Hacia
una comunicación
emancipatoria en Nuestra América
América
Latina en Movimiento
07/03/2017
Frente al cercenamiento de la verdad y el uso de la mentira como
arma de guerra de los poderosos, se trata de producir una real y participativa
comunicación emancipatoria, que mediante la suma de esfuerzos, talentos y
capacidades creativas haga prevalecer la razón revolucionaria sobre el sentido
mediático, a partir de una iniciativa que, para que sea fecunda, deberá
traducirse en una estrategia local, continental y planetaria.
En momentos en que desde la Casa Blanca asoma el rostro del
fascismo del Siglo XXI como la encarnación de la dictadura emergente de la
clase capitalista transnacional, es dado suponer que la conjura mediática
contra Venezuela, Cuba y los países del ALBA, intensificará, renovados, sus
afanes desestabilizadores como parte de la política imperial de “cambio de régimen” en los países
considerados hostiles por la diplomacia de guerra de Washington.
Como dice Ignacio Ramonet, sin que nos demos cuenta, estamos
siendo observados, espiados, controlados y fichados por Estados orwellianos que
llevan a cabo una vigilancia clandestina masiva en alianza con aparatos
militares de seguridad y las industrias gigantes de la web. Pero además, de
manera paralela y complementaria, tiene lugar otra guerra en el espacio
simbólico y en los planos cultural e ideológico, que es librada por los medios
hegemónicos cartelizados contra los pueblos de Nuestra América, cuando se abre
paso la era de la llamada “post verdad”
o el arte de la mentira.
Ambos procesos son promovidos por y desde Estados Unidos
como hegemón del sistema capitalista. A últimas fechas, Cuba y Venezuela han
sido los principales objetivos de un terrorismo mediático que, para imponer
imaginarios colectivos con los contenidos y sentidos afines a la ideología
dominante, utiliza además medios cibernéticos, audiovisuales y gráficos para
manipular y controlar las conciencias.
Ante la llegada de Donald Trump a la Oficina Oval con su
gabinete de militares imperialistas, expansionistas territoriales y fanáticos
delirantes, es previsible que las guerras irregulares y asimétricas impulsadas
por lo que Robert Bunker ha definido como una “insurgencia plutocrática”, cobrarán nuevos bríos.
Y si bien existen en la coyuntura contradicciones y
confusión en las élites políticas y económicas transnacionales, no cabe duda
que con su equipo de mexicanófobos, islamófobos e iranófobos –y con su discurso
socialdarwinista, neoautoritario con reminiscencias hitlerianas y de poder
desnudo, desprovisto de las máscaras de la era Obama− la administración Trump
puede retrotraer al mundo a la época de Las
Cruzadas.
Trump dijo hace un par de días que abanderará el “gran resurgir” militar de Estados
Unidos con un solo fin: “ganar, ganar”.
Pero como es bien sabido, las guerras actuales se libran también en el campo
mediático bajo la forma de conflictos irregulares.
El Pentágono da una gran importancia a la lucha ideológica
en el campo de la información y al papel de los medios de difusión masiva como
arma estratégica y política. En ese contexto, más allá de lo que ocurra en la
realidad, la narrativa de los medios es clave en la fabricación de una
determinada percepción de la población y las audiencias mundiales.
Lo anterior ha sido reforzado en la coyuntura con el
neologismo de resonancias orwellianas entronizado por el Diccionario Oxford
como palabra del año: la post verdad, un híbrido bastante ambiguo cuyo
significado “denota circunstancias en que
los hechos objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública, que
los llamamientos a la emoción y a la creencia personal”.
Según un editorial de The Economist, Donald Trump “es el máximo exponente de la política ‘pos
verdad’ (...) una confianza en
afirmaciones que se ‘sienten verdad’ pero no se apoyan en la realidad”. Su
victoria electoral habría estado fundada en aseveraciones que “sonaban ciertas”, pero que no tenían
base fáctica; en verdades a medias basadas en emociones y no en hechos.
Lo que nos conduce al arte de la desinformación. Al uso de
la propaganda como una tentativa para ejercer influencia en la opinión y en la
conducta de la sociedad, de manera que las personas adopten una opinión y una
conducta determinadas; se trata de incitar o provocar emociones, positivas o
negativas, para conformar la voluntad de la población, las más de las veces
tergiversando o manipulando los hechos a favor de la cultura dominante.
La finalidad del propagandista es modificar la conducta de las
personas a través de la persuasión. Es decir, sin parecer forzarlas. Y uno de
los principales medios para ejercer influencia en la gente y obtener ese fin,
es la mentira. La mentira como arma. En ocasiones como arma de guerra.
Pensamos, por ejemplo, en la manipulación ejercida por la administración Bush a
raíz del trauma del 11-S, al utilizar
la falsa noticia de las armas de destrucción masiva en Irak.
Las poblaciones de los países del ALBA, y en particular las
de Cuba y Venezuela, han sido objetivo de tiempo atrás, de campañas constantes
de intoxicación desinformativa a través de mensajes e imágenes destinadas a
despojarlas de todo referente político e ideológico que no responda a la lógica
del imperio. Los medios de difusión masiva bajo control monopólico privado,
tanto impresos como electrónicos, son el principal instrumento para la guerra y
el terrorismo mediáticos.
Como se señala en la convocatoria al XV Encuentro de la Red en Defensa de la Humanidad titulado “Comunicación emancipatoria o patrias colonizadas”,
en ese avasallamiento del sentido y de los valores que fundan la cultura de los
pueblos de Nuestra América, “el principal
objetivo (de Estados Unidos) es
aniquilar la esperanza de consolidar un camino alternativo a la dictadura del
capital y a su consabida destrucción de la vida y del planeta”.
De allí que procesos revolucionarios como el cubano y el
venezolano sean sometidos a encarnizadas e inmorales campañas propagandísticas
con apoyo de personalidades de la derecha mundial y sus intelectuales
orgánicos, como Mariano Rajoy, Felipe Calderón, Mario Vargas Llosa, Jorge G.
Castañeda y Enrique Krauze, ahora con apoyo del secretario general de la OEA,
Luis Almagro, dirigidas no sólo a desprestigiar los modelos políticos y a sus
líderes, sino también a la desestructuración de ambas sociedades y sus bases
económicas.
Es ante esos embates de la derecha ultra-reaccionaria y sus
patrocinadores en Washington, que un grupo de intelectuales, artistas y
dirigentes de movimientos sociales de la Red en Defensa de la Humanidad se
reunirán este lunes y martes en la Casa Amarilla, aquí en Caracas, para debatir
de manera libre y horizontal acerca de la necesidad de desarrollar nuevos
medios creativos, con nuevos contenidos semánticos y renovadas formas para
transmitirlos, con la finalidad de romper el cerco mediático desinformativo que
intenta asfixiar el espíritu revolucionario y la voluntad de profundizar el
cambio radical, contra-hegemónico, que tiene lugar en ambas sociedades.
Frente al cercenamiento de la verdad y el uso de la mentira
como arma de guerra de los poderosos, se trata de producir una real y
participativa comunicación emancipatoria, que mediante la suma de esfuerzos, talentos
y capacidades creativas haga prevalecer la razón revolucionaria sobre el
sentido mediático, a partir de una iniciativa que, para que sea fecunda, deberá
traducirse en una estrategia local, continental y planetaria.
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