Por Zósimo Camacho
Fuente: Contralínea:
Red Latina sin fronteras
Publicado: 8 diciembre, 2016
Contralínea,
6 de diciembre, 2016.- Hace más de 15 años el entonces vocero y jefe militar
del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), Subcomandante Insurgente Marcos,
leyó un cuento en el sur de la Ciudad de México. Fue en el deportivo Villa
Olímpica, durante un encuentro organizado por estudiantes de la Escuela
Nacional de Antropología e Historia (ENAH).
Entonces al Sup lo escucharon, entre muchos
otros, José Saramago, Alain Touraine, Manuel Vázquez Montalbán, Bernard Cassen,
Carlos Monsiváis, Elena Poniatowska, Carlos Montemayor y Pablo González
Casanova (aparte: ¿qué partido político o candidato puede convocar a
intelectuales de tal nivel?).
Era el lunes 12 de marzo de 2001. La Marcha
del Color de la Tierra (o de la Dignidad Indígena) había parado un día antes en
el zócalo de la capital de la República. Todavía el ambiente era de fiesta
ante, primero, el cerco popular e indígena sobre la capital del país y, luego,
la toma pacífica del corazón político de la nación, la antigua Tenochtitlan. Y
todavía faltaban varios días de actividades para los delegados del Comité
Clandestino Revolucionario Indígena-Comandancia General del EZLN y del Congreso
Nacional Indígena (CNI) en la gran urbe. Su voz llegaría el día 28 a la tribuna
del Congreso de la Unión, en la persona de la Comandanta Esther.
El cuento narrado por el Sup ese lunes 12 se
titula El otro jugador. Lo tuve
siempre presente. Es muy corto, aunque no lo suficiente para que lo retuviera
literalmente. Gracias al gran archivo que es la web, lo puedo transcribir:
“Un
grupo de jugadores se encuentra enfrascado en un importante juego de ajedrez de
alta escuela. Un indígena se acerca, observa y pregunta que qué es lo que están
jugando. Nadie le responde. El indígena se acerca al tablero y contempla la
posición de las piezas, el rostro serio y ceñudo de los jugadores, la actitud
expectante de quienes los rodean. Repite su pregunta. Alguno de los jugadores
se toma la molestia de responder: ‘Es algo que no podrías entender, es un juego
para gente importante y sabia’. El indígena guarda silencio y continúa
observando el tablero y los movimientos de los contrincantes. Después de un
tiempo, aventura otra pregunta: ‘¿Y para qué juegan si ya saben quién va a
ganar?’. El mismo jugador que le respondió antes le dice: ‘Nunca entenderás,
esto es para especialistas, está fuera de tu alcance intelectual’. El indígena
no dice nada. Sigue mirando y se va. Al poco tiempo regresa trayendo algo
consigo. Sin decir más se acerca a la mesa de juego y pone en medio del tablero
una bota vieja y llena de lodo. Los jugadores se desconciertan y lo miran con
enojo. El indígena sonríe maliciosamente mientras pregunta:
“¿Jaque?”
En aquella Marcha del Color de la Tierra los indígenas del EZLN y el CNI
salieron a hablar con obreros, amas de casa, empleados, estudiantes,
campesinos… y con los políticos profesionales, sus partidos y sus órganos de
gobierno. Vaya discurso de la comandanta Esther en la Cámara de Diputados:
sencillo, rebelde, firme y, también, respetuoso.
“Algunos
habrán pensado que esta tribuna sería ocupada por el Sup Marcos y que sería él
quien daría el mensaje central de los zapatistas. Ya ven que no es así. El Subcomandante
Insurgente Marcos es eso, un Subcomandante. Nosotros somos los Comandantes, los
que mandamos en común, los que mandamos obedeciendo a nuestros pueblos. Al Sup
y a quien comparte con él esperanzas y anhelos les dimos la misión de traernos
a esta tribuna. Ellos, nuestros guerreros y guerreras, han cumplido gracias al
apoyo de la movilización popular en México y en el mundo. Ahora es nuestra
hora.
“El respeto que ofrecemos al Congreso de la Unión es de fondo pero
también de forma. No está en esta tribuna el jefe militar de un ejército
rebelde. Está quien representa a la parte civil del EZLN, la dirección política
y organizativa de un movimiento legítimo, honesto y consecuente, y, además,
legal por gracia de la Ley para el Diálogo, la Conciliación y la Paz Digna en
Chiapas. Así demostramos que no tenemos ningún interés en provocar
resentimientos ni resquemores en nadie. Así que aquí estoy yo, una mujer
indígena”.
Fueron menospreciados por los políticos de
todos los partidos. Los indígenas buscaron un diálogo franco y directo con la
casta gobernante. Tal vez pecaron de inocentes. No sólo la derecha les cerró
las puertas. La considerada por sí misma “izquierda”
política los traicionó de manera vergonzosa. Y todavía hay quien acusa de sectarios al EZLN y al CNI por no
ponerse a la cola de candidatos y partidos de la “izquierda” electoral.
Luego vino, casi 5 años después, la Sexta
Declaración de la Selva Lacandona y La Otra Campaña. Otro intento de los
indígenas por entablar diálogo, ahora sólo con la sociedad, con las personas y
organizaciones que los quisieran escuchar. Decían en ese entonces querer “echar trato” con quienes padecen el
capitalismo para construir una rebelión nacional –civil y pacífica– y derrocar
al actual sistema político mexicano. Fue otra interpelación a los jugadores de
ajedrez.
Quienes los tachan de “inconsecuentes” o, peor, de “hacerle
el juego a la derecha” no han sabido o no han querido leer la propuesta. Y
en su soliloquio, no han escuchado ni a los zapatistas ni a los indígenas ni a
las personas, colectivos y movimientos populares que no caben en los partidos
políticos con registro.
Ahora el EZLN y el CNI se asoman de nuevo al
tablero de los políticos profesionales. La propuesta de formar un Concejo
Indígena de Gobierno con una candidata a la Presidencia que irrumpa en el
próximo proceso electoral es congruente con las búsquedas de los zapatistas.
El zapatismo ya se mueve, se levanta. El
pasado miércoles 23 de noviembre, en el local de Uníos, se dieron cita
representantes de decenas de colectivos y organizaciones adherentes a la Selva
Lacandona en la Ciudad de México. Se escuchó la propuesta del EZLN y el CNI y
la respuesta de los concurrentes. Quedó claro: la consulta y la candidatura
independiente, van. Ahí, Sergio Rodríguez Lascano recordó el cuento. Él sí lo
relató de memoria. Y propuso en pequeño cambio al final, tan pequeño, como
intercambiar un par de signos de puntuación.
Luego de que el indígena colocara sobre el
tablero la bota vieja y lodosa, no preguntaría: “¿Jaque?”, sino que afirmaría: “¡Jaque!”
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