América Latina: Lucha de clases y resistencia en la era del capitalismo extractivo (por James Petras)
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James Petras - La Haine
31/08/2013
Artículo original: http://petras.lahaine.org/?p=1949
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Traducido para Rebelión
por Silvia Arana
INTRODUCCIÓN
La
lucha de clases es esencial para enmarcar cuestiones de régimen político,
relaciones de clase, estructuras y estrategias económicas y distribución de la
riqueza.
La lucha de clases posee un
carácter internacionalista, especialmente en esta era de globalización
imperialista; las corporaciones multinacionales, las organizaciones financieras
internacionales y los estados imperiales intervienen directa o indirectamente,
a través de estados colaboracionistas o testaferros, en la "lucha de clases entre los trabajadores y el capital".
Esto es particularmente evidente en América Latina con el auge del capitalismo
extractivo: las gigantescas corporaciones agro-mineras tienen un papel
principal en la elaboración de políticas económicas, que van en detrimento de
los trabajadores, de las comunidades y de los pueblos indígenas.
Las clases en lucha varían
según la época y el lugar, dependiendo de condiciones socio-económicas y
políticas, organización, trayectoria histórica, distribución del ingreso y
sitios de explotación económica y despojo.
La naturaleza de las luchas y
las demandas conflictivas entre trabajadores y capital varía en términos de
alcance, intensidad, ubicación geográfica e intereses de clase. El rango de
temas abarca desde demandas sectoriales específicas sobre salario y condiciones
de trabajo hasta luchas más amplias que abarcan tanto políticas públicas sobre
presupuesto, decisiones de inversión y derechos de propiedad como cuestiones de
despojo, contaminación y los impactos destructivos en las comunidades locales.
En las luchas de clases
participan dos rivales principales. La lucha de la clase dominante, "desde arriba", en la que
varios sectores capitalistas usan su poder social, control económico y
penetración estatal para maximizar las ganancias inmediatas y futuras, para
monopolizar las asignaciones del presupuesto estatal, para limitar la parte del
ingreso destinado a los trabajadores y para despojar y desplazar a pequeños
productores y habitantes locales de las regiones ricas en recursos. La lucha de
la clase popular, "desde abajo",
involucra a una panoplia de clases abarcando a desempleados y a obreros de la
industria, gremios públicos y empleados asalariados del sector privado,
campesinos sin tierra, pequeños productores y comunidades indígenas. Sus
demandas cubren un amplio rango que va desde una mayor participación en el
ingreso nacional, la recuperación de tierras y recursos usurpados por el estado
para las corporaciones agro-mineras, hasta un cambio sistémico en derechos de
propiedad y relaciones de clase.
Uno de los determinantes clave
del alcance y la profundidad de la lucha de clases es el "momento del ciclo económico" -el punto en el cual un
modelo económico particular está en una fase ascendente o ya ha extenuado sus
posibilidades y ha ingresado en su declinación y crisis. Por ejemplo, en años
recientes presenciamos el auge del neoliberalismo, entre mediados de los 70’s y
fines de los 90’s, un periodo en el que el capital estuvo en la ofensiva,
librando una guerra de clases y revirtiendo los avances de los obreros y
campesinos, privatizando la economía y saqueando el tesoro público. A fines de
la década del 90 y principios del siglo XXI, el neoliberalismo entró en crisis,
se intensificó la lucha de clases desde abajo, abarcando desde los movimientos
de trabajadores desocupados de Argentina, a los movimientos indígenas de
Bolivia y Ecuador que causaron la caída de varios regímenes y el surgimiento de
gobiernos post neoliberales.
De igual manera, la
declinación del mega-ciclo (boom de una década de las economías exportadoras de
materias primas) que comenzó en 2012-2013, está siendo acompañada por un auge
de movimientos urbanos de masas que protestan contra las políticas de los
regímenes post neoliberales en Brasil, Perú y Argentina.
Los cambios en las
configuraciones económicas de América Latina, especialmente en la expansión de
los sectores agro-mineros, financieros y comerciales y la caída del sector
manufacturero han tenido un profundo impacto en la forma de la estructura de
clase, la organización de los sindicatos y el conflicto de clase. La afiliación
a los sindicatos ha sufrido una caída estrepitosa. En Brasil, los afiliados a
los sindicatos decrecieron de un 32,1% a principios de la década del 90 (previo
a la elección del neoliberal Cardoso en 1994) al 17% a mediados de los 90 en la
presidencia de Lula (2005). En Argentina, entre 1986 y 2005, la cantidad de
afiliados a los sindicatos bajó del 48,7% al 25,4%. En México, los afiliados
disminuyeron del 14% al 10% entre 1985 y 2005. Chile es la excepción: comenzó
con un índice bajo del 11.6% en 1986 y aumentó al 16% en 2005. Además, la caída
de la cantidad de afiliados a los sindicatos ha estado acompañada por la
disminución de la cantidad de obreros industriales, especialmente en las
industrias de bienes de consumo que requieren mano de obra intensiva, afectadas
negativamente por importaciones de textiles, zapatos, juguetes y otros
productos de bajo costo desde Asia -como parte del intercambio entre
exportadores agro-mineros e importadores de manufacturas.
El debilitamiento de los
sindicatos va a la par con la disminución de la influencia política en las
políticas estatales y un giro hacia la reducción de los salarios y
empeoramiento de las condiciones de trabajo. A raíz de ello, hay menos huelgas
y estas se enfocan en reivindicaciones de índole inmediata.
Los movimientos sociales
masivos ocuparon el espacio social y político de la lucha de clases que había
sido dejado vacante por los obreros industriales. En el campo, el movimiento
anteriormente liderado por campesinos, indígenas y los trabajadores sin tierra
durante la era neoliberal fue reemplazado por las luchas urbanas lideradas por
trabajadores de servicios de bajos ingresos y empleados de clase media baja en
el periodo post neoliberal "tardío". Esto fue puesto en evidencia por
las luchas urbanas masivas en las que participaron millones de personas en
Brasil en mayo-junio de 2013.
El cambio en las luchas
económicas y sociales condujo a transformaciones fundamentales en la ubicación
de las luchas de clases y en las demandas socio-económicas.
Antes de la década del 90, las
principales huelgas, protestas y otras actividades de clase eran organizadas en
el sitio de trabajo por trabajadores empleados y afiliados a sindicatos.
Durante la década del 90 el eje de la lucha se trasladó a las calles, el campo
y los barrios mientras que la lucha de clases era impulsada por trabajadores
rurales sin tierra, obreros desocupados y la clase media en descenso. En la
primera década y media del 2000, la ubicación de la lucha de clases se focalizó
en las comunidades indígenas y de las provincias aledañas a la explotación
corporativa agro-minera. Las luchas se centraron en la resistencia al despojo,
a la erradicación y a la destrucción del hábitat. En los movimientos urbanos de
masa de las principales ciudades brasileñas confluyeron personas de la clase
media baja, trabajadores informales y estudiantes. Estos se organizaron en las
calles: el centro de organización y confrontación se ubica en los barrios y
comunidades. El blanco de ataque es el estado post neoliberal. El poder de
convocatoria de los sindicatos ha disminuido en un ratio de 20 a 1. Dos
millones de trabajadores participaron en marchas de protesta contra la
corrupción masiva, la asignación injusta de los recursos presupuestarios y la
caída de los estándares de vida y la calidad de servicios básicos de salud,
educación y transporte.
La nueva lucha de clases está
conformada básicamente por la joven generación de trabajadores no
sindicalizados, muchos de los cuales son trabajadores del sector informal y
trabajadores de servicios con salarios bajos, alto nivel de dependencia de los
servicios públicos y sin protección social del estado.
La fisonomía compleja y
cambiante de la "lucha de clases
desde abajo" se corresponde con la continuidad y los cambios de la "lucha de clases desde arriba".
Las clases dominantes han
cambiado de postura: pasaron de tener una posición de fuerza bruta -vía
dictaduras militares y regímenes ultra-autoritarios al lanzar la
contrarrevolución neoliberal a principios de la década del 70 y mediados del
80- hacia una postura de apoyo a la transición negociada a políticas
electorales como un medio de consolidar el modelo e implementar rápidamente la
agenda neoliberal en la década del 90.
Frente a las revueltas
populares contra el neoliberalismo de fines de la década del 90, la élite
agro-minera apoyó a los regímenes post neoliberales de centro-izquierda y se
aseguró un lugar de privilegio en el nuevo modelo, aceptando el aumento de
impuestos y los pagos de royalties a cambio de vastos subsidios estatales y
apropiaciones de tierra a gran escala.
Con la caída del mega-boom
(después de 2012) diferentes sectores de la clase dominante adoptaron distintas
estrategias: algunos, sobre todo los sectores agro-mineros de Brasil,
presionaron por un regreso al neoliberalismo dentro de los regímenes de
centro-izquierda; otros, especialmente la unión agro-industrial de Argentina,
organizaron "protestas masivas"
para deteriorar al gobierno post neoliberal y la inversión inmobiliaria y el
capital financiero internacional trasladaron capital hacia sitios más
lucrativos en otras regiones.
Mientras que la lucha de
clases en sus múltiples expresiones es una fuerza "constante" y en movimiento que determina estrategias
económicas y la dirección de la política social, la forma organizativa que
adquiere ha cambiado drásticamente en la última mitad del siglo. Incluso lo que
aparenta ser una organización similar ("movimientos",
"sindicatos" y "movilizaciones basadas en la
comunidad") posee grandes variantes en su composición interna y en su
modo de operar. Para aumentar la complejidad, las organizaciones cambian con el
tiempo tanto en sus estructuras como en sus relaciones con el estado, según la
tendencia política del gobierno en el poder.
Vamos a examinar algunos
ejemplos:
En la década del 70, los
sindicatos de Chile, Argentina, Perú y Uruguay estaban altamente politizados,
tenían un papel principal en la movilización y en la unión con partidos y
movimientos barriales promoviendo la socialización de la economía y la resistencia
a las dictaduras militares. Así mismo, durante las últimas fases de las
dictaduras militares en Brasil y Perú, los sindicatos militantes participaron
en huelgas masivas para acelerar el advenimiento de políticas democráticas
electorales. Posteriormente, con el surgimiento de los regímenes post
neoliberales, la mayoría de los sindicatos participaron en negociaciones
colectivas tripartitas sobre estrechas demandas corporativas, eludiendo
cualquier lucha enraizada en la comunidad sobre cuestiones sociales y, en
muchos casos, respaldando las políticas gubernamentales mediante sus líderes
cooptados. En otras palabras, los sindicatos han tenido en diferentes épocas
tanto el papel de "vanguardias
sociales" y aliados de los movimientos de masa, como de mediadores del
compromiso social o el de colaboradores activos y correa de transmisión del
estado. El mismo concepto organizativo de sindicato abarca respuestas
contradictorias a las demandas de la lucha de clases.
Lo mismo sucede con los "movimientos sociales". Desde
el comienzo de los regímenes neoliberales, y durante su accionar catastrófico
los movimientos sociales tuvieron un papel de liderazgo cuestionándolos y
derrocándolos ante la crisis económica. Los movimientos abarcaron un amplio
abanico, desde los trabajadores urbanos desempleados organizados localmente en
Argentina a los movimientos indígenas comunitarios de Ecuador y Bolivia, y a
los movimientos de trabajadores rurales centralizados de Brasil. Con el
surgimiento de los regímenes post neoliberales y el auge del mega-ciclo, los
movimientos de desocupados (piqueteros)
prácticamente desaparecieron en Argentina, sectores importantes del movimiento
indígena, especialmente los cocaleros de Bolivia perdieron su autonomía y
pasaron a apoyar políticamente al gobierno de Evo Morales, y el movimiento MST
(Movimiento de los trabajadores rurales sin tierra) disminuyó su actividad de
recuperación de la tierra en pos de los subsidios económicos de los regímenes
de Lula y Dilma en Brasil.
Lo que es impactante en
relación al concepto de "movimientos
sociales" es que cuando disminuye la lucha de clases llevada a cabo
por movimientos anteriores, establecidos y/o cooptados, movimientos nuevos y
vibrantes irrumpen en la escena. En Bolivia el movimiento TIPNIS lidera la
lucha contra las estrategias extractivas del gobierno de Morales. En Brasil,
los movimientos de masas conformados por millones de personas desafiaron las
políticas, prioridades y a los políticos corruptos del gobierno de Lula-Dilma.
Movimientos eco-indígenas sobrepasaron a los sindicatos y los movimientos
sociales cooptados en Ecuador, Argentina, Paraguay y Perú... Nuevas
organizaciones de clase y organizaciones civiles dinámicas y enraizadas en la
comunidad participan en confrontaciones masivas contra las multinacionales
mineras extractivas y el estado en Colombia, Perú, Ecuador y otros países.
La dinámica del capital
extractivo, con sus políticas extremas de erradicación, desplazamiento y
desposesión de comunidades enteras, genera alianzas interclasistas y abarcadoras
que desafían el poder y las prerrogativas del estado para dictar políticas de
desarrollo, al menos en relación con la explotación regional de los recursos.
Con la caída del mega-ciclo extractivo y la disminución de la demanda de
materias primas y de sus precios, mientras el crecimiento de China, India y el
resto de Asia se desacelera, regresan los signos de una lucha de clases nueva,
amplia, nacional (en oposición a regional). La élite debate estrategias de
clase. Los sectores del capital extractivo demandan intensificar la producción
para compensar la baja de precios; otros se aseguran recortes en impuestos y
costos sociales; otros, en los regímenes post neoliberales hacen llamados a un "nuevo modelo de desarrollo"
frente a la movilización de las masas (Lula Da Silva en Brasil). Los gobiernos
post neoliberales, temerosos de la fuga de capitales, son presionados para
hacer mayores concesiones impositivas a los capitalistas, por un lado, y por el
otro, sienten temor ante los movimientos urbanos masivos que exigen mejoras
efectivas en los servicios públicos y el empleo; vacilan entre las concesiones
sociales y la represión policial.
Dado el alto grado de
dependencia inscripto dentro del modelo extractivo, cortar las conexiones
gubernamentales con el comercio de materias primas, y construir un nuevo modelo
equilibrado requerirá de un compromiso más profundo y amplio con las clases
populares y un retorno a la lucha de clases desde abajo.
Estudios de caso de la lucha de clases desde
arriba y desde abajo
La
lucha de clases ha sido claramente internacionalizada. La intervención imperial
es una parte central de la lucha de clases desde arriba y es endémica, ya sea
mediante corporaciones multinacionales, inversión y desinversión, los golpes de
estado promovidos por el imperio y las políticas desestabilizadoras o las
invasiones militares -directas o a través de terceros países. La lucha de
clases antiimperialista desde abajo es menos prominente, pero se manifiesta en
la ayuda internacional y las políticas solidarias promovidas desde Venezuela
con el ALBA, reuniones internacionales de estrategia campesina, de pueblos
indígenas y movimientos de solidaridad. Sin embargo, lo fundamental de la lucha
de clases contra la explotación halla su expresión en los movimientos de los
oprimidos y los desposeídos, quienes solo pueden contar en última instancia con
los recursos de sus propias bases -a diferencia de las clases dominantes, que
dependen de sus aliados imperiales estratégicos.
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