HASTA LA VICTORIA SIEMPRE, ELVIRA
(APL) Agencia para la Libertad
Red Latina sin fronteras
Buenos Aires, 11 de febrero de 2017
La Plata
“Elvira de
Triana falleció este martes (7 de febrero) en La Plata, a
sus jóvenes noventa años. Mucho de nosotros fuimos integrantes del grupo de solidaridad
con Madres de Plaza de Mayo–La Plata, y con ella compartimos pre-marchas y
marchas de la Resistencia, manifestaciones, actividades contra el gatillo
fácil, peñas, mates, comidas y hasta el cuidado de nuestro agreste jardín que
ella intentaba rescatar.
Se incorporó a la Asociación Madres de Plaza de
Mayo muy tempranamente y, desde hace varios años, ya no integraba la misma.
Ella marchaba en las Plazas, todos los miércoles en La Plata y los jueves en
Buenos Aires, por todos los hijxs desaparecidos y, claro, por Elisa, su hija.
Donde fuera necesario allí estaba Elvira poniendo el cuerpo, sus ideas, su
energía.
De tez aindiada, su pañuelo blanco se confundía
con el blanco de su cabello y su cuerpo vigoroso nos cobijaba.
Su casa de puertas abiertas nos esperaba
siempre junto a su sonrisa pícara, y cuando conversaba, de pronto decía: “¡Pero
queridos!…” y ahí arremetía con sus críticas agudas.
La fatiga de los años le fue impidiendo
participar de las actividades callejeras, pero su presencia permaneció junto a
nosotros, y esa casa de Calle 9 siguió siendo nuestro refugio. A partir de hoy
camina entre nosotros y la sentimos dentro nuestro”. Así la recuerda JC quien le escribió, hace 20
años, un texto que reproducimos más abajo.
LÁGRIMAS EN PRIMAVERA
A Elvira Triana, Madre de Plaza de Mayo
Elvira solía contarnos
pequeñas historias de resistencia. Una noche después de la cena, nos hizo
compartir en fotos innumerables actividades de las Madres. La charla fue
tomando un camino diferente al que nos tenía habituados. En un momento se
levantó de la silla, fue a su pieza, volvió con un sobre y dijo, “Éstas no acostumbro a mostrarlas, pero hoy
tengo ganas de compartirlas”. Nos tendió una de La Negrita, su hija Elisa desaparecida, y luego abrazada en
imágenes, recorrimos la familia.
“Qué difícil es comprender
todo esto, uno siente algo adentro imposible de expresar. Cómo pudieron
destruir tanta belleza, tantas ganas de cambiar las cosas para que todos
viviéramos un poco mejor”, decía Elvira. Y contó que el último 21 de setiembre llovía mucho, el
día era muy oscuro. Se encontraba sola en su casa ordenando un mueble cuando
volvieron a su memoria las primaveras con Elisa, esos veintiuno en el Parque
Pereyra Iraola que forman parte de la leyenda de muchas generaciones de platenses.
Al
recordar, lloró, dejó lo que estaba haciendo, y con lágrimas en los ojos se fue
a la habitación. Se sentía muy sola. Abrió los postigos de la ventana y comenzó
a mirar la lluvia. De pronto se detuvo en una gota que se engordaba y se
acortaba, se alargaba y enflaquecía, negándose a caer, hasta que se desprendió,
corrió por el vidrio y al detenerse, lo salpicó en gotitas más pequeñas.
Así
sucedió con otra, luego con otra y otras. Ese juego del agua la puso
contemplativa, secó sus ojos y cambió su estado de ánimo. Días después, en la
casa de las Madres, escuchó decir a Vicente Zito Lema que Van Gogh, ese gran
pintor que murió en la extrema pobreza, visitaba las casas de los humildes y
regalaba sus cuadros, concluyendo que, si bien lo importante es cubrir la
necesidades más inmediatas, también es necesario entregar a los que sufren el
resultado de nuestro trabajo artístico; pues cada obra, como el amor, son parte
inseparable de la posibilidad liberadora de los hombres. Y mientras Vicente
hablaba, Elvira no podía dejar de pensar en ese embrujo del agua contra el
vidrio.
Quedé
cavilando, a resguardo de nuestros desaparecidos que nos acompañan siempre. En
primavera vuelven con las flores, o hechos lluvia, como en esta última tan gris
y tormentosa. Quizás esa primera gota que bailaba y no caía, era una lágrima de
Elisa que venía a regalarle a Elvira su alegría, y al resbalar, estalló en
gotitas multiplicadas, porque este año los compañeros quisieron empaparnos de
ternura.
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