Le Monde Diplomatique,
Chile
15-08-2014
El mirismo
y la continuidad histórica de un discurso encantado
Hoy, 15 de agosto del 2014, se conmemoran 49
años desde que un grupo de jóvenes revolucionarios e idealistas dieran vida y
forma en la ciudad de Concepción a una de las tradiciones y orgánicas
revolucionarias más relevantes en la reciente historia política de Chile. La
razón histórica y la razón política posibilitan entregar claridad respecto de
algunos aportes relevantes que el mirismo en tanto expresión política y
militar, así como también en el campo de la tradición cultural brindara a la
vida nacional y en particular a las experiencias de resistencia popular y
militar en los años de dictadura, proyectándose incluso hasta nuestros días en
diferentes expresiones orgánicas y articulaciones territoriales de nuestro
pueblo pobre.
El
mirismo nace como una plataforma revolucionaria que imprimió un quiebre de
sentido en las formas de comprensión de trabajo político de la izquierda
tradicional hasta mediados de los años 60. De esta manera un importante
contingente humano provenientes de expresiones trotskistas y de vertientes
marxistas y libertarias, generan una confluencia bajo el liderazgo de
revolucionarios destacados como Luciano Cruz, Miguel Henríquez y Baucha.
El MIR
como estructura de organización revolucionaria supone la construcción de un
nuevo sujeto de cambio, el que estaría constituido por los pobres del campo y
la ciudad. Para la articulación de este trabajo diseña una estructura fundado
en un fuerte trabajo de masas y de frentes intermedios (educación, campesino,
trabajadores, pobladores). Bajo la premisa del desarrollo del poder popular, El
MIR se fortalece durante los años 60 y específicamente durante los inicios de
los años 70.
Pese a
las diferencias profundas tanto a nivel de táctica como estrategia con la
izquierda reformista agrupada en la Unidad Popular, el MIR fue un aliado
estratégico y leal al gobierno de Allende, llegando sus cuadros a ser parte de
los aparatos de seguridad del presidente.
Durante
la dictadura militar, el MIR entrega al enemigo político y al pueblo de Chile
una señal contundente de dignidad bajo la consiga “el MIR no se asila” es así como se inicia el proceso de
resistencia popular aglutinada inicialmente en la MPSA (Milicia Popular
Salvador Allende), luego en la Fuerza Central encargados de realizar las
primeras acciones directas y ajusticiamientos populares como el caso de Carol
Urzua (recordando a Raúl, nuestro querido Jacinto). Entrada la década del 80
proliferan las unidades de milicianos territoriales bajo el fragor de las
protestas, todo ello también el marco de la operación retorno y la fallida
incursión en la selva de Valdivia que nos costara las siete estrellas de
Nelthume.
La
tesis de la GPP (Guerra Popular Prolongada) genera profundas divisiones tanto
en la estructura interna del país como en las expresiones del mirismo en el
exilio. Cercano al año 90 y el inicio de la transición tutelada son diversas
las fracciones del mirismo que levantan el discurso desde un mismo tronco
histórico.
Los
noventa son años duros y alto poder destructivo para quienes sostenían la
resistencia y la alternativa de la lucha político militar como forma de
construcción de una sociedad más democrática. Es trabajo del Gobierno de Aylwin
y de su asesor socialista Marcelo Schilling (encargado de la Oficina) es
generar las condiciones para el aniquilamiento y desmantelamiento a fuego y
metralla de muchos de nuestros queridos combatientes.
Pese a
la derrota militar, pese al asedio de la dictadura y el aniquilamiento de los
gobiernos transicionales. El MIR, el mirismo, su cultura y su mística se han
fragmentado como una granada encantada en la realidad nacional, penetrando el
tejido de esta en distintos formatos y realidades, observándose su influencia
indiscutida en campos académicos, en la lucha cotidiana de pobladores,
trabajadores y estudiantes, en las acciones recuperación financiera y
hostigamiento al capital transnacionalizado (Fredy Fuentevilla), en los
formatos musicales propios de la contracultura popular (Conspirazion y
Subverso), también en los diversos componentes orgánicos que reclaman su legítimo
tronco histórico.
El MIR,
el mirismo proyecta a casi medio siglo de su fundación una continuidad
histórica y una memoria social, cultural y política que lo reclama. El MIR y el
mirismo se han ganado con una dignidad a PLOMO (Patria Libre o Morir) un
espacio importante en la vida política de nuestra sociedad y en particular en
la historia de las organizaciones revolucionarias de Chile. Por tanto es y
continúa siendo una matriz de análisis desde el presente, con un pasado abonado
por la dignidad que lo proyecta con la continuidad histórica que su fuerza
inagotable le da hacia el futuro, hasta tomar el cielo por asalto.
(*) Marco Silva Cornejo. Mg. Ciencias Sociales
Aplicadas UFRO.
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