La Voz del Anáhuac
Ameyalco (del náhuatl Ameyalatl, significa agua de
fuente; Ameyalco, manantial de agua o de fuentes,
lugar donde brota el agua) es un pueblo con larga historia. Ubicado en una zona
montañosa de la hoy ciudad de México, formalmente se fundó en 1535, en pleno
proceso de colonización española.
Pero este lugar estaba habitado desde 1450, pescadores del Lago de Texcoco,
que cuando tendía a desaparecer migraron a la laguna de Xaxalpa, Ameyalco. Poco
después, hacia 1500 el lugar fue ocupado por pueblos tepanecas, originarios de Azcapotzalco,
guerreros en pugna con el imperio mexica. Aunque finalmente fueron sometidos al
tlatoani azteca, siempre sostuvieron una actitud rebelde frente al imperio.
Resistieron cuanto les fue posible a la invasión española desde su geografía pedregosa
y de difícil acceso.
Durante la colonia logran que se les respeten sus usos y costumbres. En
1650 se suscita el primer conflicto significativo por el agua, pues era
canalizada para riego de las haciendas del clero.
Pero en 1867 la lucha en defensa del agua y la tierra toma proporciones
mayores, pues se da un gran despojo, por lo que se forma el grupo guerrillero
de Las Cruces que derriba el acueducto que llevaba su agua a la ciudad de
México.
En 1911 se rebelan, al calor de la ya iniciada revolución maderista, contra
las corruptas autoridades locales. En 1912 sacude conciencias el paso de las
tropas zapatistas hacia la ciudad de México, muchos comuneros de Ameyalco se
adhieren a las filas zapatistas pues ven reflejadas ahí su larga lucha y
resistencia en defensa del agua y la tierra.
El desproporcionado crecimiento de la ciudad de México y la necesidad cada
vez mayor de abasto de agua han amenazado al pueblo de Ameyalco con ser
despojados de la fuente de la vida, que así se concibe aquí al agua. Con
profundas raíces en la cultura del agua, para este pueblo, ésta no es un ‘recurso natural’, no es una mercancía,
sino que es, como la tierra, la madre, la dadora de vida, por ello la defensa
sin tregua del vital líquido.
Xaxalpa, su laguna originaria no existe ya, sin embargo se preserva el ojo
de agua, el manantial y celosamente lo cuidan. No es pues de extrañar la
reacción de la furia popular en defensa del agua suscitada el 21 de mayo.
Sin escucharlos y, menos aún, entenderlos, el gobierno delegacional y el
gobierno del DF deciden entubar el agua del manantial de Ameyalco. Sin
informar, sin consultar, intentan comenzar la obra hidráulica, pero se topan
con la rotunda oposición del pueblo. En febrero llega personal del GDF y de la
delegación con maquinaria y tubería. El pueblo se alerta y monta un campamento
de vigilancia en el ojo de agua, para impedir que se realice esta obra. Los
ánimos se exacerban cuando se enteran que su agua es para abastecer al vecino
complejo de corporativos empresariales y desarrollos inmobiliarios
residenciales de Santa Fe. ¿Quitarle el agua a pueblo para darla a los ricos?
¡No!, responde rotundamente el pueblo de San Bartolo Ameyalco. Y se unen los
pueblos vecinos, incluso Santa Rosa, pueblo con el que subsisten problemas por
límites territoriales, pero frente al despojo del agua se unen, es causa común.
Como en su momento se pretendió demonizar al pueblo de San Salvador Atenco
de violento, por la forma decidida en que defendió y sigue defendiendo su
tierra, también a Ameyalco se les ha querido etiquetar de violentos por la
forma en que respondieron ante la irrupción de la fuerza pública en la
madrugada del 21 de mayo. Igual que en el caso de Atenco, los medios
informativos de paga, han destacado las imágenes del pueblo aguerrido
defendiendo su agua, pero ocultan los estragos causados por la brutalidad
policíaca.
Asistimos a la asamblea del 25 de mayo y nos quedó claro, por todas las
expresiones que ahí escuchamos, que en las venas de este pueblo corre sangre
digna, sangre guerrera, dispuesta a la lucha por defender lo que es del pueblo.
No en balde habitan las tierras donde brota el agua, no en balde sus ancestros la defendieron desde
tiempos de la colonia española. Los guerrilleros de Las Cruces y los zapatistas
dejaron huella. Y este pueblo es heredero de esa tradición, de ese espíritu, de
esa vocación arraigada de luchar contra las injusticias.
San Bartolo Ameyalco: del conflicto a la construcción de autonomías
Es la mañana del domingo 25 de mayo de 2014. En el centro de San Bartolo
Ameyalco no hay señales visibles del conflicto violento que vivió el poblado el
pasado miércoles 21. Las escaleras de una comisaría –frente al quiosco, a unos
metros de la iglesia– se han convertido en un improvisado templete. Desde ahí,
algunos habitantes del poblado recuperan la frustración, el enojo y el hartazgo
acumulados tras siglos de luchar por su manantial, catalizados por la
inesperada e innecesaria violencia ejercida por el Estado hace apenas unos
días.
Pero hay algo más. No es sólo visceral enojo lo que
mueve a San Bartolo. Hay también señales claras de un largo proceso de
organización. El pueblo a partir de hoy comienza a construir autonomía. El
primer paso, afirman, es suspender la realización de elecciones en Ameyalco: ni
una casilla se instalará aquí, nunca más un partido los gobernará. El segundo
es desconocer a los comités vecinales elegidos a través del Instituto Electoral
del Distrito Federal (IEDF). En su lugar, regirán los usos y costumbres del pueblo:
la Asamblea, las mayordomías, las formas ancestrales de organización política.
Hay una tercera medida, la más urgente en la
movilización de San Bartolo: lograr la liberación de los cinco presos del día
21. Reportan numerosas irregularidades en el proceso: las detenciones fueron
arbitrarias, no fueron conducidos al Ministerio Público (MP) de inmediato, la
serie de irregularidades procesales durante la estadía en la agencia 50, el
desconocimiento –por parte de los familiares y la Comisión de Derechos Humanos
del Distrito Federal (CDHDF)– del juzgado en el que se está llevando el caso,
entre muchos otros. El mismo día 25, después de la Asamblea, una marcha caminó
hacia Las Águilas para exigir su liberación. La CDHDF investiga ya el caso.
Numerosas organizaciones de la sociedad civil se movilizan en apoyo de los
detenidos. La red de organizaciones que se oponen a las políticas públicas de
privatización, represión y deliberada manipulación del Estado mexicano se ha
vuelto a activar.
El pueblo originario ha protegido su manantial por siglos. Fotografía: Más de 131 |
Dentro de esta red de movimientos diversos –de las
clases medias, anarquistas, comunistas, ecologistas– es importante destacar la
presencia de otros pueblos y barrios originarios del Valle de México. Ahí
estaban los pueblos de Xochimilco, quienes a través de su vocero se declararon
en solidaridad con San Bartolo. Había compañeros que venían de Atenco, de
Tláhuac, de la Magdalena Contreras. Los vecinos de Santa Rosa Xochiac, pueblo
con el que históricamente ha habido una pugna territorial, también se han unido
para hacer frente a las políticas opacas y represivas del gobierno del Distrito
Federal (GDF) frente al manejo y la propiedad del agua.
La maestra de ceremonias saluda a los pueblos
presentes hacia el final de la Asamblea. Comunica ahí una decisión que se ha
tomado, aparentemente con antelación: se forma el Frente Único de Pueblos del
Valle de México en contra de las políticas de despojo y privatización que se
impulsan desde los distintos niveles de gobierno. La reacción generalizada es
de un sonoro apoyo. Aplausos, consignas, miradas que asienten. Hay, desde
luego, voces que se oponen. Dos vecinos de Santa Rosa suben al improvisado
templete, a pesar de los intentos de algunos organizadores por impedirlo.
Manifiestan no su desacuerdo con la medida, sino con su falta de discusión
generalizada. Piden definir líneas de acción, medidas concretas. Algunos desde
el grueso de la Asamblea les exigen bajar: creen que están alargando la
Asamblea demasiado. Otros defienden su derecho a expresarse: es un ejercicio
democrático, dicen. Al final, su propuesta de llevar a cabo más discusiones
sobre el Frente Único es dejada de lado. La Asamblea termina y la marcha por la
liberación de los presos políticos comienza. A fin la gente se dispersa y San
Bartolo vuelve a una relativa calma.
Intentamos acercarnos a algunos de los oradores y
otros pobladores de Ameyalco. Hay en sus miradas y voces una mezcla de temor y
ganas de contar su historia. Nos piden anonimato. Han estado llamando a algunas
de sus casas, amenazándolos: las tácticas de represión no cesan en las calles.
Ellos, a pesar de esto, están decididos. Muestran fotocopias con la firma del
delegado de Álvaro Obregón, Leonel Luna. Ahí se dice que las obras se suspenderán
y que se abrirá el diálogo con los pobladores para encontrar soluciones
alternativas. El documento está fechado tres de junio de 2013, es anterior al
actual estado de conflicto que inició con la llegada inesperada de trabajadores
y maquinaria y de tres camiones con granaderos el 14 de febrero de 2014. Los
pobladores, en aquella ocasión, iniciaron un campamento para vigilar el
manantial que les surte de agua. No hubo entonces una abierta provocación y
represión como en el día 21 de mayo. Sin embargo, la estrategia gubernamental
comenzaba a ser visible. El control del manantial se obtendrá de cualquier
forma.
Pobladores de Ameyalco han buscado el diálogo con la delegación desde 2013. Fotografía: Más de 131 |
El papel que el manantial de San Bartolo ha jugado
en su historia es complejísimo. Ha sido objeto de deseo de hacendados,
empresarios y burócratas; fuente de poder y núcleo de resistencia para
pobladores por siglos. Hoy, las obras que lo afectan responden a la gran
transformación que ha sufrido el pueblo. De encontrarse aislado en las
serranías que rodean al Valle de México, ha sido engullido por la mancha
urbana. Alrededor de San Bartolo se levantan colonias de reciente fundación, en
las que habitan vecinos que no son comuneros de Ameyalco y que, aparentemente,
no participaron de la Asamblea del domingo 25. Es en estas colonias en donde el
problema de la falta de agua se manifiesta con mayor dureza. Si en el centro de
Ameyalco el manantial es apenas suficiente para satisfacer las necesidades de
la población, en sus afueras el agua simplemente no llega. El problema se
agudiza cuando observamos que arriba del manantial hay también viviendas, que
no pueden ser abastecidas por el manantial sin un costoso sistema de bombeo.
Aquí el abastecimiento lo realizan pipas que venden el agua, como en muchos
otros lugares de la capital.
Son las pipas la razón que usa el gobierno para
justificar la violencia injustificable del día 21. Niños, mujeres, ancianos
fueron heridos. La versión oficial simplifica el conflicto diciendo que han
sido los piperos, defendiendo su interés económico, quienes han movido al
pueblo. Algunos, aún más simples, dicen que han sido los piperos y los
anarquistas quienes se han enfrentado a los granaderos. Esta argumentación, que
justifica la represión, no es útil para la solución del conflicto. Es necesario
considerar que los comuneros de Ameyalco ven al agua como suya porque la han
cuidado por más de cinco siglos: la propiedad no es mercantil, sino simbólica y
social; no es un problema únicamente económico, sino del ejercicio del poder
del agua.
Es por esto que defienden al manantial de una obra
opaca, que consideran que llevará el agua a Santa Fe y otros barrios ricos de
la capital, dejándolos a merced de los precios de un mercado al que no pueden
entrar. La defienden porque no quieren ver al agua convertida en una mercancía
más. La defienden ante las tácticas de manipulación y engaño de la delegación
Álvaro Obregón y la incapacidad absoluta del GDF de resolver conflictos de
forma pacífica, democrática, plural y horizontal. La defienden ante un gobierno
que rige y busca vencer y no que escucha y, en su caso, convence.
El GDF niega la veracidad de la versión del pueblo.
Defiende la obra, sin mostrar su planeación, diciendo que la llevará a los
linderos del pueblo, en donde las pipas abastecen de agua a precios injustos a
los que ahí habitan. Además de entubar el agua del manantial, llevará agua del
Cutzamala para satisfacer la demanda de toda la población. Los vecinos temen
que el agua contaminada del Cutzamala se mezcle con la pura de su manantial, la
que han procurado mantener así por siglos. El gobierno niega que esto sucederá,
sin lograr convencer a los pobladores. El recurso a la fuerza termina por
fortalecer la posición de los pobladores y por cuestionar aún más la
legitimidad del GDF y, en general, de un Estado que reprime a su población.
Pero el recurso a la fuerza también oculta otra cosa. Los vecinos que hoy no
tienen acceso a agua potable deben tenerlo. Ello no debe ser a costa de la
propiedad de San Bartolo sobre su manantial.
¿Es posible pensar en regímenes de administración,
propiedad y distribución más justos? ¿Es posible encontrar una solución que
beneficie a los vecinos que no cuentan con agua potable y a los que han
históricamente cuidado los recursos naturales? ¿Hay una solución más allá del
mercado y la acción opresiva del Estado?
Queremos pensar que sí, y que esa solución pasa por
un diálogo más amplio entre los pueblos y vecinos involucrados. Creemos que las
asambleas de San Bartolo son sólo el primer paso de un largo proceso de
organización y de construcción de otras formas de poder y sociedad más justas,
plurales y equitativas. La inclusión de los vecinos hoy antagonistas al proceso
autonómico de San Bartolo es importantísima. La presión sobre el GDF para que
cese la represión y el hostigamiento y, en todo caso, se convierta en un
facilitador de diálogos y acuerdos, es condición necesaria para que este
proceso de ampliación del proyecto de democratización de la vida cotidiana en
Ameyalco suceda. Está en juego la vida misma.
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