Ostula, sobre la
detención de El Lico: cuando la justicia institucional no
alcanza
Por Dante A. Saucedo
y Regina López
Agencia SubVersiones
El pasado 22 de
marzo, elementos de la Policía Federal detuvieron en Nayarit a Federico
González Medina, El Lico.
En los días siguientes a su aprehensión, la Comisión Nacional de Seguridad y la
Procuraduría de Justicia de Michoacán emitieron comunicados para adjudicar la
captura del jefe de plaza de Los Caballeros
Templarios en La Placita -en el municipio michoacano de Aquila- a trabajos
coordinados de «inteligencia».
En la sierra-costa michoacana, sin embargo, los boletines de prensa de
las corporaciones de seguridad del Estado mexicano no son suficientes para
borrar de la memoria los años de agravios y violencia que El Lico provocó con la aquiescencia o franca
complicidad de los tres niveles de gobierno. Para el pueblo nahua de Santa
María Ostula, el nombre del jefe Templario es sinónimo de una época de terror,
cuyas memorias y dolores apenas comienzan a sanar.
El 29 de junio de 2009, comuneros y comuneras
de Ostula recuperaron 1200 hectáreas de su territorio que les habían invadido
los llamados pequeños propietarios en complicidad con el crimen
organizado y el gobierno. En esas tierras se fundó Xayakalan. Como respuesta a
la organización y fundación de este pueblo, entre 2010 y 2014, las células del
crimen organizado al mando de El Lico trastocaron
profundamente la vida comunitaria en Ostula. Además de los 34 asesinatos y las
seis desapariciones cuya autoría se le adjudican directamente, las comuneras y
comuneros recuerdan los detalles cotidianos de aquellos años. Cada familia
guarda un fragmento de esa historia: el exilio, las amenazas, el desprecio y,
sobre todo, la rabia de vivir con miedo y en silencio en su propio territorio.
La historia de Xayakalan, una de las
encargaturas que más sufrió la violencia de aquel tiempo, es la historia de una
comunidad que se hizo fuerte para sobrevivir. Las comuneras y comuneros cuentan
todavía que, en esos años, muchas familias se vieron obligadas a dejar sus
tierras. Quienes se mantuvieron allí pasaban las noches bajo una enramada, para
protegerse entre todas y todos. En todo Ostula, el cúmulo de esos recuerdos, y
la memoria de las personas asesinadas y desaparecidas es una de las fuentes que
mantienen viva la organización comunitaria.
En 2014, la Guardia Comunal de Santa María
Ostula, junto con el movimiento de autodefensas, avanzó sobre la sierra-costa de
Michoacán. La recuperación de este territorio permitió que la vida comunal se
reorganizara poco a poco y que la posibilidad de una vida digna y en paz fuera,
de nuevo, una realidad. La sorpresiva aprehensión de El Lico, tres
años después de su huida, vino a remover de nuevo las heridas personales y
colectivas de un pueblo que ha sabido defenderse y reconstituirse.
Para las comuneras y los comuneros de Ostula, esta detención no
significa el fin de su lucha, sino una alerta constante para seguir defendiendo
su territorio. Es importante señalar que el terror
infundido por este capo ha requerido una compleja estructura del crimen
organizado. Personajes como José Antioco Calvillo García, ex líder
autodefensa del poblado de Cachán, ubicado en Aquila; y dos presidentes
municipales de la misma localidad: Mario Álvarez (entre 2005 y 2007) también
señalado por ser uno de los pequeños
propietarios que en el pasado
invadieron los terrenos comunales de Ostula, y Juan Hernández Ramírez (entre
2012 y 2015), a quien se le ha vinculado en repetidas ocasiones con Servando
Gómez Martínez, La Tuta, ex jefe de los Caballeros Templarios; entre otros, forman parte de esta
articulación que operaba impunemente en la zona. Y aunque se ha detenido a un
elemento importante de la misma, ellos también son responsables de los levantones, ataques contra las
Guardias Comunales y Policías Comunitarias, y la actual escalada de violencia
en la región.
El hostigamiento del crimen organizado y la amenaza de los proyectos
extractivistas no ha cesado en el territorio, y la noticia del arresto fue
recibida con el natural recelo que genera la actuación de las fuerzas del
Estado. Aún así, la aprehensión del jefe Templario significa un respiro y la
posibilidad de seguir construyendo la justicia y la paz digna que sólo son
posibles gracias a la
fortaleza de un pueblo organizado.
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