Escrito por Arsinoé Orihuela
Martes, 26 Marzo 2013
El video de la discordia
En internet circula un video que ha atrapado la atención de la prensa
nacional e internacional. Hasta CNN Noticias ha dedicado una de sus
manipulativas cápsulas informativas a la referida grabación. Y mientras las
autoridades expuestas sugieren que el suceso
captado infraganti requiere una investigación más exhaustiva, el
ciberespacio se ocupa de difundir lo que de otro modo estaría vedado en un país
gobernado por el inquebrantable precepto “te
chingas o te jodes”. El video –tomado desde la cámara de un teléfono
celular en el interior de un auto particular– captura la secuencia de acciones
que con rigor doctrinario realiza la policía con fines de procuración de justicia en las calles de México: torcedura de
extremidades, aplicación de llave china,
estrujón de genitales, tehuacanazo lacrimógeno,
recordatorios de progenitora, sometimiento contra el asfalto etc. El video fue
grabado por una de las víctimas de la justicia mexicana, al momento de su
detención-levantón en San Miguel de Allende. Aunque en la grabación no se
alcanza a apreciar, se sabe que ya en las instalaciones de los separos
ministeriales las autoridades aplicaron a los detenidos el protocolo de
humillación que en tierras arábicas practican litúrgicamente las tropas de
pacificación estadunidenses: esposados, amordazados, les despojaron de sus
prendas para exhibirles, a modo de ofrenda, ante la voyerista autoridad
uniformada.
En un asalto de provocación
típicamente panista, el priista alcalde de San Miguel de Allende, Mauricio
Trejo Pureco, escribió en su cuenta de twitter: “¿Si hubiera sido el ejército te hubieras bajado?”.
En otro asalto de
analfabetismo también típicamente panista, el priista alcalde agregó: “Piénsalo y analisa (sic) bien el video”.
Lo único que cabe pensar,
analizar y concluir es que, en lo que respecta a técnicas de tortura física o
psicológica, violación de derechos humanos, represión policiaca, corrupción e
impunidad institucional, México avanza con paso firme hacia ¡Adelante!
La ciudad de las flores
En la histórica capital de Veracruz, Xalapa, el aluvión de fuerzas de
seguridad ha subvertido el decorado de la otrora reconocida ciudad de las
flores: ahora la capital se pinta de azul gendarme y verde olivo militar. Por
disposición gubernamental, se decretó la implementación de un operativo
conocido como Xalapa Seguro, cuya intención es fortalecer la presencia de las
fuerzas del orden para combatir más eficazmente a la delincuencia organizada.
En una de estas iniciativas virtuosas de combate al crimen, el acaecido fin de
semana un grupo nutrido de efectivos policiacos inauguró un punto de operaciones
en el corazón del centro histórico, más exactamente a la altura de los centros
nocturnos, donde a menudo transitan las multitudes enfiestadas. El sábado,
alrededor de las 3:00 de la madrugada, los elementos de seguridad señalados
cerraron el paso a un vehículo que circulaba con normalidad por la
avenida. En una acción que a ojos vistas realizan rutinariamente, los
efectivos cercaron el auto, bajaron del vehículo al conductor y al acompañante
–ambos estudiantes, entre 23 y 26 años de edad–, los sometieron contra el piso,
catearon violentamente el interior del auto, arrojaron a la calle los artículos
personales, y luego apuntaron su lámpara de mano a los transeúntes que miraban
el aparatoso espectáculo, como tratando de averiguar si alguno estaba grabando
aquellas heroicas “acciones de combate
frontal a la delincuencia”. Casi en seguida, un policía pidió a los jóvenes
que recogieran los artículos que unos minutos antes sus compañeros habían
tirado sin rubor fuera del auto, en un acto de apreciable humillación.
Pero el episodio de “restablecimiento de la seguridad” no
acabó allí. Aunque no se puede saber con exactitud el desenlace de esta típica
historia de justicia a la mexicana, pues lo último que se alcanzó a presenciar
fue que el auto arrancó con las dos víctimas al frente, uno conduciendo (lo
cual descarta una presunta intoxicación alcohólica), y tres policías
encapuchados en el asiento trasero, con armas de alto calibre empuñadas,
escoltados por un convoy (o unidad de choque, en la terminología coloquial), se
puede hacer una inferencia o reconstrucción de lo que ocurriría más tarde. Y
como dice el comerciante de exitosa prosapia: “ahora sí que le vengo manejando jefita las siguientes acciones…”
a modo de final trillado: una golpiza o “calentadita”
a los dos tripulantes del auto; o una generosa mordida –la pura centaviza o mínimo un tostón– después de una sesión de
intimidación verbal, amenazas; o una remisión a los separos ministeriales donde
se les amedrenta e incomunica, con lujo de extorsión, agresión física o
violación…
En fin, selecciónese el final
que más fielmente equipare su experiencia con la justicia mexicana.
Comentarios