Saldos del conflicto gobierno-CNTE, el gobierno impuso la máxima salinista: “ni los veo ni los oigo”
Escrito por
Eduardo Bautista
Sábado, 28 septiembre
2013
El conflicto entre el gobierno y el magisterio de la CNTE consumió ya las
primeras cuatro semanas del ciclo escolar. Independientemente de los acuerdos
inmediatos, la movilización podría entrar a una de sus fases más complicadas,
que consiste en el regreso de los mentores a sus comunidades en un ambiente de
divisionismo, en la integración a sus escuelas, en las relaciones con padres de
familia, con las autoridades municipales y con los profesores afines al SNTE.
Desafortunadamente, el conflicto lleva la huella del
desalojo del Zócalo de la Ciudad de México, ocurrido el pasado 13 de
septiembre. Ese acontecimiento reveló la incapacidad del dialogo y la
negociación política entre los actores involucrados, corresponsabilidad para el
gobierno federal que decidió la medida, ya que en su afán de mostrar el poder
de la autoridad del presidente en el festejo nacional dio a conocer su
desinterés en resolver un problema.
El desalojo mostró la desvalorización del reclamo legítimo de miles de
padres de familia para que el conflicto terminara pronto y sus hijos iniciaran
con su ciclo escolar. Desafortunadamente, en el equipo negociador por parte del
gobierno, se impuso la máxima salinista respecto a los opositores “ni los veo ni
los oigo”.
El desalojo del Zócalo reveló que la memoria de la clase
gobernante es tan corta que ni siquiera llega al 2006. La experiencia de Oaxaca
en ese año debería marcarse con tinta indeleble en un gran mural para que ese
tipo de conflictos no se repita nunca más. Los problemas no se resuelven con desalojos
ni con fuerza pública, ya que es previsible el fortalecimiento de la protesta,
su expansión y la multiplicación de otras más, o la persistencia latente del
agravio resentido no solo entre quienes lo sufrieron de manera directa sino
entre todos quienes están en desacuerdo con el grupo gobernante. Basta con
voltear a la historia para comprender esta lección.
En la opinión pública dominante y en la propaganda oficial se ha
insistido hasta el cansancio que “a la CNTE la educación de los
niños no le importa”, pero lo que estamos observando, es que el cumplimiento efectivo del
derecho a la educación no es una prioridad para el gobierno federal. Los
ingredientes políticos del conflicto se siguen colocando desde arriba al
ensalzar la figura presidencial, como en los viejos tiempos del régimen
autoritario.
Desde los medios comerciales se ha insistido en los
vicios acumulados en la relación entre la CNTE y los gobiernos estatales. A lo
anterior habría que agregar que estas relaciones no son más que reflejos difusos
y en miniatura de lo que ocurre en el centro político nacional, en donde
prevalece una relación política, partidista, corporativa y clientelar entre los
gobernantes en turno y la cúpula sindical del SNTE. Así ha sido desde el
surgimiento de esta organización hace siete décadas.
En momentos de tensión y conflictividad es importante ver
el bosque completo y no quedarnos con el árbol. Un poco de historia y de
contexto nos indican que el conflicto es tan complejo, que su solución es
responsabilidad de muchos actores; seguir estirando la liga y ponerle más
ingredientes al conflicto, como el linchamiento mediático de un solo actor, la
CNTE, resulta sumamente peligroso.
Es importante considerar que aún con el regreso de los
mentores a las escuelas, el conflicto no se resolverá. Su persistencia no será
únicamente por las terquedad de los disidentes, sino por la política del
disimulo del gobierno al querer colocar una reforma laboral como si se tratara
de una reforma educativa, o reducir las pugnas entre quienes están a favor de
la evaluación y quienes están en contra, como bien dice el investigador del
colegio de México, Manuel Gil Antón.
El asunto es más complejo, tiene que ver con las contradicciones de las
formas de gobierno, centralización-descentralización en la administración y
dirección de la educación pública, así como los vacíos del federalismo sobre el
mismo asunto. Finalmente el centro federal sigue apareciendo como el lugar en
donde se centralizan las decisiones políticas. Así se explica el desplazamiento
de los profesores a la ciudad de México y no como mero capricho. Los poderes de
las entidades federativas se encuentran rebasados, tanto por distorsiones
institucionales, administrativas y políticas, como por la negligencia de las
autoridades locales.
En su regreso a las escuelas, a los profesores de la CNTE
corresponde mayor información y comunicación con sus bases, con los padres de
familia y las comunidades en donde radican, así como la necesidad de proponer opciones
para los niños que han perdido clases y emprender estrategias más creativas de
lucha social.
La coyuntura debe ser una oportunidad para abrir los espacios públicos a la inclusión de más voces, a la circulación de ideas, al debate y la concientización ciudadana, a las alianzas constructivas con otros sectores. Hacen falta propuestas inteligentes en la organización de la protesta.
La coyuntura debe ser una oportunidad para abrir los espacios públicos a la inclusión de más voces, a la circulación de ideas, al debate y la concientización ciudadana, a las alianzas constructivas con otros sectores. Hacen falta propuestas inteligentes en la organización de la protesta.
La gravedad del problema reclama soluciones de fondo; no
se deben escatimar alternativas ni estirar aún más el conflicto; menos aún
alentar los enconos como se realiza desde los medios comerciales. La
insistencia es para evitar que las pugnas continúen escalando y contaminando
los divisionismos locales, entre profesores de las distintas corrientes, padres
de familia y grupos de interés. Oaxaca y las otras entidades del país no lo
merecen.
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