KURDISTÁN: LA
LIBERACIÓN DE LAS HIJAS DEL SOL Y EL FUEGO
Alejandro Azadî/
Fuente: Kurdistán América Latina
10/03/2017
En Kurdistán, la lucha por la liberación de las
mujeres es eje de la lucha por la liberación social y nacional kurda. Desde
entonces los actos de heroísmo, el dolor por las mujeres caídas y la lucha por
la liberación se han combinado de una forma única. Las luchas de las mujeres
adquiere doble valor: como esencia y como ejemplo. América Latina es también
hija del sol y hermana de los pueblos de Oriente Medio.
La leyenda de Kawa
La noche era oscura, las primeras estrellas se
entremezclaban con las montañas. Kawa había tomado una decisión, e impaciente,
esperaba al amanecer.
Zohak ordenó al diablo que
le suministre dos jóvenes a quienes extraería los sesos para alimentarse. Desde
hacía mil años, el monarca despojaba a las familias kurdas de su descendencia
para nutrir dos protuberancias (similares a serpientes) que asomaban de sus
hombros y con ello sobrevivir eternamente.
El sol comenzó a salir, el
herrero tomó el mazo que yacía sobre el banco de madera y se dirigió a las
puertas del imperio asirio. El rey Zohak había realizado los rituales sagrados
antes de devorar a las últimas dos hijas de Kawa.
El rumor se expandió por las
montañas, ágilmente miles de jóvenes (sobrevivientes del martirio) acudieron a
la torre donde Zohak reposaba. Kawa intercambió a sus hijas por los sesos de
dos corderos.
Al ingerirlos, Zohak se
deshizo en llamas y la rebelión estalló. Se dice que esto sucedió un 21 de
marzo del año 612 antes de Cristo (a.C.) y desde entonces los kurdos renuevan
sus esperanzas bajo el Newroz, encendiendo el fuego de la vida en el día de la
libertad.
Las kurdas
“La nuestra
es una lucha contra el colonialismo étnico y sexista”, sostiene Pikara Nursel Kilic.
“Cuando quieran acordarse de la charla sobre aquel
pueblo que escucharon piensen en las hijas del sol y del fuego, y no nos
olvidarán”, explica Melike Yasar.
En nuestros tiempos, donde
el poder todo lo corroe y los silenciados todo lo soportan, las mujeres kurdas
construyeron el ejército de mujeres que todo lo quiere: la liberación.
“La emancipación de una mujer pasa por la liberación
de todas las mujeres”, afirma
Fidan Dogan.
Ser la antítesis de la tesis
del patriarcado, así es que se libera la vida.
“No podrán detener la primavera”
1991 es un cambio de
época.
Gracias a Layla Zana las
palabras en kurdo tomaron forma en el parlamento turco, y como
generacionalmente sucede en las etnias milenarias, las madres educan en la
lengua materna a sus hijas.
De allí que lengua materna
no haya sido apropiada por lengua paterna. Los padres no educan a sus
descendencias, más bien las forman (es decir, las deforman al ser formadas
todas por igual).
El pueblo de Diyarbakir
eligió a Leyla para que les enseñe las palabras del kurmanji, que son las
palabras del kurdo y de las mujeres. Jin es mujer en kurdo, y el kurmanji el
dialecto ancestral de esta etnia.
Leyla esgrimió la lengua
materna en la casa turca intentando abordar el problema de la hermandad entre
los descendientes de los medos y los descendientes de los otomanos.
Ello le valió 10 años de
prisión.
¿En dónde se ha visto que
una madre sea condenada por enseñar la lengua a sus hijos?
Agir – fuego
En el año 1990, Zeki, una estudiante de medicina de la
Universidad de Tigris (Amed), supo que era libre en el Kurdistán ocupado.
En vísperas del Newroz (año
nuevo kurdo) colocó sobre su cama la lata de gasolina, tres fósforos y su
propio corazón. La etnia kurda, cada 21 de marzo, aviva las llamas de su lucha
y rebelión (en los montes donde habitan) con inmensos fogones. Zekiye Alkan es
hija del fuego, quizá de una manera muy distintiva a las demás.
Despertó imbuida de una
sólida apariencia. En sus ojos todavía afloraba la represión hacia las mujeres
en Nusaybin, las violaciones masivas por parte del ejército turco, los
bombardeos químicos al poblado de Halabja, la testaruda arrogancia de los
descreídos en la vida.
Ubicada en el centro de Amed
nos dijo: “Que la antorcha del Newroz
brille todavía más fuerte con la llama de mi cuerpo”.
Al tocar el suelo los tres
fósforos prendieron la primavera…
Ese año la antorcha de la
liberación ardió como nunca antes, hasta el llanto de una anciana kurda había
secado. La opresión, testimonio de cada momento, se leyó en el corazón del
Kurdistán.
La revolución se multiplicó,
y desde entonces el espíritu de Alkan aviva el fuego (como lo hace el viento)
de la liberación femenina.
Madres de la paz – Dayiken Ashîtî
Al salir del vientre las madres nos arropan bajo su cuidado.
La esencia ontológica de todo ser humano es proteger a otro/a.
En las Unidades de Defensa
Femeninas prevalece esta esencia ancestral (y derecho colectivo) de poder
auto-defenderse ante una agresión externa.
Las rosas también cuentan
con naturaleza similar. Sus espinas nos producen pequeños pinchazos advirtiendo
que allí están, vivas y que vivas se quieren.
Cuando el Estado turco
comenzó el genocidio cultual hacia las minorías étnicas también comenzaron las
desapariciones.
En Argentina, la última dictadura
cívico-militar-eclesiástica sustrajo (desapareció) de sus familias a 30.000
personas. Desde entonces, en Plaza de Mayo sus madres reclaman al Estado la
aparición de sus hijas e hijos, para ello realizan la ronda de la resistencia
todos los jueves. Y de todas sus vidas.
Durante los días sábados en
el Kurdistán ocupado, las madres piden al Estado turco paz y la devolución de
sus hijos e hijas. El pueblo las denomina, cariñosamente, Madres de los
Sábados.
La Rosa de Luxemburgo kurda
En 1978, Sakine, junto a un grupo de compañeros, fundó
el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK). Era una mujer en un partido
de hombres.
La guerra y la cárcel le
siguieron al golpe de Estado, y con ello el apresamiento.
Desde entonces presidio y
estudio se complementaron. Sakine entendió la magnitud del significado de ser
mujer, de ser kurda, de ser revolucionaria. Las horas de tortura no
resquebrajaron los cimientos libertarios de su espíritu.
Para cuando la condena
finalizó, frente al Comité Central enarboló los fundamentos de su crítica al
machismo y hacia la mentalidad patriarcal estructural del sistema.
Hacia mediados de 1990 las
altas montañas kurdas cobijaron el primer Congreso de Mujeres del Kurdistán.
Desde entonces las féminas tienen su estructura partidaria autónoma. El Partido
de la Liberación de las Mujeres del Kurdistán (PAJK), las estructuras
co-presidenciales, la ciencia de las mujeres (Jineologi), las autodefensas
femeninas; un nuevo paradigma emergió en la medida en que otro sucumbía.
El 9 de enero del 2013 un
mercenario turco cortó el tallo de su vida. Junto a ella cayeron dos rosas más.
Desde entonces, prados,
montañas y ciudades han visto florecer nuevas rosas: Sara, Fidan y Leyla se
llaman todas ellas. A orillas del cauce del río, bebiendo el elixir de la vida
(fusil en mano) brillan aún más.
Azadî – libertad
Quizás lo comunitario y la autodeterminación del
pueblo provengan de la liberación de las mujeres.
Quizás una economía
cooperativa, un sistema educativo (e ideológico) centrado en los principios de
la Jineologi y la ecología, la autodefensa popular, nos encaucen al trazado
original/camino natural desvirtuado por la mentalidad patriarcal.
En Rojava, al norte de
Siria, millares de desarrapadas del capitalismo construyen (bajo nuevos
paradigmas democráticos) una destacada confederación de naciones interétnica.
Las kurdas han levantado una ciudad sólo para mujeres. Alzaron su voz
esgrimiendo argumentos y principios dentro del partido, armaron otro partido,
desempolvaron del tiempo las estructuras matriarcales, la autoconciencia les
llevó a prohibirle al sexo opuesto el propio cuerpo, se armaron tras unidades
de autodefensa, libraron batallas conquistando destinos, una nueva concepción
de la vida emergió hacia las simas del monte Zagros.
Jin, Jiyan, Azadi. Mujer,
vida y libertad cantan las partisanas en la noche estrellada, pasos pequeños
sobre el monte, camino al combate.
Comentarios