Una
mirada libertaria para la comprensión de la lucha nasa
Steven Crux
Fuente: Rebeldía Contrainformativaauthor
Anarkismo
Red Latina sin fronteras
Diciembre 2016
Este texto pretende buscar los puentes que existen
entre la liberación de la Madre Tierra y nuestra praxis autónoma y libertaria.
Precisamente, ese objetivo no lo plantea una motivación académica sino de
acción, de seguir caminando para redescubrir un otro mundo que tejen los
pueblos al calor de sus luchas. En ese sentido, la mayor parte de estos
análisis surgen de procesos de acompañamiento y estudio mano a mano con los
brazos que liberan la tierra, razón por la cual se hace difícil hacer una
exhaustiva referencia y bibliografía al respecto, que se espera, pueda ser
mayor en un futuro cercano conforme vaya caminando más la palabra.
El pensamiento libertario es
una forma de dimensionar los fenómenos sociales, políticos, ideológicos,
culturales, económicos e incluso biológicos desde una base que se centra en la
libertad como motor de la interrelación social, pudiendo incidir en ella bajo
esa perspectiva, en contra-vía a la coerción jurídica, cultural, económica,
militar y política. Desde su nacimiento, la praxis libertaria vería como
objetivo inmediato la abolición de la explotación del ser humano, aunque dicha
perspectiva se ha ampliado y profundizado en el correr de los años.
Lo libertario es
precisamente el sustrato filosófico y ético que se adentra en las luchas
populares por vida digna, autonomía, democracia directa y libertad colectiva e
individual. El término, que aunque tenía amplia trayectoria entre los círculos
liberales de Europa occidental, fue acuñado como eufemismo dentro del
movimiento anarquista francés de la última década del siglo XIX, a causa de la
fuerte represión que se tejía contra el pueblo. Una mirada libertaria hace
mención a realizar lecturas sobre las realidad concretas desde una base
epistemológica de la libertad, que muchas veces desborda al mismo anarquismo, y
en nuestro caso, se identifica con la tradición social del mismo y del pueblo.
Por otro lado, el proceso de
liberación de la Madre Tierra, que inicia en diciembre de 2014, es una nueva
apuesta estratégica del movimiento indígena en Cauca, específicamente de
ciertos resguardos y cabildos Nasa vinculados con la región del Norte de dicho
departamento. A través de la toma de tierras, con campamentos permanentes y el
sabotaje a los cultivos de caña de azúcar carburante, mientras se siembra
alimentos de pan-coger, se plantea un nuevo proyecto de vida comunitario,
autogestionario y social que ya no tiene cabida en las regiones montañosas
dadas a los indígenas, que ven con preocupación la alta concentración de la
propiedad en sus tierras ancestrales (que generalmente son las más ricas y que
se encuentran en los planos) y el maltrato que se hace a la madre tierra en un
proceso de monocultivo de caña carburante. Actualmente, este proceso de
liberación es adelantado por las comunidades indígenas de Munchique, Huellas,
Corinto y López Adentro, en 9 fincas diferentes, cubriendo gran parte de los
municipios que configuran la región del Norte del Cauca.
La relación entre el pensamiento
indianista y el libertario
La relación entre estas dos formas de praxis no es
nueva ni se remonta únicamente a nuestro país. Así, desde la llegada del pensamiento
libertario a las tierras americanas (especialmente luego de las grandes
migraciones de obreros europeos que se da a finales del siglo XIX), muchos
simpatizantes anarquistas empezaron a estudiar las luchas sociales que se
dieron en estas tierras desde la época de la conquista. Sobresalen dos teóricos
para entonces y con los cuales basta para hacer un marco histórico para este
texto: Manuel Gonzáles Prada y Ricardo Flores Magón.
El peruano Manuel Gonzáles
Prada fue un intelectual, poeta y anarquista peruano, que mostró, entre otras
cosas, especial preocupación por la cuestión india, desde un enfoque político y
etnográfico. En su ensayo titulado “Nuestros
indios” y realizado en 1904, Gonzáles Prada destraba mitos sobre la raza y
el estudio etnográfico [1]. Desde una óptica libertaria, rescata las
tesis de rechazo a formas estatales de gobierno desde el anarquismo y su
interceptación con la incapacidad de las mismas de dar derechos a los
indígenas, que a la larga termina siendo una quimera. Como conclusión del mismo
ensayo, Gonzáles Prada advierte que “el
indio se redimirá merced a su esfuerzo propio, no por la humanización de sus
opresores”, lo que sin riesgo a equivocarnos podría compararse, con no solo
la tradición de autogobierno de los pueblos originarios, sino con las prácticas
más contemporáneas de autonomía y autogestión en los mismos y que afloran luego
de terminada la guerra fría, donde se interceptan con el pensamiento
libertario.
De otro lado nos encontramos
con Ricardo Flores Magón, periodista y militante anarquista mexicano, figura
clave en el desarrollo de la revolución mexicana. Al igual que Gonzáles Prada,
Flores Magón tendría una especial sensibilidad por las luchas indígenas que se
daban en México, especialmente de los escenarios que jugaron para llevar a la
crisis política y social que estallaría en los sucesos revolucionarios de 1910
y 1911, donde las anarquistas ocuparían una posición protagónica en el Norte
del país. Se debe mencionar la misma crianza tanto de Ricardo como de sus hermanos,
quienes vivieron su infancia en un pueblo indio, pudiendo observar de cerca
desde niños las formas comunitarias de gestión y convivencia, muy lejanas a las
ideas modernistas y estatales imperantes en las grandes urbes gobernadas por
criollos admiradores de los grandes imperios monárquicos de Europa. Ello,
acompañado de la metamorfosis que llevó tanto a Ricardo como al Partido Liberal
Mexicano (al que pertenecía) al anarquismo, queda reflejado en las posturas que
adquiere la corriente libertaria en dicho país. El programa del PLM de 1906 no
solo recoge la bandera de restitución de tierras a las etnias despojadas, sino
también protección de las mismas por medio del fortalecimiento de la educación
[2],
propuesta que guarda distancia del independentismo garantista, que con
dificultades simplemente reconocía las tierras pero negaba ejes transversales a
los indígenas como el fomento de la cultura y la educación. Conforme maduraba
el pensamiento de Flores Magón y la lucha revolucionaria continuaba, este
acercaría cada vez más lo libertario al indianismo, sintetizadas muchas de
estas tesis en su artículo “El pueblo
mexicano es apto para el comunismo” [3], publicado en el periódico Regeneración en
1911, donde señala 3 elementos claves de la organización socio-política india:
1) La propiedad común de la
tierra y el libre acceso de todos sus habitantes a los recursos naturales,
2) El trabajo común y el
apoyo mutuo entre individualidades y familias, y
3) El odio a la autoridad y
la no necesidad de ella.
En Colombia, podemos
rastrear la relación en el mismo florecimiento del movimiento obrero radical en
la década de 1920. En específico, las acciones de solidaridad que tejieron
grupos anarcosindicalistas durante los años 20 con la lucha que adelantaba
Manuel Quintín Lame en el sur-occidente colombiano [4].
Más contemporáneamente, se
puede hablar acerca del fuerte trabajo que desarrolló el Proyecto Cultural Alas
de Xue en los años 90, especialmente con la búsqueda de un socialismo propio,
que manifiesta en grandes aspectos de la vida comunitaria de diferentes
comunidades nativas el sentir libertario. En particular, es de observar que más
que un proceso de teorización o ideologización, Alas de Xue buscaba encontrar
un anarquismo más acorde a las realidades locales, sin llegar a tener una
retórica explícitamente libertaria en la totalidad de su trabajo político y
académico, como se puede ver en las diferentes investigaciones que adelantaron
sobre Manuel Quintín Lame y Juan Tama.
El proyecto comunitario Nasa
Quizás, a resaltar a primera vista, es importante
buscar los intersectos entre el pensamiento libertario y el proyecto de vida
Nasa en la visión comunitaria del mismo. Así, y rescatando la tradición social
y comunalista libertaria, hay un fuerte contraste con la visión liberal y
moderna del individuo como ser aislado de la sociedad en su esencia, de un
hipócrita libre albedrío y de una entrega pseudo-voluntaria de las libertades
individuales a un todopoderoso Estado para obtener seguridad. Los mitos
fundacionales sobre los que se erige la sociedad fallida liberal se desmoronan
ante proyectos de vida comunitarios, que colocan la colectividad como centro
para la potenciación de las oportunidades y deseos individuales. Aunque este
tema podría salirse del campo de estudio que se quiere abordar, especialmente
porque los proyectos al respecto del pueblo Nasa son casi incontables, es
menester concentrarnos en la perspectiva que tienen los indígenas nasa en los
lugares donde se está liberando la madre tierra.
Es señalado históricamente,
desde la plataforma de lucha del Consejo Indígena Regional del Cauca, en los
puntos 6, 7, 8 y 10, que la ampliación de los resguardos (conseguida en los
resguardos mencionados por medio de la liberación directa de tierras) deja de
tener sentido si no se adecua a proyectos educativos y sociales que buscan
rescatar y defender la lengua e historia propia, la formación de profesores
indígenas, el fortalecimiento de la economía propia y la defensa de la familia
[5].
Y no hay mejor forma de ilustrar esto que explorar el concepto de minga.
La minga es el trabajo
colectivo, es el compartir las necesidades y sus soluciones, es el pensar desde
la comunidad las tareas de las familias y los individuos, que incluso desde la
cosmovisión y cosmogonía nasa sería imposible explicar en su totalidad con
términos propios de la academia occidental. El antecedente más inmediato del
proceso de liberación de la Madre Tierra, aparte del inicio de la ocupación de
la hacienda La Emperatriz en Caloto en 2005, es precisamente la minga social y
comunitaria de 2008, que no fue otra cosa que una movilización de las
comunidades que contó con el apoyo de los movimientos populares del país. Y
así, esta demanda y accionar colectivo terminó por trasfigurar en el actual
proceso de liberación de la Madre Tierra, cuyo fin y medio están completamente
atravesados por el concepto de minga. La recuperación de tierras se hace con
una convocatoria a mingas de liberación, donde cada Nasa y su familia ofrecen
horas de su trabajo diario una vez a la semana para cortar la caña de azúcar
carburante en las fincas ocupadas, pudiéndose contar los indígenas por cientos
y miles. Luego, esta es precedida por mingas de cultivo, donde sobre los
vestigios de la caña se armoniza la tierra y se procede a cultivar maíz, frijol,
ahuyama, café y otros alimentos necesarios para el pan-coger de las
comunidades. Y en este vaivén, es necesaria la participación de la comunidad,
que es la directa protagonista del proceso. Es la masividad de la minga la que
ha permitido que el proceso de liberación perdure en el tiempo y haya podido
converger con otras coyunturas locales, desafiando los diferentes actores
armados y menoscabar, así sea por poco, la fuerte represión estatal y
para-estatal.
Las proyecciones
territoriales y políticas apuntan a, tras la liberación de las tierras,
convocar mingas de construcción de viviendas, escuelas, centros rituales,
lugares deportivos y empresas comunitarias, que se vienen gestando de a pocos
en los actuales resguardos. Sobresale, por ejemplo, las mingas de educación y
comunicaciones convocadas en los últimos años, donde diferentes sectores
sociales del país han estado presentes en los grandes eventos de la comunidad
Nasa, con un fuerte espíritu colectivo de trabajo.
La autonomía y la identidad comunitaria
Sin embargo, incluso el trabajo colectivo en Minga
puede ser insuficiente para mirar el proceso de liberación de la madre tierra
desde una óptica libertaria, siendo preciso agregar el elemento clave que puede
dimensionar la capacidad propia de la comunidad sobre sus destinos: la
autonomía. Esta, entendida a groso modo como la capacidad que tiene un grupo
social para ejercer el poder sobre los asuntos que le tocan directamente en una
relación de armonía y democracia directa, no es nada más que una simple bandera
que se ha tenido que enfrentar a mil demonios. Así, ante un mundo cada más
globalizado (y por lo mismo, gobernado por agentes unilaterales), unas leyes
nacionales cada vez más socavadas por las agendas del libre comercio imperial y
la avanzada de la acumulación por exterminio total, la autonomía ha pasado de
ser un principio político a una forma de resistencia en sí misma. En
específico, cuando la comunidad Nasa construye su propio gobierno se está
enfrentando al capitalismo mundial, que no por nada tiene sus ojos puestos
sobre las ricas tierras de la cuenca alta del río Cauca.
Es difícil pensar que los
Nasa se identifiquen con una patria artificial, que les ha negado su historia y
es heredera de la tradición esclavista, por lo cual, han construido sus propios
gobiernos a partir del exilio y la esclavitud de la conquista. Esta autonomía
se ve materializada en las asambleas, no sobrando mencionar que toda minga una
vez finalizada es precedida de una pequeña reunión de la comunidad que
participó. Las asambleas son, entonces, la mayor expresión de organización y
decisión de los indígenas: es allí donde se mandata, desde abajo, con la puesta
en práctica de una democracia participativa, deliberativa y directa, eligiendo
las personas encargadas de llevar adelante las tareas administrativas
(conocidas como autoridades), que sin embargo, siguen estando bajo el control
político y cultural de la asamblea y la opinión de los guías espirituales,
conocidos como mayores. Por supuesto, esto no hace escapar a algunos cabildos
de las lógicas de corrupción y clientelismo, sobre todo donde la construcción
de estos se ha dado bajo la batuta de los tratados coloniales firmados desde
España o con el beneplácito de elites locales alineadas con la derecha
terrateniente, quienes a la larga prácticamente niegan el gobierno tradicional.
Sin embargo, es imposible no ver que en el trascurso de la misma lucha por
liberar la madre tierra se ha logrado democratizar cada vez más espacios
asamblearios, hecho por lo demás de admirar en un país con tan altos índices de
corrupción, sin mencionar que el Cauca sea uno de los departamentos que más ha
sufrido las consecuencias de la guerra entre las insurgencias y el Estado
colombiano, donde las elites locales se han fortalecido sobre discursos
racistas y conservadores.
Mantener dichas prácticas de
autonomía, que por supuesto desbordan el limitado campo de la gestión pública
soberana y tocan los más variados aspectos culturales, comunicacionales,
educativos, de resguardo de la tranquilidad e incluso económicos, es un avance
innegable que rápidamente se puede poner en contraste con las apuestas
libertarias de autogestión y autogobierno, que ponen fuerte énfasis a la
construcción comunal de las asambleas que operativizan las necesidades
multidimensionales. No se puede olvidar aquí que la visión del nasa como sujeto
escapa de la estrecha perspectiva del trabajador, visión relacionada con los
círculos anarcosindicalistas clásicos y que ha sido rebatido a la luz de nuevos
viejos movimientos sociales contemporáneos, por lo cual, la autonomía a su vez
va más allá de la economía autogestionada y rescata al sujeto social como un
individuo cultural, étnico y con variadas perspectivas. Lo anterior, de hecho,
a logrado que actores como las mujeres y los jóvenes, históricamente expulsados
de la vida política de las comunidades, vayan ganado de a pocos pero con
firmeza mayor cabida en los gobiernos tradicionales nasa, especialmente en los
procesos de liberación de la madre tierra.
Las múltiples caras de la autonomía
Acción directa, reforma
agraria por el hecho:
Uno de estos rostros, y que ya se ha mencionado, es la
liberación de la tierra como paso indispensable para realizar con éxito el
proyecto comunitario nasa. De igual manera, se anotaba que este proceso en su
mismo procedimiento toca las esferas de la praxis libertaria: esta toma, aunque
con todos y sus argumentos jurídicos formales que puede ayudar a facilitar los
objetivos, es la puesta en práctica de la acción directa. Voltairine de Cleyre,
anarquista estadounidense, explica que:
“Cada persona que alguna vez haya planeado hacer alguna cosa, y fue y
la hizo, o que haya presentado un plan a los demás y ganado su cooperación para
hacerla con ellos, sin tener que dirigirse a autoridades exteriores a pedirles
que por favor la hicieran por ellos, ha sido practicante de la acción directa” [6].
En ese sentido, como un
ejercicio que combina una tradición de lucha acumulada por siglos y del mismo
arrinconamiento al que ha llevado el gobierno a los nasa, la liberación de la
madre tierra no es una exigencia, no es una petición, no es una negociación; es
una acción, es un hecho.
Por supuesto que en el
trascurso de la liberación, la entrega de tierras por vía judicial se vuelve
una exigencia a pedir al gobierno de forma táctica, pero quedarse ahí sería
negar la cosmovisión nasa. Por ello los cultivos, las construcciones, las
mingas, la cocina, la educación, etc., se lleva a cabo sobre tierras que
nominalmente no son suyas por ahora, pero lo han sido siempre por derecho ancestral.
Así, estamos ante una reforma agraria directa y por el hecho: la repartición de
tierra se hace al ritmo en que se liberen tierras, sobre ella se práctica otra
forma de relacionarse entre comunidad y madre tierra más allá de los tribunales
que subordinan la realidad a la formalidad y a la acción burocrática e
indirecta.
Pedagogía libertaria,
educación propia:
De otro lado, la educación propia nasa (como ha sido
definido el proyecto pedagógico nativo) tiene bastantes puntos en común con las
apuestas históricas de la pedagogía libertaria. De un lado, la artificialidad
pedagógica que busca estandarizar, controlar y vigilar la enseñanza es
reemplazada por una educación abierta y que, de nuevo, es definida por las
asambleas y dinamizada por los tejidos de educación, siendo responsabilidad de
toda la comunidad. Incluso, la mayor parte de enseñanzas propias sobre las
plantas, la tradiciones o la geografía no la realizan como tal los educadores,
sino miembros de la comunidad (especialmente mayores, los guías espirituales
nasa), por fuera del aula de clases y en contacto directo con el resguardo.
Esto hace que los proyectos
educativos nazcan de las mismas comunidades y no sean imposiciones exteriores,
sin negar que esto puede converger por necesidades coyunturales con ciertos
parámetros del Ministerio de Educación Nacional. Sin embargo, es de acotar dos
diferencias notables entre ambos campos: la falta de cuestionamiento de la
jerarquía que conserva el educador frente al educando, y el amplio campo del
estudio de la lengua y la cultura propia que aún no ha abordado la pedagogía
libertaria, por lo menos con tanta profundidad, por la misma falta de
sincretización territorial en proyectos étnicos como este.
Ecologismo social, defensa
del territorio:
Dentro de las múltiples trincheras libertarias de
lucha que se han logrado ampliar o crear en las últimas décadas sobresale el
ecologismo social, teoría del norteamericano Murray Bookchin que, desafiando el
economicismo permeado en gran parte de la tradición libertaria clásica, coloca
a la contradicción ambiental del capitalismo como nodo de resistencia. Y es
así, porque es precisamente el tratamiento ecológico el que define, a la larga,
los medios de producción y reproducción del gran capital, como se puede
ilustrar en las tesis de Bookchin. La defensa del sistema vivo del medio
ambiente es sin lugar a dudas uno de los factores que han caracterizado a los
pueblos originarios en Colombia. Los nasa, por ejemplo, se han ganado la fama
de cuidadores de la tierra, los nacimientos de agua, los hábitat y el equilibro
natural perturbado por la avaricia capitalista.
En ese sentido, no es muy
difícil entretejer puentes entre la perspectiva ambiental de los nasa y el
ecologismo social, especialmente al centrar las luchas indígenas en la defensa
de la madre tierra, tal vez algo diferente a otros actores agrarios en Colombia
que se han visto empujados a negociar la explotación minero-energética en sus
territorios aceptando parámetros impuestos unilateralmente.
Defensa propia, protección del
territorio y la comunidad:
En línea con lo anterior, la perspectiva de territorio
es contundente dentro del sentir nasa. Para ello, una de las herramientas que
se han configurado son los Kiwe Thegnas (Cuidadores del Territorio) o
At’púcxnas (Mano derecha de las autoridades), conocidos mejor como Guardia
Indígena, que además de proteger la Madre Tierra ante las arremetidas que
pretenden menoscabarla, se encargan de garantizar la tranquilidad comunitaria.
Su papel excede lo que se podría pensar para una policía comunitaria o un grupo
de vigilantes: son los encargados de velar por el respeto hacia la comunidad y
los acuerdos que ella teje. La guardia indígena son un grupo descentralizado,
no militarista y cuya única autoridad es la que emana de la comunidad que elige
las personas que estarán en los cargos que coordinan su actividad.
Sin poder hablar
directamente de horizontalidad o un mecanismo democrático directo (dado que la
guardia indígena posee poco margen de acción más allá del delegado por las
comunidades), la filosofía de la defensa social y del territorio propia se
entreteje con la rica historia libertaria, donde expresiones similares como las
revoluciones de Ucrania, España o Corea se dieron; incluso, la experiencia de
la guardia indígena puede encontrar grandes similitudes en su cosmovisión (y no
tanto con la parte técnica, donde por razones coyunturales experiencias de
otros países han tenido que empuñar las armas) con experiencias actuales como
las Unidades de Protección en los territorios kurdos o el Ejército Zapatista de
Liberación Nacional en México, que innegablemente han alimentado las lecturas y
prácticas libertarias actuales. La guardia indígena ha tenido un papel central
en la liberación de la Madre Tierra y las movilizaciones sociales más recientes,
no en vano casi todos los muertos que han quedado sobre la vía panamericana y
los cañaduzales portaron el bastón de mando de kiwe thegna.
Justicia no punitiva,
justicia propia:
De otro lado, el debate sobre justicia comunitaria y
no punitiva, aunque tratado adentro del campo libertario, aun presenta poca
solidez práctica y más bien se ha resuelto al calor de los hechos. Mirar el
proceso nasa en este sentido, como ya se ha apuntado, no puede limitarse a la
liberación de tierras, sino a toda la dimensión social que le rodea. La
justicia nasa, al igual que los demás campos mencionados aquí, está
administrada por las asambleas y se operativiza en las autoridades. Pero ha
logrado extenderse más allá e incluso se ha reflexionado sobre muchos modelos
carcelarios traídos desde occidente: la mayor parte de delitos leves que en
nuestras ciudades serían pagados con meses o años de cárcel, son reemplazados
por trabajo comunitario durante las actividades que los nasa celebren, tales
como las mismas asambleas.
Este modelo no punitivo se
basa en la premisa de que el nasa que ha cometido un delito le ha fallado a su
comunidad y a su cosmovisión, por lo cual debe compensarlo al mismo tiempo que
se armoniza con sus pares. La mayor parte de castigados pueden dormir en sus
casas, visitar a sus familias y su “castigo”
se centra en gran parte en el trabajo de la tierra, si bien aún queda en el
debate el uso en casos más graves de calabozos o del encarcelamiento en un
patio especial en Popayán, administrado por el INPEC.
Internacionalismo, la
liberación de la Madre Tierra:
Antes de extenderse más, es preciso cerrar esta parte
dimensionando que al igual que el anarquismo no es nada más que una propuesta
para los individuos y los pueblos de como pensar y hacer las cosas –y no como
nombrarlas-, el proyecto nasa no se agota en su nación étnica sino que es
también una propuesta de país y mundo, que denuncia la muerte sentenciada de la
Madre Tierra. Aunque no existe un consenso ni está perfeccionado el llamado, la
idea de extender la minga y la liberación por toda Colombia y el mundo es una
idea que toca aspectos cercanos al anarquismo y todas las luchas que, más cerca
o más lejos, han palpado de las tesis, experiencias y visiones libertarias e
internacionalistas.
Algunas distancias:
Para finalizar, quedaría señalar algunas diferencias
que se hace menester precisar. De un lado, una importante parte del movimiento
indígena del norte y occidente del Cauca ha colocado parte de sus esfuerzos en
el desarrollo de procesos político-electorales, donde incluso han ejercido
cargos ejecutivos como Alcaldías. Si bien esto es difícil de señalar como un
error con una primera mirada y sería atrevido con la experiencia de lucha nasa,
la praxis libertaria ha estado siempre fuera de las disputas electorales que se
han dado, salvo contadas excepciones que se dan para contextos
pre-revolucionarios.
De manera similar, y aunque
ya se ha mencionado, el papel de la mujer como sujeto político y social ha
aumentado paralelo al proceso de liberación de la Madre Tierra, pero aun falta
bastante camino para hablar de una verdadera emancipación femenina. El
patriarcado es trasversal todavía en muchos compañeros liberadores de la Madre
Tierra y autoridades indígenas, pero es aun más fuerte el esfuerzo de las
mujeres nasa y la conciencia que se ha extendido en medio del proceso,
materializada en nuevos tejidos sobre asuntos propios de la mujer, la
sexualidad suya y los asuntos de salud pública que le afectan.
De otro lado, aunque la
organización se configura como democrática, la mayor parte de los esfuerzos
administrativos se quedan en una excesiva burocracia que facilita la aparición
de polémicas relacionadas con corrupción, e incluso, con las distancias
culturales y socio-económicas que se dan entre las autoridades y las
comunidades de base, caso que no se da con igual intención en todos los
resguardos.
¿Y de aquí para allá?
El reto queda en poder generar un diálogo cada vez más
abierto, sincero y desprendiéndose de los dogmas que atascan, entender que lo
libertario es solo un aire que busca permear en los diferentes lugares donde se
encuentra, sin dominar las experiencias y miradas sino brindarles una mano. En
este proceso es que la solidaridad se vuelve un arma, es donde se hace urgente
profundizar cada vez más el autogobierno, la defensa del territorio y el cierre
al mecanismo de la represión. Esa solidaridad habla más que mil palabras y mil
imágenes, habla desde los hechos. Estos puentes solo se tejen desde ahí: desde
la solidaridad efectiva, y solo a través de ella, se puede hacer un diálogo que
tenga algún sentido. No es de extrañar, que hoy por hoy, existen diferentes
espacios de apoyo y solidaridad con el Norte del Cauca donde las libertarias
hacemos fuerte presencia, enviando lo que sea necesario y denunciando en los
barrios y universidades las arremetidas de la fuerza pública y elementos
paramilitares contra la liberación de la madre tierra.
Sin embargo, se hace preciso mencionar también la
muchas veces falta de compromiso completo, primero, por una suerte de turismo
revolucionario que más daño le hace a las comunidades de base que se sienten
como objetos de estudio, y segundo, por una excesiva ideologización de la lucha
nasa, que nunca ha pretendido ni permitido que se le atañan etiquetas, ni
partidistas ni electorales.
De ahí que se hace preciso
poner miras sobre la autonomía, principio que como se dijo, es ahora
resistencia frente a modelos de mundo cada vez más hipócritas, burocráticos y
unilaterales. Debemos propender por redescubrir un autonomismo que sea clave
para los procesos rurales y urbanos, que sea clave para generar autogobiernos
democráticos y asamblearios en barrios, veredas y resguardos, que pueda dotar
de herramientas al pueblo para su liberación y con ella, la de la Madre Tierra.
Para ello, es importante
también que en la casa libertaria permee un aire con aroma a indígena, a
campesino, a afro, a barrio… en fin, a pueblo. Esta casa, que durante tantas
décadas hemos mantenido cerrada para poder convivir solo quienes la habitamos,
debe abrir sus puertas y ventanas de par en par. Ya lo señalaba Augusto
Tihuasusa, indígena muisca y libertario que ya no nos acompaña hoy: “el gran problema de pretender ‘anarquizar’
el indianismo es que no dejamos indianizar el anarquismo”. Parafraseándolo
hoy, diríamos: “el problema de buscar lo
libertario en el pueblo, es que nos cerramos a buscar al pueblo, con todas y
sus contradicciones, en lo libertario”.
NOTAS:
[1] http://www.edu.mec.gub.uy/biblioteca_digital/libros/g/G...s.htm
[2] http://www.ordenjuridico.gob.mx/Constitucion/CH6.pdf
[3] https://archivos.juridicas.unam.mx/www/bjv/libros/6/262...2.pdf
[4] http://www.nodo50.org/antorchalibertaria/antorchalibert....html
[5] http://www.cric-colombia.org/portal/estructura-organizativa/plataforma-de-lucha/
[2] http://www.ordenjuridico.gob.mx/Constitucion/CH6.pdf
[3] https://archivos.juridicas.unam.mx/www/bjv/libros/6/262...2.pdf
[4] http://www.nodo50.org/antorchalibertaria/antorchalibert....html
[5] http://www.cric-colombia.org/portal/estructura-organizativa/plataforma-de-lucha/
[6] Acción Directa, Voltairine de Cleyre.
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