REBOBINAR 3.
Que explica el porqué de ese extraño
título y de los que le seguirán, que narra el excepcional encuentro entre un
escarabajo y un ser desconcertante (quiero decir, más desconcertante que el
escarabajo), y las reflexiones no coyunturales y sin importancia que en él se
dieron; así como la forma en la que, aprovechando un aniversario, el Sup
intenta explicar, sin lograrlo, cómo ven l@s zapatistas su propia historia.
Noviembre del 2013.
A quien corresponda:
ADVERTENCIA.- Como se advirtió en el texto
autodenominado “Malas y no tan malas
noticias”, no se hicieron públicos los textos que antecedían al
susodicho. Ergo, lo que vamos a hacer es “rebobinar” (o, como quien dice, darle “rewind” a la cinta) para llegar a lo que se suponía iba a aparecer
el día de muertos. Cumplido lo cual, puede usted proceder a darle a la
lectura en orden inverso al orden inverso en el que irán apareciendo y entonces
así tendrá usted… mmh… olvídelo,
hasta yo ya me hice pelotas. El caso es que se entienda el espíritu de,
como quien dice, “retrospectiva”, o
sea que uno va para allá pero se regresa para ver cómo es que a uno le dio por
ir para allá. ¿Está claro? ¿No?
ADVERTENCIA A LA ADVERTENCIA.- Los textos que
siguen a continuación no contienen ninguna referencia a las situaciones actuales,
coyunturales, trascendentes, importantes, etc., ni tienen implicaciones o
referencias políticas, ni nada de eso. Son textos “inocentes”, como “inocentes”
son todos los escritos de quien se autodenomina “el supcomandante de acero inoxidable” (o sea yo merengues).
Cualquier parecido o semejanza con hechos o personas de la vida real es mera
esquizofrenia… sí, como la situación internacional y nacional donde se puede
ver que… ok, ok, ok, nada de
política.
ADVERTENCIA AL CUBO.- En el muy improbable caso
que usted se sienta aludido por lo que a continuación se dice, está
rotundamente equivocado… o es un fan vergonzante de las teorías de la
conspiración ad hoc (que se puede traducir a “para cada falla, hay una teoría de la conspiración para explicarlo todo
y reiterar los errores”.
Va:
-*-
P.D. El primer
encuentro de Durito con el Gato-Perro.-
Durito estaba serio. Pero no con
la falsa impostura de un funcionario cualquiera de un gobierno
cualquiera. Estaba serio como cuando una pena grande nos abofetea el
rostro y nada hay que hacer, como no sea maldecir… o contar un cuento.
Enciende la pipa Don Durito
de La Lacandona, errante y errado caballero, consuelo de los afligidos, alegría
de los niños, anhelo imposible de mujeres y otr@s, inalcanzable espejo para varones,
desvelo de tiranos y tiranuelos, incómoda tesis para ignorantes pedantes.
Mirando arrobado la luz de
nuestros desvelos, casi en un susurro narra, para que yo la transcriba:
LA
HISTORIA DEL GATO-PERRO
(De como Durito conoció al Gato-Perro y de lo que dijeron esa madrugada
sobre los fanatismos).
A simple vista, el gato-perro parece
perro… bueno, más bien gato… o perro…hasta que maúlla… o gato… hasta que ladra.
El gato-perro es una
incógnita para biólogos terrestres y marinos (¿en qué tabla de clasificación de
los seres vivos acomodamos este caso?), caso irresoluble para la psicología
(una cirugía neuronal no descubre el centro cerebral que define la perrunez o
la gatez), misterio para la antropología (¿los usos y costumbres al mismo
tiempo semejantes y antitéticos?), desesperación para la jurisprudencia (¿qué
derechos y deberes emanan del ser y no ser?), el santo grial de la ingeniería
genética (imposible privatizar ese escurridizo ADN). En suma: el eslabón
perdido que echaría abajo todo el darwinismo de laboratorio, cátedra, simposio,
reiterada moda científica.
Pero permítanme narrarles
lo que ocurrió:
Como es ley, era
madrugada. Una lucecita bastaba para definir la sombra. Quieto,
caminaba sólo con los pasos de la memoria. Entonces escuché claramente
que alguien decía:
“Un fanático es alguien que, con vergüenza, esconde una duda”.
No sin antes darle la razón
en mis adentros, me acerqué y lo encontré. Sin mediar presentación
alguna, le pregunté:
− Ah, de modo que usted es… un perro.
− Miau − me respondió.
−… O más bien un gato − dije dudando.
− Guau − replicó.
− Bueno, un gato-perro − dije y me dije.
− Eso − dijo… o creí que dijo.
− Y la vida, ¿cómo va? − pregunté (y yo transcribí sin dudarlo,
dispuesto a no dejarme sorprender con nada, puesto que era un escarabajo quien
me dictaba esta singular historia).
− A ratos vale la pena − respondió con una especie
de ronroneo −. A ratos como perros y
gatos − gruñó.
− ¿Es un problema de identidad? − dije encendiendo
la pipa y sacando mi esmarfon-tablet
multitouch para escribir (en realidad se trata de un cuaderno de esos
engargolados, pero Durito se las quiere dar de muy moderno −nota del escribano−).
− Nah, uno no elige quién es pero sí quién puede ser − ladró
desdeñoso el gato-perro −. Y la vida no
es más que ese complicado tránsito, logrado o trunco, de una cosa a la otra
− agregó con un maullido.
− Entonces, ¿gato o perro? – pregunté.
− Gato-perro − dijo él como señalando lo obvio.
− ¿Y qué lo trae por estas tierras?
− Una ella, qué va a ser.
− Ah.
-Le voy a cantar, porque algunos gatos saben.
− Err… antes de su serenata, que no dudo sea un canto excelso a la fémina
que lo inquieta, ¿me podría aclarar lo que dijo al inicio de su participación
en este cuento?
− ¿Lo del fanatismo?
− Sí, era algo como que hay quien
esconde sus dudas de fe detrás del culto irracional.
− Eso.
− Pero, ¿cómo evitar el instalarse
en uno de los tenebrosos cuartos de esa torva casa de espejos que es el
fanatismo? ¿Cómo resistirse a los reclamos y chantajes para instalarse y
militar en el fanatismo religioso o laico, el más antiguo sí, pero no el único
actual?
− Simple − dice lacónico el
gato-perro−, no entrando.
Construir muchas casas, cada quien la
suya. Abandonar el miedo a la diferencia.
Porque hay algo igual o peor que un
fanático religioso, y es un fanático anti religioso, el fanatismo laico.
Y digo que puede ser peor porque éste último acude a la razón como coartada.
Y, claro, sus equivalentes: al
homofóbico y machista, la fobia a lo heterosexual y el hembrismo. Y sume
usted el largo etcétera de la historia de la humanidad.
Los fanáticos de la raza, el color,
el credo, el género, la política, el deporte, etcétera, son, al final de
cuentas, fanáticos de sí mismos. Y todos comparten el mismo miedo a lo
diferente. Y encasillan al mundo entero en la cerrada caja de las opciones
excluyentes: “si no eres tal, entonces eres lo contrario”.
− ¿Quiere usted decir, mi estimado,
que los que critican a los fanáticos deportivos son iguales? – interrumpió Durito.
− Es lo mismo. Ahí tiene, por
ejemplo, la política y el deporte, ambos de paga: en los dos los fanáticos
piensan que lo profesional es lo que cuenta; en ambos son meros espectadores
aplaudiendo o abucheando a los contrincantes, festejando victorias que no son
suyas y lamentando derrotas que no les pertenecen; en ambos culpan a los
jugadores, al árbitro, a la cancha, al contrario; en ambos esperan que “a la
siguiente sí”; ambos piensan que si cambian de técnico, de estrategia o de
táctica entonces se resolverá todo; en ambos persiguen a los fanáticos
contrarios; en ambos se ignora que el problema está en el sistema.
− ¿Está usted hablando de fútbol?
− pregunta Durito mientras saca un balón autografiado por él mismo.
− No sólo de fútbol. En todo,
el problema es quién es el que manda, el dueño, el que dicta las reglas.
En los dos ámbitos se desprecia lo
que no sea de paga: el fútbol llanero o callejero, la política que no confluya
en coyunturas electorales. “Si no se gana dinero, ¿para qué entonces?”,
se preguntan.
− Ah, ¿está usted hablando de
política?
− Ni pensarlo. Aunque, por
ejemplo, cada día que pasa es más evidente que lo que llaman “el Estado
Nacional Moderno” es un montón de ruinas en venta de ocasión, y que las clases
políticas respectivas se empeñan en rehacer, una y otra vez, la cúspide de un
castillo de naipes derruido, sin darse cuenta que las barajas de la base están
completamente rotas y ajadas, incapaces de mantenerse erguidas, ya no digamos
de sostener algo.
− Mmh… será difícil poner eso en un
tuit − dice Durito mientras
cuenta para ver si se ajusta a los 140 caracteres.
− La clase política moderna se
disputa quién será el piloto de un avión que hace tiempo se estrelló en la
realidad neoliberal − sentencia el gato-perro y Durito agradece con una
venia.
− ¿Entonces qué hacer? − pregunta Durito mientras guarda
con recato su banderín de Los Jaguares de Chiapas.
− Eludir la trampa que sostiene que
libertad es poder elegir entre dos opciones impuestas.
Todas las
opciones terminantes son una trampa. No hay sólo dos caminos, de la misma forma que no hay dos colores, dos sexos, dos
creencias. Así que ni ahí, ni allá. Mejor hacer un nuevo camino que
sí vaya a donde uno quiere ir.
− ¿Conclusión? − pregunta Durito.
− Ni perro, ni gato.
Gato-perro, para no servirle a usted.
Y que nadie juzgue ni condene lo que
no entiende, porque lo diferente es una muestra de que no todo está perdido,
que hay todavía mucho que mirar y escuchar, que hay otros mundos aún por
descubrir…
Se fue el gato-perro que, como su nombre lo indica, tiene las desventajas
del perro y las del gato… y ninguna de sus ventajas, si es que las hubiere.
Ya amanecía cuando escuché una mezcla de maullido y ladrido sublime.
Era el gato-perro cantándole, desafinado, a la luz de nuestros mejores sueños.
Y en alguna madrugada, tal vez lejana aún en el calendario y en incierta
geografía, ella, la luz que me desvela y devela, entenderá que hubo trazos
ocultos y para ella hechos, que tal vez sólo entonces le serán revelados o los
reconoce ahora en estas letras, y sabrá en ese momento que no importaba qué
caminos anduvieran mis pasos: porque ella fue, es y será, siempre, el único
destino que vale la pena.
Tan-tan.
P.D.- En la que el Sup trata de explicar, en modo
multimedia post moderno, la forma en que l@s zapatistas ven y se ven en su
historia propia.
Bueno, primero hay que aclarar que para nosotras, nosotros, nuestra
historia no es sólo lo que hemos sido, lo que nos ha pasado, lo que hemos
hecho. Es también, y sobre todo, lo que queremos ser y hacer.
Ahora bien, en esta avalancha de medios audiovisuales que van desde el cine
4D y las televisiones LED 4K, hasta las pantallas policromas y multitouch de los celulares (que muestran la realidad en colores
que, permítanme la digresión, no tienen nada qué ver con la realidad), podemos
ubicar, en una improbable “línea del
tiempo”, nuestro modo de ver nuestra historia con… el kinetoscopio.
Sí, ya sé que me fui un poco lejos, a los orígenes del cine, pero con eso
del internet y las múltiples wikis
que lo abundan y redundan, no tendrá usted problema en saber a qué me refiero.
A veces, podría parecer que nos acercamos a los formatos 8 y súper
8, y aun así el formato de 16
milímetros sigue estando lejano.
Quiero decir, nuestro modo de explicar nuestra historia parece como una
imagen de movimiento continuo y repetitivo, con algunas variaciones que dan esa
sensación de móvil inmovilidad. Siempre atacados y perseguidos, siempre
resistiendo; siempre siendo aniquilados, siempre reapareciendo. Tal vez
por eso las denuncias de las bases de apoyo zapatistas, hechas a través de sus
Juntas de Buen Gobierno, tienen tan pocas lecturas. Es como si uno ya
hubiera leído eso antes y sólo cambiaran los nombres y las geografías.
Pero también aquí nos mostramos. Por ejemplo, en:
Y sí, es un poco como si en esas imágenes en movimiento de Edison, de 1894,
en su kinetoscopio (“Annie Oackley”), nosotros fuéramos la
moneda lanzada al aire, mientras la señorita civilización nos dispara una y
otra vez (sí, el gobierno sería el empleado servil que lanza la moneda).
O como si en “La llegada del tren” de
los Hermanos Lumiere, de 1895, nosotros fuéramos quienes permanecen en el andén
mientras el tren del progreso llega y se va. Al final de este texto
encontrará unos videos que le ayudarán a entender esto.
Pero he aquí que el colectivo que somos toma y hace cada fotograma, lo
dibuja y lo pinta viendo la realidad que fuimos y somos, muchas veces con los
negros de persecuciones y cárceles, con los grises del desprecio, y con el rojo
del despojo y la explotación. Pero también con el color marrón y verde
que somos de la tierra que somos.
Cuando
alguien de fuera se detiene a mirar nuestra “película”, por lo regular comenta:
“¡qué hábil tiradora!” O “¡qué arriesgado empleado que arroja la
moneda al aire sin temor de ser herido!”, pero nadie comenta nada de la
moneda.
O, en el tren de los Lumiere, dicen: “pero
qué tontos, ¿por qué siguen en el andén y no se suben al tren?”. O “he ahí una muestra más de que los indígenas
están como están porque no quieren progresar”. Alguno más aventura
“¿Viste qué ropa tan ridícula usaban en esa época?”. Pero si alguien nos
preguntara por qué no subimos a ese tren, nosotros diríamos “porque las estaciones que siguen son ‘decadencia’,
‘guerra’, ‘destrucción’, y el destino final es ‘catástrofe’. La pregunta
pertinente no es por qué no nos subimos nosotros, sino por qué no se bajan
ustedes”.
Quienes vienen a estar con nosotros para mirarnos mirándonos, para
escucharnos, para aprendernos en la Escuelita, descubren que, en cada
fotograma, l@s zapatistas hemos agregado una imagen que no es perceptible a
simple vista. Como si el movimiento aparente de las imágenes ocultara lo
particular que cada fotograma contiene. Eso que no se ve en el
trasiego cotidiano es la historia que seremos. Y no hay esmarfon que capture esas
imágenes. Sólo con un corazón muy grande se pueden apreciar.
Claro que no falta quien venga y nos diga que ya hay tabletas y celulares con
cámaras al frente y atrás, con colores más vívidos que los de la realidad, que
ya hay cámaras e impresoras en tercera
dimensión, que el plasma, el lcd y el led, que la democracia representativa, que las elecciones, que los
partidos políticos, que la modernidad, que el progreso, que la civilización.
Que dejemos eso del colectivismo (que, además, rima con primitivismo): que
abandonemos esa obsesión por el cuidado de la naturaleza, el discurso de la
madre tierra, la autogestión, la autonomía, la rebeldía, la libertad.
Nos dicen todo eso editando torpemente que es en su modernidad donde se
perpetran los crímenes más atroces; donde los infantes son quemados vivos y los
pirómanos son diputados y senadores; donde la ignorancia simula regir los
destinos de una nación; donde se destruyen las fuentes de trabajo; donde los
maestros son perseguidos y calumniados; donde una gran mentira es opacada por
otra mayor; donde se premia y encumbra lo inhumano y cualquier valor ético y
moral es síntoma de “atraso cultural”.
Para los grandes medios de paga, ellos son los modernos, nosotros los
arcaicos. Ellos son los civilizados, nosotros los bárbaros. Ellos
son los que trabajan, nosotros los haraganes. Ellos son la “gente bien”, nosotros los parias. Ellos
los sabios, nosotros los ignorantes. Ellos son los limpios, nosotros los
sucios. Ellos son los bonitos, nosotros los feos. Ellos son los
buenos, nosotros somos los malos.
Y olvidan, ellos y ellas, lo fundamental: ésta es nuestra historia, nuestro
modo de verla y de vernos, nuestra forma de pensarnos, de hacernos nuestro
camino. Es nuestra, con nuestros errores, nuestras caídas, nuestros
colores, nuestras vidas, nuestras muertes. Es nuestra libertad.
Así es nuestra historia.
Porque cuando los zapatistas, las zapatistas, dibujamos una llave abajo y a
la izquierda en cada fotograma de nuestra película, estamos pensando no en qué
puerta abrir, sino en qué casa con qué puerta hay que construir para que esa
llave tenga motivo y destino. Y si la banda sonora de esta película tiene
ritmo de polka-balada-corrido-ranchera-cumbia-rock-ska-metal-reggae-trova-punk-hip-hop-rap-y-los-que-se-acumulen
no es porque no tengamos noción musical. Es porque esa casa tendrá todos
los colores y todos los sonidos. Y habrá entonces miradas y oídos nuevos
que comprenderán nuestro empeño… aunque sólo silencio y sombra seamos en esos
mundos venideros.
Ergo: nosotros tenemos imaginación, ellos sólo tienen esquemas con opciones
terminantes.
Por eso su mundo se derrumba. Por eso el nuestro resurge, justo como
esa lucecita que no por pequeña es menor cuando a la sombra abriga.
Vale. Salud y que los cumplamos muy felices, es decir, luchando.
El Sup haciéndose pelotas con los videos que tiene que poner para, como
quien dice, ponerle la velita al pastel que no dice, pero se sabe treintañero.
México, Noviembre 17 del 2013.
The dog who was a cat inside
Subido el 18/12/2006
El Gato Que Ladra
Pioneros del Cine Thomas A. Edison
Subido el 02/02/2012
Historia del Kinetoscopio
1895: LA LLEGADA
DEL TREN
(HERMANOS LUMIÈRE)
Beatles LasOtrasMañanitas
Subido el 20/07/2010
Felicidades...
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