Objetivo de la “Izquierda institucional”: mantener la explotación del modo de producción capitalista
diciembre 19, 2013
Publicado por guerrillacmx
Marcos Roitman Rosenmann
No cabe
duda, la obligación de adjetivar las conductas de los partidos socialdemócratas
y progresistas como pertenecientes a la izquierda
trae consigo ejercicios teórico-ideológicos propios de un malabarismo
intelectual. Es común hablar de la existencia de una izquierda institucional, sobre todo cuando nos referimos a
organizaciones políticas cuyas bases doctrinales no cuestionan el capitalismo,
factor suficiente para negarles el calificativo de izquierdas.
No debemos olvidar que la socialdemocracia y los llamados reformistas no
compartían las premisas del capitalismo. La estrategia cuestionada era la forma
de enfrentarlo, la transición al socialismo. El dilema se expresaba dualmente:
reforma o revolución. Ahora, el problema es otro. Quienes se autodefinen
pertenecientes a la izquierda
institucional comparten y aceptan las reglas del juego de la economía de
mercado.
El hacerlo trae consigo consecuencias inmediatas. Su decisión conlleva
avalar el proceso de concentración y centralización del capital como mecanismo
para la creación de riqueza. Por consiguiente, dentro de sus programas
desaparece la crítica de fondo a las relaciones sociales de explotación sobre
las cuales, el capitalismo, construye y ejerce el poder político.
Los militantes de esta nueva izquierda
institucional, parecen sentirse cómodos navegando en las aguas del capital.
Eso sí, para justificar el abandono de la lucha anticapitalista, la izquierda institucional y la
socialdemocracia utilizan argumentos maniqueos y pedestres. Su lógica consiste
en negar la lucha de clases y la división social del trabajo basada en la
propiedad privada de los medios de producción. De su lenguaje han desaparecido,
por arte de magia, los capitalistas y con ello la dualidad
explotados-explotadores. Asumen, sin cuestionar, una visión del mundo donde el
imperialismo y los intereses depredadores de las trasnacionales se esfuman en
pro de la ideología de la globalización. Sin explicación coherente enfatizan el
sentido armónico de la globalización, promoviendo una gestión de la crisis con
rostro humano. Según ellos, todos somos responsables y debemos compartir
costos. Así sugieren un pacto estratégico entre trabajadores y empresarios,
considerándolos parte de un mismo equipo con las mismas metas. De esta manera,
nadie quedaría excluido de los beneficios de un trabajo solidario. Ni ganadores
ni perdedores. Si actuamos con tino, nadie se verá perjudicado. Es el dilema
del prisionero extrapolado ante las relaciones sociales de explotación. Si se
coopera se consiguen los objetivos, todos obtienen beneficios.
Los trabajadores mantienen su empleo, aunque sea en peores condiciones,
y los empresarios, ya nunca más capitalistas, verán aumentar sus ganancias y
con ello invertirán, incrementándose el producto interno bruto. Un verdadero
pacto de caballeros. Puestos en esta lógica, el quid del capitalismo cambia de
eje, no se encontraría en las relaciones de explotación. Su sitio se ubicaría,
a partir de ahora, en la fuerza autorregulada de la economía de mercado para
satisfacer las necesidades de los consumidores.
Para la nueva izquierda
institucional y la socialdemocracia, el capitalismo debe redefinirse como
un sistema político destinado a generalizar los beneficios de la economía de
mercado. Con ello, lo importante es consumir, no importa qué, cómo y cuándo. Se
trata de garantizar el acceso al mercado y formar parte de un ejército de
consumidores diferenciados por la calidad y la cantidad de los productos que
adquiere. Unos comerán angulas, caviar, beberán champagne, conducirán
Lambordinis, Mercedes Benz , irán de vacaciones en yates y viajarán en primera
clase; otros, en cambio, deberán conformarse con sucedáneos, imaginarse unas
vacaciones virtuales, utilizar el transporte público, consumir gaseosas o tomar
agua no contaminada, en el mejor de los casos. Pero tampoco se olvidan de los
menos agraciados, quienes sobreviven con menos de un dólar al día o simplemente
no tienen ni eso. Para este sector social aplican el criterio de políticas para
pobres. Podrán comer, tendrán un trabajo precario, y se verán abocados a la
miseria, la exclusión y la marginalidad. Pero siempre tendrán una opción de salir
adelante, en sí son capital humano y ese es su máximo activo. El mercado está
siempre atento para recibirlos con las manos abiertas.
En otro orden de cosas, la izquierda
institucional traslada el debate de la ciudadanía plena y la centralidad de
la política a la esfera de la eficiencia y la racionalidad económica para
lograr un mejor funcionamiento del mercado. No tienen empacho en señalar que
están actuando en beneficio de todos y en favor del progreso de la humanidad.
Muy a su pesar, sólo les queda constatar la pérdida de los derechos laborales,
sindicales y políticos en beneficio de la comunidad del mercado. Cómplices del
secuestro de la democracia, se manifiestan en pro de los tratados de libre
mercado, las trasnacionales y los grandes capitalistas. Asimilados a los
postulados del capitalismo se han transformados en sus cancerberos. Adoptan la
función del policía bueno. Mientras
critican las maneras políticas de la derecha neoliberal y conservadora, ellos
encarnan, dicen, el bien común y la moral pública. Pero ambos son la cara y
cruz de una misma moneda y comparten un mismo objeto, doblegar la voluntad de
las clases populares. Para ellos no hay alternativa al sistema, es mejor
someterse y vivir de acuerdo a las leyes del mercado. Luchar contra el capitalismo
es un suicidio, porque éste siempre gana.
No hay por donde equivocarse, gracias a la izquierda institucional y la
socialdemocracia, el capitalismo se reinventa y queda absuelto de ser un orden
de violencia, deshumanizante, asentado en la desigualdad, la explotación y la
injusticia social. Por consiguiente, es mejor llamar las cosas por su nombre y
quitarle la máscara a esta nueva izquierda y sus aliados socialdemócratas. Es
más apropiado llamarla izquierda del capitalismo, concepto apegado a sus prácticas
y claudicaciones estratégicas de lucha anticapitalista. Por este motivo,
démosle la bienvenida, poniendo al descubierto sus espurios intereses que
consisten en mantener inalteradas las estructuras de explotación inherentes al
modo de producción capitalista.
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