Rebelión, 22-03-2014
“La realidad, en resumen, había
sido colonizada por el discurso del desarrollo, y quienes estaban insatisfechos
con este estado de cosas tenían que luchar dentro del mismo espacio discursivo
por porciones de libertad, con la esperanza de que en el camino pudiera
construirse una realidad diferente” (1)
Arturo Escobar
Arturo Escobar
“Para la gente en los márgenes,
desligarse de la lógica económica del mercado o del plan se ha convertido en la
condición misma de su supervivencia” (2)
Gustavo Esteva
Después
de toda guerra, los ganadores esperan siempre aumentar sus beneficios, mientras
que los vencidos aminorar las pérdidas (3). Después de la Segunda Guerra Mundial la
historia en muy poco tiempo fue posicionada política y militarmente como “diferente”. Los ganadores (Estados
Unidos) proyectaban un mundo lleno de beneficios para todos, incluidos los
perdedores (“Tercer Mundo”), a través
del discurso del desarrollo que permeó las formas de pensar, de sentir,
de hacer, de soñar, haciéndolas tangibles a través de cientos de políticas
públicas diseñadas con carácter universalizante e integrador a la pujante
lógica capitalista de mediados del siglo pasado, la cual llevaría a un clima de
“bienestar” global (4). No
obstante, como lo confirmarían miles de experiencias pequeñas y grandes de
intento de implementación de estas políticas públicas en todas las escalas, desarrollo
y depredación de las formas de producir y reproducir la vida de los pueblos
cuyo eje central no gira en torno al capitalismo, son dos rostros de la misma
moneda, uno sin la otra no son posibles, toda vez que la contradicción entre
acumulación de capital y equilibrio de los “recursos”
naturales y humanos es infranqueable en un modelo de sociedad cuyo motor es
precisamente la acumulación (5). En las páginas que siguen quisiera contar la
historia de millones de campesinos mexicanos para los que del desarrollo
nunca fueron sujetos más que como objetos de depredación.
Son ya casi tres décadas que los diferentes niveles de
gobierno e instituciones mexicanas, a través de los medios de comunicación
masiva, comenzaron a susurrarnos al oído una supuesta certeza: la libertad de
tránsito de las mercancías entre países, acompañada de privatización de los
bienes y servicios públicos, mejoraría nuestra calidad de vida, ello a través
de la generación de empleos, la construcción de infraestructura de primer
mundo, así como la mejora de los servicios ya privatizados: telecomunicaciones,
salud, alimentación, educación, vivienda. En suma, desarrollo.
El susurro se volvió ley. En 1994 entró en vigor el TLC, que
a casi dos décadas de implementarse no hay ninguna duda de su fracaso. Los
pobres se hicieron más pobres y los ricos más ricos (6). El contexto actual de depredación
en el país podemos ubicarlo ahí. Los conservadores aceptan su fracasó. Nosotros
confirmamos lo segundo. ¿Por qué tan devastador?
Antes y después de la firma del TLC, la clase política, en
complicidad con las empresas trasnacionales, prepararon el terreno para la
generación de ganancias. 1992: Reforma al artículo 27 constitucional, la tierra
comunal puede ser fraccionada y vendida. 1992-1994: Se implementa el Programa
de Certificación de Derechos Ejidales y titulación de solares urbanos
(PROCEDE). El marco legal estaba puesto para una etapa conocida por diversos
intelectuales y militantes como acumulación por despojo (7).
Muchos consideraron ser un problema del campo pero el
problema era de la tierra, del territorio, un concepto que nos han enseñado los
pueblos indios. Bajo esta lógica el campesino y/o indígena, los productores del
70% de lo que nos da vida, tuvo que prepararse para competir o bien prepararse
para la lucha. El primer camino hoy sabemos fue erróneo. El campesino se adhirió
al Procede, requisito para obtener créditos para la producción y para ser
sujeto de programas sociales de salud, educación, vivienda, etcétera. Algunos
tuvieron buenas cosechas pero aún con eso no pudieron competir con los precios
de los alimentos de las grandes empresas, por lo que se endeudaron y finalmente
perdieron sus tierras. Los únicos ganadores: los bancos y Monsanto, Syngenta,
Cargill, etcétera (8).
El sin tierra migró a las ciudades o al país del norte.
Fueron tantos que la migración se convirtió en negocio redituable ya sea vía
secuestro, trata, o sobreexplotación. Los que llegan a su destino, ahora, sin
tierra, sin cerros, sin historia se convirtieron en miserables y en la miseria
carne de cañón para los pujantes negocios de la delincuencia organizada.
Nuevamente, las ganancias para el narcotráfico y clase política, los muertos,
de nuestro lado.
El otrora campesino y desocupado, ejecuta la parte visible
de la delincuencia organizada: siembra, transporte, comercialización y consumo
de drogas y todos los negocios que giran alrededor de él: paramilitarismo,
trata, secuestro, extorsión. En ese proceso es que han muerto, desaparecido o
secuestrado a miles de familiares nuestros. En ese proceso es que han
desplazado a los pueblos indios, a los campesinos, en aras del “desarrollo”. En ese proceso es
que han violado y cercenado a la madre tierra y a la mujer como parte de ella.
Ahí, justo ahí, es cuando el capitalismo, la guerra, el desarrollo
se hacen cuerpo. Ahí es cuando vemos el lado oculto de depredación.
NOTAS
(1) Escobar, Arturo (1998). La invención del tercer mundo, Construcción
y deconstrucción del desarrollo. Introducción: El desarrollo y la antropología
de la modernidad. Grupo Editorial Norma. Santa Fe de Bogotá, Colombia, p.
22.
(2) Esteva, Gustavo (1996). Desarrollo. En:
Sachs Wolfgang (ed), Diccionario del
Desarrollo: Una Guía del Conocimiento como Poder. PRATEC, Lima, Perú, 1996,
p. 70.
(3) Ver la interesante reflexión sobre las
guerras: Marcos, Subcomandante Insurgente. «¿Cuáles
son las características de la Cuarta Guerra Mundial?» Rebeldía,
2003: 24-41.
(4) Escobar, op. cit.
(5) Esteva, op, cit.
(6) Ver los datos extravagantes de
desigualdad en: Rodriguez Lazcano, Sergio (2010). La crisis del poder y nosotr@s. Ediciones Rebeldía, México, DF.
(7) Aunque el término fue popularizado por
David Harvey, véase: Mondragón, Héctor. «La
crisis del afán de lucro.» En Palabras para tejernos, resistir y
transformar en la época que estamos viviendo, editado por Raquel Gutierrez,
97-116. Cochabamba: Textos Rebeldes, 2011.
(8) Ver las distintas voces de los pueblos
del CNI reunidos por última vez en agosto de 2014: http://desinformemonos.org/2013/08/tres-voces-del-congreso-nacional-indigena/
René Olvera es adherente a la Sexta Declaración de la Selva
Lacandona del EZLN; Integrante del colectivo Zapateándole al Mal Gobierno
y de la editorial En cortito que’s pa’largo en la ciudad de
Querétaro; Profesor de la FCPyS de la Universidad Autónoma de Querétaro;
Doctorante en Ciencias Sociales por la UAM-X; Maestro en Estudios
Latinoamericanos por la UASB, sede Ecuador; e Historiador.
[Contacto: rene.olvera@live.com.mx]
Rebelión ha publicado
este artículo con el permiso del autor mediante una licencia
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