Auditorio Che Guevara: Defenderlo como espacio autónomo y autogestivo o entregarlo a la institucionalidad
EN DEFENSA DE LA ASAMBLEA GENERAL.
Reflexiones y aportes a propósito de la defensa
y los ataques a la organización en Auditorio Che Guevara.
En las últimas dos
asambleas realizadas en el auditorio Che Guevara dentro de la UNAM, se ha
generado una fuerte discusión, que ha degenerado en desgaste y en la dificultad
para tomar acuerdos que refuercen la defensa de este espacio de organización,
ante la actual embestida operada desde el estado mexicano. La asamblea de la
FFyL, originalmente realizada en la misma, pronto se trasladó al espacio, donde
la reunión se hizo más numerosa y confluyó con los que defienden y trabajan el
espacio, con estudiantes de otras escuelas, así como con colectivos,
organizaciones e individuos también interesados en la defensa del mismo. Sin
embargo se han manifestado al menos dos posiciones básicas respecto a cómo
tomar los acuerdos: una, que defiende el carácter amplio y abierto de la
asamblea, y defiende discutir antes de llegar a acuerdos, sean estos por
consenso o bien por votación de no ser posible el primero. Otra que propone que
los acuerdos sean tomados de acuerdo al “mandato”
o decisión de las asambleas por colegio ya conformadas en la FFyL, y que en
todo caso al resto de los participantes se les dé un voto (entre los votos de
los colegios), pues constituyen “la otra
parte de la asamblea”.
Conviene hacer unas consideraciones al respecto:
La organización de
asambleas “por colegios”, tiene un
antecedente remoto en la FFyL, al menos de 1999, cuando, previo a la huelga del
CGH, esa fue la forma práctica de discusión que se utilizó.
Sin
embargo, esta división por colegios no corresponde a una forma “natural” de organización. La división
en estancos o compartimentación del conocimiento corresponde a una visión
ideológica impregnada por la idea de la profesionalización y
superespecialización. La misma en todo caso es una forma burocrática de
organización de lo académico, que no tiene por qué trasladarse a lo social y lo
político.
Adoptar
esta estructura impuesta, conlleva a la separación y aislamiento de individuos
que podrían de otro modo entrelazarse y compartir pensamientos y acciones sin
mediaciones tales. Lo que piensan “los
estudiantes del CELA”, por ejemplo, no es necesariamente lo que dice su asamblea,
porque no todos participan en ella primeramente; y, en segundo lugar, porque
esta es una mediación entre quienes asisten a la asamblea y el resto de
compañeros de su carrera y de los otros colegios. Cantidad de visiones,
análisis, propuestas, acuerdos y desacuerdos, se filtran por ese tamiz que son
las asambleas por Colegio.
Las
asambleas por colegio se fundan en una estructura preexistente, no adoptada
voluntariamente por los individuxs, de tal modo que constituyen una comunidad
imaginaria. Se da por sentado que un estudiante tiene afinidad o interés común
con otrxs tan solo por “pertenecer”
al mismo colegio. De tal manera, se reproduce a escala local el mito del
universal abstracto llamado “Comunidad
Universitaria”. ¿Cuál comunidad? ¿Qué tiene en común un estudiante
ceceachero que vive en Iztapalapa y sobrevive con lo mínimo para trasportarse y
comer, con un investigador emérito, adscrito al SNI y que cada mes recibe
decenas de miles de pesos en prebendas? Nada. Aunque lo quieran inventar, nada.
Aunque nos quieran engañar diciendo que ambos son “pumas”, hijos de una misma “Alma
Mater”, su realidad concreta es diametralmente opuesta, no sólo los divide,
sino que tiende a enfrentarlos.
Las
asambleas por colegio ciertamente prevalecieron durante toda la huelga de
99-2000 en la facultad, como espacios de toma de decisiones previos a la
asamblea del Consejo de Huelga respectivo. Pero, en primer lugar, en ellas
participaban sobre todo los estudiantes EN HUELGA (no cualquiera que iba
pasando), estaban abiertas a quienes no participaban de la misma, pero hablar
en ellas significaba un compromiso de asumir acuerdos y acciones en función de
un MOVIMIENTO CONCRETO. Es decir, al menos se supone que había un interés
común, que era el de la defensa de la universidad pública.
Mas
allá de ello, la verdadera fuerza y organización del movimiento de 99-2000 en
Filos –y que permitió que esta fuera la escuela con más gente al final- se
fundó no en los colegios, sino en las BRIGADAS, que desde un inicio funcionaron como espacios de acción
por AFINIDAD, fundadas en la CONCIENCIA y el COMPROMISO sobre una misma causa. Surgidas espontáneamente, las
brigadas eran un espacio, una identidad cuya pertenencia era asumida de modo
voluntario por cada estudiante: podía no gustarte tu colegio, o reunirte con
los del mismo, pero en las brigadas te reunías con quien tú decidías, porque
encontrabas afinidad natural y apoyo mutuo.
Ahora,
desde luego, no estamos en huelga. Pero, ¿por qué adoptar formas de
organización impuestas, que nos separan por divisiones artificiales y no nos
unen? En todo caso, la causa de lucha común ahora es contra la represión.
Al
contrario de la manipulación, atomización, la apatía, el “representantivismo” y aislamiento que permiten y promueven las
asambleas separadas, la ASAMBLEA GENERAL
permite la participación directa y el contacto entre el conjunto de los
involucrados en un problema. En este caso, se supone, la defensa del movimiento
social ante la represión, y como espacio de éste, del auditorio.
La
Asamblea General nos involucra no como estudiantes de tal o cual colegio, sino
como interesados en afrontar un problema concreto, en este caso, la defensa de
un espacio de organización.
La
Asamblea General se contrapone también a la división
estudiantes-profesores-trabajadores. Tal división corresponde a una idea
academicista y clasista de la Universidad. Academicista porque desde luego se
considera que en la misma cada “sector”
debe desarrollar una sola actividad: el estudiantado aprender, los profesores
iluminarnos con su sabiduría, y los trabajadores, lavar las excrecencias de
unos y otros en los baños o, en el mejor de los casos, estar detrás de una
computadora todo el día, manejando el papeleo de ambos. Bajo dicha idea, a cada
quien corresponde no sólo un rol, sino además un espacio físico: no se ven
profesores en la biblioteca (pues ellos “ya
saben”), no se ven estudiantes en la “sala
de profesores” (a menos que sea consultando a uno de ellos), no se ven
trabajadores en los pasillos, a menos que sea barriendo o trapeando. Sobre decir
quiénes están encima, quiénes “en medio”,
y quiénes debajo de esta escala social. Incluso físicamente, los profesores
privilegiados tienen su cubículo en la Torre, los estudiantes y la plebe
académica (de asignatura la mayoría), deambulan por las aulas y pasillos.
Mientras que los trabajadores, tienen sus talleres, bodegas y reloj checador,
es decir, sus lugares de reunión, en la planta baja, en los rincones, o en los
sótanos de la arquitectura. Los “espacios
comunes”, están limitados a la circulación de individuos que por lo general
se ignoran entre sí.
Además,
se excluye de antemano a quienes “no son
universitarios”. Una universidad a imagen de la sociedad burguesa, solo ve
con buenos ojos a los matriculados, a los que tienen plaza o puesto: los que no
lo estén y se logren colar a ésta universidad de élites, serán vistos con
desconfianza, y en el mejor de los casos están destinados a servir de imágenes
folclóricas en el paisaje (“mira, ahí por
el circuito va pasando un pobre, ¿será real?”), a ser vistos como mugrosos,
vender cigarros sueltos o sabrosos tacos de canasta.
La
idea de imponer una organización por colegios, o una “tripartita”, nada tiene que ver con las necesidades que tenemos
como lo que en realidad somos quienes enfrentamos al Estado y su represión: TRABAJADORES. Los profesores son trabajadores
académicos: aunque por su “capital
intelectual”, se pretenda ocultar su condición de explotados, en realidad
no son sino asalariados. Los
trabajadores administrativos y manuales, claro está, pertenecen a la misma
clase social que aquellos. Los estudiantes que buscan organizarse para defender
la educación pública, son trabajadores o hijos de trabajadores. Los jóvenes que
enfrentan la represión, son trabajadores o hijos de trabajadores, es decir, proletarios. No importa que no vistamos
un overol, que no tengamos un salario o siquiera un empleo. Los de abajo
estamos en la misma situación, dependemos del trabajo para vivir o morir de
hambre. Esto nos diferencia de ellos: de quienes defienden al Estado, sus
jerarquías y sus partidos.
Claro
está que en la universidad se impregna como tufo la ideología de otros sectores
sociales. Y por eso hay sindicatos (STUNAM, AAPAUNAM) que controlan y aíslan a
sus agremiados, organizaciones políticas que todo lo reducen a una visión
estudiantilista, y en el mejor de los casos dicen que hay que ir “con el pueblo”. Casualmente, para
ellos, el “pueblo” (o sea otra
supuesta comunidad de intereses), siempre se halla detrás de algún partido
político de izquierda, y si es del suyo, qué mejor. Por ello en algunos
investigadores priva el interés mezquino de defender una plaza y sus prebendas
a toda costa, y firman desplegados contra quien se los pida su patrón, o sea,
el director, directora o rector en turno.
Cabe
señalar que lo que está de fondo en estas posiciones no es la forma de tomar
las decisiones, sino el resultado de esa toma de decisiones, donde una
colectividad de individuos decidió en Asamblea mayoritariamente los
pronunciamientos en favor de la justicia de quienes fueron torturados el 3 de
marzo pasado por el Comité Cerezo, la ex-“coordinación”
del auditorio Che Guevara, la FECSM de Tenería y el FNLS, de caracterizar a la
violencia como proveniente del Estado y no como una concepción abstracta de
choque entre dos grupos, el problema fue recordar que la rectoría como peón del
Estado mantiene preso a Jorge Mario González, y es cómplice por comisión u
omisión de los asesinatos de Pavel Gónzalez y Carlos Sinuhé. El problema es
cuestionar el servilismo de los consejos y consejeros técnicos que con una mano
en la cintura y la otra en la cartera reclaman el auditorio Che Guevara como suyo. El problema es la autonomía, la
autogestión y la horizontalidad que predominan en el Espacio desde hace 14 años
producto de la labor de parto de la huelga del 99-2000. El problema en síntesis
fue rechazar las estructuras burocráticas que buscan gradualmente favorecer la
política de Narro Robles en la recuperación del Auditorio Che Guevara.
Así
las sectas elitistas de académicos comprados (que recibieron sus grados como
recompensa por traicionar movimientos en la Universidad como el CEU y la Huelga
del 99-2000) promueven desde la segura virtualidad de las redes sociales o
detrás del cobijo de periódicos que se autoproclaman de izquierda mientras le sirven fielmente a la derecha, la restauración
de la institucionalidad que mandata el Estado, en una especie de reproducción
del Pacto por México a nivel micro,
es decir, en chiquito, pero representando obviamente a sus partidos,
escudándose en la fantasmal idea de la comunidad universitaria. [1]
Desafortunadamente
siguen existiendo estudiantes de tendencias entreguistas y desmovilizadoras,
que pese a su preparación en humanidades son incapaces de desarrollar un
análisis crítico, haciendo sus análisis de “izquierda”
con los argumentos de la derecha, esta ambivalencia filosófica es prueba
real del avance de políticas privatizadoras que trastocan en detrimento de la
conciencia revolucionaria las formas de enseñanza y aprendizaje realmente
humanos. Motivo por el cual la comunidad fantasma de la universidad exige la
apertura del auditorio Che Guevara para sus eventos, pero no le exigen a la
rectoría, ni al Estado que libere todos y cada uno de los espacios que ocupan
arbitrariamente para que la comunidad de trabajadores los usen.
Necesitamos
reconocernos como una misma clase. Esto molesta e incomoda a muchos jóvenes que
ven en el “trabajador” a alguien
ajeno, por tener un empleo, a alguien privilegiado por tener un salario, o lo
ven como un limitado que pudiendo ser “libre”,
trabajando por su cuenta, se ata a un patrón y a un horario. Pero la agobiante
realidad económica y social que preocupa a muchos de ellos, como el enfrentarse
a la competencia para obtener un trabajo, el hallarse frente al desempleo, el
subempleo, el trabajo informal, o el verse limitados a concluir sus estudios
por dificultades económicas, los coloca en las mismas preocupaciones de la
clase que muchas veces, sin consciencia de ello, niegan: el proletariado.
¿Cuál
es el espacio adecuado de organización si la división del trabajo y de la
academia nos separa? Las asambleas generales sirven para esto, para que como
proletarios nos encontremos, sin divisionismos por sectores, territorios,
ideologías.
Se
dirá que esto nada tiene que ver con lo que ocurre en la universidad, que en
las aulas (y en los auditorios) no se hace “la
revolución”, que para encontrarnos con los “auténticos trabajadores” hay que ir con el SME, con la CNTE y con
la base del STUNAM, y etc. etc. Pero la verdad es que la única arma que tenemos
a mano es el desarrollo de nuestra conciencia, y esta solo se potencia
adoptando formas de organización adecuadas a nuestros intereses comunes en
cuanto oprimidos, en tanto proletarios. No reproduciendo los esquemas ya
caducos del Estado. Las Asambleas Generales no son sólo un arma de lucha: somos
nosotros mismos construyendo nuestra verdadera comunidad y defendiendo nuestra
verdadera autonomía.
Se
dice que el auditorio Che Guevara debe ser un espacio de trabajo. Para
nosotros, no se trata de “producir”
nada, al menos no para el capital: nada en el sentido “profesional” y mercantilista. Todo lo que se hace aquí por grupos,
los colectivos e individuos que han mantenido el espacio independiente hasta
ahora, solo tiene un sentido en la lucha y es parte de esta. Los que dicen que
hay lucro, tal vez piensan que el espacio y quienes en y alrededor de él
trabajan, deberían pedir recursos al Estado porque no saben vivir libremente,
que deberíamos de o sobrevivir en la miseria individual, claro, como ellos la
van pasando con sus buenas plazas y becas…
Más
que de trabajo, hablamos de una ACTIVIDAD
CREATIVA. Esta solamente se puede dar en la organización de una comunidad
real, activa contra el capital y el Estado. Este “trabajo” es liberador y auto creativo en sí mismo, y se acerca más
bien al ocio, al placer y al divertimiento, pues violenta todo lo moralmente
correcto, aunque esto moleste a la mentalidad conservadora o a las mentalidades
trazadas por el esquema que, vestido de izquierda,
apologiza y reproduce la enajenación. Nuestra idea de trabajo entonces, nada
tiene que ver con su cuadrada disciplina jerárquica, su militarismo, ni su
anodina idea de “aprender” y “luchar”. Nada tiene que ver con la
acumulación cuantitativa de sacrificios, de trabajos ni de reconocimientos. Por
eso aquí no hay nada qué administrar: ni cosas, ni tiempos, ni personas.
Nuestra idea de colectividad, en nada se asemeja a su democracia
representativa. Nuestra comunidad es concreta y no un espejismo más de la
ideología del capital. Si el auditorio sólo fuera un espacio para reproducir el
esquema del poder existente, daría igual que se llamara Justo Sierra o Che Guevara
(ya que al fin y al cabo son lo mismo: solo “figuras”
para nombrar mitos), sería un espacio vacío, muerto y no serviría para nada. Al
contrario de eso, tiene que servir para mantener, profundizar y extender la
acción antisistémica.
La emancipación de los
trabajadores, solo será obra de los trabajadores mismos.
Libertad, Justicia, Autonomía, Autogestión, Conciencia.
Libertad, Justicia, Autonomía, Autogestión, Conciencia.
Suscriben este
documento el Sector Obrero y de Trabajadores adherentes a La Sexta, y
participantes en lo individual en la Asamblea General del Che.
Se invita a
colectivos, organizaciones y demás individuxs (sean estudiantes o no), a
discutirlo y suscribirlo.
México D.F. Marzo
de 2014.
[1] Parte de los ataques de esta intelectualidad
viciada pueden verse en la nota del día 21 de marzo, publicada en la Jornada
del distorsionador de hechos Emir Olivares: http://www.jornada.unam.mx/2014/03/21/sociedad/036n1soc.
Por medio del “Feisbuc” Imanol Ordorika ha promovido
el odio político hacia posiciones que él considera como incorrectas, con frases
como:
“Mucho rollo: que
desocupen el Che!”,
otro de sus comentarios más recientes en su perfil ha sido:
“¡El Che, abierto
y para todos los universitarios! El auditorio Che
Guevara es de la Universidad y de todos los universitarios. No existe argumento
o proyecto político que justifique su ocupación o control por parte de uno o
varios grupos en particular.
El Che debe ser
desocupado de inmediato, sin importar quién sea que actualmente lo controle.
Las autoridades de
la UNAM deben remozar el auditorio en cuanto sea desocupado.
El Che debe ser
abierto cuanto antes para todo tipo de actividades académicas, culturales o
políticas de los universitarios.
El Auditorio Che
Guevara pertenece a la UNAM y es un recinto de la Facultad de Filosofía y
Letras. La administración y mantenimiento del Auditorio debe estar a cargo de
esta Facultad bajo la responsabilidad de su Consejo Técnico, garantizando su
utilización abierta, transparente y sin restricciones, como ocurrió hasta el
año 2000. Profesores, estudiantes y trabajadores de dicha Facultad pueden
supervisar que esto se cumpla.
¡El Che abierto y
para todos los universitarios, ya!”
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