Una otra historia que se escribe abajo y a la izquierda
La Voz del Anáhuac
Con la
idea de que la historia debe conocerse desde el testimonio de quienes la
vivieron y no sólo desde la perspectiva académica o intelectual, publicamos
aquí el relato que nos comparte un compañero que entre 1968 y 1971 era un
activista en el IPN. Este relato reitera la idea de que pese a la masacre del 2
de octubre, la resistencia se mantuvo viva años después y germinó en la
convicción de la necesidad de una revolución popular. Esto dio lugar a procesos
que desembocaron en la insurrección de movimientos armados, por una parte, y en
la insurgencia obrera, campesina y popular que produjo la integración al pueblo
decidida por una generación de activistas. Esta es una historia aún no escrita,
poco conocida. Testimonios como este pueden servir para que la historia se vaya
escribiendo desde abajo y a la izquierda.
1968 (octubre-diciembre)
Estábamos seguros de que el
regreso a clases no tendría el efecto de "reagruparse
y reactivar el movimiento" que argumentaban quienes desde septiembre,
junto con el rector de la UNAM, empujaban por el levantamiento de la huelga. Lo
veíamos como una forma de disfrazar la claudicación. El cacareado "repliegue táctico" lo veíamos
como traición. Esas posiciones se manifestaron desde septiembre, cuando el
ejército tomó CU sin resistencia,
Por eso en el IPN estábamos dispuestos a resistir, hasta donde nos fuera
posible, la toma de las escuelas. Esta resistencia se materializó el 21 de
septiembre en Tlatelolco y el 23 en el Casco de Santo Tomás.
La resistencia después del 2 de octubre se tornó semiclandestina, por el
patrullaje militar y con las escuelas de Tlatelolco y el Casco tomadas por el
ejército.
Tuvimos que migrar a los barrios y accionar desde cuartos de azotea o
casas de compañeros cuyas familias seguían apoyando.
La posición del "repliegue
táctico" después del 2 de octubre cobró más fuerza. Sus voceros
principales, aunque los no únicos, eran los militantes del PCM-JCM-CNED. Así
que la resistencia nuestra, además de ante al estado criminal, en el frente
interno era contra quienes veíamos como claudicantes y traidores. Y logramos
sostener esa resistencia hasta diciembre. Yo no sé si era puro espontaneísmo
nuestro, "inmadurez política",
bajo nivel teórico, ausencia de un análisis objetivo o qué. Pero sí sé que se
trataba de no rendirnos, de mantener una actitud digna, de no dar por terminada
la huelga sin que se cumplieran ya no los 6 puntos del pliego inicial, sino al
menos las tres condiciones mínimas planteadas para el diálogo: desocupación de la Voca
7, libertad a los presos políticos y cese de la represión. Lo del diálogo nos
parecía ya imposible: ¿qué diálogo podía haber ya con quienes ordenaron la
masacre? Las pláticas con Caso y de la Vega eran, según nosotros, una mera
simulación que serviría si acaso para el chantaje y la amenaza (que si no
levantábamos la huelga cerrarían la UNAM y el IPN, que si levantábamos la huelga
saldrían los presos, etc.)
Al PCM se le ofrecía el registro electoral (mismo que ya negociaban
desde antes del movimiento) y la libertad de sus presos.
Esa era nuestra visión de las cosas. ¿Qué tan equivocados estábamos?
¿Qué pasaba por nuestras cabezas? Que no queríamos levantar la huelga ni
regresar a clases derrotados, humillados. Teníamos que sacar fuerzas de nuestro
dolor, de nuestra digna rabia. Y honrar a nuestros muertos y desaparecidos
luchando. Por eso aquello de "por
nuestros compañeros caídos no un minuto de silencio, sino toda una vida de
lucha" no era, para nosotros, sólo una hermosa frase, sino un compromiso
ético, un imperativo moral.
1969
En 1969 algunas brigadas seguimos
saliendo a la calle, a volantear en los camiones, mercados, barrios, zonas fabriles. Ya éramos menos. Los más
encabronados por todo lo que pasó y por lo que no pasó. Se creía que después de
la masacre mucha gente iba a luchar, que habría una rebelión. Pero no fue así.
Lo que había era mucho miedo. Nadie quería caer en la cárcel ni morir.
Cuando brigadeábamos en los camiones había gente que nos
decía que ya no le siguiéramos, que con el gobierno no se puede, que mejor nos
dedicáramos a estudiar. Ya no había el mismo entusiasmo que durante el
movimiento. Algunos entendían nuestro enojo, incluso nos decían que era bueno
no rendirse, pero que era mejor pensar bien qué haríamos ahora, que nos
preparáramos bien. Los menos incluso se apuntaban para entrarle a lo que
viniera.
Un compa me decía que ya era hora de pasar a otras formas de
lucha, que ya no se podía continuar de la misma forma. Recuerdo que me hablaba
del Hermano Pedro, que él y otros
compas estaban ya organizándose para levantarse en armas. Que debíamos entrarle
a eso. Que pacíficamente sólo íbamos a una muerte segura.
En marzo de 1969 nos cayó encima el decreto por el que Díaz
Ordaz eliminó las prevocacionales del IPN, las convirtió en secundarias
técnicas. Entonces en la Prevo 4 hicimos asambleas, llamamos a los padres de
familia y a los profesores para que juntos resistiéramos, para echar abajo ese
decreto. Hubo interés, pero poca disposición para hacer algo. Se propuso juntar
firmas para exigir que se respetaran las prevos, presionar al director del IPN
para que las defendiera, hacer mítines, etc. Pero los efectos de terror
causados por la masacre no permitieron articular ninguna acción, por más que
insistíamos en que un decreto presidencial no es palabra divina.
Tampoco hubo respuesta de las vocacionales ni de las escuelas
superiores. Aprovechando la apatía de muchos y el trauma causado por la
masacre, las autoridades del IPN reactivaron el porrismo, utilizándolo para
desbaratar lo que seguía activo de los comités de lucha y de las brigadas. No
sólo solaparon los desmanes de los porros, sino que les dieran manga ancha para
que, organizando tocadas de rock, introdujeran las drogas, utilizadas como arma
contrainsurgente, con la que neutralizaron y controlaron a muchos estudiantes.
Donde seguían los comités de lucha había más interés por los presos
políticos que por ninguna otra cosa. Nadie apoyó la posible lucha por defender
las prevos.
Para entonces ya en los que seguíamos decididos a dar la lucha germinó
la idea de que era necesario ir con el pueblo, que para que las cosas cambien
es necesario hacer una revolución y que esta no la podríamos hacer los
estudiantes, que la tenía que hacer el pueblo trabajador. Pero no hallábamos
cómo hacer para que esta idea creciera en el pueblo.
Vimos que en algunas fábricas los trabajadores estaban luchando por
salarios dignos y por sindicatos independientes. Entonces pensamos que con esos
trabajadores podríamos organizarnos. Nos acercamos. Nos recibían bien porque
veían que nuestro apoyo podía servirles, pero su idea se centraba en sus
necesidades, en su lucha por mejorar sus salarios, pero no iban más allá.
Pero entendiendo que por algo se empieza, decidimos apoyar esas luchas.
Íbamos a las fábricas y ayudábamos a repartir volantes. Si estaban en huelga
acompañábamos las guardias. Así hicimos durante 1969. Así apoyamos la huelga de
la fábrica de máquinas tortilladoras Celorio, la de los choferes de la línea
Peralvillo-Cozumel y otras.
Nos distanciamos de los estudiantes de nuestras escuelas. Si no quieren
luchar, que no luchen, nosotros sí estábamos dispuestos, pero cada vez éramos
menos.
En 1970 entré a la Vocacional 6. Ahí había un “comité de lucha” charro. Había también un ateneo que simpatizaba
con nuestra intención de seguir la lucha y nos cedieron su local porque ya
todos los que ahí participaban egresaban de la vocacional.
Así que en ese año nuestra actividad en la vocacional fue organizar
actos culturales con los Mascarones, con Judith Reyes, con Leopoldo Ayala, José de Molina, los Nakos. Publicábamos un periódico mural, distribuíamos volantes con
información reciente del movimiento estudiantil y de otras luchas.
1970
Al comenzar 1970 la
brigada-ateneo se convirtió en comité de lucha. Sin dejar de ir a apoyar luchas
obreras, vimos que era un error dejar de lado la lucha estudiantil. Hubo muchos
rechazados entre los aspirantes a inscribirse en la vocacional. Comenzamos una
lucha para que pudieran ingresar. Hicimos asambleas con ellos para que se
organizaran. También luchamos en contra de las cuotas de inscripción. Así que
toda la nueva generación se puso el movimiento. Con los rechazados logramos que
se formaran nuevos grupos que ocuparon las aulas entre las 2 y las 5 de la
tarde, creando un turno intermedio. Luego estos serían distribuidos
gradualmente en los diferentes grupos de los turnos matutino y vespertino.
Respecto a las cuotas logramos que la dirección asumiera hacer público que
estas son voluntarias, que los que no pudieran pagarla no estaban obligados,
aunque la dirección insistió en que se le pidiera cooperar voluntariamente a quienes pudieran hacerlo,
pues había problemas de presupuesto. Les exigimos que eso lo resolviera la
dirección solicitando aumento de presupuesto. Como sea esta lucha resultó y
logramos fortalecer al nuevo comité de lucha.
También seguimos invitando a Judith Reyes y a José de Molina. Esto lo
hacíamos conjuntamente con el comité de lucha de la Voca 3.
Por medio del comité de lucha de voca 3 conocimos un folleto que
empezaba a circular llamado Unifiquémonos. Era una línea
política para el movimiento estudiantil formulada por los comités de lucha de
Física y Matemáticas, Ciencias Biológicas, ESIME, ESIA y Vocacional 3. Hicimos
círculo de estudios para analizarla. Los compas de voca 3 nos proveían además
libros de Mao Tsé-tung. En el círculo de estudio vimos que de alguna manera lo
que hicimos en la lucha por los rechazados y contra las cuotas coincidía con lo
que planteaba la línea Unifiquémonos.
En síntesis: “organizar a los estudiantes a partir de sus demandas concretas, de
manera independiente del control estatal-priísta, para estar en condiciones de
apoyar de manera real y efectiva las luchas populares…”
Una compañera de la Vocacional, nieta de Valentín Campa, recién
liberado, nos propuso invitarlo para que diera una plática en la vocacional.
Organizamos ese encuentro y salió muy bien.
Ya cerca del segundo aniversario de la masacre del 2 de octubre
programamos la proyección de la película “Aquí
México”. Pero a la mera hora la dirección de la escuela nos negó el
auditorio. Había entre los estudiantes de la vocacional mucho interés por ver
esta película, la mayoría venía de secundarias y sólo de oídas se habían medio
enterado. Entonces, a la hora que nos debían abrir el auditorio, ya toda la
escuela estaba esperando. Informamos lo que estaba pasando. Fuimos todos a la
dirección a exigir que se nos diera acceso al auditorio. Pero el director se
negó a hablar con todos. Pidió que nombráramos una comisión. Se formó la
comisión. El director dijo que eran “órdenes
superiores”, que ya nos olvidáramos de eso, que ya no funcionaba seguir con
lo mismo, etc. Informamos esto a los compañeros. Todos se indignaron. Decidimos
tomar el auditorio. Seguía cerrado. Entonces con todos ahí se armó un mitin.
Quienes hablaron decían que los estudiantes tenemos derecho a utilizar los
espacios de la escuela, que estas existen porque nuestros padres pagan
impuestos, como también lo hacen los estudiantes que trabajan para sostener sus
estudios… y cuando se preguntó: “¿de
quién es el auditorio…?”, alguien tomó impulso y al grito de “¡nuestro!”, de una patada voladora rompió los vidrios de la puerta
del auditorio. Entramos. Pero de todos modos no podríamos ver la película
porque cortaron la energía eléctrica. Entonces eso se transformó en una asamblea.
Entraron los del comité charro a tratar de intimidar. Dijeron que haber entrado
así al auditorio fue un acto vandálico,
que la dirección presentaría una denuncia de hechos, etc. Tuvieron que salir
del auditorio en medio de chiflidos y mentadas de madre.
De ahí en adelante no hizo falta más que avisar que necesitábamos ocupar
el auditorio para que sin ningún problema nos lo abrieran y proporcionaran
equipo de audio, proyector y lo que fuera necesario.
Se pudo hacer una manifestación en solidaridad con Vietnam en mayo de
1970, convocada por el PCM. Eso nos hizo pensar que podríamos hacer una
manifestación en la calle luego del triunfo electoral de Salvador Allende en
Chile. El 4 de noviembre de 1970 saldríamos del Casco de Santo Tomás hacia el
Zócalo. Pero nos atacaron los Halcones cuando apenas iniciaba. Aunque no se
pudo realizar la manifestación, enfrentamos a los Halcones y los derrotamos.
1971
El comité de lucha, aunque
con algunas reticencias, reivindicó como propia la línea Unifiquémonos. Pero
seguíamos apoyando las luchas obreras, campesinas y urbanas. Ayotla Textil,
Chiclet’s Adams, el Movimiento Sindical Ferrocarrilero, la Tendencia
Democrática del SUTERM, el Campamento 2 de Octubre de Apatlaco, la Colonia
Rubén Jaramillo de Temixco y otras.
En Monterrey se impuso una “reforma
educativa” a la UANL, que consistía en privatizarla. Allá se declararon en
huelga contra la nueva ley orgánica que les impusieron. Acá decidimos
solidarizarnos y se propuso una movilización grande con la que se quería “ganar la calle”, pues desde 1968,
después de la masacre del 2 de octubre, ya no se podían hacer manifestaciones. Pero
la fecha de la manifestación se aplazaba, dependiendo de que los expresos
políticos regresaran del exilio con el que se les condicionó su excarcelación.
Regresaron, se fijó entonces la fecha: 10 de junio, pero para entonces ya había
sido derogada la ley orgánica impuesta a la UANL y se había levantado la
huelga. Entonces se desató la discusión de si era posible realizar la
manifestación. Se consideró la posibilidad de que fuera reprimida. Pero por
otra parte, aunque se había "resuelto" el conflicto de la UANL, se consideró por
parte de los comités de lucha que estaban por su realización que no había que
olvidar el compromiso de solidaridad con las luchas obreras y urbanas de esta
ciudad.
Una de las posturas críticas ante la realización de esta manifestación
fue expresada por los comités de lucha del IPN que impulsaban la línea Unifiquémonos. Consideraban que había
que romper ya la dependencia respecto a los ahora expresos políticos, pues esa
dependencia había sido utilizada por el Estado como forma de chantaje para
desmovilizarnos. Por otra parte, se consideraba que era prioritario organizar a
los estudiantes a partir de sus demandas concretas y no arriesgar a una posible
represión, que ganar la calle no debía ser a cualquier precio, que esa
posibilidad había que verla en función del fortalecimiento del movimiento
estudiantil en su conjunto y no de nuestro deseo de volver a ganar la calle. Se
llegó el 10 de junio, asistimos aún sin estar muy de acuerdo y ya sabemos qué
pasó: otra brutal masacre, perpetrada ahora por los paramilitares del grupo los
Halcones, con armas largas en esta ocasión y con la complicidad de la policía y
el ejército.
Contacto con compañer@s que optaron por la guerrilla
La masacre del 2 de octubre
había hecho germinar la idea de que las vías civiles y pacíficas de lucha
estaban cerradas. Cada vez más activistas veían que sólo mediante una
revolución se podría transformar la situación de despotismo y represión que
hizo posible la masacre.
Había diferentes formas de entender esto. Entre estas había
una que consideraba que una lucha de esa envergadura sería posible sólo con la
participación del pueblo trabajador, que había que integrarse a las fábricas,
ejidos, colonias proletarias y desde ahí organizar ese proceso.
Pero otra visión insistía en que había que levantarse ya en armas y
comenzar acciones que acelerarían la generación de un clima
insurreccional, que haría que el pueblo se sumara, harto de explotación, represión,
humillaciones y despojo de derechos. Que además no partíamos de cero, pues ya
estaban alzados en armas Genaro Vázquez y Lucio Cabañas en Guerrero y que en
otros estados había también ya brotes rebeldes.
Esto se manifestaba en el medio estudiantil, sobre todo como
resultado de las masacres del 2 de octubre de 1968 y del 10 de junio de 1971.
En 1969 y 1970 visitaba en la crujía M de Lecumberri a algunos presos políticos: Fausto Trejo, Pablo Alvarado, Carlos Martín del Campo, entre otros. Ahí conocí a Gladys, compañera de Pablo, estaban formando los Comandos Armados del Pueblo, pero de ésto me enteré hasta 1971, cuando Gladys cayó presa y Pablo Alvarado fue asesinado en la cárcel.
Ahí también conocí a Julieta Glockner, compañera de Carlos Martín del Campo, en ese tiempo ella se incorporó a las Fuerzas de Liberación Nacional, pero de ello me enteré hasta 1975, cuando cayó en un enfrentamiento con el ejército en Tabasco, tras la ofensiva para acabar con en naciente Núcleo Guerrillero Emiliano Zapata de las FLN en Chiapas
En 1969 y 1970 visitaba en la crujía M de Lecumberri a algunos presos políticos: Fausto Trejo, Pablo Alvarado, Carlos Martín del Campo, entre otros. Ahí conocí a Gladys, compañera de Pablo, estaban formando los Comandos Armados del Pueblo, pero de ésto me enteré hasta 1971, cuando Gladys cayó presa y Pablo Alvarado fue asesinado en la cárcel.
Ahí también conocí a Julieta Glockner, compañera de Carlos Martín del Campo, en ese tiempo ella se incorporó a las Fuerzas de Liberación Nacional, pero de ello me enteré hasta 1975, cuando cayó en un enfrentamiento con el ejército en Tabasco, tras la ofensiva para acabar con en naciente Núcleo Guerrillero Emiliano Zapata de las FLN en Chiapas
En la Vocacional 6 había contacto con un compañero de la
Escuela Superior de Economía del IPN, Jesús Ávila González, que participaba en un
comité por la libertad de los presos políticos de manera abierta, pero que
tenía relación clandestina con el Partido de los Pobres. Sabía de nuestra
posición política de aplicar la línea de masas, la respetaba, pero nos llamaba
a difundir información de lo que estaba sucediendo en Guerrero. Estuvimos de
acuerdo. Informábamos de esto en nuestros periódicos murales. Esta información
tenía mucho interés de los estudiantes. Estaban ávidos de enterarse de esa
forma de lucha.
Años después, ya desligado de las escuelas, supe que Jesús fue
detenido-desaparecido en abril de 1974.
En 1971, meses después del 10 de junio, proliferaron más
grupos político-militares, el Comando Lacandones entre ellos. Cuando asestó la
Brigada Blanca un golpe demoledor a este grupo, me enteré que aquel compa que
desde que estaba en la Prevo me invitaba a ir a otras formas de lucha, era
parte de este grupo. “Adán” le
llamábamos en la Prevo. Jesús Calderón Esquivel es su nombre real.
No me extrañó saber que estaba ahí, pues sabía de su postura política.
Tampoco me pareció extraño que Jorge Po Hurtado formara parte de ese grupo,
pues desde 1968 había mostrado su beligerancia. Antes del movimiento era parte
de un grupo de fútbol americano. Era de la ESIA. Junto con su grupo se
incorporó al movimiento en tareas de seguridad. En las asambleas en las que fue
desconocida la FNET enfrentó a los porros. Participó en la recuperación de los
camiones del IPN, que tanto nos fueron útiles en las manifestaciones y en las brigadas
masivas a las zonas industriales. El 2 de octubre lo impulsó a organizar con
otros compañeros del IPN un grupo político-militar.
Otro compañero conocido de este grupo es José León Zempoalteca.
Estudiaba en la ESIME, participó en el comité de lucha. Era novio de una
compañera de Enfermería que participaba con nosotros, por lo que hubo trato
cercano, pero nunca nos enteramos de que se había integrado a la lucha armada.
Cuando cayó preso, su hermana Trinidad, estudiante en Medicina del IPN, me
buscó para que le ayudara a hacer contacto con los abogados. Así lo hice. Luego perdimos contacto. En 1976
también fue detenida en Tlalnepantla, ella trabajaba entonces en la impresión el periódico clandestino Madera de la LC23S. Pero de esto me enteré hasta que cayó presa.
En mi grupo escolar había dos compañeras que se apuntaron
como oyentes. Provenientes de Normales Rurales. Una venía de La Laguna. La otra
era Carmen Vargas Pérez, originaria de Guerrero, egresada de la Normal Rural de
Atequiza, Jal. Entonces era militante de la Juventud Comunista. Se formó
políticamente en la FECSM. Se hizo compañera de Roberto Gallangos, quien entonces
estudiaba en la ESE del IPN. Por eso se apuntó de oyente en la Vocacional, para
estar segura en un lugar cercano a donde estudiaba su compañero.
Roberto Gallangos, originario de Oaxaca, en 1968 era estudiante de la Vocacional 5,
cayó preso el 26 de julio y salió libre en diciembre de ese año, es decir vivió
el movimiento estudiantil desde la cárcel.
Por ser compañera en mi grupo tuvimos
oportunidad de platicar bastante. Le expresé mi desconfianza hacia el PCM y la
JCM por la forma en que actuaron en 68. Para mi sorpresa ella me confió que
aunque era militante de la JCM, tampoco estaba de acuerdo con su política. Que
ese sentimiento se había extendido entre muchos jóvenes comunistas y me confió
que se estaban organizando para pasar a otro nivel de lucha. Me invitó a
participar con ellos. Pero Roberto, que también me conocía, opinó que no era
conveniente para ellos ni para mí. Dijo que yo era muy conocido por mi
participación abierta desde 68, que involucrarme con ellos me pondría en serio riesgo y
a ellos también. Que necesitaban sumar a compañeros de “bajo perfil”, por las características clandestinas de la
organización que se estaba formando. No obstante, consideró que podía apoyarles
en algunas tareas logísticas, como ayudar a familiares de los presos a
contactarse con abogados como Enrique Ortega Arenas y Rojo Coronado, que se
estaban abocando a la defensa. Otra tarea que me encargaron fue la de llevar
escritos de la organización a la redacción de la revista Por qué? En la revista me conocían bien porque durante 1969 y 1970
hacía lo mismo: llevaba escritos de Isaías Rojas, de Adán Nieto Castillo, de
Federico Emery, de Pablo Alvarado, de Fausto Trejo y de otros presos políticos
a la redacción.
Fue hasta julio de 1975 que supe que la organización en la
que estaban era la Liga Comunista 23 de Septiembre. A Carmen la detuvieron en
el cine Cuitláhuac cuando repartía el periódico Madera, como parte de una
brigada. Roberto y más compañeros fueron detenidos en una casa de seguridad que
tenían en la colonia Euskadi, Azcapotzalco. Para entonces ya no tenía contacto
con ellos. Este se había suspendido desde que me integré de obrero, pues dejé la
escuela y todo vínculo con el movimiento estudiantil.
Algo que me parece importante destacar de esta parte es que
todos los compañeros que conocí vinculados a la opción guerrillera sabían de mi
posición política, digamos que maoísta.
Diferente a la que ellos tenían. Había discusión, sí, pero también respeto.
Había confianza, la que permite la clandestinidad. Y voluntad de colaborar,
independientemente de estar conscientes que cada quién seguiría su propio
camino.
Para 1976, quienes optamos por el camino de la integración
al pueblo no teníamos ninguna relación con ninguna organización
político-militar. Pero ello no nos exentó de ser atacados por la Brigada
Blanca. El 3 de noviembre de ese año, volanteábamos en la zona fabril de
Naucalpan. Nos baleó la Brigada Blanca. Creyeron que éramos de la LC23S.
Detuvieron a una compañera que cayó herida. Se dieron cuenta del error tras ver
el tipo de volantes que repartíamos. "Pero
también son subversivos", dijeron, "andan
de sindicaleros, pero no tardan en pasar a filas guerrilleras". Así nos
veían: como aliados y reservas de la guerrilla. En esos momentos su prioridad era derrotar al movimiento armado, pero "siguen
ustedes", advirtieron tras dejar libre a la compañera que habían detenido.
Carmen Vargas y Roberto Gallangos, militantes de la LC23S, detenidos-desaparecidos desde julio de 1975 |
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