Migrantes mexicanos exigen a Obama una reforma migratoria humana. Organizando en ambos lados de la frontera
Otramérica, 25-05-2013
Artículo
publicado originalmente en inglés por Waging Non Violence
Un
grupo de mexicanos liderados por el padre Alejandro Solalinde, defensor de los
migrantes, inició el pasado 29 de abril la Caravana “Abriendo puertas a la Esperanza” que recorrió 26 ciudades de
Estados Unidos para exigir una reforma migratoria justa en el país
norteamericano terminará el próximo 26 de mayo en la ciudad de Nueva York.
De acuerdo con Acción Migrante, organización aliada de dicha
caravana, esta acción sirve para sensibilizar sobre la crisis humanitaria que
ocurre a lo largo de las rutas migratorias de Centroamérica en donde decenas de
miles de migrantes centroamericanos y mexicanos han sido secuestrados o han
desaparecido en los últimos siete años cuando intentaban llegar a la frontera
con México.
En este sentido, coaliciones de organizaciones mexicanas
empezaron a organizarse desde el pasado invierno y hasta la primavera de este
año para unir fuerzas e influir en la inminente reforma de inmigración de
EE.UU. desde el otro lado de la frontera. Una de las acciones más recientes
tuvo lugar durante la primera semana de mayo, cuando el presidente Barack Obama
visitó México.
El objetivo, reunirse con el que ocupa el cargo de
presidente del país, Enrique Peña Nieto. Los temas: las relaciones
comerciales, la seguridad nacional, y la migración. Fue su cuarta visita desde
que llegó a la Casa Blanca en enero de 2009. En la primera -abril de 2009- fue
recibido en México con alegría y optimismo por una sociedad esperanzada que
confió en su “Yes We Can”.
Muchos veían su llegada a la presidencia de los Estados Unidos como un cambio,
una esperanza para los mexicanos que viven a ambos lados de la frontera.
Pero esta vez, durante su primer viaje oficial después de la
reelección, muchas mexicanas y mexicanos le recibieron con indignación frente
al trato inhumano y degradante al que han sido sometidos por culpa de las
políticas de Washington. Sobre todo, los migrantes, que siguen exigiendo
cambios en la relación bilateral y una reforma migratoria digna.
Obama llegó con “La Bestia”, su Cadillac presidencial equipado con un
dispositivo de seguridad que nada tiene que ver con “La Bestia” que más se conoce en México, el tren de carga que
atraviesa el país de sur a norte y al que se suben migrantes centroamericanos y
mexicanos para llegar a los Estados Unidos en busca de una vida mejor.
El pasado 3 de mayo, en el marco del
encuentro entre Barack Obama y su homólogo mexicano, se organizó la “Jornada Acción Migrante” como parte
de una campaña a la que se unieron varias organizaciones y colectivos que
trabajan por los derechos de los migrantes en la región Centro-Norteamérica y
que tiene el objetivo de visibilizar y ciudadanizar la “Declaración por los derechos de las y los migrantes” que
firmaron más de 50 organizaciones el 18 de diciembre del año pasado
(coincidiendo del Día Internacional del Migrante).
Migrantes deportados, en tránsito, familiares y
organizaciones se
reunieron delante de la embajada estadounidense en la Ciudad de
México vestidos con una camiseta naranja en la que imprimieron en letras negras
frases como: “por una reforma migratoria
incluyente y justa en Estados Unidos”, “alto
inmediato a los ataques hacia migrantes y sus defensores en México”. 72 de
los manifestantes se numeraron del 1 al 72 y dibujaron sus siluetas con gis en
el suelo de cemento para simbolizar, en un acto de memoria y justicia, a los 72
migrantes asesinados en San Fernando, en el Estado de Tamaulipas entre el 22 y
23 de agosto del 2010, la primera de las masacres perpetuadas contra migrantes
en la región. En la segunda –abril de 2011- se asesinaron al menos 193 personas
que fueron encontradas en fosas clandestinas.
Los manifestantes caminaron hacia la Estela de Luz –considerado
monumento a la corrupción para muchos mexicanos por los millones de pesos que
costó- cargados con cuadros del artista plástico y defensor de los derechos de
los migrantes, Cristian Pineda. Allí develaron una placa “por la memoria y la justicia para los migrantes asesinados, fallecidos
desaparecidos y explotados en Centroamérica, México, Canadá y Estados Unidos”.
Con la acción de la placa se unieron a la demanda del movimiento mexicano de
víctimas contra la guerra contra las drogas (el Movimiento por la Paz con
Justicia y Dignidad) de resignificar el espacio público y convertir la Estela
de Luz en “Estela de Paz” y en
memorial para las víctimas del país.
Ese día, Angélica Torres, de diez años, escribió una
carta al presidente Barack Obama que fue leída durante la jornada. “Querido
señor presidente Barack Obama. Me llamo Angélica Torres Bárcenas y
tengo 10 años. Nací en USA. Yo te quiero decir algo, me separaron de mi familia
y me vine con mi mamá que se llama Margarita. Nos separaron de mis hermanos y
de mi papá y de mis sobrinos. A mi sobrino Jesús fue el único que conocí.
Cuando mi hermana me habla por teléfono me cuenta que mi sobrino dice que ya no
crezca, para que juegue con él (...)
Por eso te pido de corazón que me reúnas con mi familia, para abrazarlos a
mi papa a mis hermanos a mi sobrino que todavía no conozco. Y por esto te pido
una reforma migratoria justa, para reunir a muchas familias y para que ya no
sufran. Por eso te digo que por favor me ayudes a que vuelva a abrazar a mi
familia y ya no lloren por estar lejos sino de felicidad. Espero con mucha fe
que llegue mi carta a sus manos. Lo deseo de todo corazón”.
Angélica vive ahora en México. Su mamá, Margarita fue
deportada y se la llevó con ella. Trabajó 20 años en campo, en el estado de
Washington, recogiendo manzana, cherry, uva y espárrago. El día que migración
le dio salida voluntaria, acató las órdenes y salió del país. Ahora, hace
2 años y 7 meses que no ve a su familia y no puede conseguir una visa que se lo
permita.
Son decenas de miles las familias divididas por la política
de deportación. De ahí, la pertinencia de la acción “Obama, don’t deport my
mama”, promovida por el Movimiento Migrante Mesoamericano,
organización que forma parte también de Acción Migrante y que el pasado 2 de mayo, día del niño,
entregaron, en la embajada de EEUU las cartas que escribieron los niños con
papás deportados.
Verónica Solís también contó parte de su
historia ese
día. Ha estado más de 10 años trabajando en Estados Unidos gracias,
dijo, “a la falta de oportunidades que
nos ofrece nuestro gobierno mexicano, que nos expulsa de nuestra patria”.
Verónica, como trabajadora en EEUU, paga sus impuestos y es contribuyente, como
cualquier ciudadano norteamericano. “Deberes
sí, pero no podemos ver ninguno de los derechos”, comentó. Verónica
insistió en que el gobierno de Obama se ha caracterizado por batir el récord de
deportaciones de mexicanos de Estados Unidos. “Los dos gobiernos son los culpables de la situación de los migrantes
en el norte, en Estados Unidos y Canadá. Nuestros paisanos están viviendo de
una forma que no nos la imaginamos los que aquí estamos, por eso no podemos
callarnos frente a la política de Obama, quien después del apoyo que tuvo de la
comunidad latina, no nos escucha, y el gobierno mexicano tampoco”.
“Estas son historias interminables”, comentó Marco
Castillo, organizador de Acción Migrante. “México y Estados Unidos cada día somos más familia y menos países
vecinos. Obama y Peña Nieto, lejos de centrarse en el ser humano se centran en
la llamada ‘seguridad nacional’ priorizando el interés político, de poder o de
grupo por encima de la vida misma”. Castillo remarcó la incapacidad de
ambos políticos de aceptar la movilidad humana como parte del mismo proceso que
el mundo y México vive todos los días y consideró que por esta razón, lo que
debería ser una reforma migratoria parece un nuevo acuerdo de seguridad
nacional.
Acción Migrante demanda un alto a la
crisis humanitaria que ha puesto en riesgo las vidas de más de 30 millones de
mexicanos y mexicanas viviendo en México y Estados Unidos y de los más de 400
mil migrantes que cada año cruzan el territorio mexicano. Para Castillo, el
muro que existe entre México y EEUU representa la vergüenza de la relación
entre dos países que históricamente están hermanados por las familias que están
partidas entre los dos países pero además ahora, “pensar en triplicar los muros de la frontera implica ya no solamente
la vergüenza sino el descaro y el horror”.
Muchas familias que deciden migrar empiezan una nueva vida
en el país de acogida, casándose y hasta teniendo hijos que ya son también
ciudadanos estadounidenses, como Angélica Torres, quien tiene en su familia
algunos miembros con residencia legal, otros irregulares y otros ciudadanos. La
deportación en estos casos afecta a la familia en general; en especial a los
niños.
En su carta para Obama Angélica dibujó una bandera
norteamericana y una mexicana. En medio de las dos, una barrera, un muro. A un
lado está ella con su mamá, Margarita. Al otro lado, su papá, sus hermanos y
sobrinos y les dice “no lloren, pronto
vamos a estar juntos”.
Margarita comentó indignada: “esto es lo que hacen las leyes espero que pongan un poco de atención
en el sufrimiento de las familias y den una reforma migratoria justa, para
todas las personas que están esperando con tantas ansias en EEUU y todos los
que estamos aquí injustamente separados de nuestras familias”.
«Acción Migrante», convoca a la sociedad
a apropiarse de sus demandas y a hacer de la migración un asunto de interés
ciudadano. “La movilidad es un derecho y
no debe ser criminalizada: la dignidad no tiene nacionalidad”, comenta
Marco Castillo, quien insistió en que “esta
campaña no detendrá su caminar hasta encontrar un camino de justicia y de paz
para todos los migrantes, sus familias y sus comunidades”.
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