El espionaje policíaco a luchadores
sociales es ya parte de nuestro “folclore”
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Rebelión, 31-05-2013
No pasó desapercibido el artículo de
nuestro colega, amigo y camarada argentino Néstor Kohan: “Las amenazas, la cultura y la coordinación represiva”, publicado
en las páginas de Rebelión, en
el que con la enjundia y la honestidad que le caracterizan, denunció la campaña
de hostigamiento y amenazas que ha sufrido por parte de los organismos de
inteligencia, grupos de ultraderecha, autoridades migratorias y policiales, por
sus actividades de acompañamiento de las luchas de nuestros pueblos; todas
dentro de los marcos jurídicos vigentes y en el ejercicio de sus derechos políticos
y de la libre manifestación de las ideas.
Estudiar,
escribir, investigar, impartir clases y conferencias, publicar libros,
artículos y denunciar los crímenes del terrorismo de Estado que practican
Estados Unidos y sus socios subalternos latinoamericanos producen escozor en
los encargados de vigilar, monitorear, controlar y castigar a esta
intelectualidad comprometida que no se deja embelesar por el canto de las
sirenas de las torres de marfil de la academia adocenada y bien portadita,
siempre obsecuente ante el poder y convenientemente lejos de la realidad
lacerante que viven sus “objetos de
estudio”. Kohan refiere a hechos puntuales que producen justa preocupación,
más allá de las escuchas telefónicas, lectura de correos, fotografías de las
asambleas y reuniones, video grabación de las movilizaciones, infiltración de
organizaciones por agentes encubiertos, y ahora, con la tecnología de punta
proveniente de Israel, guerra cibernética de páginas y blogs armados y
trabajados desde las catacumbas de los servicios secretos.
Se
trata de páginas electrónicas en la que incluyen nombre y apellidos,
fotografías, tapas de libros y uso de términos que van perfilando al “enemigo interno”, a quien hay que
ubicar, señalar y estigmatizar –acorde, claro, a su mentalidad parafascista--,
para hacer “natural” la agresión y el
atentado, más allá de las palabras y los retorcidos conceptos: “Conociendo al enemigo”, “Brazo político de las FARC”, “Escritor guerrillero”, y otras linduras
de mentes generalmente obtusas, cegadas por el odio de clase y, muchas veces,
situadas en las más bajas escalas del inframundo policial.
Néstor
fue detenido en el aeropuerto de México, cuando asistía a una reunión del
Partido del Trabajo por agentes de la INTERPOL, quienes le retuvieron el pasaporte
y lo llevaron a su oficina, para después dejarlo libre, sin explicación alguna.
En el aeropuerto de Santiago de Chile, asimismo fue extensamente interrogado
sobre el contenido de sus clases, acerca de los amigos que lo irían a recibir,
las universidades que visitaría y otros pormenores que inquietan a los sabuesos
de inteligencia. Además, de estos hechos violatorios e ilegales, incidentes de
viaje que se repiten con variantes graves con académicos latinoamericanos con
perfil semejante, quienes incluso han sido bajados de los aviones y prohibidos
de pasar por el espacio aéreo de Estados Unidos, Néstor ha sido objeto de
amenazas directas a través de páginas que manejan los servicios de la
inteligencia militar colombianos, en las que se le muestra en una fotografía
cuyo fondo fue retocado y cambiado, para que apareciera con un escudo de las
FARC-EP, mientras impartía una conferencia sobre Marx en Europa. Aquí se le
señala como uno de “los principales ideólogos de las FARC en este momento” y,
obviamente (no podía faltar), lo acusan de “terrorista”,
por ser miembro del Movimiento Continental Bolivariano y por haber colaborado
durante muchos años con el Movimiento de los Sin Tierra de Brasil y las Madres
de la Plaza de Mayo.
Con
toda razón, Néstor se pregunta: “¿Ya no
hay coordinación represiva en Nuestra América? ¿Se acabó el Plan Cóndor? ¿Se
disolvieron los aparatos de inteligencia vinculados al terrorismo de Estado?
¿Los grupos de la ultraderecha son un recuerdo del pasado? ¿Vivimos en una
democracia plena?” Y él mismo añade a estos interrogantes: “Cada quien responderá esas preguntas como
quiera o como pueda”. *
Desde
nuestra experiencia mexicana, que es quizás una de las guerras sucias
mejor guardadas en el imaginario de las izquierdas del continente, con su
caudal, no obstante, de miles de desaparecidos, ejecuciones extrajudiciales,
incluso muchos jóvenes revolucionarios lanzados por avión desde los años
setenta, con sus centros de reclusión y tortura clandestinos, sus grupos
paramilitares y parapoliciales, como el Batallón
Olimpia, la Brigada Blanca, Los Halcones y los que se formaron en
Chiapas a raíz del levantamiento zapatista, uno de los cuales perpetró la
masacre de Acteal, con sus tenebrosos cuerpos represivos como el Servicio Secreto, la Policía Federal de Seguridad y ahora los
formados durante los gobiernos colaboracionistas con todos los organismos de
inteligencia de Estados Unidos, que operan en nuestro país, como en su
verdadero “patio trasero”, podemos
afirmar que el Cóndor de la
coordinación represiva sigue gozando de cabal salud y está más activo que
nunca, sobre todo a partir de esta reconfiguración mundial del imperialismo que
ha establecido el terrorismo global de Estado y que se articula con las fuerzas
armadas y los cuerpos represivos y de inteligencia de gobiernos subalternos de
traición nacional, como México, Colombia o Chile.
Por
ello, coincidimos plenamente con Néstor y lo apoyamos solidariamente cuando en
su escrito afirma dominar sus naturales miedos que no disminuyen en nada su
capacidad de pensar y actuar; estamos con él plenamente cuando a partir de su
congruencia ética y sus convicciones firmes, fiel al ejemplo de su padre, “que nunca dejó de ser quien era” y “no pudieron con él” los milicos,
afirma: “no dejaremos de hacer lo que
hacemos. Seguiremos estudiando y escribiendo, continuaremos con las clases
itinerantes de formación política, no dejaremos de investigar ni de denunciar
los crímenes de terrorismo de Estado”.
Desde
la tierra de Zapata, va el abrazo fraterno. Si tocan a uno, nos tocan a todos.
Rebelión ha publicado
este artículo con el permiso del autor mediante una licencia
de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras
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