Rebelión, 29-04-2014
En febrero
de 1982, ante una crisis económica que daba al traste con el llamado “milagro mexicano”, nuestra moneda se
devaluó de 28.50 a 46 pesos por dólar. Para intentar paliar los efectos de la
crisis, el gobierno ordenó aumentos de emergencia a los salarios del 10, 20 y
30% en marzo; pero, como era de suponerse, no todos los patrones y dueños de
las fábricas y las empresas obedecieron el decreto presidencial de quien un mes
antes había prometido defender el circulante “como un perro” sin lograrlo.
Una de esas empresas fue Refrescos Pascual,
S.A. cuyo dueño y fundador, Rafael Víctor Jiménez Zamudio, había conseguido que
la compañía suiza Tetra Pak le otorgara derechos exclusivos de sus empaques
para comercializar su producto insignia: Boing! La negativa de Jiménez
Zamudio a aumentar los salarios llevó a los obreros a asesorarse con abogados
del extinto Partido Mexicano de los Trabajadores; en represalia, Jiménez
Zamudio despidió a 150 obreros, lo que llevó al estallido de la huelga que a
poco más de tres años de una lucha que costó la vida de los compañeros Álvaro
Hernández y Jacobo García, vio nacer a la Sociedad Cooperativa Trabajadores de
Pascual, S.C.L.
30 años después, el caso de la Embotelladora
Sidra Pino y Soldado de Chocolate en Yucatán no puede sino recordarnos aquella
lucha: el 20 de enero de 2011, 117 trabajadores se fueron a huelga porque el
dueño, Víctor Erosa Lizárraga, en principio, redujo sus salarios al 50 por
ciento; más tarde, dejó de pagarles y, por último, cerró la empresa sin
haberles liquidado, luego de haberle cedido las marcas de la misma a su hijo
(con lo que obstaculiza el embargo ordenado por la Junta Federal de
Conciliación y Arbitraje para pagar la indemnización de ley) y de haberse dado
a la fuga con la caja de ahorros de los mismos trabajadores.
El triunfo de los trabajadores de Pascual no
hubiera sido posible sin la solidaridad, tanto de sus familias, creando el
Comité de Lucha de Mujeres, Esposas y Familiares de los Trabajadores de
Pascual, cuanto de otras organizaciones gremiales que, como el Sindicato de
Trabajadores de la UNAM, asumieron los costos de rescate que evidentemente
nadie haría desde la clase patronal y empresarial; por otra parte, artistas de
diversas disciplinas, en especial plásticos (visuales) y escénicos, sirvieron
de resonadores de la lucha de los trabajadores, llamando la atención de la
sociedad civil.
En el caso de Sidra Pino y Soldado de
Chocolate no puede ser diferente o, de lo contrario, su lucha se perderá y con
ella perderíamos todos. Por una parte, los trabajadores harían bien en ir más
allá de las salidas que les ofrecen legisladores y funcionarios de gobierno
cuando éstas se limitan a recibir despensas, obtener capacitación laboral para
otros oficios distintos al suyo y “hacer
una vaquita” para resolver la subsistencia. Ir más allá, insisto, no
rechazarlas, pues, subsistir día a día es básico; pero, hacerse de los recursos
necesarios para apropiarse de sus medios de producción es fundamental para el
triunfo.
A las autoridades federales y estatales toca
hacer que se cumpla la ley y llevar ante los tribunales a Erosa Lizárraga por
los delitos que resulten de su, por decir lo menos, dolosa actuación; no es
posible seguir postergando más el que los trabajadores reciban lo que por
derecho les corresponde por salarios caídos, indemnización y caja de ahorros,
ni puede ser la impunidad el mensaje del jefe del poder Ejecutivo estatal en
una entidad donde el 48.5% de su población vive en la pobreza debido, entre
otras cosas, a una tasa creciente de desocupación que tiene a una de cada tres
personas en edad de trabajar en el desempleo y a más de la mitad de quienes sí
tienen trabajo en la informalidad laboral.
A la sociedad civil nos corresponde
acercarnos a los trabajadores de Sidra Pino y Soldado de Chocolate y caminar a
su lado como ellos nos lo vayan indicando. Por lo pronto, dos iniciativas
comienzan a agarrar vuelo, la una es la pieza escénica Vestigios de una
serie que Murmurante Teatro está creando en tanto archivo documental móvil
y transformacionista de las connotaciones afectivas y simbólicas que para la
sociedad de la península de Yucatán han tenido las bebidas de la embotelladora,
así como algunas repercusiones de su desaparición; la otra es la solicitud
pública que estudiantes de la Universidad Autónoma de Yucatán le hacen al señor
Rolando Zapata Bello, gobernador del estado, para que manifieste cuál es su
postura frente al caso e intervenga a favor de los trabajadores en el ámbito de
su competencia. (http://avaaz.org/es/petition/ Lic_Rolando_Zapata_Bello_ Gobierno_constitucional_de_ Yucatan_Mexico_El_ pronunciamiento_e_ intervencion_oportuna_por_los_ em/?whnJmab)
La lucha que los trabajadores de Sidra Pino y
Soldado de Chocolate tienen enfrente será titánica; no sólo porque se están
enfrentando a un delincuente de la talla de Erosa Lizárraga, dos veces preso
por fraudes contra la Unión de Crédito Empresarial del Sureste y defraudación
fiscal contra el Servicio de Administración Tributaria por las empresas
Siderúrgica de Yucatán y Siderúrgica Yucateca, la primera de las cuales ya
había sido rescatada por el Fondo Bancario de Protección al Ahorro (Fobaproa)
al ser absorbida su deuda de 146 millones 354 mil 389.27 pesos; sino, también,
porque las compañías refresqueras Coca Cola, cuyo grupo embotellador en la
península es Bepensa, y PepsiCo harán todo lo que esté en sus manos para que la
Sidra Pino y el Soldado de Chocolate no regresen más al mercado.
La moneda está todavía en el aire, pero no
será así por mucho tiempo más: el desgaste ha empezado ya también a hacer de la
suyas en el ánimo de los trabajadores y, sobre todo, en la solidaridad de una
sociedad que lamentablemente parece estarse acostumbrando a la pérdida de dos
de sus bebidas más emblemáticas.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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