. Que le preocupe más a las élites yanquis
derribar al gobierno de Siria, que hacer mejores servicios de salud y
educación.
Hoy EEUU, en el mundo,
está en el lugar 38 en cuanto a esperanza de vida. Ha sido superado por Costa
Rica; por supuesto por todos los países del norte europeo. EEUU es un país que
hoy se parece más, desde el punto de vista social, a los países que están mejor
de América Latina –Costa Rica, Chile, Uruguay- que a lo que fue la
superpotencia de los años 50 y 60, en la que todo funcionaba perfecto. Hoy los
aeropuertos y las carreteras están mal. ¿Por qué? Porque se gasta mucho en
sostener las 850 bases militares estadounidenses que hay en el mundo; los 11
portaaviones; ese ejército brutal que interviene en todo el planeta. A los
votantes no los irritó que fuera machista, misógino, racista: lo que les interesó
es que Trump quiere hacer las paces con Rusia, quiere dedicar menos dinero a la
intervención en el mundo y más dinero a resolver los problemas internos. Yo no
sé si realmente va a hacer eso, o si lo van a dejar, ya que sin guerra el 1%
puede venirse abajo. Pero esa es la razón de que ganó tantos votos.
Tanto en las elecciones de
Brasil como en las de ahora de EEUU se ve una baja participación electoral:
menos gente va a votar. Parece que pocos eligieran por muchos. ¿Cómo fue en
este caso?
En EEUU históricamente
vota la mitad de la población, o de los habilitados para votar. Aquí votaron
poco más de 100 millones. La participación fue baja y mucho menor que la
esperada en el caso de los latinos, que se supone que es el sector más
castigado por Trump. Y previsiblemente, una parte de los que votaron a Sanders
no votaron a Hillary. El otro día la actriz Susan Sarandon salió a decir: “yo no voto por la vagina, porque sea mujer
no la voto a Hillary”. Hillary, además, hizo un feminismo para élites. Pero
hay mucho de eso en las votaciones. Yo creo que el porcentaje de abstención fue
más o menos igual a las otras elecciones.
¿Esta elección produce un
reordenamiento geopolítico?
Ahonda la fractura existente en las clases dominantes del
mundo, que hoy están divididas. Cuando digo clases dominantes no solo hablo de
los conservadores: una parte de esa clase es progresista. Hoy esas clases
dominantes están fracturadas. Y creo que el triunfo de Trump agudiza esa
fractura. En algunas partes del mundo eso se va a notar mucho, como en Oriente
Medio, en relación a Rusia y probablemente en América Latina. Lo que está
surgiendo es una nueva derecha, más militante que la anterior. Pero la clase
dominante no atina a resolver unificadamente los temas fundamentales. Para
quienes son antimperialistas, esta fractura que se produce en el imperio y en
las clases dominantes es algo positivo, porque hace que la dominación se haga
más inestable. Tenemos más posibilidades.
Dentro de esa clase
dominante, ¿qué sector representa Trump?
No es claro. Probablemente representa a un sector que no sea
ese 1% súper concentrado. Esas fracturas que hay en la clase dominante, sobre
todo en el imperio, tienen que ver con cómo operar en el futuro. Si negociar
con los países emergentes, con las clases populares, que era un poco lo que
representaban Lula y Cristina: el progresismo. Negociar con Rusia, China,
India, o enfrentarse y aniquilarlos. Entonces, esa fractura nos engatusó
durante muchos años. Y ahora, cómo se dice vulgarmente, la cosa es: al pan, pan
y al vino, vino. Ante ese viraje es importante asumir la realidad que tenemos y
afrontarla: no es otra cosa que lo que hemos venido haciendo los sectores
populares desde siempre. Lo que pasa es que desde los medios se vende un
discurso, que no es más que un discurso. El discurso que plantea que Trump es
horroroso y que Hillary favorece a los de abajo, que es amiga de las buenas
causas. Pero son discursos. La situación, en resumen, es que la dominación
atraviesa un momento de mayor inestabilidad.
¿Cómo impacta esto en
América Latina?
La primera prueba para Trump va a ser Venezuela. Porque
Venezuela es el lugar más crítico: a ver qué promueve. Hasta la administración
del progresista Obama promovió un golpe de Estado en Honduras, uno en Paraguay,
uno parlamentario en Brasil y la resurrección de la derecha venezolana. ¿Qué va
a proponer Trump? No lo sabemos. Si me fijo por sus declaraciones, Trump va a
hacer una política horrorosa. Pero, repito: no lo sabemos. No nos olvidemos que
tanto Macri como Temer apostaban a Hillary y ahora veremos cómo se acomodan. Yo
creo que hay que abrir un compás de espera sabiendo que los de abajo vamos a
seguir sufriendo el ajuste, los feminicidios, va a haber que seguir saliendo a
la calle a poner el cuerpo. Eso es evidente, esté quien esté. Cómo va a ser la
relación entre gobiernos, aún no lo sabemos. Sí sabemos que va a haber mayor
inestabilidad, que va a haber más palos en la rueda. Ese es el futuro inmediato
que tenemos.
¿Cómo sería esa lectura optimista?
Evidentemente los feminicidios y la violencia narco no se van
a detener, pueden incluso incrementarse, porque va a haber menos paraguas
institucionales de protección. Una parte de esa violencia puede impulsarla el
que esté en el gobierno; pero otra parte es sistémica, esté quien esté en el
gobierno. Entonces, hay que mirar las cosas en perspectiva: yo no creo que esto
sea un problema ideológico, si es más machista o más racista. ¿Se puede decir
que Hillary era menos machista? ¿O es el barniz progre que se puso para captar electores? En el fondo, Hillary se
puso más armamentista que Trump. Entonces: bienvenida la fractura de la clase
dominante porque nos da la oportunidad de derrotarlos. Eso quiere decir que en
el corto plazo vamos a pasar lo peor los de abajo. Pero quizá nos demos cuenta
así que no se llega a una situación mejor votando cada 4 años o haciendo zapping frente a la tele. Se llega
poniendo el cuerpo. Y lo que nos dice este mensaje es: vamos a tener que poner
el cuerpo. Algo que para muchos estaba olvidado.
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